sábado, 3 de diciembre de 2016

Podrías ser Trump


Llevo un tiempo pensando que nada se sabe de verdad hasta que se está al otro lado, en ese lugar que imaginas pero que en realidad no conoces con la precisión necesaria.  Mirar y ver no son sinónimos. Como consecuencia… solemos meter la pata cuando transitamos por zonas en las que no hemos estado nunca. No es que pase nada por meter la pata, de hecho es algo que nos pasa habitualmente y hay que tomárselo con deportividad o al menos con relatividad. Aún así me parece un tema serio para reflexionar un poco en él o al menos intentarlo, sobre todo porque en no pocas ocasiones causa ciertas y dolorosas injusticias. La injusticia y el dolor suelen ser sinónimos aunque formalmente no lo sean. Al igual que juzgar sin conocer suele acabar con el dolor de alguien o algunos. Así en abstracto parece poco grave, pero cuando condiciona, cuando no determina, la vida de una persona la cosa cambia. Podemos ser muy retorcidos y crueles los humanos, sobre todo con el otro, el que está al otro lado, ese al que muchos sienten como en el que jamás podrían estar, a poco que hayas vivido sabes que no es cierto. Muchas veces, demasiadas quizás, con muy buena intención puedes verte colocado a merced de la circunstancia en posiciones que nunca hubieras ni deseado ni imaginado. Son esos enigmas de la vida que hacen que no sirvan las matemáticas, ni siquiera los silogismos. Acabaré contando alguno, pero no tengamos prisa, le ruego me conceda el permiso de disfrutar de las palabras más allá de los hechos que las provocan, más allá de lo concreto, de lo tangible inclusive. Soy de esos que se regodean en el verbo y lo disfrutan como un gorrino. Hay quienes con buen criterio me lo recriminan constantemente, aún así no puedo evitarlo, siempre me ha gustado conducir y no hay mayor goce que conducir las palabras, el papel en blanco se llena y algo que estaba en tu cabeza pasa a tener rasgos y figuras que otros pueden leer, escuchar e incluso interpretar. Es fabuloso. Hoy más que escribiendo me estoy leyendo, ya sé que resulta inverosímil, pero lo siento de verdad, me leo mientras escribo y me lo paso en grande. De hecho ahora estoy sonriendo. No porque me haga gracia la falta de empatía y de compasión de los que no aciertan a poner en duda sus juicios sumarísimos o de aquellos que no saben o no quieren ponerse en el otro lado, el del otro, para al menos intentar conectar con las emociones ajenas, no para intentar vivirlas, sino para reconocerlas. La verdad es que no me hace gracia, por eso relativizo, me pongo en el lugar del otro con facilidad y eso es una gran mentira como tantas otras que nos construimos a diario. De hecho creo que no es posible ponerse en el lugar de nadie, ni siquiera entender bien al otro, por eso no comprendo la manía en nuestra sociedad de querer transitar caminos que no son los nuestros. Que fantasía omnipotente más absurda o al menos que potencia tiene la fantasía, puede pasar a realidad hasta sin vivirla. Tenemos muchos poderes, nuestra mente es un privilegio, pero como toda herramienta hay que conocerla y saber usarla, lo malo es que ésta viene sin manual, bueno… si descartamos los medios de comunicación, la educación, la sociedad y la familia como libro de instrucciones. Si no las descartamos sí tenemos puntos de referencia para esclarecer cómo se construyen las bases de los juicios de valor y las sentencias para el otro y cómo no, para nosotros mismos. Solo tenemos que comparar. Las comparaciones están cargadas de enormes dosis de simplificación. ¿Cómo parar de comparar? No se puede. Vuelvo a sonreír, pero esta vez por lo atrevido que soy, de tanto que me lo han dicho me lo estoy empezando a creer. Perdón por el chascarrillo.

Volvamos a la comparación, cada vez que un ser humano juzga a otro usa la proyección, o la introyección o ambas y otros mecanismos de asimilación de las conductas propias y ajenas, las dos necesitan de la comparación para que se produzcan, por lo tanto tendríamos que concluir que, al menos, estamos condicionados en todas nuestras valoraciones, de ahí que si pretendemos ser justos con los demás y con nosotros mismos deberíamos aplicar unos coeficientes correctores importantísimos: El respeto y la consideración, todo aplicable a las opiniones que tenemos de los demás, y lo que es menos llamativo por escondido, de nosotros.


No hay nada que te haga sentir y pensar con mayor igualdad a otro ser humano que saber que tú podrías ser él.

Podrías ser Trump y él podría ser un niño desnutrido y vapuleado de África o su madre o su padre o su abuelo o su abuela o un niño de Chiapas o un médico de Cuba en misión humanitaria o un cacique antiguo en la Andalucía de los latifundios. O un Apache.

Seguramente él no lo sabe. Ni muchos de nosotros tampoco sabemos cómo se puede llegar a ser Donald(ni el pato ni la persona). Hasta que la mayoría de seres humanos no lo entendamos, no creo que haya grandes cambios en el mundo.

sábado, 19 de noviembre de 2016

El Quinto Acuerdo: Quiérete sin condiciones


“Supo que pronto olvidaría todo lo que había aprendido. Quería acordarse de todas las visiones que había tenido, así que decidió llamarse a sí mismo Espejo Humeante para recordar siempre que la materia es un espejo y que el humo que hay en medio es lo que nos impide saber qué somos. Y dijo: «Soy Espejo Humeante porque me veo en todos vosotros, pero no nos reconocemos mutuamente por el humo que hay entre nosotros. Ese humo es el Sueño, y el espejo eres tú, el soñador».”
                               
Del libro Los Cuatro Acuerdos del Dr. Miguel Ruiz



Cuantas más cosas hace uno más se equivoca. Cuantas menos cosas hace uno menos  se equivoca. Quien hace muy poco yerra muy poco, quien hace mucho yerra mucho. La experiencia pues, solo se puede explicar con objetividad desde la acción y muy probablemente desde una suerte de aciertos y errores. Los aciertos corroboran, los errores enseñan. ¿Enseñan siempre? No, solamente cuando somos conscientes y los percibimos claramente. Cuando somos capaces de ser lo más objetivos, dentro de lo posible, sin velos, sin humo, la experiencia se convierte en conocimiento. Los griegos lo expresaban muy bien con dos términos “Doxa” y “Episteme”, el primero como saber relativo y el segundo como saber absoluto. Los dos conceptos caminan desde la creencia u opinión(Doxa) hasta el conocimiento objetivo(Episteme). En este sentido se podría explicar el movimiento entre lo que creemos que sabemos y lo que sabemos en realidad, entre lo que creemos saber y lo que sabemos entre el humo y los sentidos.
¿Por qué plantearse hoy estos conceptos?

Todo vive en nuestros adentros y ellos en su dolor me preguntan, qué podemos hacer cuando no somos impecables con la palabra y nos duele o cuando nos tomamos las cosas personalmente y nos duele o cuando adivinamos y suponemos y nos duele ó cuando no hacemos lo máximo, lo mejor que podemos y nos duele.
Quizá estos conceptos puedan ayudarnos a responder a estas preguntas. Creer no es lo mismo que saber: ¿Y si cuando creemos que no cumplimos con estos impecables acuerdos u otros estuviéramos cayendo en una gran trampa que nosotros mismos construimos?¿Y si lo que la experiencia nos dice de forma taxativa que no siempre sabemos, podemos o queremos? ¿Y si siempre no pudiera existir en los límites humanos, sería pues una irrealidad poder ser impecable siempre con las palabras? ¿Y si no tomarse nada personalmente fuese imposible si aceptamos como verdad que todos proyectamos nuestras partes neuróticas en los demás? ¿Y si adivinar y suponer fuesen maneras humanas esenciales, herramientas con las que como el miedo nos ayudan a protegernos? ¿Y si hacer lo máximo muchas veces fuese hacer lo mínimo, lo mejor que puedes? Repito, como otras veces, no hay mejor respuesta que una pregunta retórica. Bueno, igual sí, porque mejor si que puede ser siempre y peor también.

A menudo me despierto dos o tres o más veces al día, no es que esté dormido es que me descubro soñando, y a veces veo el humo, el humo que hay en nosotros y entre nosotros, y a veces, muchas veces, me sorprendo buscando entre la niebla aquello que realmente somos, soy, y me vienen preguntas rápidas y afirmaciones que escucho con contundencia, estrictas, severas como el ideal y me siento débil, incapaz de cumplir con tanta exigencia y me vuelvo a preguntar cómo un ser en potencia, como en realidad somos todos nosotros, siempre aprendiendo, siempre creciendo, siempre buscando y deseando, cómo puedo alcanzar algún hito de perfección. Y sé que me miento, me mienten y nos mentimos, nadie cumple los acuerdos, ni éstos, ni siquiera aquellos que en silencio nos prometemos al oido. Ningún ser puede ser lo que no es, por mucho que queramos que existan palabras impecables, relaciones impecables, juicios impecables, trabajos impecables. No existimos así.
Nuestra realidad es otra, menos radical, menos amarga, más abierta, más elástica, más dúctil, llena de grados, maneras, escalas y medidas. Somos de carne física y relativa, de ideas que se convierten en hechos, de hechos que son realidades y nos desmenuzan en trozos y nos montamos de nuevo. Somos siendo en un devenir finito individualmente.


Experimentemos pues sin dañarnos y quizá deberíamos hacer entre nosotros y con nosotros un único acuerdo: Querer y querernos sin condiciones.
Como idealidad tiene mejores cualidades.

lunes, 31 de octubre de 2016

Robots y Política



Lo bueno de la noche es que hay silencio, lo bueno del poder es que puedes. Por la noche puedes, a través del silencio, viajar tranquilamente por toda tu mente y dejarte sentir y pensar sin distracciones todo aquello que recogieron tus sentidos.
Los últimos meses, quizá años, sin duda lo requieren, estamos asistiendo en directo y día a día a fenómenos políticos de un enorme calado social. La maquinaria de la información junto con tantas campañas electorales nos han atiborrado del Prozac que abarrota los sentidos, los pensamientos, ralentiza la reflexión y paraliza la decisión.

Los momentos complejos son así, pasan y uno no tiene una idea clara de lo que está sucediendo, son demasiados los contrapuntos, las contradicciones, los galimatías, parece todo tan virtual que se distancia de la percepción directa para pasar a otra más distante, de esas que no mueven molinos. Es normal, mientras unos trabajan informándonos o creando la información y otros intentan formar gobierno, nosotros seguimos con nuestra vida diaria, con sus problemas, sus dificultades y sus conflictos, con su hastío o seguridad desde la repetición o simplemente desde el hábito. La mayoría somos dependientes de nuestra salud en primer lugar, del dinero en segundo lugar y de las relaciones en tercer lugar, o algo así, poco más o  menos, no importa demasiado ser aquí muy preciso se entiende cuál es nuestra realidad.

En noches como ésta, más nocturna que nunca, me pregunto sí somos conscientes de cuántos hechos asumimos sin pararnos a pensar por qué tiene que ser así y no de otra manera. Asumir que hay que trabajar para vivir es algo que casi nadie pone en duda, creer que si no hay gobierno las cosas nos van a ir muy mal también parece estar muy claro, escuchar a nuestro partido o nuestros líderes y repetir las palabras en las charlas de trabajo, de café o de bar también parece que se arme con toda normalidad.
¿De qué vamos a hablar si no es de la actualidad, de esa realidad que nos construyen desde los medios de comunicación y que aparentemente marcan la agenda de nuestros pensamientos?
Muchos diremos que nosotros no nos ocurre que nos ocupamos de nuestras cosas y que esta cuestiones  nos preocupan relativamente, a cierta edad-dicen algunos- se suele ser bastante escéptico y el pragmatismo y los propios intereses parecen estar antepuestos. En realidad es mentira, anteponemos constantemente nuestros verdaderos intereses. ¿O quizá es al revés y mezclamos nuestros intereses con ese batiburrillo de bondades que nos despliegan desde eslóganes y argumentarios mediáticos?

¿Por qué cada mañana nos levantamos para ir a trabajar? Qué pregunta tan tonta, porque de lo contrario no obtendríamos dinero a cambio de nuestro trabajo, sería probablemente la respuesta generalizada. ¿Pero es verdad? ¿Qué ocurrirá cuando los robots hagan la mayoría de los trabajos y no haya trabajo para tantas personas?¿De verdad creemos que esto está tan lejos de que ocurra? Ya existen planes para que un robot pueda hacerse cargo de todos los trabajos de la casa, o de que hagan los trabajos que más fuerza y resistencia requieren o esos en los que se precisa una habilidad matemática en cada movimiento. Y lo que es más real los robots trabajan 24 horas y no se cansan. Parece que nosotros tampoco nos cansamos de lo que no nos conviene en pro de esa seguridad manifiestamente falaz que sentimos desde las costumbres y desde las convenciones sociales.

Existe ya un pinganillo de oreja que se lo ponen dos personas y pueden entenderse en cualquier idioma sin necesidad de aprenderlo, cada frase o palabra que se dice se traduce al idioma del que lleva el otro pinganillo y al revés. Todavía comete errores pero en un tiempo prudencial lo hará de una forma impecable.

Estos y otros éxitos de la técnica cambiarán nuestras vidas, cambiarán el sistema productivo, cambiarán las sociedades y por consiguiente cambiarán a las personas en todos sus ámbitos. ¿Qué leyes nos protegerán para poder vivir con las mínimas necesidades cubiertas cuando el mundo del trabajo nos eche porque tienen máquinas más eficientes que nosotros y solo unos pocos sean necesarios para mantener el sistema?

Caben miles de hipótesis y elucubraciones ante tales preguntas. 
¿Tendremos un robot que cotizará a la Seguridad Social y nos garantizará una renta básica que nos pagará el Estado a cada persona?
Seguramente. Cosas más raras estamos viendo y casi sin inmutarnos.

Habrá que aprender a desaprender para volver a aprender. Igual con un cortocircuito.

domingo, 25 de septiembre de 2016

No quiero a nadie



El amor (y el querer) están siempre presentes en nuestra sociedad, se han escrito ríos de tinta sobre un concepto tan importante para las personas, infinitas palabras, análisis y estudios cuyo objeto es este sentimiento-para mí es una emoción-tan aparentemente sencillo pero en realidad, según mi opinión obviamente, muy compleja, tanto al dejarse sentirla como al practicarla. No son pocos los conflictos que provoca nuestro desconocimiento de su naturaleza. Aún más cuando sumamos las interpretaciones a través de las experiencias que cada individuo ha vivido en su familia y en su entorno. La singularidad es seguramente un punto de complejidad enorme a la hora de entender este sentimiento que todos necesitamos e incluso del que dependemos. Lo vivimos según la cantidad y calidad de los rechazos o quizá de lo positivo o negativo de las experiencias de cada uno de nosotros.  Ante el amor nos sentimos vulnerables, como consecuencia, nos  protegemos del dolor y el sufrimiento que muchas veces provoca o todo lo que en su nombre se enuncia y que poco tiene que ver con él, salvo como modelo.
En nombre del amor se asesina, se destruye a los que supuestamente se ama, en nombre del amor a las naciones y a las religiones se han hecho los mayores genocidios, en nombre del amor se han escrito los mayores dramas de la historia, en nombre del amor se han roto miles, qué digo miles, millones y millones de corazones desde la traición o la indiferencia. Son tantas las historias en la literatura o en el cine… que contienen el amor como tema de una forma explícita o implícita.
La bandera del amor, al igual que otros ideales como la de la libertad, la justicia, la solidaridad, la igualdad, etc… se han usado en favor de los intereses y las conveniencias de grupos de poder y en general y en otra escala también de las convenciones sociales.
Con tales antecedentes debería dar miedo simplemente hablar de amor, como todo ideal solo parece hecho para personas perfectas, para eruditos capaces de subordinar todo su ser a las reglas que se supone se deben cumplir para alcanzarlo. Aún así cada uno de nosotros busca el amor a diario, en forma de amistad, de aceptación, de pareja y  creo que en todas sus diferentes acepciones que no son pocas. Cada día, de una forma consciente o inconsciente, lo buscamos, intentamos alcanzarlo y merecerlo, lo más curioso es que la mayoría creemos que necesitamos a otra persona, ideal para cada uno, si queremos conseguir vivirlo. El eje del amor parece estar en el número dos al menos. Al tener la seguridad de que antes del dos existe el uno no deja de preocuparme si de verdad se puede llegar al dos sin pasar por el uno. Sinceramente, creo que no, y es un verdadero problema, lo veo cada día. 
Hace bastantes años una de las personas que más he querido en mi vida, si es que se puede querer también desde los errores y no solo desde los aciertos y las virtudes, me dijo esta frase que titula estas palabras: “No quiero a nadie”. Ha sido lo más contundente y franco que he oído en mi vida, no era la primera vez que mi amigo me lo había dicho, pero contándolo delante de una tercera persona, mi pareja en este caso, mientras tomábamos unas cervezas y picábamos ante unas exquisitas cazuelas de gambas al ajillo y chipirones en el bar los Caberotes, resultó una imagen y una aseveración muy impactante para mi y mi memoria fotográfica. Hay que ser muy honesto para decir una frase así y en serio. Escuché atento durante un buen rato su relato, sus experiencias y sus reflexiones, aún conociéndolas de antemano me sonaron distintas y conectaron todas las piezas de mi rompecabezas de súbito… y vi la imagen, me pareció completa, aún creyendo saber hoy que nunca está llena, ni siquiera en orden aunque lo parezca.
Fue la primera vez que me di cuenta con toda claridad de cómo el amor puede ser el más peligroso de los sentimientos, no en sí mismo, sino por sus consecuencias en los hilos emocionales más profundos de las experiencias de cada persona. Vi cada caparazón, de las muchos que se pueden crear, capa a capa, en el intento de esconder, de no sentir el profundo dolor y sufrimiento ante el que te puede poner el amor en circunstancias  atípicas y/o complejas. Entre el amor y el odio hay una línea muy fina que se mira al espejo.
Creo que por fin entendí la frase, no en su franqueza y literalidad, sino en lo que esconden las palabras sin darnos cuenta, creo que quiso decir: Quiero a la vida.
Esa noche u otra, no importa, escribí un poema cuyo verso final decía así: El amor es el aire de la vida. 

Primero el uno. Dejémonos respirar.

lunes, 15 de agosto de 2016

Por qué pensar



La foto que elijo hoy es de Ximo Ferrer, me gusta mucho su blanco y negro y sus enfoques y perspectivas, aunque reconozco que no hay nada como el color cuando se trata de captar la vida que más me reconforta.
Algunas personas no cantan en la ducha, desde que se despiertan hasta que se acuestan su actividad preferida o necesaria, no estoy seguro, es pensar. A los disléxicos nos cuesta leer sobre todo si lo escribimos nosotros, pensar es más fácil, se mueve como agua en un río, por gravedad, en este caso, humana. Pensar es muy gratificante si se hace ordenadamente, los problemas con el pensamiento es cuando choca con la emociones o cuando se amontonan y de tantos y tantos juntos no puedes pensar de tanto pensar, los profesionales de la mente lo llaman entropía psíquica.
Parece pues claro que pensar mucho es malo y pensar poco probablemente también, o quizá no pensar sea mejor forma de que estemos tranquilos, no estoy seguro, aunque tengo cierta tendencia a pensar que la virtud está en usar cada herramienta humana en su medida. Cosa nada fácil por cierto, se necesita mucho experiencia, auto-conocimiento  y entrenamiento.
Ayer pensé 34 veces en cómo llegar a final de mes, 26 veces qué es el amor y la amistad, 25 veces cómo ser mejor y que los demás me quieran, 22 veces cómo se llega a los 50 sin libro de instrucciones y cómo juzgamos por ello, 19 veces me pregunté si sabemos los buñoleros hacia donde vamos, 17 veces si soy buen padre y quizá buena persona, 16 veces qué y cómo lo haría si volviera a nacer con lo que creo saber a estas alturas de mi vida, 15 veces qué hago en cada lugar que estoy, 13 veces qué fue de tanto ideal y de tanto sentimiento rozando cada una de nuestras entrañas, 10 veces cómo puedo cuidar mejor de mi cuerpo, de mi mente, de mi familia, de mis amigos y de mis plantas, 18 veces si cuido a mi madre lo suficiente, 8 veces si soy raro, 6 veces cómo es posible sentirse a mi edad con la mayoría de necesidades que tenía a los 20 años, 5 veces en todas aquellas personas que sin querer he podido hacer daño, 3 veces en si aquellas personas que me han hecho mucho daño se dieron cuenta y 1 vez en qué peligroso es ir conduciendo mientras piensas en muchas cosas a la vez, aunque relaje esa soledad, el control y el movimiento.
Lo gurús de la sabiduría de estas cosas tienen varias teorías, aunque yo les llamaría hipótesis: Hay quien piensa que dejarse sentir y pensar poco es la manera de ser más feliz, los hay que afirman que no desear nada es la manera de estar en paz (a mi me suena a muerto), algunos están seguros de que no es posible ser feliz, ni siquiera estar bien durante todo el tiempo, los más escépticos opinan que todo depende de nuestra incapacidad para gestionar nuestros miedos, los que yo llamo armónicos creen que somos parte de una energía única que si sabes encauzarla todo irá muy bien, los sociólogos y antropólogos más radicales afirman que la dimensión social y las circunstancias humanas son tan complejas que somos incapaces  de poder entender y digerir tanta información y tantas acciones, hay algunos muy llamativos en sus conjeturas porque están convencidos de que la felicidad no es para esta vida, la vida plena está después de la muerte, uso el verbo estar porque el ser me parecería muy necrológico, y por último, de entre los que he considerado más destacados, están los románticos intelectuales, estos pregonan un vida plena si encontramos la armonía-siempre me recuerda a mi tía Armonía, mi madrina y tiene sentido y todo- son aquellos que creen al ser humano capaz de ordenar, medir, calibrar hasta sentir y pensar que cada cosa está en el lugar adecuado. Podría seguir, pero creo que tenemos suficientes referencias para hacernos una idea de las distintas creencias que circulan por el inconsciente colectivo.
Tengo mi propia hipótesis, quizá un poco enredada, circulando entre la gran tela de araña que es la mente humana, aún así el hilo está, en noches como ésta lo veo con toda claridad, en color, en su color y en su recorrido, lo que no consigo ver nunca es su final, es tan largo…


No sé si es bueno pensar, lo que sí sé es que pensar es necesario, de hecho en general solemos pensar poco y mal, probablemente porque nos enseñan muchísimas cosas que ocupan su espacio, ese momento que necesita tranquilidad, tiempo y reposo. Conceptos que ni aún cantando en la ducha salen claros ante nuestros ojos.

jueves, 30 de junio de 2016

Desde el balcón entre tiempos



Una vez alguien me dijo que lo seres humanos damos dos pasos para adelante y uno para atrás, dos para adelante y uno para atrás para aprender, el resultado  de inicio es un movimiento doble que parece rápido, intrépido, vertiginoso, da miedo, pánico incluso, para los más temerosos.
Una vez alguien me contó que no se puede vivir sin equivocarse y que la única certeza es que esa niebla somos nosotros. Caminamos entre la confusión y las ganas, entre el deseo y la razón, entre la indecisión y la acción. Decía… que como seres siempre en potencia disponemos de muchas herramientas y que según las encuentras y aprendes a utilizarlas creces, te desarrollas, si quieres claro, porque no todos queremos conocerlas todas, ni queremos aprenderlas todas, ni siquiera creo que todas las personas quieran que existan o se atrevan a usar las herramientas, esas capacidades que ocultas van aflorando a medida que la vida transcurre y las vamos necesitando.

Quedarse con unas cuantas herramientas, suficientes para conseguir la zona de seguridad y confort, aparentemente parece la forma más habitual, la más elegida. Pocas personas quieren complicarse la vida buscando, buceando en aguas desconocidas o pasando límites y fronteras.

¿Quién aconsejaría a sus hijos una vida sin un trabajo fijo y seguro, quién educaría para no trabajar, entendiendo el trabajo como una obligación propuesta por la sociedad y el sistema económico como única vía para sobrevivir comprando lo que se necesita-y lo que no-?
Tengo la impresión de que hay muchas premisas que nos vienen dadas y que todos asumimos como convenciones de sentido común, ejes de los que uno no debe salirse si no quiere complicarse la vida y sufrir. Tiene muy mala prensa el sufrimiento y con razón, pero también la tienen las dificultades y los errores y los fracasos y son cosas bien distintas, de naturaleza y de  cometidos absolutamente divergentes. La sobreprotección suele ser el resultado, tanto en la educación como en los proyectos de pareja o de vida.
Las consecuencias de estos últimos años de desolación social y de sufrimiento de las mayorías, han sacado a muchas personas de las zonas  de seguridad y de confort, nos hemos confrontado de bruces con una realidad que parecía que estaba reservada a sectores sociales marginales. Curiosamente solo así muchas personas hemos sido capaces de tomar conciencia de la realidad, y reaccionar ante ella intentando dar dos pasos para adelante, rápidos dadas las circunstancias, y desde obligadas conclusiones, muy reveladoras: Todos estamos expuestos a los vaivenes de los poderes y comprobamos claramente como los poderes políticos están a merced o al servicio de los grandes poderes económicos. Conclusiones altamente corroboradas, aún siendo una obviedad disimulada en la historia humana hoy están ante nuestros ojos por la más implacable realidad. Antes y aún hoy son nuestros ojos los que demasiadas veces miran y no ven o no saben o no pueden o no quieren ver, probablemente sea uno de los mecanismos más habituales del instinto de conservación y quizá abundando, un movimiento psicológico que intenta conseguir desesperadamente evitar la aterradora sensación de inseguridad que tanto condiciona nuestras vidas: El miedo.




El miedo es una herramienta humana curiosa, es nuestra mayor protección y un gran aliado y a la vez nuestro mayor enemigo en el exceso o cuando es mal interpretado. Nos avisa desde niños de los peligros, nos ayuda a no meter la mano en el fuego o a no caernos por un precipicio, por ejemplo. A la vez, como enemigo, si nos inunda hasta sus extremos, nos paraliza o nos hace regodearnos en una constante indecisión, el pánico es una de sus mayores acepciones y un gran destructor.

¿Cómo discernir entre el miedo que nos ayuda y el miedo que nos destruye?

Quizá solo puede reconocerse uno u otro por cada individuo en sus adentros y usando sus propias herramientas, siendo conscientes de las consecuencias, y posiblemente solo ellas, son las que hacen que percibamos lo que nos hace daño o lo que nos ayuda , ahí se puede encontrar la respuesta.
El miedo se ha usado por el poder de las élites, desde tiempos ancestrales, para dominar o condicionar a las masas humanas, en principio de una forma brutal y violenta, seguido del miedo a pecar y al castigo divino en las religiones, y en el último siglo hasta hoy desde las formas más sutiles imaginables, desde la metáfora de la zanahoria y el burro dándole vueltas y vueltas a la noria persiguiéndola sin llegar nunca a disfrutarla al sueño americano, siempre sujetos a los convencionalismos sociales del tener. La mimetización política, llena de palabras enormes usadas por todos como patria, libertad, igualdad, justicia… y vaciadas desde los hechos más corruptos convirtiéndolas en palabras huecas.
El próximo domingo tenemos una cita en las urnas histórica, cabe la posibilidad de que las personas nos emancipemos del miedo que conviene a unos pocos, y sin él, apostemos por un cambio de valores generacional, es uno de esos especiales momentos en el que con nuestro voto podemos, de verdad, hacer que nuestra sociedad de dos pasos hacia adelante, este domingo necesitamos encontrar y sacar todas nuestras herramientas en favor de las personas, de nosotros mismos. Unidos, sin duda, podemos.

Creo no ser un idealista bobo y probablemente daremos dos pasos hacia delante y el sistema nos hará dar un paso para atrás, quizá la única manera real de dar un paso contundente de progreso y caminar con sentido hacia adelante. Cada conquista humana en la historia se ha conseguido así, desde un grupo de personas capaces de leer en el corazón de la gente y transmitirlo.

domingo, 17 de enero de 2016

Fechas Señalás



Recuerdo cuando en fechas señalás nos mudábamos. Esta noche cenando  he visto a la parte de mi familia más joven haciendo lo mismo, arreglándose para salir en una día que sienten como señalado, importante, en él parece que solo cabe el disfrute y la ilusión. 
Me impresiona como el paso del tiempo merma esa cierta ilusión. Quizá sea bueno madurar, pero no tengo tan claro que sea bueno perder las ganas de… La verdad es que me ha dado que pensar. Me preguntaba si son las responsabilidades las que nos van haciendo crecer o si por el contrario nos embuten como una longanisa o una morsilla o una güeña, nos encapsulan(mos) en lo que toca en cada edad o quizá, al contrario, sea sano que en cada edad toque una cosa, como marcan los convencionalismos. Reconozco que no me gusta esta última versión, ni siquiera puedo creérmela. Lo cierto es que cuando los adultos o mayores consiguen desinhibirse y jugar se lo pasan genial, lo he visto hoy con personas de más de 80 de más de 50, de menos de 50… y de 6 años. Da que pensar. 
Llevo muchos años reflexionando sobre el concepto de vida prefabricada y cada vez tengo menos dudas de que con el ejemplo nos transmitimos en vena lo que está bien o mal y lo que toca de generación en generación, menos mal que siempre hay un paso nuevo, siempre aparece una persona que tiene una ocurrencia y algo cambia, asumiendo con criterio la confrontación con lo arcaico y sabiendo que al promover el cambio se paga un alto precio. Dos pasos para adelante y uno para atrás, el camino humano, con suerte y mucho esfuerzo, hago hincapié con dudas en el azar como principio de influencia sobre las circunstancias.


Otra pregunta que me hago en estos momentos, hoy es Nochebuena, pasa por tratar de entender la necesidad humana de seguir año a año con las tradiciones como ritos atávicos, solo he llegado a entender su conexión a través de la manera de crear y no hacer tambalear nuestra identidad, la educación desde las raíces comunes y sus interacciones: La Intrahistoria, concepto profundamente interesante de Unamuno, olvidado en las aulas y escrito en la realidad diaria, y hoy, curiosamente, muy presente en la política española.
El día a día parece aburrido frente a las fechas señalás y tengo la impresión que son el escalón que aúpa y el alimento que nutre esos momentos que solemos vivir de una forma especial, tanto para disfrutarlos como para quejarnos de ellos. Navegamos entre paradojas y son los contrarios los que se dan sentido mutuamente. No se entenderían conceptos como fiesta sin la normalidad. Y es que la norma tiene su sentido, al igual que el hábito, incluso la tradición, aparentemente parecen concepto antiguos, incluso de los que se habla poco, no están demasiado presentes. Quizá se aceptan sin más, cada año vivimos el cambio de estaciones, con ellos coinciden casi siempre unas fiestas u otras, parece, a bote pronto, como si la sociedad lo tuviese todo pensado para liberarnos de vez en cuando de la rutina diaria para dar un salto a la tradición. Me llama la atención como al verbalizarlo se reconoce la tendencia a movernos desde momentos conocidos y seguros.
Me pregunto por qué la Navidad coincide con el invierno y por tanto cuando más apetece estar en casa y el recogimiento. O por qué las fiestas suelen coincidir con el verano en el que la calle parece el lugar más apropiado y la noche apetece. Y de aquí me surgen otras preguntas: ¿En los lugares del mundo que no tienen nuestro maravilloso clima mediterráneo, ni sus estaciones, se viven del mismo modo las fechas señalás?
Según de qué hemisferios se trate, norte o sur, la estaciones empiezan en fechas distintas, incluso en algunos lugares de la tierra solo hay dos estaciones y en otros hasta seis. Es curioso saber que las estaciones no son consecuencia de la distancia de la tierra al sol sino del eje de la tierra respecto al sol. Depende de la inclinación no de la distancia.


Todo en la naturaleza parece que se mueve por interacciones, y nosotros, los seres humanos, probablemente también: Conocimiento, sentimientos, tendencias y acciones se rozan y se mezclan entre unas personas y otras. Aquí la distancia o la cercanía se marcan, y no desde una realidad medible sino desde las subjetividad humana. Los ejes y sus grados son imprecisas medidas mentales construidas desde lo sentidos y las emociones… y la capacidad de comunicación en todos sus ámbitos. Nos acercamos o nos alejamos, nos calentamos o nos enfriamos  de complejas y variadas maneras, pero todas ellas tiene denominadores comunes aunque no lo parezcan, perspectivas anteriores a la conciencia, anteriores a los ojos, anteriores al aprecio o al desprecio, anteriores a la empatía o su contrario. Las personas nos relacionamos desde otras medidas, y es necesario reconocerlas y después entenderlas porque de su verdad depende nuestro bienestar y el de los demás. Construimos y habitamos nuestras propias medidas, saberlo es fundamental para comprenderse a uno mismo y a los demás. 
Todas las palabras desde el principio contienen medidas pero solo algunas tienen tildes, la mayoría tienen acentos. Educar es comprender el mundo en  el que vivimos, y la tilde no es suficiente, se necesita descubrir el acento, desvelarlo, y creo que pasa por buscar las esencias humanas desde el autoconocimiento, desde un espejo. Se necesita una gran perspectiva humana para convivir y crecer. Habría que ver qué hacemos para desaprender para después aprender y luego enseñarlo. El ser humano está muy necesitado de saber qué es.