sábado, 16 de septiembre de 2017

Chiringuitos


Son las fiestas de Buñol, paseo despacio con un grupo de amigos hacia los Chiringuitos de San Luis, paso la feria y todo está apagado. La curva que iniciaba la vuelta sin hora de retorno está en silencio, una brisa suave y un olor a río limpio violenta la pituitaria. Dicen que no hay mal que por bien no venga. Asumo que me he hecho mayor y que aunque me-nos empeñemos las cosas cambian, curiosamente a mi los cambios me ponen, si bien la mayoría  son como decía un buen psicólogo dos pasos para adelante y uno para atrás, dos pasos para adelante y uno para atrás. Al final el resultado es que cuesta mucho dar un paso real. Y nadie tiene la culpa, la culpa es del cha cha cha…
La buena música por mucho que pase el tiempo sigue siendo buena, la mala se queda en el olvido de un verano, quizá de un otoño, quizá de un invierno, quizá de una primavera. Los problemas no los trae la música sino la exigencia del público. Que vas a hacer si para un día que sales a la semana te ponen una música que no te gusta, pues… bailar, qué remedio. O irte, es otra opción, o hacerte extraterrestre que también es una opción cada vez más recurrente.
Damos la vuelta, tanta oscuridad confunde los sentidos y ya no está uno para caerse un porrazo y visitar hospitales, no apetece, y menos en Agosto y menos en fiestas. Todo el mundo no está alegre en fiestas, hay quien no tiene motivos para estarlo, yo intento tener siempre uno, aunque reconozco que a veces cuesta. No tanto por uno mismo, también porque siempre hay familia o amigos que lo pasan mal y aunque sea por las neuronas espejo o búscate qué siempre te ves afectado por males del próximo, de los propios ni hablo, es más bien obvio. Hay tiempos para todo, no soy uno de esos agoreros que siempre ven la mancha antes de mirar al cielo. Y hay que acostumbrarse a que en la vida pasa de todo, de todo de todo: Bueno, malo y regular si no nos ponemos muy exactos, para el caso no lo veo necesario. Me parece que está bastante claro.
Aún así y pese a todo sigo sin acostumbrarme a que los Chringuitos no estén de la curva para arriba, me falta algo, no sé si es la intimidad, la complicidad con el lugar, los distintos estilos de música y de personalidades, o si es la cercanía del río, su sutil sonido, o la naturaleza dándote la mano o en muchos casos abrazándote, quizá pueda ser la luz de las estrellas reflejadas e iluminando de un color mágico las hojas de los pinos y las garroferas… o mirar al cielo mientras meas y estar pensando si irte o quedarte. Suele ganar quedarte, eso sí antes de que se haga de día  y como Drácula salir corriendo para que no te quemen las culpas de los rayos de sol. Estar de fiesta es una expresión que todos entendemos y con toda claridad, incluso cuando el ánimo no está para ella. No es posible navegar siempre a favor del viento, eso dice un amigo que tiene un velero de un par de metros, menos mal que nadamos con soltura y siempre costeamos. En fin sigamos con el tema que tiendo a la dislexia, eso es mejor que ahogarse, pero no deja de desviarme de mis pretensiones.
No sé si me he hecho viejo y la nostalgia se apodera de mi como a Jorge Manrique en su  todo tiempo pasado fue mejor o simplemente añoro esos Chiringuitos varios y diferentes encastrados en los bancales y las hormas de una de las zonas más bonitas de Buñol. Me gustaba escuchar distintas músicas paseando, intentando reconocerlas para averiguar a cuál dirigirme y en cuál de ellos encontraré esas caras amigas que siempre buscamos.
Vuelvo de los Chiringuitos y ya no están, un ser humano con la sangre hervida lanzó a otro ser humano por un puente en el que tantas y tantas persona se besaron, se acabaron las emociones de apego, de encuentro, alguien lo rompió todo, ni siquiera se dio cuenta del verdadero daño que hacía, tal es el odio, tal es la vida a veces y su versión tan desgraciada para algunos. No todos tenemos la misma suerte. Hay quien nace con la mochila de otros hasta desfigurarlos de tanto peso y sufrimiento. Y más.


Abogo por recuperar lo Chiringuitos y ayudar a quienes no saben disfrutar sin destruir, apuesto por enseñarles a divertirse con nosotros, propongo que seamos nosotros los que hagamos que no quepan las miserias humanas ni la inquina ni el odio en nuestras fiestas. Espero que vuelvan los Chiringuitos alegres y silbantes como el pájaro que se fue y cada año vuelve anidándonos entre sus alas, volando alegres.
Fiesta. Y parece tan fácil. Construyamos nidos.