domingo, 21 de junio de 2009

¿वेरानो दे मिएर्दा?

“Las personas solo cambiamos de verdad cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo” Mario Alonso Puig
Todos los veranos desde que tuvo libertad de movimiento sentía lo mismo: una imperiosa necesidad de agua, de viajes y de no trabajar. Proseguían unos cuantos sentimientos de culpa aliados a la idea de una falta de vocación, de gusto, por el trabajo diario. Son pocas las personas que trabajan exactamente en lo que les gusta, otras pocas las que les gusta una parte de lo que hacen y la mayoría, tendía a opinar, detestan su trabajo. Solía decírselo así mismo con la intención, unas veces, de justificarse y otras, de hacerse daño. Hay que ver como es la mente, caprichosa en lo sentido, tan paradójica, dispar y contradictoria. Algunos se refieren a ella como nuestro peor enemigo. En parte pensaba que tenían razón, aunque conseguía más veces pensar lo contrario. Dependía del día y de las circunstancias orteguianas y también quizá del nivel de éxito conseguido. Todo era parte de un ritual. Las propias estaciones del año lo son, al menos, aquí en el mediterráneo. La sabia naturaleza y el fieltro de nuestra cabeza hacen el resto.
Es infinito y rápido imaginar, a veces tanto, que se suele generar una contagiosa confusión entre lo imaginado y la realidad. El verano trae mucho de esto y comenzaba a darse cuenta: Al llegar las vacaciones cada uno diseña en su cabeza su viaje perfecto, recogería todo aquello que al imaginar le gustaría, aunque la realidad nunca es exactamente lo mismo, incluso en los parecidos más conseguidos. Ocurre muchas veces, si no todas, que cuando experimentamos lo imaginado no nos deja satisfechos, siempre hay o falta un “algo” se decía. La pregunta entonces sería: ¿La insatisfacción proviene de lo imaginado o de la realidad, al no coincidir con aquello de lo que el ideal se nutre?
Por ejemplo, proseguía su monólogo sin palabras, imaginemos un viaje a un lugar de playas y lugares idílicos: Aguas azul turquesa y transparentes, arena suave, fina y blanca, cómodas hamacas y sombra, personas riendo y pasándoselo en grande, los del chiringuito que se enrollan contigo porque son gente estupenda y generosa, calma, sol tenue, brisa suave y fresca; noches estrelladas por calles empedradas y estrechas, garitos llenos de personal atractivo y simpático, tiendas donde encontrar aquello que más nos va a apetecer, restaurantes exquisitos y a buen precio que solo nosotros creemos conocer. Transporte cómodo y rápido a la ida y a la vuelta. Y todo en una excelente compañía, aunque solamente sea la tuya.
De inmediato se le ocurrió lo contrario: Llegamos a esa playa azul turquesa y en nuestra primera zambullida nos damos de morros con una medusa (en verdad le ocurrió a un amigo mío). Al salir las piedras nos hacen daño en los pies y las algas corretean como pececillos por nuestras piernas, el tío de las hamacas cómodas le llama la atención a tu compañera de viaje por despejarse los pechos en una playa no nudista (en verdad también ocurrió). El matrimonio de enfrente, aparte de no hablarse, tienen un niño a quien no hacen ni puto caso y no deja de joderte con gritos y patadas de arena, al final acaba con una buena hostia y unos cuantos gritos y llantos, los del chiringuito tardan una hora y media en servirte la primera cerveza fría, gritos y más gritos por doquier, garitos de gente estirada incapaz de comunicarse con la más mínima ternura, tiendas caras y horteras, tu restaurante favorito y conocido lleno para los próximos tres días, transporte retrasado y la mayor parte del pasaje vomitando. Y más solo que la una.
Reflexionó un rato, por las líneas de bambú de la cortina entraba la luz del atardecer, sombra y luz, incluso una suave brisa. Así llegaron las respuestas, cargadas de símbolos, de paralelismos, de imaginación y razón, de naturaleza y de cultura. La fusión de la realidad: los pensamientos, las emociones y los componentes externos. Los no yos. Y encontró una frase leída horas antes, entre agua, personas, plantas y sol: “La calidad de nuestro pensamiento condiciona la de nuestra realidad.”
Un atisbo de claridad recorrió sus pulmones hasta llegar a la sangre y se sintió muy bien. Le ocurría siempre que podía ver el rompecabezas terminado. Al contemplar la imagen que llevaba muchos meses, incluso años, intentando componer, recuperaba el sentido, una pequeña verdad entre tanta confusión, un oasis de verdad ante unos ojos cansados de ver desiertos.
Titubeó hasta que salieron las palabras que contenían lo pensado: “Vivir la realidad. Para las personas la realidad es individual y subjetiva, imposible de vivir sin el propio fieltro, sin la interacción con los demás, sin lo natural y sin lo cultural, también con la historia del hombre, sin el carro del pasado presente en cada movimiento. Vivir es sentir todo aquello que sucede, lo satisfactorio y lo contrario, lo bueno y lo malo, todo. El rompecabezas solo se ve cuando aceptamos y comprendemos que todo lo que nos ocurre llena de contenido el propio vacío. Lo que hoy parece no ser… mañana… es.”

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