jueves, 30 de junio de 2016

Desde el balcón entre tiempos



Una vez alguien me dijo que lo seres humanos damos dos pasos para adelante y uno para atrás, dos para adelante y uno para atrás para aprender, el resultado  de inicio es un movimiento doble que parece rápido, intrépido, vertiginoso, da miedo, pánico incluso, para los más temerosos.
Una vez alguien me contó que no se puede vivir sin equivocarse y que la única certeza es que esa niebla somos nosotros. Caminamos entre la confusión y las ganas, entre el deseo y la razón, entre la indecisión y la acción. Decía… que como seres siempre en potencia disponemos de muchas herramientas y que según las encuentras y aprendes a utilizarlas creces, te desarrollas, si quieres claro, porque no todos queremos conocerlas todas, ni queremos aprenderlas todas, ni siquiera creo que todas las personas quieran que existan o se atrevan a usar las herramientas, esas capacidades que ocultas van aflorando a medida que la vida transcurre y las vamos necesitando.

Quedarse con unas cuantas herramientas, suficientes para conseguir la zona de seguridad y confort, aparentemente parece la forma más habitual, la más elegida. Pocas personas quieren complicarse la vida buscando, buceando en aguas desconocidas o pasando límites y fronteras.

¿Quién aconsejaría a sus hijos una vida sin un trabajo fijo y seguro, quién educaría para no trabajar, entendiendo el trabajo como una obligación propuesta por la sociedad y el sistema económico como única vía para sobrevivir comprando lo que se necesita-y lo que no-?
Tengo la impresión de que hay muchas premisas que nos vienen dadas y que todos asumimos como convenciones de sentido común, ejes de los que uno no debe salirse si no quiere complicarse la vida y sufrir. Tiene muy mala prensa el sufrimiento y con razón, pero también la tienen las dificultades y los errores y los fracasos y son cosas bien distintas, de naturaleza y de  cometidos absolutamente divergentes. La sobreprotección suele ser el resultado, tanto en la educación como en los proyectos de pareja o de vida.
Las consecuencias de estos últimos años de desolación social y de sufrimiento de las mayorías, han sacado a muchas personas de las zonas  de seguridad y de confort, nos hemos confrontado de bruces con una realidad que parecía que estaba reservada a sectores sociales marginales. Curiosamente solo así muchas personas hemos sido capaces de tomar conciencia de la realidad, y reaccionar ante ella intentando dar dos pasos para adelante, rápidos dadas las circunstancias, y desde obligadas conclusiones, muy reveladoras: Todos estamos expuestos a los vaivenes de los poderes y comprobamos claramente como los poderes políticos están a merced o al servicio de los grandes poderes económicos. Conclusiones altamente corroboradas, aún siendo una obviedad disimulada en la historia humana hoy están ante nuestros ojos por la más implacable realidad. Antes y aún hoy son nuestros ojos los que demasiadas veces miran y no ven o no saben o no pueden o no quieren ver, probablemente sea uno de los mecanismos más habituales del instinto de conservación y quizá abundando, un movimiento psicológico que intenta conseguir desesperadamente evitar la aterradora sensación de inseguridad que tanto condiciona nuestras vidas: El miedo.




El miedo es una herramienta humana curiosa, es nuestra mayor protección y un gran aliado y a la vez nuestro mayor enemigo en el exceso o cuando es mal interpretado. Nos avisa desde niños de los peligros, nos ayuda a no meter la mano en el fuego o a no caernos por un precipicio, por ejemplo. A la vez, como enemigo, si nos inunda hasta sus extremos, nos paraliza o nos hace regodearnos en una constante indecisión, el pánico es una de sus mayores acepciones y un gran destructor.

¿Cómo discernir entre el miedo que nos ayuda y el miedo que nos destruye?

Quizá solo puede reconocerse uno u otro por cada individuo en sus adentros y usando sus propias herramientas, siendo conscientes de las consecuencias, y posiblemente solo ellas, son las que hacen que percibamos lo que nos hace daño o lo que nos ayuda , ahí se puede encontrar la respuesta.
El miedo se ha usado por el poder de las élites, desde tiempos ancestrales, para dominar o condicionar a las masas humanas, en principio de una forma brutal y violenta, seguido del miedo a pecar y al castigo divino en las religiones, y en el último siglo hasta hoy desde las formas más sutiles imaginables, desde la metáfora de la zanahoria y el burro dándole vueltas y vueltas a la noria persiguiéndola sin llegar nunca a disfrutarla al sueño americano, siempre sujetos a los convencionalismos sociales del tener. La mimetización política, llena de palabras enormes usadas por todos como patria, libertad, igualdad, justicia… y vaciadas desde los hechos más corruptos convirtiéndolas en palabras huecas.
El próximo domingo tenemos una cita en las urnas histórica, cabe la posibilidad de que las personas nos emancipemos del miedo que conviene a unos pocos, y sin él, apostemos por un cambio de valores generacional, es uno de esos especiales momentos en el que con nuestro voto podemos, de verdad, hacer que nuestra sociedad de dos pasos hacia adelante, este domingo necesitamos encontrar y sacar todas nuestras herramientas en favor de las personas, de nosotros mismos. Unidos, sin duda, podemos.

Creo no ser un idealista bobo y probablemente daremos dos pasos hacia delante y el sistema nos hará dar un paso para atrás, quizá la única manera real de dar un paso contundente de progreso y caminar con sentido hacia adelante. Cada conquista humana en la historia se ha conseguido así, desde un grupo de personas capaces de leer en el corazón de la gente y transmitirlo.