jueves, 23 de agosto de 2018

Cuando la muerte es la única opción



Una flecha intangible de dolor y vergüenza traspasó su pecho. Un momento único, quizá hasta poético, lleno de ese romanticismo que tanto daño ha hecho a generaciones y generaciones, creyentes a ciegas, dispuestos a subordinarse al ideal. Severo y cruel ideal que nos hace a todos creer que somos menos y él más. Inalcanzable ideal, la zanahoria que está delante de nuestros ojos haciéndonos girar y girar. Perturbando todas las emociones, condicionándolas, convirtiéndonos en marionetas de sus dedos largos y afilados. Atroz ideal que no ha sido nunca aún cuando todos lo alabamos. ¿Cuándo aprenderán nuestros sentimientos de qué están hechos?¿Cuándo aprenderán nuestros deseos de dónde vienen? Una bocanada de aire llenó sus pulmones y la flecha desapareció, quedó en otras manos, ayudado a mirar de nuevo con los mismos ojos. Tras un instante álgido, límite, suele venir la calma, el silencio, la mente en blanco, casi renacida, limpia de culpas, fracasos y errores. Cuando la muerte es la única opción, la vida aparece briosa, brutalmente enfadada, recordándonos de qué estamos hechos. La nada no es para nosotros los humanos. No tenemos piedad, ni contemplaciones, ni reglas, ni honor, ni orgullo, para luchar por nuestra vida, todo es más fácil, más claro, nítido completamente, no hay más que un camino, solo una opción, solo una respuesta: vivir sí o sí. La muerte no es en nadie ni estará en nadie, solo en los otros, los cómplices, los compañeros, los amantes, las familias, los amigos… estará en ellos no en nosotros. Ellos son nuestros notarios vitales, los otros son los que nos verán muertos, nunca nosotros. Nosotros, siempre vivos, lo percibiremos todo pero no la guadaña.
¿Es posible que la muerte haya sido en algún momento de nuestra vidas la única opción? ¿Cuál es su experiencia estimado lector? Piénselo tranquilamente si le place.

Pequeñamente humanos, corren, corremos sin parar, movidos por las pulsiones, las tendencias, los deseos, las emociones, los conocimientos… Vivimos deprisa como si fuésemos a morir ahora o quizá para no morir, la paradoja está servida como primer plato, segundo y postre. La pura contradicción. Vivir es aprender en constante cambio.
Nuestra mente se prepara siempre, se anticipa, se adelanta a lo que intuye. El miedo es un gran ejemplo. Siempre aparece antes, incluso cuando ni siquiera se hará realidad aquello que tememos. El miedo nos esculpe desde niños. No solo él se hará cargo del cincel que nos modifica día a día, aún así, su esencia es la nuestra, sin contemplación. Lo masticamos, lo olemos, lo saboreamos, lo escuchamos, lo vemos. Lo lo lo.
Curiosamente aquello que más nos protege puede ser a la vez aquello que más nos  puede destruir y suele serlo. Como cada herramienta humana el sentido está en su uso, la fiabilidad está  en saber usarla, en saber medirla, en conocer su auténtica naturaleza.
Si cogemos un cuchillo al revés, por el filo, sangraremos, cortaremos la carne y las manos, si encendemos un fuego en un lugar inapropiado, probablemente acabaremos devorados por sus llamas. 
No debemos temer a la vida y sí deberían enseñarnos a usarla. Alguien dijo en algún momento de la historia “que el valor de las cosas está en su uso” habría que añadir que usar es hacer servir una cosa para un fin determinado. El fin de la vida es la muerte, podríamos afirmar lógicamente, en tal caso, que cada realidad de nuestra vida debería servir para llegar al fin último, a la muerte. Parece que la lógica en nuestra naturaleza no alcanza, ni con el silogismo es suficiente.
El fin de la vida es la muerte, la vida puede acabarse pero nunca será su fin, las premisas falsas nos llevan a conclusiones erróneas, de ahí la importancia de saber usar bien y ágilmente nuestra herramientas, en este caso el análisis. Cuando la muerte es la única opción, cuando lo pensamos y lo sentimos, puede ser real en situaciones radicales, no así cuando percibimos situaciones extremas, presión absoluta, caos, depresión y desesperación. Cuando en la vida sentimos como respuesta una única opción, estamos absolutamente equivocados porque es sencillamente imposible, siempre hay más de un camino, seguramente no habremos descubierto el cajón de las herramientas, ocultas a nuestros ojos, es el momento de buscar a ese otro que nos puede ayudar a encontrarlas. El encuentro es el escalón que nos lleva a crecer.

miércoles, 1 de agosto de 2018

La música del error


dedicado a Jorge Rodriguez y otros pocos
Hace tiempo que no escribía, el tiempo se llena de contenido con tanta actividad frenética, el día a día y sus instantes robados te atrapan a poco que te descuides o que tengas un mínimo sentido de la responsabilidad. La cabeza se llena y los calendarios también a poco que quieras ordenar y priorizar la acción. Hay épocas y momentos para todo, en cada elección hay consecuencias, en cada elección renuncias a algo, no se puede hacer todo, por mucha capacidad de trabajo que se pueda tener no hay manera de no sentir más o menos insatisfacción.
He concluido en los últimos años que la insatisfacción es una herramienta muy poderosa en los seres humanos, un motor que empuja hacia la acción y de la acción hacia la creación y de la creación hacia la experiencia real. Si no se crea no se experimenta, solo -y no es poco- se contempla, hay dos formas de entender básicamente la vida, la contemplación infiriendo lo menos posible y adaptándose a ella o la creación que intenta  modificarla en la interacción. Una contiene sustancialmente poco riesgo, en el mismo sentido poca experiencia, sobre todo en lo que la ciencia denominó ensayo y resultado, nosotros lo sentimos más como prueba y miedo al error. Los más quietos buscan la seguridad y la tranquilidad, los más dinámicos buscan la experiencia y su resultado sea cual sea. En la primera no hay miedo o desde otro punto de vista lo hay todo, te paraliza. En la segunda, también hay miedo, pero se siente distinto, motiva hasta el punto de apasionar. Ambas en términos radicales son absolutamente insanas. Y ninguna es en sí misma la mejor, si no simplemente una elección vital que debería ser visible en las aulas y en la familia. Para elegir hay que conocerse a uno mismo y ésta es la asignatura pendiente en todo sistema educativo. No nos enseñan a preguntarnos y responder qué es el ser humano. Qué somos y cómo funciona nuestra mente. Preguntas esenciales para poder elegir, para entablar la relación más importante realmente, la de cualquiera de nosotros consigo mismo. Se puede vivir a la deriva inconsciente como tendencia o por el contrario con los ojos bien abiertos, desde la apertura a la consciencia sin olvidar que somos ambas cosas en sus justos términos y épocas vitales.
La equivocación está muy mal vista en las convenciones sociales, suele enfadarnos con nosotros y con los demás, reconocerlo a veces resulta absolutamente pavoroso, tanto que en muchos casos es sencillamente inaceptable, no se puede reconocer de ninguna manera. Pare ello sacamos recursos de todo tipo intentando justificar lo injustificable, complicándolo todo, sin saber que sencillamente es un error. Sin embargo como todas las herramientas humanas la equivocación tiene dos caras y ambas son necesarias, las contradicciones son el fruto de nuestra necesidad de saber y conocer, en ultimo término de experimentar para poder elegir. Lo contrarios se necesitan, se sustentan, se alimentan, incluso se dan sentido y valor uno al otro, el mejor ejemplo quizá sea la vida y la muerte. El esfuerzo que todos hacemos para vivir de una forma plena solo tiene sentido porque todos vamos a morir, sin la muerte la vida no tendría pasión, sin la vida, sin consciencia, nos abocamos a la nada. quizá por eso de algún modo se puede estar tendiendo a la muerte en vida en algunos casos, la autodestrucción está siempre presente en cada uno de nosotros, es tan fácil como observar como nadie lleva esa vida absolutamente sana a las que se refieren todos los manuales y la propia ciencia. Hacemos excesos todos, comemos algo insano todos, bebemos algo insano todos, nos relacionamos de una forma insana todos… y así un larguísimo etcétera.
La equivocación hay que verla como el resultado de un ensayo, nadie nace aprendido. Los quietos se equivocan menos volviendo al principio, los dinámicos se equivocan más  sencillamente porque hacen más y los que crean continuamente se equivocan muchísimo pero también aprenden mucho más. La experiencia es un valor que no está en alza, son los impecables-les hablaré de ellos en la próxima entrega- los que brillan, los valorados en una sociedad llena de desconocimiento sobre sí misma.
Hoy se penaliza a quien se atreve a hacer, a experimentar, a innovar y a intentar evolucionar para mejorar, al que se equivoca y sobrepasa algunos límites en su propio dinamismo, en su intento de crecer personal y socialmente. Hoy y quizá siempre hemos tenido que quemar en la hoguera a quien se atrevió a conocer, saber o innovar, al que puso en entredicho las convenciones, incluso la ley, por muy ciega o por muy injusta que fuera.
El error es una bella música a contrapunto, que bajo el mismo lenguaje, convive con tanto “éxito” superficial y con la cárcel del que dirán, que ahogan lo mejor de nosotros mismos.