domingo, 13 de septiembre de 2009

पसंदों (डी)एल tiempo

Una vez escribí que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. Entonces ya sabía que no somos eternos, la muerte había rozado mi puerta, pese a ser muy joven. También había abierto de par en par puertas de personas muy queridas e importantes para mí. Supongo que a todos nos pasa… no transcurre un solo año en el que alguien a quien amas, admiras o estimas no haya perdido la vida.
Pero la vida no se pierde solo con la muerte, son otros muchos factores a lo largo del tiempo los que van esculpiendo lo que somos. Pequeñas muertes que recogen el fruto de la vida o en su especial acepción, pequeñas muertes que dejan profundas huellas en nuestros adentros. Son el miedo, los fracasos, las decepciones, los desamores, los sinsentidos, la culpa, la nostalgia, los sueños rotos, los deseos frustrados, la enfermedad…
Todos ellas, pensamientos, valores y emociones al fin y a la postre, que van construyendo nuestras creencias arraigándolas en nuestra mente, esculpiendo la carne y desgarrando el alma si es que en la mente la hubiese.
Cada persona tiene, aún con muchas semejanzas, su proceso singular e intransferible. Rectifico, singular y muy transferible, aunque solo sea en parte. Cabría pensar ahora en la esencial influencia que tenemos los unos en los otros. Y es precisamente, todo lo que vivimos lo que conforma nuestra actitud ante la vida en todos sus aspectos. Me atrevería a decir que también ante la muerte.
Llegados aquí, convendrán conmigo, que es fundamental ser muy consciente de todos estos movimientos internos y sobre todo de sus consecuencias en la formación de lo que somos y de lo que hacemos. Su importancia es tan grande que de ello depende nuestro bienestar y seguramente, en buena parte, también el de las personas que forman nuestras familias y/o nidos emocionales.
Ejemplos hay muchos. Quién no ha pasado, al menos por un tiempo, por momentos muy bajos, a quién no se le ha muerto una persona muy querida o simplemente la ha perdido en vida por emociones que la razón o el sentido no alcanza a comprender. Quién no ha visto consumirse a un amigo, a una pareja, a un vecino o conocido, o a una familia completa sin razón aparente. Adicciones a la drogas, desde el alcohol a la cocaína, pasando por la soledad, la exclusión social, el trabajo, el dinero o el miedo a perderlos, el conflicto constante, el odio, el hastío, la rutina, el aburrimiento… Todas ellas autodestructivas. Todas ellas supongo, contrarias al ideal. La más severa y brutal vara de medir.
En nuestra educación todos estos procesos son invisibles, hasta que en la realidad de la vida diaria nos confrontamos de bruces con ellos. Ni la mayoría de padres, ni el sistema, ni sus políticos, ni los educadores, toman en cuenta estas realidades tan esenciales para el sano desarrollo de la vida humana, la mayoría por desconocimiento, otros por intereses, otros por esta misma miseria que lo inunda todo. Pero el motivo mayor, a mi entender, es la dificultad, el miedo y el descomunal trabajo y necesario esfuerzo que hay que hacer individualmente para enfrentarte a ti mismo, deseducarte para educarte de nuevo. Poca gente está dispuesta a pagar el precio a aprender de verdad. No se puede mostrar el camino si uno mismo no lo ve, y además de verlo, lo sabe, lo ama y lo cree. Al final, llegamos como siempre, al amor a la vida y en particular a tu vida, a tu ser y no al engañador deber ser. Las verdades no están en lo que nos gustaría o en lo que según nuestra moral debemos ser sino en lo que somos, sin más. Quizá el único amor que tendría que ser verdaderamente incondicional.
De vez en cuando, nos quedamos quietos y nos damos cuenta de cómo ha pasado el tiempo. Sin embargo, a diario no nos damos cuenta, es como al respirar, pocos piensan en ello pero todos lo hacemos. En el caso del tiempo, nunca para, solamente una vez. También esa vez es la única que dejamos de respirar.
Dejemos pues para ese momento la nada. Para la vida, que lo es todo, no podemos seguir evitando lo negativo, para convertirla en nada. El tiempo pasa y podemos convertirnos en muertos en vida o en vivir con la mayor salud en todos los sentidos, sin más. Cada cual como crea conveniente. Lo triste es ver como nos vamos consumiendo, día a día, sin recoger el fruto del paso del tiempo: la experiencia. Dicen que treinta años de experiencia no es un año repetido treinta veces. De esto les hablo. No hay nadie que sepa o tenga el valor de otra vida en su saber. Nuestra única obligación con nosotros mismos es buscar lo mejor que podamos, sepamos o queramos darnos. Crecer como personas. Y para con los demás lo mismo, pese a saber que hay muchas cosas fuera de nuestros límites. Cuestiones a las que no podremos llegar por ser del dominio exclusivo del individuo.
Cada vez me duele más mirar y ver como sin darnos cuenta nos destrozamos la vida.
Pasando del tiempo, pasando el tiempo, viviendo el tiempo. Cada uno elige.

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