miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desde Hoy para Ayer




"Persigue a las mariposas y nunca las atraparás, contempla a las mariposas y vendrán hasta ti."


Una vez Miguel encontró una fotografía tirada en el suelo de un viejo piso en un barrio conocido de su ciudad natal. Una estampa en blanco y negro velada en la parte derecha, aún así se apreciaba una calle de tierra todavía sin asfaltar, una abuela y un abuelo sentados en dos sillas en la calle, justo en la puerta de casa y entre ellos, una niña pequeña, quizá su nieta, jugando mientras sentía el arrope y el cariño de cuatro ojos llenos de experiencias mirando la magia de la vida creciendo. Dieron vida y esa vida volvió a dar vida. La sensación debe ser magnífica -se decía- mientras miraba la imagen de tres extraños que vivieron en otro tiempo, en el ayer. Se preguntó si la niña todavía viviría o qué habría sido de ella, y se preguntó con cierta decepción por qué los recuerdos acaban tirados por el suelo. En ese momento recordó un comentario que le llegó muy hondo a la salida de un entierro: "En dos generaciones ya nadie te recuerda". Replicó la misma emoción triste y el mismo miedo al olvido y una pregunta de fondo que escocía como una herida: ¿Qué valor tiene lo vivido después de la muerte?




Se sintió confundido, limitado y un tanto vacío... le asustaron las posibles respuestas. Siguió la reflexión: Quizá olvidamos las respuestas llenas de optimismo, parece que es más fácil regodearnos en el fango del sufrimiento que en el mar del placer. Los telediarios son un claro ejemplo, solo suelen ser noticia los sucesos morbosos y trágicos, ¿Cómo se puede entender que lo que atrae represente mucho más a lo negativo que a lo positivo? ¿Parecería que tenemos cierta adicción al masoquismo? ¿Por qué?

Siempre supo hacerse buenas preguntas pero el desorden y la indecisión le impedían encontrar verdaderas respuestas. Se consideraba un ser voluble al sentirse atrapado constantemente entre creencias opuestas. No se daba cuenta de que las personas necesitamos de los contrarios esencialmente, cómo valorar una emoción sin experimentar la opuesta. Sería imposible sentir amor sin conocer el odio, al menos tal y como nuestra mente se acerca a la comprensión y al entendimiento.

Hasta para creer se necesita orden, armonía y sobre todo elección, decisión y compromiso con uno mismo. Para elegir siempre hay que renunciar a algo, es justamente lo que da valor a la libertad y corrobora el propio albedrío.

La muerte parece que desintegra todo rastro de sentido a la vida. Tanto esfuerzo para encontrarnos con un destino seguro e inevitable. Había escuchado en varias ocasiones, dicho con distintas palabras, diálogos de películas y libros que afirmaban que la vida es nuestro bien más valioso precisamente porque tiene un irremediable final.

Perseguimos a las mariposas, fantasías dispuestas a pasar de largo ante una mirada atónita, él lo sabía, se daba cuenta del grave error: Nunca las atraparía, como no se puede atrapar la dignidad, ni el respeto, ni una mirada que sonríe, ni un contoneo, ni un baile sentido, ni el sabor de los besos...

Recordó de pronto su respuesta a la carta de un amigo. Enlazó la imagen con la palabra para descubrir el por qué se escribe, así podría entender por qué se fotografía.

"Me sinceraré contigo:

Yo escribo porque, a veces, me siento solo aun estando muy bien acompañado, porque no entiendo nada o todo según se mire.

Escribo porque me enamoro de personas, gestos, imágenes, sonidos, sabores…

Porque me gusta poder ayudarme mientras ayudo, porque nunca he podido renunciar a un buen sueño, porque la vida me aburre si no la modifico una pizca, porque el sentido de la vida es el género y yo soy parte… obligado desde el placer a poner un granito de arena.

Escribo porque me siento mejor, aprendo, me comunico, hago amigos y enemigos, insulto y me insulto, lloro sin lágrimas y con ellas, río a carcajadas y sin ellas.

Yo escribo porque me hace crecer, me riego de experiencias traducidas a palabras, reflexiones y pensamientos.

Escribo por egocentrismo, por narcisismo.

Escribo por decadencia y por opulencia.

Escribo porque es cuando encuentro en mí la mejor compañía.

Estas son mis razones y alguna más que no voy a compartir contigo por pudor o qué se yo.

Gracias por compartir las otras conmigo. Un Saludo"

Acabó diciéndose que nada se olvida del todo, una huella queda siempre en el interior de las personas, a veces tan ínfima, tan anónima, que no la reconocemos, estaba seguro que en lo más profundo de todos nosotros hay una brizna de cada ser humano que ha sido, de todos, sin mencionar ninguno.



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