domingo, 20 de diciembre de 2009

La Vida: Una Lotería

Hoy les contaré un sueño. Todo comenzó uno de esos días en los que la razón está de tu parte y te ayuda junto a las emociones a conseguir soñar despierto. De esto un gran amigo mío sabe mucho, disfruta haciéndolo y los demás disfrutamos escuchando sus fantásticas historias que, casi siempre, acaban en una gran carcajada.
Son muchos los seres humanos que en esta época de abundancia superflua, como pudo decir Erich Fromm, son capaces de dejar de pensar en tener para dedicarse al disfrute de la imaginación: A soñar despiertos.
Como les decía les contaré un sueño:
Todo comienza con algo tan típico como la suerte, como algo tan típico como que te toca en la lotería X, diez millones de euros- antes soñábamos en pesetas-. Ahora en navidades es muy común este sueño, también las conversaciones cuando nos acercamos al día 22: El día en el que todos somos afortunados si tenemos salud.
¿Qué hacer con tanto dinero?
Imaginen, imaginen que es lo que harían si les tocara esta cantidad de dinero, tómense el tiempo que necesiten, dejen correr a la imaginación y a los deseos sin prisa y luego, si quieren, sigan leyendo.
Ya pueden parar de imaginar, con toda probabilidad se podría reducir todo a estas dos palabras: Comprar o Pagar.
¿Qué es lo que se puede comprar con diez millones de euros?
Casas, coches, motos, viajes, muebles, decoración, arte, viajes, servicios...
También se puede ayudar a los demás para que puedan...COMPRAR o Pagar Las COMPRAS.
A tus abuelos, padres, hermanos, primos, tíos, amigos, puedes regalarles dinero a todos ellos, una parte de tu suerte, para aliviarles cargas y te quieran más.
Bien, ya tenemos todo lo que necesitamos, incluso el agradecimiento de todos los que más nos importan.
¿Y salud qué, tenemos más salud?
Pues sí, al menos más probabilidades de prevenir y de curar las enfermedades. No trabajar con la obligación de una franja horaria, permite tener tiempo para dedicarle al cuerpo. Y el dinero permite comprar a los mejores especialistas y las mejores técnicas de salud.
¿Y el amor?, ¿Se puede comprar el amor?
No. El amor no se puede comprar. Pero no me negarán que sin los problemas que crea una economía precaria es infinitamente más fácil llevarse bien, es decir, conservar más el amor. Le llamaremos amor en conserva, a aquel amor que siendo igual a otro se puede conservar más tiempo, gracias al dinero con el que podemos eliminar todos los condicionamientos que nos llevan a discutir si debemos comprar esto primero u esto otro, si viajamos aquí o a allá, si tú te compraste esto a mi me toca aquello, si no podemos salir porque no podemos dejar a los niños con nadie, etc, etc, etc...
Y no hablemos del hastío y el aburrimiento...parece obvio que resulta más fácil divertirse cuando hay abundancia de dinero, en nuestra sociedad el ocio se compra siempre. ¿A quién no le gusta viajar, descubrir nuevas culturas, disfrutar de todo lo que ofrece el mundo con la bolsa llena, muy llena?
Creo poder decirles que ya pueden dejar de soñar despiertos, la verdad es que no nos han tocado diez millones. Se fastidió todo, lo siento.
Alguien pudo decir que todo es negocio, no estoy de acuerdo, yo matizaría diciendo que todo es relativamente negociable, con dinero por supuesto. ¿O no?

Pues no, me niego a que el rey midas determine mi felicidad y la de los demás, me niego a estar “metalisau”, como escuchó decir una buena amiga mía de una abuela a su nieto en la puerta de un kiosco, me niego a disfrutar de viajes, de cómodos transportes en primera clase, de la mejor gastronomía de cada país, me niego a que me quieran modelos bellísimas como a los futbolistas ricos y feos, me niego a tener tanto tiempo de ocio y que me llamen gandul o cosas peores, me niego al maravilloso disfrute de construir a base de esfuerzo y dedicación mis bienes y mi futuro, me niego a distribuir mi tiempo descansando cuando esté cansado, comer lo que me apetezca cuando tenga hambre, moverme en el coche más seguro y cómodo de la tierra, dedicarle tiempo a hacer feliz a mi pareja y a mis hijos, me niego a disfrutar de la soledad reflexiva cuando me de la gana, me niego a comprar o construir la casa ideal con tanta comodidad, espacio y zonas verdes, me niego a ser comodón, un gentelman individualista y esteta , aún sabiendo que somos las personas, los únicos seres vivos que hacemos de lo contingente algo necesario. Y a eso le llamamos progreso.

Me niego a tanto bienestar material, dónde está el espíritu y los valores inmateriales. Quiero respirar, comer, beber, tener un techo, mear, cagar, hacer el amor, reunirme para compartir con mi familia y amigos y ayudar a los demás. Así quiero sentirme feliz.

Yo llevo el número ochenta y cuatro mil doscientos noventa y tres, también cinco apuestas al Euro-Millón de ésta semana. ¿Y ustedes?

martes, 8 de diciembre de 2009

Héroes de Invierno

Llegó el frío, este año, un poco antes del puente de diciembre. Después de un mes de noviembre extrañamente cálido. Los resfriados y gripes cunden y en las calles solitarias, algún que otro caminante podría percibir el reflejo de un cierto miedo a los virus y a la temperatura invernal.
Por una parte está la depresión económica y por otra, la ambiental, el frío asociado generalmente al no placer. Cuántas veces la pereza en el calor del hogar nos sumerge sin darnos cuenta en la apatía de la constante inacción. Cada vez salir y relacionarnos se convierte en algo más frío. No se si tiene que ver con las decepciones que las experiencias nos traen al paso de los años o con la dificultad de distinguir, identificar y comunicar las emociones (Alexitimia). Lo bien seguro es que cuando uno no se encuentra bien es muy difícil transmitir en positivo. La alegría, para mi especialmente unida a la ilusión, la imaginación, la novedad y la sorpresa, parece ir decreciendo según vamos madurando. Los envites de la realidad más cutre, la incomprensión de algunas actitudes y los propios errores y fracasos van minado esta emoción tan increíblemente positiva. De hecho el ejemplo más claro y recurrente sería como postergamos las risas para el fin de semana compartimentadas y clasificadas dependiendo de los distintos grupos con los que decidimos reunirnos. Otro buen ejemplo se aprecia en las relaciones nuevas o en personas de especial interés para cualquiera de nosotros. La actitud cambia, y lo mejor o lo peor de nosotros mismos aflora como petróleo en la película Gigante.
Una de las cosas que más me llaman la atención en las personas es la capacidad que tenemos de cambiar de ánimo en un milisegundo. También, por el contario, la capacidad de algunas personas de (aparentemente) no inmutarse por casi nada. Hablo de esas personas-supongo todos conocemos-que nunca nos han mostrado una cara distinta a la de siempre. Después de 30 años siguen expresando lo mismo. Ni un solo día han bajado la guardia, haga frío o calor. Aunque no estoy seguro de haberlas visto cuando hace frío ó cuando no son fiestas de guardar.
De lo que no hay duda es que las personas tendemos al rebaño. Tengo la teoría que en los últimos cien años las manadas han ido por un a parte aumentando en paralelo con los deseos del sistema de consumo y por otra parte, han ido disminuyendo y reordenándose, incluso, de una forma gregaria, en una infructuosa búsqueda de comunión basada en la repetición y en la rutina tratando de encontrar seguridad y compañía. Recuerdos con los que alimentar el presente tratando de maquillarlo hasta verlo tan bonito como en cada momento convenga.
Creo que hace demasiados años que nos dicen como tenemos que disfrutar, dónde, cómo, cuando, incluso con quién, siempre se olvidan del por qué. Hace demasiados años que me oigo y oigo decir, deberían hacer, podríamos haber hecho, no salimos porque no hay nada interesante que hacer. Y la verdad, creo que hay una parte real, pero la mayoría es una auténtica y sencilla mentira, como tantas otras que nos contamos unos a otros para justificar nuestra falta de ilusión, imaginación y ganas de vivir. Es la alegría ese motor, las ganas de darnos lo mejor que podamos, las ganas de dar lo mejor que podamos, la maravillosa sensación de sentirse vivir siendo protagonistas de nuestra fiesta o de nuestro aburrimiento.
Llevo muchos años viendo a personas que no han querido comulgar con las tendencias, o aún comulgando, han tratado de poner su gotita de risa o de fresa en la ésta gran verbena, y durante todos estos años, unos han caído en la autodestrucción, otros han deshecho su propio camino, destrozando cualquier atisbo de ilusión, otros siguen, marginados o auto-marginados, en las barras de los bares contando historias de todo tipo que a la postre solo hablan de amor o de dolor, mientras gritan la rabia contenida al final de la noche, cuando las copas han rebasado sus límites de autocontrol.
Son mis héroes, son los raros, los que no tienen buena imagen para presentarse a concejal de pueblo, los que hablan con extraños y hacen amigos en una hora, los que escuchan para no escuchar sus propias voces, los que ríen y tienen pata porque se han arriesgado a vivir, han soñado y han conseguido construir alguna vez sus sueños, por eso siempre tienen algo que contar, son los que repiten hermosas historias que ya no se creen del todo, los que sonríen cuando se abre la puerta y se va llenando el local. Son mis héroes, los buscadores sinceros de la alegría, los juglares de la risa y el talento, las personas que escriben la realidad persiguiendo sus propias palabras que saben compartir, esos locos de ojos vidriosos en los que se refleja cualquier luz.
Paseando por la nieve te lo cuento.