viernes, 2 de agosto de 2013

Pompas de Jabón(Relatos de Verano)




Acostumbraba a buscar pompas de jabón en todas partes, expectante e ilusionada mirando los efectos físicos de la luz y de las formas que se consiguen con un Fairy espumoso y un movimiento limpio. Las encontraba en las pupilas, en las sonrisas, en las caricias, en los abrazos, en las lágrimas, en una mueca, en un gesto. En una película. En sus sueños y en los sueños de los otros, incluso en los que aparentemente no tenían sueños. Una vez hasta encontró una pompa de jabón en la boca de un amante amado. Incluso se lo dijo aunque él no la creyó. A veces es difícil creer, la estricta realidad se apodera de todo. Para ella, las pompas de jabón contenían una enorme belleza, las sentía mágicas. La belleza, si se sabe mirar, está en casi todas partes, era fácil encontrarla ejecutando limpios y suaves movimientos entre las cosas y las personas más diversas. Había vivido muchas veces esos encuentros. No les contaré ninguno de ellos, ni siquiera los más  curiosos, pertenecen a la lealtad de nuestros secretos.
Tenía ojos fotográficos. Esos ojos que lo graban todo y al día siguiente o al otro la memoria rebusca entre todo lo que sabe y crea una conexión. Algunos le llaman a esto experiencia porque se concatena todo lo que somos y sabemos con la nueva interacción, dando como resultado una conjunto de emociones entre viejas, conocidas, reconocidas y nuevas. Solo la identidad permanece así íntegra, sirve como cordón umbilical entre lo que fuimos, lo que somos, lo que quisiéramos ser y lo que seremos.
Las pompas surgen siempre en una atmósfera fértil, desde los sonidos de una chicharra en una  noche fresca, limpia y estrellada, desde pequeños rituales cotidianos y no tanto, desde deseos intangibles desde el primer día de nuestra vida. Ella lo sabia, no hay mejor cosa que el conocimiento de la mente humana, de sus sendas, rutas, caminos, barrancos y desfiladeros. Una enorme cordillera casi sin explorar, menos aún si nos colgamos desde las alturas a las lianas que se entrecruzan para no caernos de bruces contra la tierra más real, más roja, más radical y tajante, casi perversa.
Pompas de jabón que se llenan de aire, del que se respira, del que se suspira para vaciar lo lleno. Todo lo sentía adentro en los confines del cuerpo, entre la carne y lo sentido. Buscaba y buscaba entre todas las cosas calma, sosiego, plenitud, algo con sentido, algo en lo que creer en busca del sentido. 
Las olas del mar en verano fueron testigos de muchas de ellas, se mueven a un ritmo ancestral que se une a los latidos de un corazón tierno y quizá dolido, unido desde la fuerza de que da el deseo de vivir, de sentirse vivo. Enorme su energía, tan grande que hace cambiar el agua que recorre la tierra convirtiéndola en una burbuja que busca su forma como nosotros buscamos nuestro destino, incierto siempre, pendiente de un hilo que une las acciones, las tendencias, los sentimientos y las razones, un compendio de lo que somos en cada tiempo. La memoria fotográfica ayuda a componer el rompecabezas, a distinguir una pieza de otra, a componer las figuras, las partes, convirtiéndolo en una imagen completa, una visión primero ilegible, después compleja y compuesta, para terminar siendo una forma con un contenido concreto dispuesto a convertirse en un lenguaje propio, intransferible, único, indescifrable. Solo al cierre rápido de los párpados se queda una instantánea grabada de entre todas, cambiando de forma al contacto con la espuma blanca con la que se abraza. Todo parece provenir de uniones certeras, de caminos que se cruzan formando un núcleo desde donde elegir otra ruta. Por eso ella sigue buscando aguas distintas y espumas diferentes, trata de conseguir crear nuevas realidades, nuevos núcleos con nuevos caminos, nuevas relaciones con nuevas personas, rutas absolutamente singulares por las que pasear entre el bienestar y caminar entre las dificultades, aceptando con una delicada sonrisa todo aquello que ocurre, que sucede dentro y fuera de sus límites. Ella camina ahora despacio por qué caminó muy deprisa. Se fija en todos los lugares donde pueda  existir una pompa de jabón, sabiendo que son únicas y breves, propias del instante, sin repeticiones, como muchos momentos que nos perdemos al mirar tan deprisa, al pensar tan deprisa, al desear tan deprisa, a cambiar tan deprisa, a vivir tan deprisa.
Y siguen, y siguen y siguen diciéndole cada día que es rara, porque vive despacio, porque se fija, porque gusta de cada pompa en cada sonrisa, sintiendo la calma, la serenidad recuperada en el brillo oculto de todas las realidades.

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