lunes, 14 de marzo de 2011

Jane Austen no se casó


Darcy junto a Lizzie. Ilustración de la edición 1895. Título original Pride and Prejudice (Orgullo y Prejuicio)

Jane Austen no fue un personaje sino una persona, vivió de una forma poco convencional y a través sus novelas creo muchos personajes de ficción con los que sintió vivir muchas vidas y en todas o casi, sus personajes conseguían lo que querían, no sin antes pasar por diversas complicaciones y circunstancias en las que se describían perfectamente la moral y las costumbres de la época victoriana y sobre todo sus consecuencias, la hipocresía y el sufrimiento producto de tantos y fatales convencionalismos.

De los condicionamientos sociales vividos por el hecho de ser mujer nacieron palabras y creaciones, surgió la necesidad de expresar la queja, de comunicar al mundo el desdén de los prejuicios y de la justicia, y sobre todo, reconquistar la propia libertad a través de sus personajes permitiéndoles conseguir sus metas y sus sueños, según expresa ella misma: "Mis personajes tendrán, después de algunas tribulaciones, todo lo que desean". El poder del dios escritor, la ganancia que las personas somos capaces de aportar a la realidad con la fantasía, construyendo una nueva realidad, paradójicamente creada desde un mundo mental carente de realidad objetiva, por llamarlo de una forma inteligible.



No buscó la notoriedad y tardaron muchos años en reconocer su literatura, de hecho la mayor parte de sus obras fueron editadas con seudónimos, hasta tal punto que cuando sus obras alcanzaron el éxito muy pocas personas conocían el nombre de la autora. Quizá por ello y por su insumisión a los convencionalismos, por su ironía, por su oposición a que la mujer quedara relegada a una educación para el matrimonio escribo estas palabras, nada me parece más necesario en una persona que su capacidad de crítica ante los modelos impuestos. Me intriga y me parece una escritora comprometida con sus ideales reflejados en su obra y en su modo de vida, atractiva e interesante mujer, nunca se casó al igual que su hermana Cassandra. Creo que huyó de la pareja en beneficio del amor, eligió caminos diferentes en una época en la que no era nada fácil para una mujer tomar decisiones comprometidas con el crecimiento personal. Extraigo una frase suya que resume bien y con cientos de lecturas lo que quiero decir: "Nadie se queja de tener lo que no se merece".

Sin duda algunas de sus manifestaciones y la lectura de su biografía nos pueden ayudar a entender la intensidad y el valor con el que Jane Austen se enfrentó a su vida e incluso a su obra. Valgan estas cuantas frases para que podamos intuir su personalidad:

"El bien no siempre conduce a un buen final. Es una verdad reconocida por todos".

"Si hay una facultad de nuestra naturaleza que puede considerarse maravillosa, esa es la memoria".

"He sido un ser egoísta toda mi vida, no en teoría, pero sí en la práctica".

"La felicidad en el matrimonio depende enteramente de la suerte".

Hace unas semanas vi la película que cuenta la vida de Jane Austen, salvando los amaneramientos del cine americano, ingles o europeo, me sigue impresionando como cuando una persona se sale de los convencionalismos se asegura una buena ración de incomprensión y sufrimiento. Es sabido que uno se pasa la vida eligiendo, ello implica que al hacer uso de tu libertad paradójicamente y como condición tenemos que renunciar a los demás caminos. Jane Austen nunca se casó y no por falta de pretendientes sino porque eligió dejarse ser una persona libre, sin las imposiciones que entonces le eran impuestas a través del matrimonio a la mujer. Me encantan las personas que son capaces de renunciar en pro de sus sentimientos, emociones, deseos o intereses. Parece obvio pero no es nada fácil, de hecho es profundamente complicado, cuando no nos enfrentamos a la cárcel del que dirán nos enfrentamos a los propios sentimientos de culpa, cuando no a calificativos como egoístas- que por cierto todos somos-, raros, irresponsables, locos y acabamos con una etiqueta en la espalda que uno no reconoce pero los demás por un principio que he definido y nunca he entendido: La igualdad comparativa. Si no hacemos lo que está previsto socialmente nos convertimos en "Raras Avis" por una ley no escrita pero tan vigente como cualquier otra, incluso más severa si tenemos en cuenta que todos necesitamos de una forma u otra un cierto reconocimiento por parte de los demás. Todo este asunto es muy paradójico: ¿Por qué no asustará tanto la diferencia? ¿Por qué necesitamos juzgar y hablar de los demás constantemente si en realidad no es asunto nuestro? ¿Acaso nos dan miedo las plagas de la libertad?

En pleno siglo veintiuno todavía se sigue sufriendo mucho por la incomprensión de los demás, por la duda en las convicciones y por la falta de amor propio... va siendo hora de aprender a desaprender, muchas veces, es la única manera.


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