sábado, 19 de diciembre de 2015

Por qué podemos



“Disculpen que me lo tome personalmente.”

Soy de esos que se levantaba cada mañana pensando que este mundo no tiene arreglo, que los seres humanos somos así, que nos pierde el tener y la ignorancia, que siempre habrá ricos y pobres, que el poder está siempre al lado de quien conviene, y lo que es todavía peor, que hay personas que se creen mejores y peores dependiendo exclusivamente del “éxito” y la imagen. Incluso fui uno de esos idiotas que creyó aquello de que el trabajo y el esfuerzo se ven siempre recompensados.
Me viene ahora a la cabeza algunas frases que solía decirme mi querido padre que chocaban en mi cabeza, y como un adolescente perpetuo, me hacían enfadar solo al decir la primera palabra: “Tanto tienes, tanto vales”, “Tu mejor amigo es un duro en el bolsillo”. Si bien es cierto que como todos los refranes contiene algo de verdad, suele contradecirse en la realidad humana. Lo que más me enojaba es que en su vida diaria practicaba todo lo contrario y aún así, en la preocupación de un hombre de la postguerra -con todas sus miserias y penalidades- para que la vida no me pateara, me retaba con estas  y otras frases a una reflexión continua, unida en mis adentros a un cierto cabreo con la persona que más admiraba, mi padre. En el fondo, ambos sabíamos que la realidad se conjuga con afirmaciones más compuestas y complejas. Con un solo aforismo es difícil, por no decir imposible, explicar la realidad. Resulta ingenuo hoy, después de tantos años, entender el principio y el final del franquismo, la transición, el cambio y los recambios, desde entonces, hasta esta estafa de los poderes económicos y políticos, perversamente, llamada crisis. Curiosamente no suele haber responsables cuando algo va mal pero siempre hay quien se apunta las medallas cuando algo va bien.
La ambición por el tener como símbolo y modelo, no solo por el bienestar, sino por el sentimiento de pertenencia a una clase mejor, y que con un cierto desprecio, y diría, con un toque compasivo hacia los de abajo intentando desesperadamente aumentar su propia autoestima, su propio valor, a veces sin darse cuenta y otras siendo muy conscientes. Miran desde arriba hacia abajo- con mayor o menor inclinación-a aquellos que no llegaron o se quedaron por el camino presos del azar y/o de las circunstancias. No tenemos y nunca hemos tenido todos las mismas oportunidades, no hay mayor falacia. No es lo mismo nacer en un lugar u otro, en una familia u otra, tener unos amigos u otros… y así hasta los más mínimos pero potentes condicionantes sociales y educacionales.
Me he pasado la vida intentando, probablemente sin conseguirlo, como tantas otras cosas, aprender a ser buena persona, rodeándome de mi familia hasta donde he sabido y de buenos amigos. He tratado de ganarme bien la vida arriesgando y apostando por crear y crear, como muchos emprendedores y autónomos que conozco. Más de treinta años de saltos y saltos sin red, de equilibrios en la cuerda floja, de éxitos y fracasos, de conquistas y pérdidas, de lealtades y traiciones, de sueños realizados y sueños rotos, de errores y aciertos, de dolor y placer, como la mayoría de los emprendedores y autónomos que conozco, y no son pocos.
La mayoría de ellos hoy están desahuciados personal y económicamente, y en el mejor de los casos nos hemos mantenido a base de verdaderas filigranas y trampas para mantener nuestros negocios, son los grandes olvidados por gobernantes y políticos, al igual que muchísimas personas y familias en situaciones absolutamente dramáticas, al borde de la exclusión social y en el tiempo instalados en el sufrimiento continuo, una tortura segundo a segundo, minuto a minuto, día a día… y todavía hay quien se extraña y me preguntan por qué soy de Podemos, tendría que estar muerto para no ver, para no sentir, para no entender cómo ha llegado  esta sociedad y otras a esta situación.
¿Por qué Podemos?
No imaginan lo fácil que me resulta explicarlo y lo bien que me siento desde que he visto como la gente y de una vez por todas, desde los movimientos sociales y luego desde una organización política, llamar a las cosas por su nombre: Casta, oligarquía, élites, privilegios, prebendas, tráfico de influencias, corrupción… Los de abajo defendiéndose del abuso de los de arriba: Cuánta realidad, cuánta verdad, cuánto acierto. Y sobre todo poner el acento en lo importante, el bienestar de las personas, frente a la ambición económica sin límites.
He sentido en mis carnes y me han dolido mucho los prejuicios y los juicios en mi vida, en los años 80 tener una pequeña empresa era casi correspondiente a ser facha y un explotador, ahora nos llaman emprendedores y dicen que somos los que más empleo creamos, lo llevan diciendo hace ya bastantes años, pero ningún partido, y digo ninguno, profundamente indignado, han hecho absolutamente nada, de hecho, en otras crisis-llevo en mi vida 3 ó 4- y en ésta especialmente, han sido a los autónomos y las pequeñas empresas a los primeros que nos dejaron caer, por diversos motivos: No tenemos prácticamente ningún derecho, ni paro, ni capacidad para reestructurarnos, ni siquiera estamos bien organizados en asociaciones que funcionen, ni tenemos poder para que nos rescaten como a las grandes empresas o los bancos. Y encima estos últimos, rescatados con nuestro dinero, juegan desde un programa informático con nuestras vidas y nuestros bienes bajo su poder y a su merced. Y se lo han permitido. Increíble pero cierto. Y todavía me preguntan por qué votaré y soy de Podemos, y todavía tengo que aguantar, como le dijo Pedro Sanchez a Pablo Iglesias, que no doy las pintas, pero al revés. Cuanta ignorancia, cuántos velos, cuánto residuo de la educación turbia y franquista hasta hoy. Cuánto plástico, cuánto marketing, cuánta mentira, cuánta inmadurez política.


Soy y votaré a Podemos porque en más de treinta años es la primera vez que siento un verdadero cambio: El paso de ser un número a ser una persona.
Espero y deseo que la mayoría sientan lo mismo el 20D, nos jugamos mucho, entre otras muchas cosas, el bienestar de la mayoría y la justicia social.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Miradas que escuchan

                                                       Foto Ximo Ferrer

Mirar creo que es una de las actividades con las que más se aprende, si cuando miras ves y además cuando miras escuchas, no solo las palabras, ni los sonidos, sino los gestos, los movimientos, los colores, los ojos, la luz…
Tengo la sensación que cada vez se hacen las cosas más deprisa y también creo que las personas no estamos hechos para percibir, ni para aprender, ni para actuar deprisa. Esa velocidad es quizá más para las máquinas y ordenadores pero no para seres como nosotros de carne y hueso. Y cada vez tengo la impresión de que nuestras vidas se asemejan más  a una máquina que a los ritmos cardiacos de un corazón tranquilamente vivo.
Los ejemplos son muchos, desde los 140 caracteres de Twitter, conversaciones largas por WatsApp, mensajes prefabricados en Facebook y otras redes sociales,  información ultra-rápida y de poco contenido, comunicación a través de correos electrónicos, webs y chats. También  en las reuniones, charlas, debates, se nos mete prisa, unas veces porque se pretende no aburrir a los receptores del mensaje, otras porque no sabemos escuchar, ni tenemos paciencia para ello, otras porque en los temas  o en las conversaciones no se profundiza o se utilizan los argumentarios televisivos o tópicos, otras porque nuestros egos no permiten un dialogo con más de dos personas sosegado, otras porque creemos que ya sabemos lo que otros van a decir de antemano(y no deja de ser cierto en muchas ocasiones), y así podría alargarme todo lo que queda de espacio. No lo voy a hacer porque les aburriría y también tengo miedo a intentar comunicar y no decir todo lo que se espera y no lo que me gustaría decir, hay un tanto de miedo e hipocresía en esto de la comunicación. Da como miedo ser transparente, normalmente el precio es doloroso.
Sin embargo estoy convencido de que la comunicación se debe enseñar y más aún se debe aprender, nos deberíamos comprometer todos a mejorar nuestra manera de comunicarnos, porque es seguro que conseguiríamos algo mayor que es mejorar la manera de relacionarnos. Hablo de asuntos, a mi entender, sumamente importantes para mejorar nuestras vidas y las de los demás.
Desde que dedico gran parte de mi tiempo a la política, hace poco menos de seis meses, se han multiplicado por diez las reuniones, plenos y demás actos políticos y sociales, en todos y cada uno de ellos se dan la mayoría de los elementos que he mencionado anteriormente. Si sumamos que en estas circunstancias concretas se tratan asuntos de interés social y político las deficiencias aumentan considerablemente en la comunicación. Ya no solo es mirar y ver, oír y escuchar, hay que añadir los intereses ocultos en cada conversación, tanto conscientes como inconscientes, los prejuicios si perteneces a un partido político u otro, los prejuicios de los que creen conocerte y no saben absolutamente nada de ti, pero aún así son capaces de hacerse una clara y precisa imagen de uno u otro con los dimes y diretes contados por unos y por otros.
Resulta inverosímil como somos incapaces de tomarnos muy en serio el diálogo, y lo que es más importante, el diálogo con criterio, que no es más que pensar antes de hablar y hablar de lo que no se sabe y preguntar cuando no se sabe. Tengo delante tres sobres de azucarillos con aforismos que un buen amigo me recoge y me regala, de mes en cuando, porque sabe que los colecciono dentro de una cajita que me regaló otra buena amiga para guardar ideas, palabras, frases que se sienten o interesan. Me viene bien para ir acabando estas palabras cargadas de necesidad de cambiar desde los más hondo las relaciones interpersonales, comenzando desde la comunicación. Quizá para empezar la frase más adecuada sería las de Bernard M.Baruch(1870-1965), asesor presidencial estadounidense: “Millones de personas vieron una manzana caer, pero solo Newton se preguntó por qué.” La siguiente es de esas que son inaplicables estrictamente pero quizá pueda ayudarnos a pensar antes de hacer: “Si haces lo que no debes, deberás sufrir lo que no mereces” de Benjamin Franklin. Y la última, que utilizo mucho últimamente en esto de la política, aún reconociendo muy poco resultado: “Saber lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe, he ahí el verdadero saber.” Confucio(551.AC-478 AC), filósofo chino.
Por concluir, me parece que si nos diéramos tiempo a preguntarnos por qué ante cualquier persona o situación, si antes de hacer fuésemos capaces de pensar las consecuencias de nuestras acciones en la vida propia y ajena, si antes de hablar, opinar  y juzgar supiéramos diferenciar entre lo que sabemos y lo que no sabemos-pasando de la creencia y el prejuicio a valorar los hechos, y de las ideas mentales pasáramos a la verdadera experiencia personal e intransferible- es posible seguramente que aportaríamos a nuestra vida personal y social una comunicación más pausada, más clara, más interesante y lo mejor más eficiente para vivir creciendo.


Hoy tenemos las mejores herramientas de comunicación, lo difícil es saber usarlas.