jueves, 24 de septiembre de 2020

El Dolor de no ser Perfecto








La mente humana es un complejo desordenado, caótico a veces, se ve afectada por las tendencias, los sentimientos, las emociones, por las pasiones, la propia biología y quién sabe que más(autodestructivas o no). Ser consciente, ordenar todo eso, dar el valor que tiene cada uno, o la mezcla de varios, es una tarea que creo no se resuelve del todo en una sola vida. Intentos hay muchos y en diversos momentos o ciclos, con sus escalones y escaleras. Alguien dijo que las personas damos dos pasos hacia delante y uno hacia atrás, dos pasos hacia delante y uno hacia atrás, el resultado es que siempre damos un paso hacia delante o eso al menos dice la teoría. Lo duro es cuando tenemos que dar ese paso hacia atrás, ese que lo marca todo, que hace mella en lo más profundo de nosotros mismos, si es que somos algo más que materia.

Mi mejor amigo mejor- como decía uno de mis hijos cuando era más pequeño- me respondía después de una torrada de un par de horas dando todo aquello que me llenaba y tenía que sacar en un continuo y desatado verbo: “La teoría veo que la tienes muy clara, impresionantemente clara”, sentenciaba... Mi cabeza se quedaba pensante sin movimiento alguno, tenía razón, la teoría estaba muy clara, la practica es algo más complejo. Los pocos que me hayan seguido en mis escritos saben que suelo darle vueltas a lo mismo desde hace muchos años desde distintas perspectivas, en el fondo siempre expreso lo mismo: No es lo mismo la teoría que la práctica, no se puede juzgar a nadie “ sin conocer su infierno”, es muy fácil hablar o comentar desde la comodidad de las redes o el estatus económico o desde la seguridad. Sí, aquellos que no han arriesgado nada, textualmente nada en toda su vida. Los demás, los que arriesgamos cada día y nos cuestionamos cada hora, tenemos calificativos menos amables y no somos lo que se llama en política un mirlo blanco. Mi desprecio a todos aquellos que hablan sin saber, somos demasiados los que opinamos sin siquiera una sola vez besar con pasión los límites.

Llevo toda mi vida leyendo y escuchando lecciones que aleccionan de personas que jamás han tenido ninguna experiencia real sobre lo que están hablando. Suelo usar la frase robada pero importante: “Treinta años de experiencia no es un año repetido treinta veces”. Esta frase me ha causado más dolor que el mal entendido amor, si algo tengo claro es que de amor se ha hablado hasta la saciedad y qué pocas personas comprenden que es el amor en realidad. Con la vida genéricamente pasa tres cuartas partes de lo mismo, no se entienden las decisiones que no siguen las convenciones sociales, se supone que lo que todos hacen o dicen aporta más verdad que la ocurrencia o la experiencia de un solo individuo, y hay que decirlo hay una gran parte de verdad en esto, nadie quiere pasar el inmenso dolor que conlleva intentar ser lo más perfecto posible, entendiendo como perfección su primera acepción en el diccionario de la lengua española: “Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea.”

La mayoría tendemos a movernos en pro de un ideal, para cada uno es semejante o distinto no importa, queremos que nuestras vidas tengan un cierto sentido, ya sea a través de nuestras familias, de nuestros hijos, de nuestros amigos, de nuestro trabajo y un largo etcétera. Pero lo que no podemos evitar, de ninguna manera, es tender a ser perfectos de acuerdo cada uno a su ideal. Esto es algo maravilloso en sí mismo y quizá el norte en cada brújula vital, pero a la vez es una losa muy pesada que arrastramos como una especie de penitencia, todo aquello que no se acerque al ideal construido en nuestra mente, en nuestra vida más real, es un cuchillo afilado que rasga nuestra delicada piel y llega hasta la carne, el dolor es inmenso.

Aquí debería nacer la perspectiva humana, aquella que ordena y mide, la que nos hace entender nuestras capacidades y condicionamientos, aquella que resuelve que somos un ser en potencia que piensa, actúa y siente todo el tiempo, aún durmiendo... y que es blando y duro, triste y alegre, incapaz y capaz, y no sé cuántas cosas más, no importa ahora.

Lo que importa ahora es decirles que nadie es perfecto, que nadie tiene la verdad, que por mucho que nos creamos, sabemos muy poco, y que lo importante de verdad es conocernos para poder medir y ordenar con cierta claridad.
No hay mayor dolor que no cumplir con nuestro propio ideal. Tengan cuidado con la fantasía, tan necesaria y tan peligrosa como intentar vivir sin la cárcel del qué dirán.


sábado, 4 de abril de 2020

Corona el Alto Jorge


Veo desde mi ventana el Alto Jorge, hace ya algunos años que no he subido, un día por otro la casa sin barrer. Y es que el tiempo pasa muy deprisa cuando estamos hiperactivos. La mayoría tenemos una vida con poco tiempo libre, al menos con el suficiente tiempo para que, pausadamente y sin interferencias, uno pueda reflexionar tranquilamente y dedicar parte del tiempo de ocio a recorrer nuestra hermosa geografía. Buñol tiene ese encanto, estar rodeado de naturaleza por todas partes, y en cada parte un rincón de excepcional belleza paisajista. Ni qué decir, si hablamos del trino de los pájaros, la cabras saltando a la Jarra y esas brisas suaves que trae la primavera…
Hoy ninguno de nosotros podemos movernos de casa, salvo para hacer las cosas más básicas. Miro al Alto Jorge y me apetece muchísimo estar ahí, en la punta, respirando  fuerte después de la pendiente y contemplando sus vistas abruptas, y a la vez, delicadas vistas, desde arriba. Es curioso que siempre nos apetece más aquello que no podemos hacer o está prohibido, la mente humana tiene ese brioso deseo que tenemos que domar a lo largo de los años. Cuesta mucho tiempo, dolor y sufrimiento aprender a postergar, cuando no a renunciar a algunos deseos. Es como una especie de síndrome de abstinencia, de alguna manera siempre está ahí… de hecho algunas veces, nos desinhibimos y soltamos toda esa pasión acumulada. No deja de ser, como siempre, una práctica insana si sujetamos tanto los deseos que no dejamos ni una pizca de sabor para degustar la vida. Me dan una envidia enorme aquellos que saben condicionarse así mismos durante toda su vida. Nunca fui capaz y aunque he ido aprendiendo a moderarme, creo que moriré con esa necesidad de mandar a la mierda tanto condicionamiento, en general producto del miedo a mostrar todo eso que nos enseñaron era pecaminoso y en realidad no lo es, ni por asomo, de hecho, es lo más sano que podemos hacer.
Por determinadas coyunturas y circunstancias, además de mis propias convicciones(erróneas o acertadas, no quiero quitarme responsabilidades), he vivido algunas crisis en mi vida de toda índole, todas muy duras y dolorosas, todas pusieron a prueba mi resiliencia, mi capacidad para adaptarme, aprender de los errores y sobreponerme. Todas ellas tuvieron un alto precio, tanto en lo personal como en lo económico y no siempre las dos a la vez.
Parece que después de más de diez años intentando superar la última y ya viendo una ventana donde asomarse a la luz nos va tocar, nos está tocando, vivir otra crisis. Su calado es otro, nos afecta a todos, ricos y pobres, guapos y feos, altos y bajos, mujeres y hombres… Es una crisis sanitaria que afecta a todos, pero como siempre desemboca inevitablemente en una crisis económica y social que no afectará todos por igual. Parece que el gobierno esta vez por fin, nuestro estado, está empeñado en que no la paguemos otra vez los mismos, perdonen que no lo crea del todo, pese a estar convencido de que intentarán que así sea, dudo que dado nuestro sistema económico y de valores  vaya a poder ser del todo verdad. Algunos no tendrán cobertura alguna, bien porque no saben gestionar toda la burocracia necesaria o bien porque el sistema ya los echó hace tiempo y de por vida. Siempre digo que los mirlos blancos, esos que no tiene ni una mancha en su vida-disculpen que me ría- son los que llegan alto y se hacen con cargos empresariales y políticos, justamente aquellos que en su vida no han pasado ni una sola penuria de verdad. Precisamente por esto es por lo que no confío del todo en ellos, no por su falta de voluntad, sino por su falta de conocimientos, y no de esos que se enseñan en las universidades, sino de los que se aprenden sangrando. Como mucho el que más experiencia tiene se ha hecho un corte en el dedo en la cocina. No por ello quiero quitarles valor, son personas muy preparadas y con el asesoramiento de la mayores eminencias en ciencia y economía, por lo tanto seguro que estamos en buenas manos. Solo digo que de vez en cuando se deberían rodear de algún que otro autónomo arruinado o empresario quebrado o en general personas desahuciadas por el sistema.
No quiero terminar sin contagiarles mi mejor enfermedad: el optimismo. Pero no un optimismo lelo, ingenuo, sino un optimismo probado, corroborado, capaz de sacarte de cualquier situación si se pone actitud y se busca la ayuda que se necesita-no es fácil esto último ni quizá lo primero-. Nos juzgan demasiado rápido.
Hace algunos años aprendí que los seres humanos caminamos así, dos pasos para adelante y uno para atrás, dos pasos hacia delante y uno para atrás, lo que como resultado da que cada dos pasos en realidad solo damos uno, pero lo bueno es que caminamos siempre dando un paso, y paso a paso les aseguro que se hace mucho camino. Aunque cada dos pasos demos uno para atrás y eso nos desanime, aunque cuando damos dos pasos eso nos anima. Saber que siempre daremos un paso adelante es muy importante, porque siempre avanzamos.
Estimados lectores, espero que se encuentren bien y no haya tenido que vivir la pérdida de algún ser querido, aún si es así les invito a reflexionar sobre cuál es la oportunidad en esta crisis, sobre qué sentido tienen las crisis en nuestras vidas sin conseguimos que no nos destruyan.
Un abrazo grande y fraternal a todos, especialmente a todos aquellos que trabajan por el bien común.