lunes, 10 de septiembre de 2012

Motivos hay


Tengo delante a mi hijo, me está pintando un patito y una tortuga, todo el rato sonríe y llama mi atención: ¡Mira un patito! Y lo repite y repite hasta que levanto la cabeza de las teclas y le devuelvo la sonrisa. Comienza su recorrido, curiosamente siempre hace lo mismo, coge los mismos objetos y sigue preguntándome qué son y si pintan... a lo que yo le respondo también lo mismo y seguimos sonriéndonos. Su cara son solo ojos y boca, tan expresivos que te enamoran cada vez que sale un palabra o sus ojos destellan rayitos de luz llenos de vida, de la alegre, de la buena. Me encanta.
Por la ventana escucho los primeros tambores, estamos en fiestas, las calles se llenan de personas y de expectativas, los más jóvenes lo esperan todo y conforme aumenta la edad se espera menos, incluso nada. Esto último es peor. Se necesitan ganas, motivos para vivir lo que sea, desde barrer la puerta de casa hasta divertirse en las fiestas, pasando por ir a trabajar o cualquier otra acción. Lo contrario es otra cosa, digamos que poco constructiva. Pero la vida tiene muchos tajos y muchas veces se cruzan unos con otros impidiéndose entre ellos, incluso hasta no acabar ninguno. Es cuando comienzan las responsabilidades, los pesos, las complicaciones, los sentimientos encontrados y quizá las mayores contradicciones, hasta los deseos no paran de oponerse entre ellos. Dudas, sentimientos de culpa, fracasos, decepciones, derrumbe de ideales, enfermedades, pérdidas, fracturas con personas que queremos, envidias, chascarrillos, insultos, pecados... y un largo etcétera que consiguen crear una pesada carga sobre los hombros. Aún así la fiesta debe continuar, pese a los pesos, pese a las dificultades, pese  a nosotros mismos, son para el colectivo y no están previstas para inconvenientes ni problemas individuales. Se supone que hay que dejar todo lo malo a un lado y disfrutar de lo bueno. ¿Pero, qué es lo bueno?
Mi hijo sigue pintando mientras mi hija como una gata de ojos oceánicos se mueve a su aire por toda la casa, se diría que ha nacido para ser libre. Me encanta. Mientras los miro me pregunto cuando les tocará y si les tocará enfrentarse a las realidades duras de la vida y qué podría hacer yo para intentar ayudarles a que los pesos nos los conviertan en unos escépticos insensibles en el mejor de  los casos o en unos absolutos ciegos infelices en el peor.
El olor a murta llega a la habitación y los sonidos de los caballos, parece que todo va a comenzar de nuevo, un año más, como marca la tradición. En la  música se percibe y en las sillas en la calle. Me asomo y en efecto, ya llegan. Salgo y me siento, miro a mis hijos, sin duda lo esperan todo, me pregunto que espero yo.
Comienza la fiesta y un gran número de individuos se unen, se agrupan, se sienten de un mismo lugar y de un mismo color, hijos, madres, padres, familias completas se disfrazan para divertirse y divertir, construyen, construimos. Es una labor encomiable y honda aunque para quienes llevamos toda la vida viéndolo nos parezca simple, incluso más de lo mismo. Parece insaciable el pensamiento en esta tarde de agosto, quizá son las emociones que se reúnen en una partida de cartas que se juega a oscuras, motivos  siempre hay cuando reflexionamos y las ideas circulan en un todo entremezclado. Olores, luces de colores, música, bailes, disfraces, risas y sonrisas, algunos llantos apagados entre tanta alegría confirman mis teorías.
Motivos hay para todo, para lo destructivo y para lo constructivo, para la alegría y para la tristeza, para duelos y para festejos, para la realidad y para los sueños. Motivos hay y seguramente razones para elegir caminos de sufrimiento o de placer. Motivos hay para agarrarnos  a lo que parece más conveniente aunque en muchos casos no lo sea, y el tiempo, infalible, nos de de nuevo la siguiente lección.
Lo bueno, supongo es saberlo y saberlo bien, con la claridad del ser que acepta sus limitaciones y sabe como extender y ampliar las miras en busca de ilusiones, de referentes que consigan, pese al pasivo, un balance positivo.
Para todo se necesita actitud y acción, incluso dinamismo, sobre todo si se quiere poder disfrutar de cada momento con esa salud que atrae al optimismo y hace que cuando suena la música tengamos ganas, verdaderas ganas, de bailar. Motivos hay para todo, mejor elegir aquellos que nos llevan al camino de la alegría frente al miedo y el dolor. Curiosamente parece que se nos da mejor regodearnos en los problemas en vez de buscar las soluciones. Aún acertando más los cenizos en tiempos como estos, siguen sin  conseguir que el sentido y la razón les acompañe.

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