martes, 24 de noviembre de 2009

La palabra es del otro

“¡Oh rosa, oh pura contradicción
voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados!”
Estas palabras de Rainer María Rilke, las escribió para su epitafio muchos años antes de su fallecimiento, ocurrencias del azar, las pequeñas heridas que le causaron las espinas de una rosa, multiplicadas al ser hemofílico, le produjo la muerte. Premonitorias sus palabras y desconcertante la coincidencia con la realidad.
Algo de premonitorio y de coincidente está muchas veces presente en nuestras vidas, de hecho a veces el azar se despacha especialmente a gusto con algunas personas, en sentido positivo o negativo, incluso sin sentido, al menos, ante la razón.
“La poesía es lo otro”
Estas palabras del querido Darío Cervera que fueron escritas hace muchos años, coincidentemente me persiguen desde entonces, incluso me atreví a parafrasearlas hace algunos años con ésta: La realidad es lo otro. Premonitorio. Lo hice cuando me di cuenta de que las personas proyectamos nuestras emociones en los demás creyendo que los otros sienten o deberían sentir lo mismo. Y, claramente, no es así. De hecho, esta aparente pequeña fantasía, resulta letal en las relaciones humanas de todo tipo, especialmente en las de pareja y las de padres e hijos.
Cuando murió Darío, demasiado joven y demasiado rápido, sentí de nuevo la vara del azar como un azote, aún no siendo un amigo de roce diario, sí lo fue en mis adentros. Fueron sus palabras y su actitud vital un lazo intenso, al menos, para un conocido grupo de personas entre las que me incluyo. Su mirada honda hacia la vida y su sensibilidad, a través de sus palabras y actos, concluyeron en esa comunicación emocional que en direcciones infinitas transporta experiencias de un mayor calado, profundas como el fondo de un océano, siempre del todo inescrutable. Es la magia de la vida y la palabra que Darío manejó como un singular maestro.
“La vida, precioso, preciado fruto, tiene un duro hueso dentro: la muerte, ¿semilla de qué?”
Estas palabras de Lorenzo Oliván y muchas más, dentro de una cajita del tiempo, me las regaló una querida amiga hace algunos años, desde entonces guardo en su interior-así me lo sugirió ella y me pareció exquisito-palabras que en el transcurso de los años han tenido para mi un significado especial por variopintos motivos, pequeños regalos que caen en tus manos por puro azar pero que se convierten en coincidencias al roce con la realidad, con el día a día y lo que te va ocurriendo, algunas de ellas premonitorias hasta el susto. Cuando uno abre un libro, a veces comienza el siguiente capítulo y todo lo que va a leer le está sucediendo o tiene mucho que ver con lo que estamos sintiendo, reflexionando ó sufriendo… en ese justo momento, como diría Paulo Coelhlo : “El Universo entero conspira para que pueda(s) realizar(…). Basta con escuchar los dictados del corazón y a descifrar un lenguaje que está más allá de las palabras, el que muestra aquello que los ojos no pueden ver.” Me pregunto si más allá de nuestros límites otras realidades conspiran… y si así lo fuera, ¿de qué depende, de nuestra voluntad y actitud conscientes o de todo aquello que no vemos aunque sí sentimos?
“Yo y lo demás, cuando no me derrumbo, somos como dos, y cuando me derrumbo, somos como uno.”
Estas palabras se las robé a Antonio Porchia de su libro Voces Reunidas, coincidentes y premonitorias ante las circunstancias actuales y junto a la actitud de cada uno de nosotros ante los derrumbes propios y ajenos. En su discriminación está la respuesta, quizá en atender a esos “dictados del corazón” que nos sumergen en la desesperación y el sufrimiento. No siempre el Universo parece conspirar en nuestro favor, tampoco nuestra actitud. Seguramente es necesario en una época de tanto vació y tanta superficialidad, escuchar otras voces para reencontrar los propios dictados del corazón, aquello que nos llena y nos hace crecer pese a las circunstancias y precisamente por ellas. La fortaleza no está en la fuerza física sino en comprender la energía que nos mueve y sobre todo en no usarla en contra de nosotros mismos.
Acaba el mes en el que se conmemora el día de la(os) muerte(os), el final de la vida llegará cuando tenga que llegar, pero mientras tanto, tendremos que estar muy atentos a toda esas partes autodestructivas que todos nos aplicamos, muchas veces sin darnos cuenta, la mayoría. Cuidarnos y cuidar posiblemente sea la mejor manera de darle buenas pistas al Universo.
No se si la suerte es o no es, existe o no existe, tampoco si hay energías cosmogónicas que condicionan la vida, ni siquiera estoy seguro de que los (s)eres humanos como género seamos capaces de promover la vida por encima de todo. Pero de lo que sí estoy seguro es que en días como estos las mejores recetas pasan por pensar bien nuestro propio menú, sin olvidar, los que otras personas han ido creando desde su imaginación y sentir a lo largo de lo años.

domingo, 8 de noviembre de 2009

¿Por qué el corazón no puede olvidar?

Escuchó el sonido de un viento fuerte, un silbido potente, casi un rugido. Asustado comprobó y cerró todas las ventanas, algunas golpeaban los marcos con la fuerza agresiva de un portazo después de una pelea definitiva entre enamorados. Recorrió los pasillos de la casa grande descalzo, con la intención de no hacer ruido alguno que pudiese despertar a los propios fantasmas. La madera del suelo crujía suave con un sonido antiguo y mudo. Apagó algunas luces y encendió otras intentando sofocar un incendio que variaba su origen por momentos. Decidió de entre diecinueve estancias la biblioteca, le pareció el lugar más seguro, supongo que por ese calor que desprenden los libros en los estantes, llenos de colores y formas distintas creando un todo armónico. La chimenea encendida fue otra buena razón, pero sin duda, la más decisiva de ellas fue el enorme globo terráqueo convertido en madera y en un arca que contenía el alcohol de toda la casa. Dicen que no hay mejor ansiolítico, la pena es que reviente el hígado- se dijo.
Se sirvió un gran trago de vodka ruso, tratando de recomponer su cuerpo tembloroso. Su frente ahora ardía de calor y el estómago se contrajo como los abdominales de Bruce Lee en una de sus mejores interpretaciones para el cine.
Le gustaba el cine desde muy niño, su mayor entretenimiento y quizá uno de sus educadores más peligrosos. Las imágenes de una ilusión removían poco a poco y año a año todos sus deseos, hasta inundarlo, hasta convencerlo de que aquellas fantasiosas imágenes podía convertirlas en realidad. Pensó mil veces en mil planes que en el fondo se resumían en una frase: Convertir sus sueños en realidad. Murió de tanto sufrimiento.
Las preguntas que me surgieron aquí fueron: ¿Cómo se construyen los deseos y de dónde vienen? ¿Es uno mismo el creador y autor de sus anhelos?
Las respuestas no eran fáciles, al menos, las que parecían cobrar sentido desde la razón y el sosiego. Cómo saber si lo que sientes es una pulsión, una tendencia, un instinto, un deseo, un sentimiento, una emoción propia o simplemente una repetición de todo lo mamado y percibido en burbujas ajenas a una realidad cambiante. La respuesta quizá está escondida en cada experiencia, en cada sensación necesaria, en cada sueño convertido en la energía que nos mueve a actuar, quizá a levantarnos cada mañana en busca de la experiencia creativa. Cada uno la suya, cada uno la que le conduce directamente al bienestar y la satisfacción.
Un diálogo entre lo imaginario y lo real se mostraba ante mis ojos como el único camino posible si quería alcanzar con éxito el sentido que esencialmente contiene el bienestar. Quizá por ello, algunas veces, navegamos río arriba, a contracorriente, y otras, nos dejamos llevar por ella. Propio del pensamiento es recrear en la imaginación el futuro y pretender conseguir cogerlo con las manos. Buscar las fórmulas para llegar a realizar y conseguir nuestros objetivos.
Una vez conseguido aparece el sabor de la satisfacción. Al contrario, el fracaso. Cómo retener esas emociones y actitudes cuando se ha llegado supuestamente a la meta. Independientemente del resultado todo quedará grabado en la memoria como una experiencia intensa. Habrán intervenido la fantasía y la realidad, cada uno en su medida, también la influencia que produce la interacción con todo aquello que está fuera de nuestros límites: los demás y las circunstancias, quizá… incluso partes de nosotros mismos.
Al darnos cuenta, aparece una sensación que camina hacia el pensamiento, aportándonos el necesario conocimiento, la mirada honda e interior del autoconocimiento se traslada al fondo de nuestros semejantes, generando el arma más importante y potente a la que el ser humano tiene acceso: La perspectiva humana. Su resultado se expresa muy bien en este párrafo de José Antonio Marina de su libro la Inteligencia Fracasada: “El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia. Ambas están unidas por parentescos casi olvidados”.
Ningún ser humano puede encontrar la felicidad solo, por eso busca y busca, de dentro a afuera tratando de encontrar. Cada uno, a través de sus deseos y sentimientos, compone la pócima que cree necesitar y con cada experiencia va cambiando la fórmula, precisamente por eso los corazones no pueden olvidar, pese a que algunos de esos jugos envenenen. Es el dolor un gran escultor –como alguien dijo del tiempo-si no te lleva a la muerte o si no te mantiene en un constante sufrimiento.
Por ello volvemos al libro de Marina para recuperar estas palabras: “Son inteligentes las sociedades justas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad-privada o pública-, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es dolor. La desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia”.
Es tan lúcida la pasión después del paso del tiempo.