jueves, 15 de agosto de 2013

El Verano nos saluda



Dedicado a Paco Paquito Pancho
Tengo los dos pies metidos en el agua, los peñones siempre me han cautivado, incluso en invierno. He escuchado muchas anécdotas de la Jarra, también he vivido alguna. Mi primera novia vivía allí. Teníamos once años. Es una pena que se encuentre el edificio en un estado más que deplorable, deprime a estas alturas sentir como no se cuidan algunas cosas imprescindibles para la historia de un pueblo. Quizá es que me he hecho viejo, a mis sesenta y jubilado uno tiene tiempo de ver las cosas con mucha calma. Demasiadas personas hemos vivido siempre deprisa, detrás de la zanahoria como los burros dando vueltas en las antiguas norias. Parece que cuesta aprender, nos ocupamos de una cantidad de cosas nimias cuando hay cuestiones de fondo sin resolver. Qué buen rato estoy pasando, hacía más de cuarenta años que no metía los pies en este agua cristalina y fresca. Lo bueno de la naturaleza es que tarda muchos años en cambiar, solo nosotros hacemos lo bonito feo o dejamos de conservar lo que no vemos o no conviene o... quién sabe. Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver, en cierto modo estoy de acuerdo, no son pocas las veces que me ha pasado, ahora bien, cuando son muchos ojos los que miran, entonces es que algo falla. 
El otro día cenando con una cumpleañera le dije, no sin dolor, que vivimos en una sociedad muy enferma, emanan, afloran las miserias humanas en cada rincón de todo lo que rodea  al dinero, al trabajo, a la crisis, a sus consecuencias, derivadas y daños colaterales en lenguaje dulce. Parece y quizá sea cierto que el dinero lo impregna todo de un tufillo necesario y degradante, nos convierte a todos en adictos, si no olemos no podemos vivir, al menos bien. Cuestión muy discutible pero a la vez muy real, al menos hasta que pasen mil o dos mil años más. No sé si me quedaré corto. Lo mismo da, no vamos a verlo, antes aparecerá la de la guadaña y nos arreará un buen tajo.
Dejo caer mi mano derecha sobre el agua, estoy tumbado sobre una roca plana y muy caliente y me pregunto para qué tanto spa ni tantas leches si la natura lo tiene todo, al menos si te fijas. Que quejica me he vuelto con los años. No aguanto ni las mierdas de perro por todas las calles de Buñol, ni a los niños gritones o pesados. Eso sí me encantan los cigarrillos, el café y los boleros.Y una buena charla  con personas, no hay tantas, al menos en mi experiencia. De hecho tengo  a mi lado una bolsa de papas vacía flotando en el agua y un bote de cerveza vacío y caliente que por fortuna me sirve de cenicero. Me pongo a pensar quién en su sano juicio se los dejaría en un lugar tan hermoso, igual pensaron que vendría yo y no traería cenicero o quizá unos tienen que ensuciar para que otros limpiemos, llevo en la mochila una bolsa de plástico, desde que salí esta mañana temprano de casa la he llenado, somos muy cerdos, gorrinos pero gorrinos. No tengo claro si nos sabemos apreciar lo nuestro o estamos tan jodidos que nos somos capaces de ver más allá de nuestras amarguras. Hoy parecen multiplicadas. En el ambiente este verano se respira poca alegría, de hecho tengo que tocar el saxo y la guitarra de vez en cuando para entusiasmarme en  melodías que remueven todo lo que tengo adentro. Y les aseguro que malo y bueno dentro algo hay. Siempre me han gustado los vasos llenos, ya estoy yo para vaciarlos.
Escucho una rana, parece que está contenta. Mientras yo sigo pensando en todo esto que va ocurriendo que llamamos vida y en como nos relacionamos con nuestro entorno, el natural es el que más me ocupa hoy pero mi cabeza se va más lejos. Este sonido del agua relajaría a un esquizofrénico y quizá a algunos de mis desamores. Duelen, el silencio a veces también, sobre todo sobre el cemento, es difícil aquí entre la naturaleza sentirse solo. Los pájaros, las mariposas, el agua, las piedras, los árboles, la brisa... se convierten en amigos del alma, de esos que no te abandonan pase lo que pase nunca.

Ave, el verano os saluda, desde una ventana que solo cierra el párpado, el fuego o el cemento. Cada mañana abro los ojos y suena un algo dentro, quizá canciones, tangos, boleros... y otras que me siguen contando lo importante. Y eso que lo importante duele mucho cuando no está. De pronto me viene a la cabeza una frase que como otras rondan en mi memoria décadas y décadas, compañeras de tantos anhelos, de tantos placeres, alegrías, sufrimientos y fracasos. O quizá no hay de estos últimos, solo son experiencias: “Persigue a las mariposas y nunca las atraparás, contempla a las mariposas y vendrán hasta a ti.”  Os deseo un buen verano. A ti... también.

viernes, 2 de agosto de 2013

Pompas de Jabón(Relatos de Verano)




Acostumbraba a buscar pompas de jabón en todas partes, expectante e ilusionada mirando los efectos físicos de la luz y de las formas que se consiguen con un Fairy espumoso y un movimiento limpio. Las encontraba en las pupilas, en las sonrisas, en las caricias, en los abrazos, en las lágrimas, en una mueca, en un gesto. En una película. En sus sueños y en los sueños de los otros, incluso en los que aparentemente no tenían sueños. Una vez hasta encontró una pompa de jabón en la boca de un amante amado. Incluso se lo dijo aunque él no la creyó. A veces es difícil creer, la estricta realidad se apodera de todo. Para ella, las pompas de jabón contenían una enorme belleza, las sentía mágicas. La belleza, si se sabe mirar, está en casi todas partes, era fácil encontrarla ejecutando limpios y suaves movimientos entre las cosas y las personas más diversas. Había vivido muchas veces esos encuentros. No les contaré ninguno de ellos, ni siquiera los más  curiosos, pertenecen a la lealtad de nuestros secretos.
Tenía ojos fotográficos. Esos ojos que lo graban todo y al día siguiente o al otro la memoria rebusca entre todo lo que sabe y crea una conexión. Algunos le llaman a esto experiencia porque se concatena todo lo que somos y sabemos con la nueva interacción, dando como resultado una conjunto de emociones entre viejas, conocidas, reconocidas y nuevas. Solo la identidad permanece así íntegra, sirve como cordón umbilical entre lo que fuimos, lo que somos, lo que quisiéramos ser y lo que seremos.
Las pompas surgen siempre en una atmósfera fértil, desde los sonidos de una chicharra en una  noche fresca, limpia y estrellada, desde pequeños rituales cotidianos y no tanto, desde deseos intangibles desde el primer día de nuestra vida. Ella lo sabia, no hay mejor cosa que el conocimiento de la mente humana, de sus sendas, rutas, caminos, barrancos y desfiladeros. Una enorme cordillera casi sin explorar, menos aún si nos colgamos desde las alturas a las lianas que se entrecruzan para no caernos de bruces contra la tierra más real, más roja, más radical y tajante, casi perversa.
Pompas de jabón que se llenan de aire, del que se respira, del que se suspira para vaciar lo lleno. Todo lo sentía adentro en los confines del cuerpo, entre la carne y lo sentido. Buscaba y buscaba entre todas las cosas calma, sosiego, plenitud, algo con sentido, algo en lo que creer en busca del sentido. 
Las olas del mar en verano fueron testigos de muchas de ellas, se mueven a un ritmo ancestral que se une a los latidos de un corazón tierno y quizá dolido, unido desde la fuerza de que da el deseo de vivir, de sentirse vivo. Enorme su energía, tan grande que hace cambiar el agua que recorre la tierra convirtiéndola en una burbuja que busca su forma como nosotros buscamos nuestro destino, incierto siempre, pendiente de un hilo que une las acciones, las tendencias, los sentimientos y las razones, un compendio de lo que somos en cada tiempo. La memoria fotográfica ayuda a componer el rompecabezas, a distinguir una pieza de otra, a componer las figuras, las partes, convirtiéndolo en una imagen completa, una visión primero ilegible, después compleja y compuesta, para terminar siendo una forma con un contenido concreto dispuesto a convertirse en un lenguaje propio, intransferible, único, indescifrable. Solo al cierre rápido de los párpados se queda una instantánea grabada de entre todas, cambiando de forma al contacto con la espuma blanca con la que se abraza. Todo parece provenir de uniones certeras, de caminos que se cruzan formando un núcleo desde donde elegir otra ruta. Por eso ella sigue buscando aguas distintas y espumas diferentes, trata de conseguir crear nuevas realidades, nuevos núcleos con nuevos caminos, nuevas relaciones con nuevas personas, rutas absolutamente singulares por las que pasear entre el bienestar y caminar entre las dificultades, aceptando con una delicada sonrisa todo aquello que ocurre, que sucede dentro y fuera de sus límites. Ella camina ahora despacio por qué caminó muy deprisa. Se fija en todos los lugares donde pueda  existir una pompa de jabón, sabiendo que son únicas y breves, propias del instante, sin repeticiones, como muchos momentos que nos perdemos al mirar tan deprisa, al pensar tan deprisa, al desear tan deprisa, a cambiar tan deprisa, a vivir tan deprisa.
Y siguen, y siguen y siguen diciéndole cada día que es rara, porque vive despacio, porque se fija, porque gusta de cada pompa en cada sonrisa, sintiendo la calma, la serenidad recuperada en el brillo oculto de todas las realidades.