viernes, 17 de febrero de 2017

El Primer Paso



Antes de dar el primer paso, entre otras que no vienen al caso, está el deseo, las ganas y el pensamiento. El deseo y las ganas parece-yo no lo creo- que vienen de fábrica, el pensamiento se construye, depende de cada una de las experiencias que hemos vivido. Cuando dimos un primer paso y no lo conseguimos se ancló en nuestros adentros esa experiencia frustrante, a algunas personas los frena desde el miedo, a otras las motiva desde el deseo a traspasar fronteras, límites. Cada experiencia vivida nos construye, ordena y selecciona la biblioteca a la que consultarán nuestras emociones. Éstas últimas condicionarán nuestros pensamientos antes de tomar decisiones, mucho antes de dar el primer paso. Lo daremos o no, elegiremos movernos o quedarnos quietos, en base, a esos sutiles y peligrosos sentimientos que percibimos como resultado de cada uno de los pasos que construyen nuestra biografía. A veces los pasos se convierten en caminos y los caminos en viajes. La vida quizá es un primer paso que se convierte en emociones y pensamientos construyendo distintos caminos que recorremos hacia adelante o hacia atrás, cruzando puentes o barrancos, saltando muros y descendiendo a algunos infiernos, quemándonos, gritando, berreando, sonriendo… sintiendo desde todo lo percibido por los sentidos y más allá, en los túneles que se forman en lo más profundo de nuestras entrañas, unidos a las arterias y a la sangre. Da miedo muchas veces, navegar entre lo físico y lo etéreo, tan juntos y tan distantes, como la realidad y la fantasía, como dos personas que se aman y no saben cómo hacerlo. Convivir es entender la necesidad que tenemos todos del nido emocional al que volvemos cada día después de cada vuelo ó vuelos.
Necesitamos volar en pareja, en familia o en grupo y otras muchas veces solos, y no por ello dejamos de necesitar a los demás, más bien todo lo contrario. Es tan sano volar, ver, escuchar, oír, oler, tocar… vivir para después volver y compartirlo.

Algunas cosas son muy previsibles, cuando sentimos que hemos vivido una experiencia interesante lo siguiente es contarla, compartirla con alguien al que generalmente se ha elegido previamente. Sabemos con quién tenemos ganas de compartirla, probablemente porque será capaz de valorarla desde puntos de referencia similares a los nuestros.  Algunas historias no se comparten, esas suelen ser las que no suman, las que nos restarían credibilidad o valor frente a los demás, también las que hieren a la intimidad y se quedan grabadas solo para nuestros ojos: Los secretos.

Cuánto gustan los secretos, que bien recibidos son por esa morbosa y curiosa mente que nos vino dada, regalada para su uso y disfrute dirían los más optimistas, regalada para su uso y soporte dirían los más pesimistas. Esa cosita que comienza detrás de las cejas y acaba casi en la nuca. Ahí anda, escondida, dispuesta a ponerse en marcha en cuanto se abren los párpados, incluso mucho antes si queremos ser precisos. Siempre está en marcha incluso cuando parece que no lo está, incluso cuando dormimos. Qué pesada, tanto como una madre, pero que miedo sin ellas y con ellas. No deja de sorprender como algo puede ser tanto malo como bueno. Al primer paso le pasa lo mismo, puede ser el comienzo de lo bueno o el principio de lo malo quién sabe.

Una vez un tipo que había estudiado mucho y muy curtido en las contiendas humanas me dijo que el bien y el mal no existían salvo en términos radicales, después de algunos años más de vida vivida-lo remarco- creo que tenía razón.
Para todo hay un primer paso, incluso para aprender a andar. Los primeros pasos son decisiones tomadas sin que haya otro remedio, son de obligado cumplimiento para cada uno de nosotros, se rigen por acuerdos completamente ajenos a nosotros y que nuestra naturaleza conduce por sí sola. El primer paso es el telón que se abre o que se cierra, la manera de seguir cada vez que algo concluye, la puerta que se abre desde las pérdidas y la ventana que se cierra antes de lanzarnos al vacío.
Cuando algo se acaba algo nuevo puede comenzar, cuando algo comienza todas las posibilidades se abren ante nuestros ojos, lo más difícil suele ser no repetir y repetir lo mismo en cada inicio convirtiendo nuestras vidas en un eterno retorno.

Ítaca siempre a lo lejos, siempre presente. Cuidado con las esdrújulas, a menudo son cantos del fondo de los océanos, ecos de todo aquello que pudo haber sido y no fue, aquello que vivió en nosotros siempre como un comienzo y se desvaneció entre los dedos. Los primeros pasos tienen el gusto del mar en verano, la fragancia de la tierra después de la lluvia, el sonido de la brisa en los campos sembrados en primavera, el tacto de las yemas de las manos amadas, la mirada de asombro al ver como todo se aleja de nuevo, confrontadas a esas ganas enormes de correr tras ellos para no quedarnos atrás.

3 comentarios:

  1. Hola Alejandro:

    Siempre que publicas algún tema determinado procuro leer, y también intento profundizar en el mensaje que sale de tus neuronas..., a veces me confundes y tengo que esforzarme por entender, no siempre lo consigo, eso también me ocurrió con un controvertido escritor que jamás por mucho que lo intenté entendí. (kafka)
    En esta ocasión me he adentrado en ese agujero negro que absorbe cada uno de nuestros errores,también en ocasiones aciertos.Seguiré "leyéndote".
    Un saludo.
    Buñolero

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  2. Hola Buñolero:

    Te agradezco mucho que hayas dedicado tu tiempo a comentar el escrito.
    Me gusta decir no sé si lo consigo-a veces creo que soy muy farragoso y no sé si lo consigo- que escribo una parte para nuestra parte consciente, la que se entiende sin dificultades, y otra parte para el inconsciente, el mundo más emocional y complejo de entender, quizá no haya que entender sino dejar que la palabras penetren y dejarlas bailar solas. Sería estupendo conseguirlo!! Desde luego lo intento. Salud.

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  3. Hola Alejandro:

    Conectas muy bien con el pensamiento humanista; posiblemente a mi entender esa filantropía que en ocasiones está inherente en lo más profundo de tus escritos.
    Cada vez que leo tus publicaciones, con esa prosa de contenido costumbrista, del que ama a su tierra, a sus gentes y se siente feliz al estar en contacto no sólo con el entorno de su pueblo, aunque en ocasiones el aire se eriza y se siente en el rostro el azote de las hirientes y frías punzadas de la nieve; me trasladas a una época en la que por Pardenillas, el Pintao, la Cabrera, con albarcas en los pies sin calcetines, en la cara una bufanda enrrollá, en las manos pelas, pico, legón y capaso plantaba pinos, y sin embargo a pesar de todo, era feliz. Tú con Carcalín, en mi caso Monedi, el barranco donde había una pequeña casa, rodeada de cepas de uva bobal,propiedad de mis antepasados. Cerca una pequeña fuente en la que saciábamos nuestra sed.

    Salud...
    Buñolero

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