Dos lienzos del revés, un cofre de madera lleno de fantasía, un atril, tres fotografías: un grupo de amigos, él y sus padres. Un retrato de un marqués sin rostro y el globo terráqueo. Todo ello compone una imagen. Es la imagen impresa de esta semana.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. No estoy de acuerdo, como en casi todas estas afirmaciones nos quedamos con una parte sin llegar al todo. Cada palabra contiene, al menos, una imagen. Por lo que mil palabras serían mil imágenes. ¿Cómo mil imágenes pueden valer más que una? Pues sí… también es posible. No digamos si combinamos las palabras en oraciones y las oraciones en textos. Entonces todo se multiplica en progresión geométrica. Un texto puede tener miles de imágenes y si está lleno de poesía e imaginación la conclusión es… un número casi impensable.
Los dos lienzos son del cuerpo de una mujer vistos al revés, el cofre es del pirata de hace dos semanas, el retrato es de un pintor novel que intentó hacer fortuna recorriendo los mares hacia lugares exóticos y lejanos, el globo terráqueo fue un regalo del capitán del velero más antiguo del mundo. Aún vive y de eso hace más de setenta años.
Dicen de l tacto que es uno de los sentidos más sutiles, tocar, acariciar la piel propia o la de otros, buscar los rincones, las curvas, movimientos que te obligan a pasar de nuevo por el mismo punto, más veces y con distinta intensidad, observando como los dedos y la piel se conectan con los deseos. Dedicando calor, textura, dulce y salado, a placeres desconocidos propios del inconsciente. Cada mirada entre sombras se dibuja con los dedos, con los brazos, con las nalgas, con las mejillas, con las piernas cruzadas. Los pezones contraídos y la piel de gallina rememorando la vida en cada suspiro.
En estos dos lienzos estaba toda esa imaginación, entre colores y formas, entre pinceles deslizándose suaves por el lienzo rugoso, construyendo una imagen con miles de momentos. Dos imágenes en este caso.
El cofre contiene arena de aquella playa en la que tumbado después de estar, toda la noche, a punto de perder la vida, y por primera vez allí… se sintió a salvo. El agua en movimiento, refrescando la piel de un sol en miniatura e intenso, huellas en la tierra que te dirigían a un lugar discreto y con sombra. Plantas muy verdes, pájaros cantando antes y después del alba, tortugas caminando despacio hacia el agua, siluetas doradas alejándose hacia la izquierda, pensamientos tranquilos deslizándose hacia la derecha. Pequeños arrecifes y montañas, paisajes idílicos multiplicados en cada mirada, en cada cambio de luz, en cada cambio de ánimo. Solo hay que abrirlo para que todo salga del recuerdo, que no es solo pasado, también presente y futuro.
El atril proviene de una pequeña tienda de las pequeñas y encantadas calles de Cadaqués, soñadas sobre las olas por tantos y tantos marinos que divisaban la tierra desde el palo mayor con un grito: ¡Tieeeeeeerraaaaa a la vistaaaaaaaa!, mientras la luz se recorta entre las rocas y una bruma suave acaricia la tierra y el agua. Los lagartos se mueven lentos arrastrando la barriga por la arena caliente. Y las gaviotas dan vueltas y vueltas emitiendo notas secretas porque les de la gana.
Tres fotografías. Todas las fotografías son pasado. Seguramente porque intentamos inmortalizar algunos momentos, parar el tiempo y escoger un espacio dentro de un rectángulo. La mirada que transforma la realidad imitándola hasta casi copiarla. La familia presente, la familia perdida, los amigos presentes, los amigos perdidos, los amores presentes y los amores perdidos. Todo cabe en una instantánea: lo que nos pareció alegre hoy lo sentimos triste y al revés. Entonces se abre otra ventana y una nueva fotografía recoge todas las anteriores aunque todavía no existe, está por hacer.
Un retrato de un aristócrata sin rostro, un hueco que queda grabado en el lienzo, con sangre alegre, naranja como la mandarina. Un disfraz, una imagen que no se corresponde con la persona. Sus ropas, su peluca, su alza cuellos, sus joyas, sus puntillas, volantes y rizos. Todo parece pero no es. Todo perece pero ha sido.
Al final resultó que la tierra era redonda: el globo terráqueo, el antiguo y en latín. Hay quién sufrió mucho por decir su verdad y resultó ser la verdad. Imagino a esas gentes muertas de miedo pensando caerse por otro continente. La ciencia y el miedo nunca se han llevado bien. La religión y el miedo sí. Imagino la culpa recorriendo los cuerpos sanos hacia la locura, la dicha y el placer convertidos en sufrimiento.
La tierra da muchas vueltas, una completa cada día. Y en cada instante una fotografía nueva, una mirada nueva que también es vieja, antigua.
Hoy ocurrirán millones de cosas y a la vez en todo el mundo y a todo el mundo. Millones de sonrisas, llantos, muertes y nacimientos: uno, dos tres cuatro, cinco, seis siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve.
¡A a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a h ¡
¿Qué piensa usted… vale más una imagen que mil palabras?
Qué se yo.
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