sábado, 8 de mayo de 2010

Lluvia de Colores

La siguiente curva iba a depararnos una sorpresa, una coloreada e impresionante sonrisa casi vertical. Estas maravillas solo se dan los días de tormenta, pero no cualquier tormenta, se necesita una tormenta tormenta como diría Luci. Las tormentas tormentas solo se producen en primavera y bajo condiciones meteorológicas muy especiales, son ocho los componentes necesarios y aún así, una de cada 1978 veces no ocurre. Les explicaré cada uno de ellos eliminando todos los aspectos técnicos hasta llegar a un lenguaje agradable. El primer componente, obviamente, es un cielo semicubierto de nubes oscuras y otras completamente blancas, el segundo componente es el sol jugando al escondite, el tercero es el vapor de agua condensado cayendo por gravedad e intermitentemente convertido en gotas de agua, el cuarto componente es la necesaria concentración de montañas, el quinto, una vegetación frondosa, de monte bajo muy verde y grandes arboles, el sexto, reconocer las formas, el séptimo, la existencia mental de los colores y el último y esencial la mirada de una persona.
Cuando conduces por carreteras de montaña el paisaje te extenúa, cada imagen es un culto a la vida y a la belleza, el aire limpio y fresco entra por la ventanilla con ese olor a tierra mojada que llena la pituitaria de todo lo que es sano, las mejillas se ruborizan con la caricia del viento mientras el cabello se mueve hacia todos los puntos cardinales. Se vive cercano a un ritual mágico muy disfrutado.
Mi hijo, con poco más de un año, está sentado en su trono en la parte trasera del coche, miro todas sus expresiones por el espejo retrovisor interior, le hablo e incluso le grito cada sensación, porque en el fondo, aunque no me entienda del todo, sé que lo intuye. Es mi único testigo y cómplice en este día de primavera y de tormenta, me emociono al pensarlo, aún sabiendo que es a partir de los tres años cuando realmente se comienza a tener verdaderos recuerdo en el desarrollo mental humano, aunque es lo de menos, porque también sé, que todo lo percibido en este momento quedará como una huella emocional intransferible, solo suya y algo mía. Supongo que es lo mejor que se le puede dar a un hijo, mostrarle despacio cada especial rincón de la vida para que no se pierda nada de lo importante entre tanta información vacía.
Estoy en una recta larga, a cada lado de la carretera, el verde de la avena y el trigo me traen recuerdos de otros viajes, en la misma época del año, con el mismo destino y tan valiosamente diferentes. Tiene uno la sensación de que ha pasado poco tiempo y son más de treinta años cuando hice por primera vez éste viaje. Después, muchos otros, no sé cuántos y con muchas personas, todas amigas y diferentes. Lo que queda de estos viajes son estupendos recuerdos que nos ayudarán en horas bajas y no tan bajas.
Hay días muy especiales, momentos que nunca se olvidan, tanto agradables como desagradables, todos ellos creo que tienen su valor, o mejor, tienen valor porque existen ambos. Se necesitan para existir, al menos, dentro de nuestra cabeza.
Comienzan a caer grandes gotas de agua que rompen contra el parabrisas despacio pero con un sonido contundente, me encanta el sonido del trotar del agua al contacto con cualquier objeto, en el coche y debajo del paraguas es espacialmente disfrutable. También ver caer el agua de noche a la luz de una farola. Y tantas pequeñas cosas que son las importantes en el intento de disfrutar el día a día. Lo curioso es que cada vez están más lejos de la percepción humana, transformada hoy la realidad en efectos virtuales, demasiado virtuales.
Los nervios de la semana se van calmando poco a poco, de hecho creo que durante el periodo de transición ni siquiera se consigue una tranquilidad real, entran en conflicto la tensión de los problemas con el placer de esos momentos, hasta que gana el sosiego. Lo verdaderamente peligroso es que a veces ocurre lo contrario. Últimamente lo percibo más que nunca escuchando o mirando. La violencia siempre nace de un conflicto propio e interno. Las actitudes autodestructivas están muy presentes en nuestra realidad diaria, por eso es tan importante enseñar lo verdaderamente valioso de estar vivo.
La sorpresa es uno de esos baluartes, sorprendernos es por una parte percibir de otra manera, y por la otra interactuar con lo nuevo. Y de lo nuevo siempre se aprende.
Al entrar en la curva, desaparecieron las montañas y apareció un arco iris inmenso, hermoso como una fresa, la fotografía que acompaña estas palabras, o al revés, lo inmortaliza. Ustedes la verán impresa en blanco y negro pero estoy tranquilo, cuento con su memoria y su imaginación.

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