sábado, 18 de noviembre de 2017

El Amor no engorda


El otoño está muy cerca, tan próximo que lo siento reflejado en mis pupilas. Los ojos son a veces y desde muy cerca espejos donde se reflejan los sentidos. Antes de que la vista se cansara veía mi rostro reflejado en los ojos del otro. 
En el enamoramiento se ve con toda claridad, todas las emociones se concentran en él, no necesita de condimentos ni condiciones, salvo la intensa ilusión de vivirlo como un relámpago atravesando el cielo y penetrando la tierra. Lleno de luz, veloz y tajante como el bocado de un animal salvaje de grandes y afilados colmillos cuando tiene hambre. Nuestra historia se perfila en el cambio de los sentimientos a lo largo de la vida, son fruto de una pócima extraída de las más profundas experiencias, esas que enseñan a los sentimientos a combinarse hasta convertirse en pura emoción. La delicadeza, la sensibilidad y la ternura nos sumergen en un hermoso lago imaginario donde buceamos con los ojos cerrados y la boca abierta, como peces que engullen a la corriente y extraen de ella el aire que respiran, respiramos complicidad en el enamoramiento, comemos metáforas, sonrisas y mucho pan recién hecho e imaginario hasta sentirnos llenos. Sonreímos sin que nada ocurra, nos animamos sin drogas ni alcohol, engordamos sin aumentar ni un solo kilo, aún aumentando en todos lo sentidos. Tal es el poder del enamoramiento. 
Poder poder parece fundamental, esencial, pero lo llamativo y quizá lo sustancial es cuando no podemos aunque tengamos el poder, cuando podemos pero no sabemos, cuando podemos pero no queremos, y en esto último no me refiero a no querer de forma clara y voluntaria-que también- sino en el sentido más psicológico de los conceptos. Tenemos el potencial y la capacidad pero algo interno nos frena, sería como conducir un automóvil con el freno de mano puesto, el coche se mueve por su potencia y dependiendo de ella pero no funciona bien, tarde o temprano algo se romperá. Todos necesitamos amor, poder activarlo, tanto de ida como de vuelta, aún así muchas veces hay frenos ocultos que nos inmovilizan, inhiben nuestra capacidad de amar y de dejar que nos amen, si bien no solemos tener una clara consciencia de qué está ocurriendo sí sentimos las dificultades en torno a síntomas físicos y emocionales. Sentirse incapaz emocionalmente o no creer poder ser objeto del amor o al menos del deseo y en cualquiera de sus modos, implica una rémora de incalculables consecuencias que no solemos tener en cuenta, ni en nosotros ni en los demás. La crueldad en este sentido se ve con toda virulencia en las relaciones entre niños, expresan su desprecio en directo y con toda claridad, sin embargo el adulto esconde ese mismo distanciamiento de formas más sutiles pero en el fondo consiguen el mismo resultado, el rechazo o la indiferencia. Cuestiones muy diferentes pero que juntas explosionan en la autoestima destruyéndola.
Hace años escribí un verso que decía que el amor es el aire de la vida, hoy propondría otro al unísono, el amor también puede convertirse en el veneno de la vida. En esta afirmación, aparentemente contradictoria, paradójica, como casi todo en la vida humana, no hay una negación a priori, sino que su posición viene marcada por la circunstancia y más concretamente en la relación que cada uno de nosotros somos capaces de tener con el amor y en última término en la interacción de cada individuo con los otros. En esta bidireccionalidad se instrumentan los más limpios u oscuros sentimientos, las mayores carencias y los permisos que damos o nos dan y que nos permiten saber si somos sujetos merecedores o individuos marcados por la inanición emocional.
Cuando nos aman, cuando amamos, frotamos la lámpara de Aladino y pedimos al genio tres deseos, uno depende de nosotros, el otro depende del otro y el tercero depende de la interacción. Así el amor se convierte en un tesoro, o en una crisis al perderlo o en una oportunidad de aprendizaje, en todo caso nadie duda de la importancia del amor en el desarrollo de la vida, si acaso habría que preguntarse si las emociones emanan como un manantial o se aprenden desde la educación. A poco que entendamos la fábula se aprende de la experiencia.
A poco que hayamos vivido se intenta aprender y no siempre se consigue.

Puede que tengamos que revisar los porqués.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Chiringuitos


Son las fiestas de Buñol, paseo despacio con un grupo de amigos hacia los Chiringuitos de San Luis, paso la feria y todo está apagado. La curva que iniciaba la vuelta sin hora de retorno está en silencio, una brisa suave y un olor a río limpio violenta la pituitaria. Dicen que no hay mal que por bien no venga. Asumo que me he hecho mayor y que aunque me-nos empeñemos las cosas cambian, curiosamente a mi los cambios me ponen, si bien la mayoría  son como decía un buen psicólogo dos pasos para adelante y uno para atrás, dos pasos para adelante y uno para atrás. Al final el resultado es que cuesta mucho dar un paso real. Y nadie tiene la culpa, la culpa es del cha cha cha…
La buena música por mucho que pase el tiempo sigue siendo buena, la mala se queda en el olvido de un verano, quizá de un otoño, quizá de un invierno, quizá de una primavera. Los problemas no los trae la música sino la exigencia del público. Que vas a hacer si para un día que sales a la semana te ponen una música que no te gusta, pues… bailar, qué remedio. O irte, es otra opción, o hacerte extraterrestre que también es una opción cada vez más recurrente.
Damos la vuelta, tanta oscuridad confunde los sentidos y ya no está uno para caerse un porrazo y visitar hospitales, no apetece, y menos en Agosto y menos en fiestas. Todo el mundo no está alegre en fiestas, hay quien no tiene motivos para estarlo, yo intento tener siempre uno, aunque reconozco que a veces cuesta. No tanto por uno mismo, también porque siempre hay familia o amigos que lo pasan mal y aunque sea por las neuronas espejo o búscate qué siempre te ves afectado por males del próximo, de los propios ni hablo, es más bien obvio. Hay tiempos para todo, no soy uno de esos agoreros que siempre ven la mancha antes de mirar al cielo. Y hay que acostumbrarse a que en la vida pasa de todo, de todo de todo: Bueno, malo y regular si no nos ponemos muy exactos, para el caso no lo veo necesario. Me parece que está bastante claro.
Aún así y pese a todo sigo sin acostumbrarme a que los Chringuitos no estén de la curva para arriba, me falta algo, no sé si es la intimidad, la complicidad con el lugar, los distintos estilos de música y de personalidades, o si es la cercanía del río, su sutil sonido, o la naturaleza dándote la mano o en muchos casos abrazándote, quizá pueda ser la luz de las estrellas reflejadas e iluminando de un color mágico las hojas de los pinos y las garroferas… o mirar al cielo mientras meas y estar pensando si irte o quedarte. Suele ganar quedarte, eso sí antes de que se haga de día  y como Drácula salir corriendo para que no te quemen las culpas de los rayos de sol. Estar de fiesta es una expresión que todos entendemos y con toda claridad, incluso cuando el ánimo no está para ella. No es posible navegar siempre a favor del viento, eso dice un amigo que tiene un velero de un par de metros, menos mal que nadamos con soltura y siempre costeamos. En fin sigamos con el tema que tiendo a la dislexia, eso es mejor que ahogarse, pero no deja de desviarme de mis pretensiones.
No sé si me he hecho viejo y la nostalgia se apodera de mi como a Jorge Manrique en su  todo tiempo pasado fue mejor o simplemente añoro esos Chiringuitos varios y diferentes encastrados en los bancales y las hormas de una de las zonas más bonitas de Buñol. Me gustaba escuchar distintas músicas paseando, intentando reconocerlas para averiguar a cuál dirigirme y en cuál de ellos encontraré esas caras amigas que siempre buscamos.
Vuelvo de los Chiringuitos y ya no están, un ser humano con la sangre hervida lanzó a otro ser humano por un puente en el que tantas y tantas persona se besaron, se acabaron las emociones de apego, de encuentro, alguien lo rompió todo, ni siquiera se dio cuenta del verdadero daño que hacía, tal es el odio, tal es la vida a veces y su versión tan desgraciada para algunos. No todos tenemos la misma suerte. Hay quien nace con la mochila de otros hasta desfigurarlos de tanto peso y sufrimiento. Y más.


Abogo por recuperar lo Chiringuitos y ayudar a quienes no saben disfrutar sin destruir, apuesto por enseñarles a divertirse con nosotros, propongo que seamos nosotros los que hagamos que no quepan las miserias humanas ni la inquina ni el odio en nuestras fiestas. Espero que vuelvan los Chiringuitos alegres y silbantes como el pájaro que se fue y cada año vuelve anidándonos entre sus alas, volando alegres.
Fiesta. Y parece tan fácil. Construyamos nidos.

domingo, 27 de agosto de 2017

¿Qué Buñol queremos?


La primera pregunta que todo ciudadano debería hacerse sobre su tierra quizá sea: ¿Qué Buñol queremos?
La pregunta tiene más rigor que nunca, la caída del PGOU nos obliga a volver a hacerlo, quizá no de cero, pero sí desde distintas perspectivas y con un análisis profundo sobre qué Buñol queremos, hacia dónde vamos, qué estamos dispuestos a mejorar, sin las prisas de la política rápida y electoralista, y a qué estamos dispuestos a renunciar desde los límites de la realidad, del pasado, del hecho, de aquello que ya está ahí y no podemos eliminar de un plumazo. Siendo realistas y sin perder de vista el fin que se encumbra desde el idealismo.
En lo público hay  que ser muy serio y tratar de ser lo más eficiente posible, no se me ocurre ningún camino mejor que el de la inteligencia colectiva apoyada sobre la base de  un conocimiento sólido y técnico sobre cada asunto. La tan de moda participación ciudadana no tiene un sentido serio sin el conocimiento necesario para elegir las opciones mejores desde el punto de vista técnico, social e institucional. La información veraz y el conocimiento contrastado crean la esencia del éxito en la participación ciudadana: el criterio desde el saber. La subjetividad del criterio individual tiene necesariamente que dar el paso fundamental hacia un criterio grupal o social. Solo cuando el representante y el representado trabajan juntos se puede conseguir la tan ansiada unión entre la ciudadanía y la política y la tan necesaria inteligencia colectiva. Hoy ninguna rama de la ciencia o del saber se sostendría sin el conocimiento multidisciplinar, la medicina trabaja con la ingeniería y la informática, la industria y la agricultura con la mecánica y la robótica… y así sucesivamente, el presente y el progreso no se entenderían sin tener en cuenta  la unión en los proyectos de las distintas y diferentes disciplinas que pueden y deben converger en un mismo fin.
Por todo ello, si queremos contestar a la pregunta qué Buñol queremos, desde el criterio, la eficiencia y la ilusión de progreso, debemos profundizar en crear estructuras que liguen el poder institucional con la inteligencia colectiva de ciudadanos y de técnicos.
Para conseguirlo se requiere claridad y actitud sin miedo al cambio y una profunda creencia en que juntos podemos hacerlo mejor que separados y distantes. Es algo obvio pero que desde el ámbito político ha sido muy mal gestionado en pro de intereses de partidos, de grupos económicos y de poder. Todos ellos ajenos a los problemas reales de las personas, buscando sus prebendas y llenos de corruptelas. Aún produciéndose a nivel autonómico y nacional no han dejado de penetrar en todas las capas de la sociedad, especialmente en los ciudadanos que han sufrido los abusos del poder y del dinero de forma brutal.
La nueva política es aquella que nunca debe perder de vista los intereses de los ciudadanos, del colectivo, pero también aquella que no olvide nunca la importancia de la inteligencia colectiva desde la participación real. No podemos progresar la una sin la otra, por mucho que se empeñen algunos partidos en hacernos creer de una forma retrógrada y patriarcal que todo nos irá mejor si dejamos la política en sus manos.
Hay que poner en valor la política local, la más cercana, la que conforma los pilares que sostendrán estructuras bien construidas, de abajo hacia arriba, de ahí la importancia del municipalismo como primer axioma, como primer escalón para que la inteligencia colectiva y los intereses de las personas impregnen todas las instituciones hace arriba. La  fuerza está en trabajar unidos, desde el sentido y el bien común, desde la energía y la actitud que se crea en el esfuerzo colectivo.
Tenemos que agruparnos, organizarnos, reflexionar, analizar y actuar juntos para conseguir que Buñol sea un oasis entre tanto desierto.
Buñol necesita un turismo de calidad lejos de las excesivas masificaciones, Buñol necesita un urbanismo del S.XXI accesible, eficiente energéticamente y comprometido con preservar nuestra naturaleza y nuestro medio ambiente, Buñol necesita suelo en óptimas condiciones para que industrias limpias se instalen y generen puestos de trabajo de calidad, Buñol necesita viviendas de fomento público sin especulación, Buñol necesita mayor y mejor educación social, Buñol necesita mayor coordinación entre áreas y servicios… y así un largo etcétera. Pero lo que más necesita Buñol es la ayuda y la participación de los buñoleros en el Ayuntamiento, personas con formación y con compromiso, con capacidad crítica constructiva, con propuestas e ideas creativas, con energía y actitud positivas, con un profundo amor a nuestro pueblo.

Buñol te necesita a ti, quizá no lo creas pero sin darte cuenta te has ido o quizá te echaron… sin darse cuenta, en el mejor de los casos. Vuelve… se te echa de menos.

sábado, 12 de agosto de 2017

La Ley de la Selva


Hay pequeños lugares con mucha historia, la creamos nosotros al vivirlos. También esos lugares contienen mucha histeria y dramas que se crearon de espaldas a la vida. Hay rincones con vistas al pasado que miramos desde el presente y espejos que los reflejan imaginando el futuro. Eso que llamamos tiempo son experiencias en la mente y cambios en el cuerpo, marcas, huellas que nos recuerdan que envejecemos, unos sonrientes, otros impasibles y otros bien jodidos. La actitud es el eje de la vida, el centro del devenir que consume nuestro tiempo. Los límites son las fronteras entre lo posible y lo no posible. Hace unos días viendo una película escuché una frase: En el último instante, ante la muerte, solo cabe la resignación. Quizá el límite de los límites.
La circunstancia, te pone constantemente en tesituras a poco que te muevas, me pregunto mientras escribo cuántas decisiones tomamos al día y cuántas de ellas llegan a cambiar realmente el contenido de nuestras vidas. ¿Todas, algunas, ninguna? Le ruego, estimado lector, que elija la que más se ajuste a su opinión. Mi respuesta es todas, quizá no sea lo relevante, lo importante suele ser el grado de consciencia de cada por qué.
No es necesario seguramente estar continuamente haciéndose preguntas, incluso quizá sea pernicioso para nuestro estado de ánimo abusar de ellas, pero eso sí, las respuestas cuando son esenciales llenan los vacíos que nos dejamos en el anterior artículo, esos que no sabemos, no queremos o no podemos llenar todavía.
La sociedad es la selva y también la circunstancia, si no salvamos la circunstancia, no nos salvamos nosotros, como diría Ortega en su famosa frase que tantas veces he usado para intentar comprender eso que llamamos vivir. Vivimos en sociedad y con leyes, no son naturales y no por ello dejan de ser salvajes. Somos severos como un león, atacamos al árbol caído como un buitre o una hiena, competimos desde nuestro aspecto a nuestro valor y todo ello desde la cárcel del qué dirán, fieles a la circunstancia y al ojo que todo lo mira, ese que solo está en nuestra imaginación, pero que a poco que algún comentario se dirija a nosotros lo ampliamos hasta el grado de ley. Todos te miran cuando das que hablar por causas mayores, cuando te sientes culpable, débil o te has equivocado. El divorcio es uno de los ejemplos más explícitos del fracaso y a los efectos de comprender la sobrexposición real y de manera especial mental. Todos tenemos opinión, incluso cuando no conocemos los detalles y aún menos la verdadera historia del otro. Hablamos muchas más veces sin criterio que con él. Requiere mucho esfuerzo, tiempo y dedicación conseguir desentrañar todo aquello que nos puede dar contenido y conocimiento hasta llegar al criterio. Otra frase que he usado mucho con la intención de entender: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”. Aún así todos juzgamos, especialmente los que dicen que no lo hacen, casi siempre sin conocer parte alguna del infierno del otro. Hay quien vive siempre en el infierno y no lo sabe, aún menos nosotros, conocemos pequeñas partes, siempre que hayamos experimentado mínimamente, de ese infierno en el que día a día viven muchas personas, les hablo de ese sufrimiento que no cesa, ese que se construye en la interacción con los demás y con el mundo, crece desde adentro y dentro se queda, es como una cerilla, al mínimo contacto con algo que nos raspa se enciende y el fuego nos quema, cuando nos quemamos hay una consecuencia sine qua non, queriendo o sin querer, propagamos el fuego y quemamos primero a los que más cerca tenemos. Y no para… la cosa sigue en el punto y aparte.
La sociedad arde en silencio y no nos damos cuenta, callados, detrás de las puertas… los fármacos crecen y crecen cada año, especialmente los tranquilizantes y antidepresivos. Se sufre, se sufre demasiado y también se oculta demasiado. Es un virus que se expande cada vez más y al que no se le busca vacuna. Entre otras cosas porque no existe ni existirá vacuna alguna. Solo los ojos, todos ellos, aquellos que miramos y nos miran y aquellos que aún no mirándonos nos miran, son capaces de curar esta pandemia.
Somos todos parte del problema y por lo tanto somos todos, al menos la mayoría, la solución. Todos sentimos igual por mucho que nos empeñemos en sentirnos unos mejor que otros. Nadie siente mejor, en todo caso algunos se sienten mejor que otros, así comienza la ley de la selva, cuando desaparece la empatía y dejamos a uno solo de nosotros a merced de su circunstancia.

Hay pequeños lugares con mucha historia… la esperanza está en el sentimiento, en el conocimiento, en la educación y en la memoria.

viernes, 7 de julio de 2017

Entre cada palabra un vacío



Hace ya tiempo leí, en algún lugar que no recuerdo, un descubrimiento científico en el que afirmaban que los átomos están compuestos mayoritariamente de vacío(léase la teoría cuántica de campos). Por otra parte hoy me ha llegado como de casualidad una frase de Eduardo Galeano que dice: ”Aunque los científicos digan que estamos hechos de átomos, un pajarito me contó una vez que estábamos hechos de historias” de su libro Los hijos de los días.
Siempre me han gustado los espacios, lo que se puede rellenar, el papel en blanco sin duda ha sido mi mayor debilidad y además descubro con buen ánimo que nosotros estamos hechos de historias. Sin duda alguna es cierto, historias que nos construyen y construimos. Probablemente seamos los seres que más tienen por rellenar, una línea millonaria de posibilidades cabe en uno solo de nosotros. Por eso somos todos ricos si en millones de posibilidades nos medimos. Auguro que si nos diéramos cuenta de nuestro auténtico potencial podríamos acercarnos a entendernos y a una mayor felicidad, el futuro pues es de aquellos que estén dispuestos a rellenarse. El futuro es de los gordos. Los anchos de miras, aquellos que sean capaces de adentrarse en el vacío y construir o modificar hasta conseguir llenar el espacio, cargándolos de contenido y por qué no de sentido, aquello que como condición o como elección hayamos decidido vivir.
La experiencia siempre implica llenar, en cada uno de nuestros movimientos, en cada uno de nuestros hechos se autentifica la realidad y más allá la consciencia. Si a un niño le decimos que no puede llegar a ser su ídolo lo negará hasta rabiar, sin embargo si eso mismo se lo decimos a un adulto lo asumirá con normalidad, sabrá sin lugar a dudas que no va a poder ser, la conformidad de un adulto es su propia línea de meta, tanto en horizontal como en vertical. Y su propia experiencia, su propia historia. ¿Me suelo preguntar por qué?
Mientras un niño sueña con ser “no se sabe qué” la ilusión es enorme, las ganas no tienen más que los límites físicos y la visión de la vida es presente y con comienzos uno tras otro. La vida es un gozo la mayor parte del tiempo y los deseos una lista infinita aún por rellenar. El yo está siempre presente, la curiosidad en su estado más agudo y su cuerpo en perfectas condiciones para estar en movimiento hasta caer rendidos, verdaderamente cansados.
Mientras intento observar al niño, el adulto aparece perezoso, cree saber muchas cosas de las que van a ocurrir sin necesidad de moverse hasta rellenar el vacío, al movimiento vital se le añade una condición, corre si vale la pena, va si prevé que va a conseguir pasárselo bien, escucha, habla, dice… si va a conseguir satisfacción con seguridad.
Entre el niño y el adulto, no sabría precisar cuál de los dos está más vacío. Si el niño de la fantasía omnipotente que cree que todo lo puede o del adulto que ya ha probado mucho y no parece que sea fácil de motivar más allá del umbral de la experiencia pasada proyectada.
Tengo la sensación de percibir al niño más en el presente-llenándolo- y al adulto mucho más cerca del pasado intentando llenarlo. Cada uno llena el vacío de un contenido distinto, de un tiempo distinto y de una actitud distinta.
El adulto llena el ahora de un pasado muy presente, el niño llena el ahora de presente con muy poco pasado. La medida es distinta, completa y llanamente diferente. 
Entre cada palabra que escribo hay un vacío, algo que no sé decir o que no surge o que no me es conocido o que no he sentido o que no he sufrido… Escribir es vivir, vivir conmigo, y contigo mientras estás leyendo estas palabras u otras que crecen en racimos llenando el aire que respiramos.
Los niños ya duermen, han estado viviendo sin parar durante todo el día, no escriben ni lo necesitan, descansan del hoy construido y lleno de todos nosotros, para ellos mañana será un día distinto, otro comienzo, otro vacío que llenar, otro espacio que recorrer. Para nosotros mañana será lunes… o viernes… otro día previsible, un vacío tan vacío que solo lo recorre el pasado o quizá las líneas transparentes que acotan nuestra huída. Una huída hacia delante que viene de atrás, simulando vivir, mientras llenamos los vacíos con repeticiones, con los mismos discursos, con las mismas seguridades que no existen, con los mismos miedos que tampoco existen, con el peso de una realidad que suele conducirnos al mismo lugar, con la angustia de sentirnos encarcelados entre espacios vacíos que parecen llenos, llenos de experiencias repetidas, llenos de espacios y silencios conocidos, llenos de tiempo, de un tiempo que hace mucho nos dejó de pertenecer.

Todos llevamos a un niño dentro: ¿Lo aupamos?

jueves, 1 de junio de 2017

La revista


Usted, estimado lector, no puede verla de cerca, la fotografía es muy pequeña en la publicación, yo sí la he podido apreciar a pocos centímetros, además de hacer la instantánea estuve un rato sentado cerca de ella, una revista con una modelo bellísima que me miraba todo el rato y sin parpadear. Me hice un rato el duro con el rabillo del ojo, pero al final caí en la tentación y la miré fijamente. Ella no dejaba de mirarme y yo no dejaba de preguntarme que hacía allí, a los pies de un algarrobo(garrofera), entre el sonido del agua y el canto de los pájaros. Me vino a la cabeza aquello que dijo algún pintor-no recuerdo quién- que cuando vendía o regalaba un cuadro era como un hijo que salía al mundo a hacer su vida, quién sabe a donde iría a parar, con quién habitará, qué ojos lo contemplarán, que pared o atril lo sostendrá, cuál será su casa y en qué lugar…
Algo así le pasó a esta revista, quién la compró y a dónde la llevó, dónde se deshizo de ella, quién la recogió, por dónde anduvo o habitó, y lo más transcendente, a quién se le ocurrió dejarla en medio de la naturaleza para que cualquiera se topara con ella, entre ellos yo. Podría hacer un discurso ecologista y quejarme de aquel que la arrojó a la tierra entre yerbas y arbustos pero no es mi intención en este caso concreto. Hubo un tiempo en que dejaba algún libro olvidado a propósito en las habitaciones de hotel, en aquella época los frecuentaba, viajaba constantemente. Me hacía ilusión imaginar que sería de él, pensaba que lo podría encontrar alguien que lo apreciara y le evocara emociones y pensamientos en una noche solitaria en la gran ciudad, incluso podía fantasear poniéndome en su lugar, dudando si llevárselo y hacerlo viajar haciéndolo suyo o no y dejarlo para el siguiente cliente con esa hermosa conciencia que emana del compartir. Este pequeño acto se convertía en peldaño de la escalera que guía al sentido.
Hace tres o cuatro años encontré un librito de poesía que publiqué en mi adolescencia en una web de venta de libros usados de Chile, no imaginan las vueltas que le di pensando cómo llegó después de más de 30 años allí, no pude resistirme y lo compré, pagué veinte euros con entrega incluida por un libro que vendí por 200 pesetas o regalé más probablemente y encima lo escribí, tiene gracia. Me sentía a la vez un poco tonto y por otra parte muy contento de saber cómo puede viajar lo que publicamos, adquiere su propia vida como afirmaba aquel pintor, me suena que era Antonio López pero no estoy seguro, la seguridad suele ser una fantasía necesaria en  todos nosotros.
La vida de los pequeños actos o de las más diminutas publicaciones o creaciones  son en potencia como lo somos nosotros, caben muchas posibilidades, muchos encuentros y desencuentros, se van, vuelven, se pierden y/o pasa a otro ó al olvido, después de un cierto tiempo quizá otro encuentro y más tarde otro y quién sabe cuando se cierra el círculo, hasta hacerse fósil caben muchos valores y probabilidades, incluso cabe desaparecer  ó pasar desapercibido, aún así siempre infiere en al menos una unidad. Es la suerte, la ventaja del creador, siempre hay un aporte en la reciprocidad de la obra con su autor al menos. Constituyen identidades unidas hasta el fin, de ahí la esencia de su valor.

He tratado de construir toda mi vida desde ahí, y en esa acción constante, siempre inmanente, ha estado presente la destrucción, conforman un tándem ineludible, incluso cuando ni siquiera hemos sido conscientes de su existencia dependiendo del resultado. En el fracaso aparece con virulencia y dramatismo, en el acierto se esconde esperando que la encontremos, a veces hay suerte y se muere uno sin conocerla, no hay muchos casos a menos que te estés muy quieto. La destrucción está en nosotros, como diría Freud, la pulsión muerte, tan grande y tan poderosa  como crear, asociada a las las ganas de vivir, a la pulsión vida o el espíritu de conservación.

La Revista está hecha para recorrer su camino. Cada uno de nosotros también. De entre muchos encuentros y desencuentros se irá creando el camino, desde la combinación entre realidad y fantasía, cada uno de nosotros las mezclará conjurando un pócima que guiará nuestros actos. La complejidad de la pócima será proporcional a la experiencia y derivará  en prejuicios, juicios, condicionamientos, convicciones, emociones, y si tenemos que concluir, en conocimiento. Primero vive y luego filosofa-dijo el filósofo-, se trata de comprender el ancho de cada camino y nuestra capacidad para verbalizar lo aprendido. Se aprende de los errores y de los aciertos, de la vida misma, eso sí, a veces, nuestras acciones nos persiguen, nuestros fracasos nos encarcelan y determinan nuestra actitud y por ello nuestro presente y nuestro futuro, como en la película Atrapado por su Pasado de Brian de Palma, un sueño que se escapa para siempre. Y termina con You are so beautiful to me de Joe Cocker. Y la melancolía se apodera de todo.


Por favor, no tiréis las revistas en la naturaleza, otras y éstas son las consecuencias.

lunes, 1 de mayo de 2017

A flor ando


En primavera casi todo aparece en la naturaleza, flores, frutos… y soles, tan distintos de la mañana a la tarde, tan distantes del fresco nocturno. El calor y el frío están más juntos que de costumbre y los resfriados y las alergias van a galope, entre semillas que vuelan, polen que se dispersa y brisas que enfrían los corazones cansados, los músculos entumecidos. Son o aparentan ciclos, desde el individuo que siente, percibe y mira, se reconocen como reconocemos en los espejos los diferentes rostros que somos a lo largo del tiempo sin perder la identidad. Todo cambia y todo es lo mismo a la vez. Las paradojas son esencias vitales, convivimos con ellas como conviven la vida y la muerte, una sin la otra dicen que no podrían existir, los contrarios se necesitan en la distancia más radical, los opuestos. No sé muy bien si es bueno o malo o ni bueno ni malo, simplemente es. Uno se pregunta muchas veces si lo que aflora es lo que estaba escondido ó lo que separa el fruto de las impurezas… o la verdad, si el tiempo es el que la dicta. He escuchado decir muchas veces que el tiempo pone todo y a todos en su lugar, aseverándolo de una manera inmutable. Llevo mucho tiempo esperando y no estoy nada seguro de que esto sea cierto, igual hace falta más tiempo, quizá una vida sea poco tiempo para que tal secreto aflore. No estoy muy seguro pero suena a esos refranes que ni se acercan a la realidad, llevo varias primaveras pensando en uno concreto: “Piensa mal y acertarás” y nunca llego entender como pensando mal se puede acertar, me enseñaron por lógica que pensar bien es la única manera de acertar. De hecho llevo toda la vida intentando aprender a pensar bien, sin prejuicios, sin verdades inmutables, sin dejarme llevar por lo que los demás aplaudirían, intentando formar mis propias opiniones con los máximos conocimientos posibles y sin la cantidad de “brosa” informativa que nos meten a diario. En tiempos pasados tener tu propia opinión, intentando ser lo más libre posible era uno de los grandes valores. Nos decían que debíamos tener personalidad y que de ella afloraría lo mejor de nosotros.

No habría mejor manera de darte que aquella que se acercara más a ser tu mismo, curiosamente ahora se penaliza. Los guiones hechos por otros, las opiniones copiadas unos de otros y de los telediarios o de internet o las obvias son las que más peso cobran y las más valoradas. 
Escucharlas te pone en tesituras complejas, uno no sabe si decir su verdad y por consiguiente ofender(nunca he entendido por qué), o callarse, o subirse al caballo que galopa entre semillas y frutos que afloran en cada época, dependiendo del tema principal. Siempre me pregunto quién fabrica el tema principal, y tengo respuestas, pero me aburren soberanamente cada una de ellas. Esto se nota y suele ocurrir que te quiere menos gente si tu opinión pone en evidencia la de otros, antes esto era un mérito, en una clase este hecho hubiese sido merecedor de una nota alta, hoy te hace sentirte raro, incluso distante de los demás, a poco que pretendas dar valor a una opinión trabajada y reflexionada, incluso corroborada en la experiencia, te distancia. Las caras cambian y las frases desmereciendo el proceso desde la broma, en el mejor de los casos o no tanto, afloran como espárragos en primavera. No hay otra salida, bueno sí, el ataque.
Dicen que la verdad ofende, no creo que sea así exactamente, pero sin duda la opinión ofende, sobre todo aquella que no coincide con la nuestra. Los discursos suenan casi todos iguales y cada palabra si la pasáramos por la famosa hemeroteca tendría su origen en alguien bien distinto de quien la usa. Decir lo obvio es fácil, decir lo que quieren escuchar las personas es conveniente, hacer lo obvio es fácil, hacer lo que las personas esperan es conveniente, tomar el riesgo de apostar por ideas nuevas, formas nuevas, proyectos nuevos es muy difícil, casi nadie lo espera, ni siquiera sabe si lo quiere, menos aún cuál sería su alcance.
Los pueblos tenemos que ser capaces de cambiar de verdad, de entender que si siempre hacemos lo mismo sin duda obtendremos los mismos resultados. Es muy posible equivocarse o fracasar cuando se intenta pensar y reflexionar para innovar, quizá por ello pocos apuestan por nuevos caminos. Me quedo con  la idea de Eduard Punset:

"Para innovar hay que estar dispuesto a cambiar de opinión como lo hacen los simios y no emular a los homínidos que no lo hacen ni muertos. Este consejo, se hace más necesario precisamente en tiempos de crisis que es cuando se debe aprovechar el cerebro" 

viernes, 17 de febrero de 2017

El Primer Paso



Antes de dar el primer paso, entre otras que no vienen al caso, está el deseo, las ganas y el pensamiento. El deseo y las ganas parece-yo no lo creo- que vienen de fábrica, el pensamiento se construye, depende de cada una de las experiencias que hemos vivido. Cuando dimos un primer paso y no lo conseguimos se ancló en nuestros adentros esa experiencia frustrante, a algunas personas los frena desde el miedo, a otras las motiva desde el deseo a traspasar fronteras, límites. Cada experiencia vivida nos construye, ordena y selecciona la biblioteca a la que consultarán nuestras emociones. Éstas últimas condicionarán nuestros pensamientos antes de tomar decisiones, mucho antes de dar el primer paso. Lo daremos o no, elegiremos movernos o quedarnos quietos, en base, a esos sutiles y peligrosos sentimientos que percibimos como resultado de cada uno de los pasos que construyen nuestra biografía. A veces los pasos se convierten en caminos y los caminos en viajes. La vida quizá es un primer paso que se convierte en emociones y pensamientos construyendo distintos caminos que recorremos hacia adelante o hacia atrás, cruzando puentes o barrancos, saltando muros y descendiendo a algunos infiernos, quemándonos, gritando, berreando, sonriendo… sintiendo desde todo lo percibido por los sentidos y más allá, en los túneles que se forman en lo más profundo de nuestras entrañas, unidos a las arterias y a la sangre. Da miedo muchas veces, navegar entre lo físico y lo etéreo, tan juntos y tan distantes, como la realidad y la fantasía, como dos personas que se aman y no saben cómo hacerlo. Convivir es entender la necesidad que tenemos todos del nido emocional al que volvemos cada día después de cada vuelo ó vuelos.
Necesitamos volar en pareja, en familia o en grupo y otras muchas veces solos, y no por ello dejamos de necesitar a los demás, más bien todo lo contrario. Es tan sano volar, ver, escuchar, oír, oler, tocar… vivir para después volver y compartirlo.

Algunas cosas son muy previsibles, cuando sentimos que hemos vivido una experiencia interesante lo siguiente es contarla, compartirla con alguien al que generalmente se ha elegido previamente. Sabemos con quién tenemos ganas de compartirla, probablemente porque será capaz de valorarla desde puntos de referencia similares a los nuestros.  Algunas historias no se comparten, esas suelen ser las que no suman, las que nos restarían credibilidad o valor frente a los demás, también las que hieren a la intimidad y se quedan grabadas solo para nuestros ojos: Los secretos.

Cuánto gustan los secretos, que bien recibidos son por esa morbosa y curiosa mente que nos vino dada, regalada para su uso y disfrute dirían los más optimistas, regalada para su uso y soporte dirían los más pesimistas. Esa cosita que comienza detrás de las cejas y acaba casi en la nuca. Ahí anda, escondida, dispuesta a ponerse en marcha en cuanto se abren los párpados, incluso mucho antes si queremos ser precisos. Siempre está en marcha incluso cuando parece que no lo está, incluso cuando dormimos. Qué pesada, tanto como una madre, pero que miedo sin ellas y con ellas. No deja de sorprender como algo puede ser tanto malo como bueno. Al primer paso le pasa lo mismo, puede ser el comienzo de lo bueno o el principio de lo malo quién sabe.

Una vez un tipo que había estudiado mucho y muy curtido en las contiendas humanas me dijo que el bien y el mal no existían salvo en términos radicales, después de algunos años más de vida vivida-lo remarco- creo que tenía razón.
Para todo hay un primer paso, incluso para aprender a andar. Los primeros pasos son decisiones tomadas sin que haya otro remedio, son de obligado cumplimiento para cada uno de nosotros, se rigen por acuerdos completamente ajenos a nosotros y que nuestra naturaleza conduce por sí sola. El primer paso es el telón que se abre o que se cierra, la manera de seguir cada vez que algo concluye, la puerta que se abre desde las pérdidas y la ventana que se cierra antes de lanzarnos al vacío.
Cuando algo se acaba algo nuevo puede comenzar, cuando algo comienza todas las posibilidades se abren ante nuestros ojos, lo más difícil suele ser no repetir y repetir lo mismo en cada inicio convirtiendo nuestras vidas en un eterno retorno.

Ítaca siempre a lo lejos, siempre presente. Cuidado con las esdrújulas, a menudo son cantos del fondo de los océanos, ecos de todo aquello que pudo haber sido y no fue, aquello que vivió en nosotros siempre como un comienzo y se desvaneció entre los dedos. Los primeros pasos tienen el gusto del mar en verano, la fragancia de la tierra después de la lluvia, el sonido de la brisa en los campos sembrados en primavera, el tacto de las yemas de las manos amadas, la mirada de asombro al ver como todo se aleja de nuevo, confrontadas a esas ganas enormes de correr tras ellos para no quedarnos atrás.

Agua de fin de año



Si aprender tiene algún significado sin duda es saber medir. Saber implica muchas cosas, entre ellas, ser conscientes de lo que sabemos y de lo que no sabemos. Si supiéramos medir lo que sabemos y lo que no sabemos el diálogo sería comunicación de verdad y cada frase una bendición. También si aprendiéramos a escuchar y a hablar cuando toca. Para saber hay dos medios, o a través del estudio o través de la experiencia. Como hablamos de medidas probablemente se necesite más de lo segundo que de lo primero, si de saber de verdad se trata. No son pocas las veces en la que te encuentras a personas muy versadas a través del estudio que poco saben en realidad de lo que están hablando, también se encuentra uno muchas veces a personas que creen que treinta años de experiencia es lo mismo que un año repetido treinta veces. Frase que he repetido muchas veces, si les soy sincero la primera vez que la leí y luego la escuché me la apliqué a mi mismo y me sentó como un chaparrón. De agua y chaparrón también van a tratar estas palabras.
En este fin de año sin duda el agua es la protagonista, como decimos en Buñol, está cayendo a “capasos”. Escribo a lado de la ventana y escucho su intensidad vibrante y su rebote vertical como billones de lágrimas. Mucha agua, mucha más que en todo el año. Parece que la naturaleza no deja de darnos lecciones, nos muestra como el exceso, la medida, es fundamental si queremos entender la vida.
Los finales de año saben mucho de medidas y de excesos, de hecho la mayoría comeremos y beberemos en exceso con esa emoción que la tradición impone de celebrar el nacimiento y el año nuevo y querernos y acordarnos, la mayoría, mucho más que durante el resto del año. Las medidas sin duda no son nuestro fuerte.

Los que fumamos lo solemos hacer en exceso, un cigarrillo al día, tres.. imposible, más bien una cajetilla o dos, para eso nos mentimos diciéndonos que es un placer, cuando en realidad es una adicción que se alimenta en lo más destructivo de nuestro interior. Podemos aplicarlo también a mal comer, a beber, a amar, a odiar, a trabajar, a no trabajar, a pensar, a sentir o a no sentir, a defender a nuestros amigos o familiares, a nuestro equipo de fútbol, a nuestro partido político, a nuestra banda de música o a nuestras razones, todas ellas y más las solemos pasear habitualmente en el exceso. Alguien estará pensando y en el defecto también lo hacemos la mayoría, que sí… pero sigue siendo un exceso, aunque bajo mínimos. ¿No es un exceso para un animal omnívoro solo comer verduras, o solo comer carne, o no comer lo suficiente por estar muy flacos y dar más o menos con el modelo?
Coño el modelo ya ha salido de nuevo, el molde.
Volvamos al principio, si queremos aprender algo, aprendamos las medidas no el modelo. Cada uno tendrá las suyas pero hay una manera de saber si en realidad son verdaderas o falsas. Sigue lloviendo sin parar, la naturaleza se empeña en que le hagamos caso. Ella sabe mucho de armonía y de nuestros excesos. Nosotros también, de mes en cuando, pero cuando nos damos cuenta en vez de cambiar o nos flagelamos o seguimos más allá del exceso. Freud lo llamó pulsión muerte. A esa manera que tenemos los seres humanos de hacernos daño consciente o inconscientemente. Eso sí en su mayoría con unos argumentos capaces de convencer a los demás y a nosotros mismos de cualquier barbaridad.
Olvidé decirles como averiguar si las medidas son verdaderas o falsas. Para ello me tengo que valer del concepto sano y si a cualquier cosa que pensamos, sentimos, o hacemos le ponemos la palabra sano delante es probable que consigamos obtener la medida y con suerte también la respuesta acertada.
Para uno mismo: ¿Es sano el profundo dolor ante lo que creo que siento como amor? ¿Es sano mi trabajo? ¿Es sano trabajar 14 horas 7 días a las semana para tener más allá de lo que necesito? ¿Es sano dar o relacionarme con los demás cuando estoy lleno de mierda sin limpiar? ¿Es sano callar cuando estoy sintiendo ganas de hablar o de gritar? ¿Es sano no defender mis intereses por quedar bien con los demás? ¿Es sano aguantar y aguantar y aguantar en pro de un bien mayor? ¿Es sano ser hipócrita? ¿Es sano consentir, consentir y consentir para poder vivir sin conflicto?

Mucha agua este finde año, lluvias intensas de lágrimas en Siria y en todas la guerras y excesos viles en el mundo, en las fronteras, en el mar y en la tierra, mucha agua para lavar sus consciencias, quizá también las nuestras, eso sí, sin saber, hemos leído mucho pero nos falta la experiencia. Por eso el bien es tan lento y aprender cuesta mucho, a veces, demasiado. De medidas se trata.