Cuando acaban las vacaciones parece ser que en algunas personas se da un síndrome post-vacacional. La vuelta al trabajo resulta ser un gran problema. La verdad es que Miguel creía que eran casi todas, pero resultó que son tres de cada diez o algo así. Lo de las estadísticas nunca fue su fuerte.
También para él se habían acabado las vacaciones. Las doce de la noche. Llevaba como tres horas más o menos pensando en el arranque del día siguiente, su primer día de trabajo. Y otros dos días reflexionando acerca de qué significan las vacaciones y dentro de las vacaciones, siempre asociada, la fiesta. Se supone que la fiesta es “diversión o regocijo” y también se supone que las vacaciones deben sentar bien. Ninguna de las dos afirmaciones le dejó convencido. Muchas veces la fiesta acaba sin regocijo ni diversión y las vacaciones tampoco resultan lo que uno espera. De hecho, según dicen, es en la época que se producen más divorcios, por poner un ejemplo.
Algunas personas todavía creen que trabajar es mover las piernas y los brazos. Y lo peor, se sienten mejor que los demás porque suponen que el sacrificio, el esfuerzo sin medida, el dolor disfrazado de masoquismo, los hace mejores, al menos se sienten mejor consigo mismos al no sentir el archiconocido sentimiento de culpa proveniente de la tradición judeocristiana. Lo más fastidioso de esto, no es que lo practiquen, sino que juzgan y sentencian a quién no le da la gana pasar por esa vara de medir. La conclusión a la que llegaba siempre era que no es mejor nadie en primer lugar, pero si se tenía que decantar por alguna opción prefería a un trabajador eficaz que a un muy trabajador. Se decía que siempre es mejor calidad que cantidad.
Las vacaciones obviamente son ocio, lo contrario sería el nec-ocio, de donde proviene hoy la palabra negocio. Desgraciadamente es a lo que nos dedicamos todos, aún sin darnos cuenta (unos más que otros), todos los días. Precisamente por ello sentimos esa fractura tan poco recomendable y que a muchos les persigue que es no saber convertir el trabajo en regocijo. O en el más valiente de los casos, eliminar el pánico y dedicarse a otra cosa, dejando de hacer del día a día una pesadísima carga que a lo largo de los años nos pasa factura a nosotros y a nuestras familias y amigos. Es la rutina y el tedio: “Aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo ó a alguien que no le interesa”. Pero, qué es el interés: “Provecho, utilidad, ganancia”. Miguel no se explicaba como esta palabra con significados tan positivos se había convertido en un arma para descalificar a alguien.
Se había pasado la vida intentando conseguir esta meta: Disfrutar del día a día. Pese a todo. Al menos, se decía, que aunque nunca lo había conseguido del todo, lo había intentado, y así encontraba sentido entre tanta mentira.
Se le había roto, el orgullo, el corazón, la dignidad, la ternura, la amistad y el amor… muchas veces. Fracasos y decepciones a raudales, aún así estaba convencido de su camino, incluso con sus curvas cerradas, socavones y fríos. Sabía que en cada uno de esos movimientos había pasión por la vida y algo a lo que no podía renunciar: Crear algo de la nada.
Vivir es “tener vida”, poseerla. Definen la vida como “una fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee”.
Había que pararse un rato aquí y pensar. Reflexionar escuchando los latidos del corazón y concentrándose en la respiración. Llenarse de ilusión, la definen como “la esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”. Después cargarse de amistad, la definen como” el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Aquí ni Miguel ni yo estamos de acuerdo, no hay mayor mentira que creer que existe la amistad o el amor desinteresado. No hay mayor contradicción si uno vuelve a la definición de interés. Menuda mierda de amor o amistad si no hubiese interés… y además mucho. De hecho creemos que cuanto más uno es consciente del interés mayor es el amor o la amistad. ¿Curioso verdad?
Ya eran la una de la mañana y Miguel seguía cautivo de esa inigualable sensación que da no tener para mañana ninguna obligación. Soltarla se le hacía difícil, aún sabiendo que una montaña de obligaciones le esperaban al día siguiente, respiraba tranquilo en el calor de la noche en verano, la calle ruidosa, alegre y llena, ahora se tornaba silenciosa y vacía. Encendió su penúltimo cigarrillo y abrió la ventana, una leve brisa al contacto con el sudor parecía fresca y cada calada un placer intenso.
Fue entonces cuando se dio cuenta, apagó el cigarrillo y tiró la cajetilla entera a la basura, qué placer hay en ser esclavo de la nicotina y el humo, y qué placer hay en vivir cada día adicto al miedo. Entonces cerró la ventana, encendió el aire acondicionado a todo meter y sonrió mientras pensaba: ¡Qué se joda el tío Retaco!
Páginas
- Página principal
- El Ojo Mira
- Poemas en los ojos
- La Vida a Sorbos
- Buscando Sorpresas
- Desde la Complicidad
- Buñol. Punto y Seguido
- Buñol se Vive Blog
- Galería Fotográfica Flickr
- Alejandro Facebook
- Alejandro Twitter
- Alejandro Youtube
- Alejandro Linkedin
- Buñol se Vive Facebook
- Buñol se Vive Galería Fotográfica Flickr
- Buñol se Vive Twitter
- Buñol se Vive Youtube
- Casas con Sonrisa
- Bolsa Inmobiliaria Valencia
- Palabras en la boca
No hay comentarios:
Publicar un comentario