viernes, 14 de febrero de 2014

Segundo mes del Ano Nuevo

 


Otra vez Enero y pasa y otro año comienza presto, el viento ha removido la tierra para enseñarnos como limpia la naturaleza las calles de hojas muertas. Parece que algo comienza y no estamos seguros de si todo seguirá igual, de mal en este caso. Parece que la economía se ha convertido en la vara de medir la felicidad y seguramente sea cierto: Salud, dinero y amor como dice la canción. Atemorizadas y tristes están las calles en estos primeros días del año, las porciones de miedo aumentan cuando la seguridad económica se ve amenazada, la vergüenza y otros sustantivos nos lo recuerdan día a día para que no caigamos en esa balsa aceitosa de la tranquilidad. Hace algunos años escribimos: Tiempo de carne, carne de tiempo. Parece que fue ayer y hace ya más de treinta años, el tiempo pasa y se descuelga con algún aviso para que no lo olvidemos. No hay nada como el darse cuenta y no hay nada peor que no darse cuenta de nuestros cambios, el tiempo quizá serviría para eso si tuviésemos una memoria capaz de no seleccionar o repetir hasta conseguir las ilusiones que nos hacen la vida más llevadera. Suena el viento afuera, otras veces también lo he escuchado y no me gusta, pero nunca me ha molestado tanto. Cuando estamos demasiado cansados cualquier ruido nos molesta, conciliar los cristales rotos con el aire en bruscos movimientos resulta cortante, hiere mientras tratamos de seguir sonriendo, buscando la sonrisa en cualquier lugar, persona o cosa. Necesitados de palabras vivas que se ajusten a una realidad mejor. Progresa adecuadamente, como en la mejor de las educaciones… a la vida no le va la pedagogía blanda, ni la gramática, ni las oraciones  condicionales, atiza buenas hostias a la que menos te lo esperas, esas sí representan a los mejores masters(algunos le llaman experiencia), los más caros y con los que más se aprende si no te matan de golpe. Y parece que la cosa no está montada para matar de un solo tajo, quiere ver sangrar las heridas una a una, quizá para que con las marcas nunca olvidemos que no  debemos alejarnos de nuestro destino, pagar y pagar. Son unos pocos los poderes que lo condicionan cuando no lo determinan, son mucho más poderosos que cada uno de nosotros. Recuerdo ahora esos grandes discursos sobre cómo forjar nuestra propia vida, como construir no una persona sino una personalidad, nunca he tenido muy claro en qué sentido.
Las historias que nos contaron-y siguen todavía- suenan a ideal rancio teñido por debajo de una gran mentira generacional, educacional casi genética. Vivimos en una sociedad que nos manipula convirtiéndonos en seres enfermos e infelices. No dieron y damos  vida para crear ciudadanos aleccionados para el sistema que paguen durante toda su vida el exceso y el poder de unos pocos, hipotecados por una casa, un coche, sueños imposibles y viajes deseados en anuncios y películas. Poco a poco desde la escuela… y lo peor, usan nuestras emociones para que todos sin excepción, a través del miedo y la protección a nuestros hijos, los eduquemos para que cumplan con los requisitos necesarios para buscarse un buen hueco en la cadena social.
Vivimos una época muy difícil, la famosa crisis lo inunda todo, enriqueciendo más a esos pocos y empobreciendo a la mayoría, la injusticia no puede ser más grande, además de estar toda la vida pagando nos han convertido a la mayor parte en deudores crónicos del sistema, atacan a nuestra moral, a nuestra dignidad e incluso a nuestro valor personal y social. Y éste es el mejor de los casos. Ni que decir tiene que lo peor sigue siendo la pobreza extrema, los desahucios que no paran aunque se hable menos de ellos y el paseillo de una princesa acapara todas las portadas…
Las clases siempre han existido y por lo que parece seguirán existiendo durante mucho tiempo, entre otras cosas porque el poder y el dinero es la medida de casi todas las cosas convirtiéndonos a las personas en meros instrumentos de él.
Sería hora de que nos diéramos cuenta de la necesidad de tomar cartas en el asunto, es hora de mirarnos al espejo y preguntarnos si queremos ser cómplices de un sistema que solo produce a la mayoría infelicidad, esperando las vacaciones o el fin de semana o que nos toque la lotería para comprar nuestra libertad, quizá no haya mayor valor y quizá no haya mayor pérdida. Si acaso la dignidad. Y también...
Lo olvidaba, feliz ano nuevo.