sábado, 13 de septiembre de 2014

La Sangre



Cuando los ojos ven tanto, la venas se hinchan nerviosas, gimoteando lágrimas rojas que pasan por el corazón y recorren todo el cuerpo. Se mueven al ritmo de la vida, cada uno tiene el suyo, pero siempre acaban de igual forma: Quietas y en silencio.
La sangre se mueve bailando ó riendo ó jugando o charlando ó saludando ó queriendo ó disfrutando ó paseando ó comiendo ó bebiendo ó tocando ó follando ó soñando ó ilusionando ó juntando ó celebrando…
llevamos toda la vida echando grandes cantidades de sangre en la plaza del pueblo cada año el último miércoles de Agosto, en una expresión que en realidad dura diez días, quizá para algunos todo el año.
Buñol, como cada pueblo intenta cada día mover su sangre. Unos se esfuerzan más otros menos, unos son más conscientes otros menos, incluso algunos nada. Lo importante es no parar de mover la sangre, por eso es tan importante una gran batalla sin muertos ni heridos, por eso es tan importante aquello que une sin peros, ni comas, ni comillas, ni nada verbal ni físico que lo empobrezca hasta paralizar todos los cuerpos.

El pasado viernes, primer día de fiestas vi la plaza rebosante de alegría, de personas que gustan de convivir, de compartir… La sangre que nos arrojamos unos a otros es eso, pura alegría, vida instantánea, muchas ganas porque representa l0 que nos une, aunque siempre hay excepciones, faltaría menos.
Lo vi el sábado y el domingo con las calles llenas y hoy lunes bailando unas generaciones con otras, unos recordando, otros empezando, unos cuantos observando. Todos mirando como la sangre se mueve al ritmo de la música, nostálgica música que vuelve del pasado recordándonos a nosotros mismos. O no, quizá a otros que también quisimos, quisieron e intentaron moverla en su tiempo, ahora recorrido en la memoria de la sangre.
El último miércoles de agosto, desde hace muchos años, invitamos desde nuestro pueblo a que prueben nuestra sangre, parece que a muchos les gusta, vienen de otros pueblos, ciudades y países. Como si mover la sangre no tuviera fronteras… y creo poder afirmar que no las tiene. Es un idioma, como la música, que todo el mundo entiende, niños, adolescentes, adultos, ancianos y muertos. Nada se entiende tan bien como la sangre cuando se mueve, incluso cuando no lo hace, esto también ocurre y entonces nada funciona bien, nada parece igual, como la noche y el día, dos caras de la misma realidad que la sangre siente en cada momento.
los momentos se construyen para mover la sangre, unas veces se mueve más, otras se mueve cotidianamente y otras parece que se retrasa como aquel amigo que ya no está y tanto se echa de menos. Está en tu sangre pero ya no puede ayudarte ni tú a él a moverla.
Pocos entienden que arrojamos toneladas de sangre en la plaza del pueblo, cargadas en camiones que se convierten en manos y que en cada movimiento golpean los cuerpos, cambian de manos y mueven más sangre hasta el contagio total si te dejas. Importantísimo darse permiso y entender qué está ocurriendo… por eso llevamos a nuestros hijos desde muy pequeños para poderles transmitir la hondura de la sangre rota y desbordada recorriendo calles y aceras. Es el permiso por excelencia, ese que nos une a las sensaciones, a las carreras de sangre recorriendo cada órgano, cada víscera, cada músculo y cada sentido.

Buñol no es el ombligo del mundo, la sangre se mueve en todas partes, más o menos, peor o mejor, igual o desigual, en un idioma o en  otro, en el mar o en la montaña, en la tierra o en el agua, en las palabras o en los silencios, en lo que se muestra y en lo que se esconde. Todo es la misma cosa: Sangre.

Recorremos las calles con toda la sangre que Buñol nos ha dado y hemos devuelto en todos los tiempos, cada uno los suyos. No son uno, son muchos, cada año distinto aunque parezcan iguales, como cada beso que dimos o nos han dado, hoy quizá convertido en uno más rico, más lleno, más… y quizá también menos. Se gana y se pierde sangre con el paso del tiempo.

No he pronunciado las palabras, de tanto usarla se gastan, erosionadas como una roca inmensa en la montaña que antes fue mar. Todo cambia y todo queda entre sonrisas y lágrimas rojas que vuelan por el aire, cruzándose entre veintidós mil personas llenas de sangre que juegan a estar vivas, muchas más recorrerán nuestras calles en otros encuentros, tan intensos durante estos días, pero no hay que olvidar, especialmente ahora, cuando todo parece fácil, que la vida se llena de sangre cuando encontramos lo que nos une. Eso es La Tomatina. Y más...

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