domingo, 25 de septiembre de 2016

No quiero a nadie



El amor (y el querer) están siempre presentes en nuestra sociedad, se han escrito ríos de tinta sobre un concepto tan importante para las personas, infinitas palabras, análisis y estudios cuyo objeto es este sentimiento-para mí es una emoción-tan aparentemente sencillo pero en realidad, según mi opinión obviamente, muy compleja, tanto al dejarse sentirla como al practicarla. No son pocos los conflictos que provoca nuestro desconocimiento de su naturaleza. Aún más cuando sumamos las interpretaciones a través de las experiencias que cada individuo ha vivido en su familia y en su entorno. La singularidad es seguramente un punto de complejidad enorme a la hora de entender este sentimiento que todos necesitamos e incluso del que dependemos. Lo vivimos según la cantidad y calidad de los rechazos o quizá de lo positivo o negativo de las experiencias de cada uno de nosotros.  Ante el amor nos sentimos vulnerables, como consecuencia, nos  protegemos del dolor y el sufrimiento que muchas veces provoca o todo lo que en su nombre se enuncia y que poco tiene que ver con él, salvo como modelo.
En nombre del amor se asesina, se destruye a los que supuestamente se ama, en nombre del amor a las naciones y a las religiones se han hecho los mayores genocidios, en nombre del amor se han escrito los mayores dramas de la historia, en nombre del amor se han roto miles, qué digo miles, millones y millones de corazones desde la traición o la indiferencia. Son tantas las historias en la literatura o en el cine… que contienen el amor como tema de una forma explícita o implícita.
La bandera del amor, al igual que otros ideales como la de la libertad, la justicia, la solidaridad, la igualdad, etc… se han usado en favor de los intereses y las conveniencias de grupos de poder y en general y en otra escala también de las convenciones sociales.
Con tales antecedentes debería dar miedo simplemente hablar de amor, como todo ideal solo parece hecho para personas perfectas, para eruditos capaces de subordinar todo su ser a las reglas que se supone se deben cumplir para alcanzarlo. Aún así cada uno de nosotros busca el amor a diario, en forma de amistad, de aceptación, de pareja y  creo que en todas sus diferentes acepciones que no son pocas. Cada día, de una forma consciente o inconsciente, lo buscamos, intentamos alcanzarlo y merecerlo, lo más curioso es que la mayoría creemos que necesitamos a otra persona, ideal para cada uno, si queremos conseguir vivirlo. El eje del amor parece estar en el número dos al menos. Al tener la seguridad de que antes del dos existe el uno no deja de preocuparme si de verdad se puede llegar al dos sin pasar por el uno. Sinceramente, creo que no, y es un verdadero problema, lo veo cada día. 
Hace bastantes años una de las personas que más he querido en mi vida, si es que se puede querer también desde los errores y no solo desde los aciertos y las virtudes, me dijo esta frase que titula estas palabras: “No quiero a nadie”. Ha sido lo más contundente y franco que he oído en mi vida, no era la primera vez que mi amigo me lo había dicho, pero contándolo delante de una tercera persona, mi pareja en este caso, mientras tomábamos unas cervezas y picábamos ante unas exquisitas cazuelas de gambas al ajillo y chipirones en el bar los Caberotes, resultó una imagen y una aseveración muy impactante para mi y mi memoria fotográfica. Hay que ser muy honesto para decir una frase así y en serio. Escuché atento durante un buen rato su relato, sus experiencias y sus reflexiones, aún conociéndolas de antemano me sonaron distintas y conectaron todas las piezas de mi rompecabezas de súbito… y vi la imagen, me pareció completa, aún creyendo saber hoy que nunca está llena, ni siquiera en orden aunque lo parezca.
Fue la primera vez que me di cuenta con toda claridad de cómo el amor puede ser el más peligroso de los sentimientos, no en sí mismo, sino por sus consecuencias en los hilos emocionales más profundos de las experiencias de cada persona. Vi cada caparazón, de las muchos que se pueden crear, capa a capa, en el intento de esconder, de no sentir el profundo dolor y sufrimiento ante el que te puede poner el amor en circunstancias  atípicas y/o complejas. Entre el amor y el odio hay una línea muy fina que se mira al espejo.
Creo que por fin entendí la frase, no en su franqueza y literalidad, sino en lo que esconden las palabras sin darnos cuenta, creo que quiso decir: Quiero a la vida.
Esa noche u otra, no importa, escribí un poema cuyo verso final decía así: El amor es el aire de la vida. 

Primero el uno. Dejémonos respirar.

1 comentario:

  1. Primero tendriamos que averiguar qué es el Amor según la luz de la Gnosis. Más tarde comprender que el hombre y la mujer son los dos pilares de Heracles...

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