jueves, 30 de agosto de 2012

La Habitación

 



Ayer vi una estrella que recorría todo el cielo ante mis ojos. La verdad es que vi más de una, pero fue esa exactamente la que me causó mayor impresión, su movimiento marcó la diferencia. Las vi tumbado, al revés, en la cama de mi habitación con la ventana abierta y una par de prismáticos viejos de cristales cóncavos. Es la noche de San Lorenzo creo... o algo así comentaron al día siguiente y yo sin enterarme.
Lo de enterarse o no tiene su miga, en la época en la que más información se maneja de toda la historia del ser humano, además, de fácil acceso y gratuita, y resulta que la información se basa en una cabecera, máximo unas cuantas frases: Es lo que vende en este mundo de velocidades de vértigo, o lo que es lo mismo, éste mundo que hemos construido es una máquina de neuróticos. Comemos cada vez más deprisa, dormimos lo justo, incluso menos, trabajamos unos mucho y otros nada, aún así parece que todas las personas tengamos prisa, hasta los jubilados tienen llena la agenda y se ponen a gritar cuando esperan...
La información pulula por ahí sin orden ni concierto, se habla de cualquier cosa sin un conocimiento cierto, hondo, leído y quizá, con suerte experimentado. La conversaciones se convierten en repeticiones de los telediarios, prensa, redes sociales y demás Aves comunicativos. Joder, qué bien, cuando cae en mis manos y en mi tiempo un ensayo, eso sí, corto, porque tiempo tengo poco, me paso el día escuchando y leyendo frases cortas que ocupan casi todo mi tiempo. He llegado a la conclusión de que el tiempo y la salud son dos de los ejes del bienestar. Tener tiempo...¡Qué bueno, buenísimo!
Van Gogh pintó su habitación, y no se quién no salió de su habitación en su vida, y no se quién decía algo de viajar por su habitación, incluso hay quien habita en una habitación. Hace poco murió un buen amigo de un buen amigo que vivía  bien en ella, tranquilamente. Parece que habitar es mucho más que estar o que dejarse llevar por los dimes y diretes que tratan de contarnos todos y que nosotros tratamos de contar. La comunicación es muy importante, pero me pregunto si verdaderamente nos comunicamos, si se produce aquello de que el mensaje del emisor llegue al receptor, el mensaje si es que lo hay, el contenido vamos, para entendernos de una forma sencilla.
Cuando era estudiante me preguntaba si en realidad aprendía cada día en esas soporíferas clases llenas de datos y abstracciones, entonces me respondía que sí, hoy también diría que sí pero con algunos matices, en las clases que más aprendía eran en las que más sano contenido comunicativo había, no se trataba de contarte lo que decían los libros sino de interpretarlos, experimentarlos, o algo así y transmitir los contenidos de la emoción. Aquellos profesores eran los que me gustaban y hoy sigo disfrutando de los mismos. No debemos creo, transmitir cualquier cosa y de cualquier manera, qué poco valor le damos a la verdadera comunicación, expresar nuestra forma en vez de nuestro fondo es un camino de repeticiones, aburrimiento y hastío. Todo carece de sentido sin un halo de vida real, de experiencia vivida, de emociones sentidas. Para qué contarnos el calor que hemos pasado si no es como introducción para llegar al corazón de la realidad, para aprender y enseñar a vivir, para crecer, crecer y crecer...
Vengo ahora mismo del cincuenta cumpleaños de una amiga, hace más de media vida que nos vemos a diario y probablemente creemos conocernos del todo, tras tantas aventuras y desventuras uno al lado del otro... y probablemente es cierto, pero solo en parte. Las relaciones a lo largo de los años nos llenan de "a prioris" creyéndonos conocer las respuestas sin hacer la preguntas, craso error... Nunca se conoce a nadie del todo pero si es posible conocer lo más íntimo de una persona el camino es hacer la pregunta y escuchar la respuesta. Parece fácil pero no lo es, al menos, atendiendo a la realidad en la que vivimos a poco que seas mínimamente observador. Lo realmente difícil es hacer las preguntas adecuadas, en el tono correcto y con la intención clara, las respuestas así salen solas, sin prejuicios, sin miedos, sin posturas e imposturas, con el mínimo teatro, solo el imprescindible, aquel personaje que nos hace sentirnos a cada uno, nosotros mismos.
Viví en esa habitación durante tres años, conmigo mismo, con las breves visitas necesarias para no perder la cordura y con las mínimas salidas a la calle en busca de aprovisionamiento en todos los sentidos. Fue una fructífera experiencia y una importante lección. Acaso no es el futuro, de alguna manera, un contrato con el pasado y viceversa...