domingo, 4 de enero de 2015

La mano negra


En las últimas tres décadas Buñol ha sufrido las consecuencias de diferentes crisis de distinto ritmo y calado, desde la Industria del Papel pasando por las  del pequeño comercio, las Construcciones Mecánicas y últimamente con la crisis de la Construcción que ha desmantelado casi todo el tejido industrial de nuestro pueblo, dado que el cemento y los prefabricados fueron en la última década los mayores creadores de puestos de trabajo: Cemex, la cementera convertida hoy en una incineradora de residuos, Prevalesa cayó, Pacadar parecido, Mármoles Buñol lo mismo… sin olvidar todo ese tejido de pequeños talleres, comercios y empresas familiares que han sido engullidas por este último tsunami económico que con los únicos que ha tenido piedad es con los mismos que lo produjeron, tal es el poder de los Bancos y entidades Financieras, tal es el poder atávico del dinero. Mientras se construía un mercado artificial propiciado por la avaricia de todos ellos, las familias, los autónomos y las pymes se endeudaban hasta ahogarse en sus propias inversiones… Países completos endeudados y al borde de la quiebra para salvar al sistema financiero a costa, por supuesto, del bienestar social. La presión fiscal sobre los de siempre y despojados sin ningún amparo a todos aquellos que se dejaron la piel trabajando e invirtieron sus ahorros y sus bienes conseguidos con el trabajo de toda una vida. Se rescató al sistema financiero y hemos visto como su poder está por encima de los Estados. 
Los gobiernos nos han fallado, han dejado que nos estafaran, han permitido que nos desahuciaran, han permitido que el sufrimiento y la necesidad circulara sin control hacia los de abajo, pero sobre todo han deshecho nuestra dignidad haciéndonos sentir culpables… no se puede ser más vil, más necio y más injusto.

Es cierto que estos argumentos tienden a la simplificación, el análisis  es más complejo si tenemos en cuenta las coyunturas que se entremezclan: La globalización, los lobbys gremiales, las presiones en la comunicación y la información, los intereses económicos personales y corporativos, la educación derivada exclusivamente al éxito, la manipulación a la sociedad en general a través de las modas y modelos que deforman los valores y juegan los papeles más determinantes. Nos condicionan a través de las emociones, de los sueños, los deseos y las aspiraciones. Se condiciona a través de los miedos a la exclusión y a la inseguridad. Se suele aceptar como norma el camino más fácil, que suele ser el que te construyen otros para que los sigamos los demás a favor de sus propios intereses, no hay una mano negra, hay una sombra que nos persigue a todos, el silencio, la omisión y la aceptación, organizadas todas desde la ética del éxito frente al fracaso, de los mirlos blancos que encabezarán las listas políticas y los puestos importantes y de poder en la economía. La mayoría de personas se llenan con un mínimo poder cedido a cambio de un salario más alto y un puesto de más nivel social y ambas cosas parecen inseparables. Eso sí, frente a aquellos que tropiezan obligados por su circunstancia insalvable, repetida y repetida, de tanto intentar sacar el cuello sin las redes ni las prebendas de los que ostentan y por ello otorgan los privilegios, los que proporcionan los atajos. Nos han hecho creer en eso llamado suerte, de su existencia y de tantas otras memeces se desprende las falsa esperanza, la  falsa ilusión, los sueños que  luego nos son arrebatados a diario con límites perfectamente diseñados para que solo unos pocos puedan sobrepasarlos. No llega antes el que más trabaja y el que más se esfuerza, ni siquiera el más inteligente ni el más sabio, son otras las razones por las que muchas personas funcionamos aún con esa refrán que decía “dónde vayas de los tuyos tengas” y demás reglas que llevamos grabadas y experimentadas en nuestras espaldas.

Hace mucho que se olvidaron valores esenciales convertidos casi exclusivamente en bonitas palabras, que de tantas veces dichas y usadas en boca de cualquiera y en contradicción con los hechos pierden absolutamente su significado, se vacían de contenido, se convierten en humo. La palabra libertad se ha usado en la boca de los mayores asesinos de la historia, la palabra justicia en boca de los mayores traficantes de dinero y poder, la palabra igualdad en la boca de los impostores y auténticos creadores de la pobreza y la marginalidad, la palabra solidaridad en boca de personas que dejaban morirse de hambre a otros para tener más y más… podríamos seguir así con casi toda la terminología político-social.

Relativamente pronto todos los poderes se adaptarán a los nuevos métodos que en la actualidad están provocando los cambios de conciencia, incipientes pero potentes en su sentido, sus nuevas formas de hacer política han prendido una mecha de fuego convertido en esperanza para muchos de nosotros, aún así no estamos cerca todavía de ese punto de generosidad que permite aceptar, admitir y apoyar a los más preparados, las personas seguimos un juego peligroso e integrado en lo más hondo de nuestra educación: Decir una cosa y contradecirla con los hechos, ser incapaces de aceptar nuestras propias limitaciones, valorar los mirlos blancos(la imagen) antes que el esfuerzo, el trabajo, la verdadera experiencia y el auténtico conocimiento. Seguimos sintiendo básicamente a los demás y a la sociedad como nuestros padres, abuelos o bisabuelos aún pensando de forma muy distinta. Nos quedamos atrapados en la superficie, carentes de perspectiva y filosofía política.

La única manera de que el cambio penetre en la sangre es darnos cuenta, y  desde esa claridad esforzarnos para no seguir repitiendo lo mismo, sintiendo lo mismo, haciendo lo mismo, creyendo que otros harán lo que es responsabilidad nuestra. En Buñol nos hace falta muchísimo de esto. No podemos dejar de avanzar, la realidad nos obliga a dar un paso importantísimo, pasar de una democracia representativa, absolutamente obsoleta y corrompida, a una democracia participativa, solo todos unidos con imaginación, creatividad, trabajo y consenso conseguiremos recuperar lo perdido, que no es poco.

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