sábado, 18 de noviembre de 2017

El Amor no engorda


El otoño está muy cerca, tan próximo que lo siento reflejado en mis pupilas. Los ojos son a veces y desde muy cerca espejos donde se reflejan los sentidos. Antes de que la vista se cansara veía mi rostro reflejado en los ojos del otro. 
En el enamoramiento se ve con toda claridad, todas las emociones se concentran en él, no necesita de condimentos ni condiciones, salvo la intensa ilusión de vivirlo como un relámpago atravesando el cielo y penetrando la tierra. Lleno de luz, veloz y tajante como el bocado de un animal salvaje de grandes y afilados colmillos cuando tiene hambre. Nuestra historia se perfila en el cambio de los sentimientos a lo largo de la vida, son fruto de una pócima extraída de las más profundas experiencias, esas que enseñan a los sentimientos a combinarse hasta convertirse en pura emoción. La delicadeza, la sensibilidad y la ternura nos sumergen en un hermoso lago imaginario donde buceamos con los ojos cerrados y la boca abierta, como peces que engullen a la corriente y extraen de ella el aire que respiran, respiramos complicidad en el enamoramiento, comemos metáforas, sonrisas y mucho pan recién hecho e imaginario hasta sentirnos llenos. Sonreímos sin que nada ocurra, nos animamos sin drogas ni alcohol, engordamos sin aumentar ni un solo kilo, aún aumentando en todos lo sentidos. Tal es el poder del enamoramiento. 
Poder poder parece fundamental, esencial, pero lo llamativo y quizá lo sustancial es cuando no podemos aunque tengamos el poder, cuando podemos pero no sabemos, cuando podemos pero no queremos, y en esto último no me refiero a no querer de forma clara y voluntaria-que también- sino en el sentido más psicológico de los conceptos. Tenemos el potencial y la capacidad pero algo interno nos frena, sería como conducir un automóvil con el freno de mano puesto, el coche se mueve por su potencia y dependiendo de ella pero no funciona bien, tarde o temprano algo se romperá. Todos necesitamos amor, poder activarlo, tanto de ida como de vuelta, aún así muchas veces hay frenos ocultos que nos inmovilizan, inhiben nuestra capacidad de amar y de dejar que nos amen, si bien no solemos tener una clara consciencia de qué está ocurriendo sí sentimos las dificultades en torno a síntomas físicos y emocionales. Sentirse incapaz emocionalmente o no creer poder ser objeto del amor o al menos del deseo y en cualquiera de sus modos, implica una rémora de incalculables consecuencias que no solemos tener en cuenta, ni en nosotros ni en los demás. La crueldad en este sentido se ve con toda virulencia en las relaciones entre niños, expresan su desprecio en directo y con toda claridad, sin embargo el adulto esconde ese mismo distanciamiento de formas más sutiles pero en el fondo consiguen el mismo resultado, el rechazo o la indiferencia. Cuestiones muy diferentes pero que juntas explosionan en la autoestima destruyéndola.
Hace años escribí un verso que decía que el amor es el aire de la vida, hoy propondría otro al unísono, el amor también puede convertirse en el veneno de la vida. En esta afirmación, aparentemente contradictoria, paradójica, como casi todo en la vida humana, no hay una negación a priori, sino que su posición viene marcada por la circunstancia y más concretamente en la relación que cada uno de nosotros somos capaces de tener con el amor y en última término en la interacción de cada individuo con los otros. En esta bidireccionalidad se instrumentan los más limpios u oscuros sentimientos, las mayores carencias y los permisos que damos o nos dan y que nos permiten saber si somos sujetos merecedores o individuos marcados por la inanición emocional.
Cuando nos aman, cuando amamos, frotamos la lámpara de Aladino y pedimos al genio tres deseos, uno depende de nosotros, el otro depende del otro y el tercero depende de la interacción. Así el amor se convierte en un tesoro, o en una crisis al perderlo o en una oportunidad de aprendizaje, en todo caso nadie duda de la importancia del amor en el desarrollo de la vida, si acaso habría que preguntarse si las emociones emanan como un manantial o se aprenden desde la educación. A poco que entendamos la fábula se aprende de la experiencia.
A poco que hayamos vivido se intenta aprender y no siempre se consigue.

Puede que tengamos que revisar los porqués.

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