miércoles, 11 de septiembre de 2019

La típica noche de verano



No abundan las palabras ante tantas imágenes, no es fácil concentrarse cuando se necesita desinhibirse como fórmula de descanso. Dejar la mente fluir tranquilamente…
Cuando las imágenes son postales, los sentidos se agudizan, la luz cala en la piel y calienta nuestros cuerpos, cuando la noche es brisa y frescura, y los astros se reflejan en cada mar y en cada tierra, o quizá la luna (como en la foto adjunta de Altea de una noche en Agosto). Son percepciones de verano típicas y tópicas, nunca mejor dicho, todo lo tópico parece que se enjuaga en la piel, el cuerpo responde con otra energía y qué decir de la mente, la pobre tan necesitada de un poco o mucho de cordura, de alegría y de libertad, cada uno elige si puede. No siempre se puede y suele ocurrir que en las fechas tan señaladas se dan los peores momentos y los mejores, supongo que habrá una nutrida capa de grises, pero nosotros solemos percibir mejor los límites, la profunda intensidad.
Lo bueno de los años, de sumarlos, entre otras muchas cosas, es que las perspectivas se agrandan y se modifican en distintos tiempos y circunstancias: Uno puede comprobar consciente-cada vez más creo- como uno ha visitado a lo largo de los años un mismo lugar en muy distintas circunstancias, sobre todo en lo que corresponde al ánimo, a las emociones y a las personas que nos acompañan o acompañaron en cada época-algo realmente importante quizá sin parecerlo-; al final todo se traduce en emociones y sentimientos, en actitudes, capacidades y potencialidades, todo puede brotar, germinar en cada coctel vivido de una forma clara, consciente e íntima y espontáneamente, hablo de esa relación que tenemos con nosotros mismos y que tanto depende de otros, en muchos casos, seguramente demasiados. No nos enseñaron amarnos como amamos a los demás y quizá es ese siempre el eterno problema(el amor a uno mismo), es difícil dar lo que uno no tiene, solo que en este caso se complica, como casi todo en la mente humana, aparecen otros muchos condicionantes que no hay que dejar dar de revisar y sobre todo de entender. La vida no es plena si no se comprende y se acepta suficientemente tal y como es y eso depende de cada uno, desde el conocimiento y la experiencia, la una sin el otro tiene poco recorrido y peor resultado.

Hoy ha llovido un poco, lo suficiente para crear un aroma de agua y tierra que extenúa, después de días de sol y aire extremadamente caliente se produce una fusión, siempre en nuestros sentidos y después en la mente, una mutación emocional que llega hasta los sentimientos más hondos. El amor no me cabe la menor duda, nace en momentos como estos, sobre todo el amor a la vida y su repercusión en cada una de nuestras vidas individuales, desconocidas para los otros, incluso para los más allegados, porque en noches como ésta uno se siente único, uno mismo, ni mejor ni peor que nadie, simplemente uno, yo, tú… cada uno su-yo.

En noches como estas, rompo el silencio y las palabras salen -benditas palabras que me curaron de tantos males- queriendo compartir algún que otro pensamiento alguna pequeña reflexión con algún lector no demasiado exigente y con pocos prejuicios, quizá algún conocido y por qué no siempre algún desconocido, ahí es dónde está la dimensión que da sentido a escribir, llenar el papel en blanco de letras, palabras y oraciones, con sentido espero, y con la maravillosa intención de compartir, no creo que haya nada más hermoso que compartir, especialmente desde la complicidad.
El otro día gritaba a mis hijos-literal- que hay dos palabras que definen lo más importante en la vida: Reciprocidad, (respeto, me comí una palabra en la cena) y complicidad. Juntas son la esencia del disfrute total, unidas conforman todo un carácter.
No hay nada como una noche de verano, o un día, o una tarde, o en otoño o en invierno o en primavera, pero siempre con reciprocidad y complicidad.

La complicidad y la reciprocidad es y debe ser, no solo con las personas sino con la naturaleza, con todo aquello que nos rodea vivo o construido, transcendiendo lo humano, por mucho que nos duela, se puede sin duda y se debe conseguir una comunión con todo aquello que nos aporta y que nos hace crecer llenando la vida.

Qué hermosa la palabra armonía, qué difícil construirla, qué inverosímil entender que cuando no se siente, ni se consigue, es parte del camino para llegar a ella en algún momento. Momentos que son profundamente grabados en la memoria y que asaltan los cielos de cualquier luna y en cualquier tiempo. Lo demás es cosa de cada uno o no. Usted tiene la palabra.