miércoles, 22 de diciembre de 2010

Tres metros sobre el cielo


Ahora es una película, antes fue un libro y mucho antes una experiencia real, vivida por algunas personas que se enamoraron perdidamente. Y se acabó el amor.¿A dónde va cuando se escapa como agua entre las manos, qué huella deja la intensidad inmensa de lo sentido entre los amantes? ¿Se olvida y ya está?
Desde la ficción se llega a una realidad proyectada, desde la realidad se llega a una ficción creada. Parece que los contrarios están más cerca de lo que parece, por eso dicen algunos estudiosos que el amor y el odio son dos caras de la misma moneda.
¿Qué hay de real en el enamoramiento, o mejor, que hay de ficción en el amor?

La mayor realidad del enamoramiento es sin duda la necesidad y la mayor ficción del amor es su carácter desinteresado. Cómo es posible que una persona pueda creerse que ama o le aman sin condiciones. Cómo es posible que el fundamento del amor que no es sino el interés se vea envuelto en una pura contradicción que trata de disfrazar su esencia, incluso su magia. Si no damos o no nos dan lo que nos interesa cómo podemos amar, de qué sustancia llena de hipocresía hablamos, por qué quieren los que defienden los convencionalismos hacernos creer que se ama incondicionalmente cuando en realidad no existe ningún amor sin condiciones que cumplir, sin exigencias. Y si en el peor o mejor de los casos -tengo dudas serias- se pudiera amar sin dar y darnos lo que queremos o nos interesa, en qué subclase de emoción lo convertiríamos, cómo aceptar que te quieran o querer si no existe una correspondencia entre lo sentido y la realidad, entre una fantasía destructiva y una realidad construida o al revés. Cabría aquí preguntarse, existe alguna realidad entre lo humano que no se proyecte desde la mente. ¿Decir “esto es lo real” es una afirmación rigurosa? Probablemente no, porque sería como creer que existe una verdad inmutable, por supuesto en el tema que nos ocupa, dentro de los límites humanos si los conocemos y los aceptamos.
Cuántas veces hemos dicho ó escuchado en las reuniones de amigos algo así: “¡Yo con ese/esa... mmmmmmmmm!” Parece claro que son comentarios del tipo que podemos llamar broma imitativa. Hace algunos años concluí que detrás de una broma casi siempre hay una parte seria y además de las que jode, fastidia, decepciona, molesta o desprecia. Analicemos la parte seria de este comentario típico. Podríamos comenzar pensando en el concepto fantasía. Hablamos de un hombre o una mujer que para la mayoría cumple con un modelo mental creado por los convenios sociales abundantemente aliñados con más de unas cuantas especias propias. Nos atraen tanto porque tienen lo que nosotros no creemos tener ¿Por qué si no podríamos ser capaces de desear e imaginar una relación con una persona absolutamente desconocida de fondo? Solo se me ocurre una respuesta, lo contrario, enamorarse es proyectar todo lo que nosotros tenemos, sentimos, deseamos, anhelamos. Todo lo que somos en lo más profundo de nuestra identidad escondida, oculta, disfrazada, acolchada, protegida por la mente de un intenso miedo a que desaparezca, a que nos sea arrebatada. Por eso nos enamoramos tan pocas veces en la vida o añoramos un amor siempre entre bambalinas, por eso nos cuesta tanto entregarnos y enterarnos, sobre todo de que nadie te puede arrebatar tu verdadero ser excepto tú mismo y la muerte... y no estoy seguro.
Enamorarse es encontrar un espejo donde todo lo bueno que hay en ti se refleja en la imagen de otro, romper el espejo o perderlo significa no poder ver más allá de nuestra propia imagen deformada, esa que la cabeza sitúa en una realidad maldita, en todo aquello que no soportamos de nosotros. En los problemas, en las carencias, en los fracasos, en las metas incumplidas, en la falta de voluntad, en la indisciplina, en la capacidad para dejar fluir lo que sentimos hasta la razón para llegar a la acción. Del hacer... al camino, a su disfrute, recorriéndolo con sentido y sin destino. Es como desequilibrarse para buscar el equilibrio, como vomitar, salirse de uno, limpiarse, purgarse, para después volver a comer y disfrutar de cada sabor, de nuestros labios y dedos pringados, del olor a gusto, de los colores y los aromas.


El enamoramiento lo vivimos sabiéndolo liviano, etéreo y a la vez intenso, incluso parece infinito, sabemos que se instalará en el recuerdo como una huella imborrable, perdurará para corroborar que estuvimos vivos, vivísimos, aunque sea por un corto espacio de tiempo. Toda la esencia apasionada de la vida concentrada y reflejada en la atracción imparable por el otro hasta fundirlo con el yo, hasta desaparecer reflejado en otras pupilas. Probablemente uno de los siete movimientos más hermosos que se pueden vivir, seguramente la unión perfecta entre la fantasía y la realidad: Enamorarse... a tres metros sobre la tierra es mejor, mucho mejor, solamente se va un poco más allá de nuestra verdadera medida.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Una bala en mi cabeza


Suena el timbre, abro la puerta, tras ella un cañón del mejor revólver del mundo, un Colt Anaconda calibre 44 magnum apuntándome directamente a la cabeza, encima de los ojos, entre ceja y ceja. Detrás unos ojos saltones, nerviosos, dilatados y moviéndose deprisa, cegados de furia.

No reacciono hasta que un grito hace añicos el silencio y suena un disparo, no sabría decir qué fue antes, durante o después: el silencio, el grito o el disparo.

Esa mañana, extrañamente, lo primero que hice al levantarme fue leer mi horóscopo, decía: "Como signo de Aire que es, necesita el estímulo intelectual, el razonamiento y la conversación. Su gusto por la estética y la ética le lleva, muchas veces, a buscar una perfección que no encuentra. Sabe que sin el otro, uno no es nada. No le gustan para nada los ambientes toscos ni las tensiones. Es amante de la paz y de la concordia. En su afición por lo bueno puede llegar al sibaritismo. Vuelven a producirse condiciones muy afines a su idiosincrasia personal, aunque será por poco tiempo y no se presentan con gran fuerza. Numero: 44 Día: Sábado."

Coincidencias, cuando sonó el timbre y abrí la puerta... sábado, mi día preferido. ¿Las preferencias no sirven como un halo divino y protector? Me parecía increíble tener el cañón de una magnum apuntándome en el mejor día de la semana.

Ni siquiera tuve miedo del aquel agujero oscuro, en realidad lo que me asustó hasta el colapso mental fueron esos ojos despavoridos, ansiosos de venganza y ciegos de ira. Al reconocerlos viví el auténtico pánico del pecador, de inmediato me cruzó de arriba a abajo un sentimiento de culpa inmenso, imparable, hasta concluir que merecía esa bala. El dedo acusador, la mala conciencia, la decepcionante imperfección, los ideales incumplidos y una larga lista de maldades perpetuadas en un pasado cercano, consiguieron la sentencia firme: Culpable. Me convertía en unos segundos en fiscal, juez y jurado. Creo que olvidé al abogado defensor y a las pruebas me remito, no fueron necesarias.

Cuando sonó el disparo ya estaba muerto. Ya había dedicado mucho tiempo a destruir todo aquello que me hacia sentir yo mismo. Cuando por primera vez me di cuenta recuerdo haber escrito un poema, el último verso decía: "Me he robado". No hay nada peor que mutilarnos, despojarnos de lo esencial, de lo genuino, de lo que nos conecta directa y llanamente con nuestra propia identidad.

El disparo me vació de sangre y me llenó de felicidad, por fin había pagado por todo aquello que me corroía por dentro. Sentí una liberación inmensa, sonó todo esa carga al caer como una mole de mil toneladas y todavía permanecía erguido. En unos segundos mis rodillas crujieron y golpearon el suelo despacio. El calor de la sangre en la boca me hizo sentir el último sabor dulce.


No hay mal que por bien no venga, si no hubiese muerto, un fatal disparo hubiese sido mi mejor terapia, en un instante liberé los sentimientos de culpa acumulados durante toda la vida, desde que de bebé me hacía responsable de la angustia de mi progenitora hasta mi último acto estéril, una retahíla de fracasos dedicados a mi espesa tendencia a la indisciplina: La tensión a veintidós, el colesterol por doscientos noventa... y un posterior amago de infarto podrían ser la prueba.

Nunca pensé en una muerte tan cinematográfica, en mi fantasía siempre imagine mi final desnucado de un golpe seco al estrujarse la carrocería de mi coche contra una pared fría y distante a doscientos por hora.

Durante las milésimas de segundo que duró el disparo un abanico de preguntas se abrió en mi mente: ¿Quién es esta mujer que me ha disparado y sobre todo por qué, la conozco, qué daño tan grande le causé, cómo pude reconocer sus ojos si no la conocía de nada, de dónde sacó toda la información sobre mi hasta presentarse en la puerta de mi casa, por que eligió mi revolver favorito y cómo lo sabía...?

Ninguna de estas preguntas parecía tener respuesta, no se si fue la inmensa curiosidad o el tamaño de mi cabeza pero no perdí la consciencia hasta que escuché sus únicas palabras, para mi las últimas que escuché vivo.

Hay personas que dicen que no existen las coincidencias, que en realidad todo está unido por un hilo cosmogónico que tiene y busca sus propio sentido, se diría que atraemos todo aquello que engorda nuestra energía, si rezumamos aspectos positivos lo que nos vuelve es positivo, si creamos un halo negativo lo que nos es enviado por las fuerzas del universo también será negativo. Quizá lo simplifico un poco, pero teniendo en cuenta que estoy a punto de morir entenderán que no pierda el tiempo.

Mi reacción les parecerá sorprendente, solo me salió una gran carcajada al escuchar sus únicas palabras, simplemente dijo: ¡Alejandro hijo de puta muérete... cerdoooo!

Entenderán rápidamente mi extraña carcajada justo antes de morir, disparó con los ojos cerrados y lo mas sorprendente... me llamo Miguel.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mi Mantis Religiosa


Busco los rasgos que me inviten a sentir ser parte de la naturaleza. Caminando entre pinos, arbustos y leña seca me encontré con un animal muy hermoso, en esos momentos no lo sabía, se trataba de una mantis religiosa, un insecto, grande y llamativo, no se por qué asociamos los insectos a un animal pequeño, ínfimo quizás.

Un rayo de luz entra por mi ojo izquierdo y me ciega, en el derecho una mota de polvo de un camino recorrido demasiadas veces, no puedo ver bien. El corazón me late deprisa y tengo una sensación de ahogo que me recuerda el aire que respiro para vivir. Respiro hondo y despacio hasta conseguir una cierta calma. Uno se da cuenta en momentos como éste de lo bien que se está normal, sin altos ni bajos. Me desmayo.

Aparece una hermosa mujer en mis sueños, tiene los ojos iluminados como un brillante, una boca con labios sedosos que dibujan una sonrisa perfecta, la piel morena, las manos suaves y delgadas, las piernas largas y bien contorneadas, los hombros redondos y la clavícula huesuda, el trasero redondo como una manzana, los senos pequeños levemente inclinados hacia arriba, la voz dulce casi susurrante y el cabello negro como el azabache. Siento que es la mujer sensualmente perfecta.

Al final del sueño, cuando lentamente me acerco e intento besarla, ella se acerca mirándome y sonriendo fijamente, cuando sus labios están a un par de milímetros de los míos un grito o mejor un aullido me hace ensordecer, mientras sus dientes y su sonrisa desgarran mi yugular. No me duele, el deseo es infinitamente mayor que cualquier otro sentido. Me desangro poco a poco sin decir nada, solamente le tomo la mano y le pido algo muy lujurioso al oído que nunca he sido capaz de escuchar y pierdo la vida sin más.


Cuando después de vivir el sueño me despierto alterado, un sabor dolor extraño recorre todo mi cuerpo durante unos minutos. Luego recobro el sosiego y de vez en cuando se repite sin pedirme permiso... Siempre el mismo y las mismas sensaciones.

Después de ducharme y despabilar se repite exactamente, como en un ritual, la misma imagen, proviene de un documental: Una mantis religiosa hembra devorando la cabeza del macho mientras se aparean. El macho sigue apareándose aún sin cabeza, extrañezas de la naturaleza, tiene un pequeño cerebro en el cuerpo que les puede mantener copulando hasta un día completo. Lo más curioso es que los biólogos afirman que al comerse la cabeza de su pareja ayudará al desarrollo de la vida de sus propias crías. Simplificando, el precio de dar vida,en este caso, es perder la propia. Sobre el placer no sabría qué decirles. Me repiquetean los pinchazos al recordar la imagen de la mantis macho cayendo al suelo sin vida después de ser usado. Usar y tirar.

Son previsibles algunos sueños. La primera noche, la primera vez que tuve este sueño, fue exactamente el día que me encontré y fotografié a una matiz religiosa parda. Jamás había visto una en la realidad, menos aún con la suerte y con el tiempo suficiente para poder darle al botón de la cámara. Existen casualidades que parecen no tener causalidad, encuentros que se combinan, se intercalan, se repiten, se multiplican y no parece a simple vista que tengan entre ellos ninguna relación, solamente en la realidad y en la mente aparece el primero y te lleva a otro, y a otro, y a otro... La regla no existe, en este caso, no aparece la lógica indicándonos la razón de tanta coincidencia, simplemente ocurre, lo intuimos, lo sentimos y queda grabado en una compleja percepción de algún modo siempre intangible.

De hecho, los pensamientos se agolpan y entremezclándose con las propias experiencias crean una nueva dimensión, una realidad propia, una intensa emoción que entona con lo vivido, con el pasado, con el sufrimiento al proyectar todo lo humano ante un hecho natural incomprensible para nosotros.

Suelen funcionar desde un sistema atemporal que se conecta con pequeñas huellas grabadas durante toda nuestra vida. Podemos conectar sin problemas hechos ocurridos antes de nacer, en el útero materno, con una serie de experiencias anacrónicas pero que causaron un gran impacto en nuestro mundo emocional, haciendo especial mención al miedo.

Existe un todo compuesto entre realidad y fantasía que nos mueve, nos condiciona, sobre todo cuando damos con la tecla, una y otra vez, hasta escuchar un acorde que nunca dejamos de escuchar, es una repetición que suena a dentro generando un eco entre millones de emociones percibidas que se asocian cuando algunos de nosotros, muchos, revivimos, en imágenes traducidas a pensamientos, una secuencia sentimental de importancia extrema.

Probablemente todos hemos sido mantis en algún momento, tanto machos como hembras, en nuestras relaciones con los demás. Habría que saber impedirlo.