domingo, 31 de enero de 2010

Relato Erótico: Los ojos del corazón

Estaba amaneciendo y aún estaban despiertos. Habían pasado toda la noche hablándose en susurros al oído y retozando sobre las sábanas blancas que ahora cubrían sus cuerpos sosegados y deliciosamente extenuados, después de varias horas de caricias, dedos y lenguas recorriendo cada centímetro del cuerpo, especialmente la boca: labio sobre labio, lengua sobre lengua, pupila sobre pupila, en ambas reflejados.
Pocas personas se miran tan profundamente como para contemplarse en la pupila del otro. No hay nada más mágico que reflejarte en ella como en un espejo, viendo el propio rostro dentro del otro, en sus ojos, en los dos.
Miraban por la ventana adormilados viendo un amanecer rojizo, limpio y silencioso. Ese fondo con unas pequeñas nubes blancas sobre el cielo azul hacían de la ventana un lienzo perfecto. Todavía acariciándose, esta vez despacio, trataban de recordar cada instante de la noche anterior: Dónde se encontraron, cómo se acercaron, las primeras palabras, la música que sonaba, los pálpitos antes del primer beso, el segundo y el tercero y el… hasta que decidieron compartir la casa, después las palabras, después la cama y la noche hasta la salida del sol.
Estaban mirando y mirándose satisfechos y complacidos. Algunas preguntas sin respuesta acudían como palomas mensajeras a sus cabezas: ¿Por qué dejamos que ocurran tan pocas veces estos momentos, cuántas veces en una vida vemos amanecer, qué extraña energía se entremezcla entre nosotros hasta llegar a dejarnos disfrutar los unos de los otros?
Apareció para los dos la misma frase en el pensamiento: Intentar dar lo mejor de nosotros, eso hemos hecho.
Se acabaron de inmediato las preguntas para exclusivamente rememorar los momentos. Los sonidos de las cremalleras bajando mientras la piel se erizaba, los dedos y las manos buscando y rebuscando, la ropa cayendo silenciosa, mientras los deseos convertidos en suspiros, en jadeos, en palabras inéditas, se encontraban con los cuerpos completamente desnudos. Cada mano y cada boca encontrando el secreto del otro convertido en sonrisa. Los abrazos en movimiento sobre las sábanas calientes, el olor a sándalo, a chimenea y a vela; el paladar húmedo lleno de jugosos colores, sombras y luces, cabellos cabalgando por dunas curvas y suaves, gritos de placer deliberadamente enmudecidos, sueños realizándose con la intensidad honda de un animal antiguo, quizá salvaje. Distinto a nosotros.
Ayer parece lejano ante un momento como éste. La identidad se pierde entre las piernas de ambos, caminando por sendas líquidas e imaginadas, dejándose llevar en un baile sincero, como un rito ancestral, donde la razón está pero no enturbia las emociones ni siquiera consigue entumecerlas. Tampoco al contrario porque los sentidos ya no están al servicio de nadie, solamente del momento, del instante concreto en el que solo existen dos vidas, la una se abre a la otra y viceversa. Solo hay ternura, deseo y algunas emociones que aún no han encontrado las razones, que con el tiempo, se convertirán en antiguos inquisidores para cualquiera de ellos. Quizá para los dos, o mejor, quizá para todos, porque llegará el deber ser, quizá la llave oculta que nos encierra entre barrotes invisibles. Ser es lo que importa, ahora, al amanecer, ellos lo saben, no tienen dudas, ni preguntas rimbombantes, ni condiciones a cumplir, ni otros ojos que te miran como pidiendo explicaciones al bienestar, ni psicología clínica, ni energías que mueven el universo para que muramos más felices, ni yoga, ni yerbas, ni terapias, ni pastillas, ni nada más.
He estado observándolos toda la noche, ni un solo segundo me he despegado de ellos, quería ver de nuevo el valor del recuerdo, las enseñanzas del tiempo, las virtudes de la intuición, el sentido de la imaginación, la importancia del otro, el secreto de la entrega, la salud de las caricias, la ternura, la pasión y la lujuria.
Quería ver amanecer en un mundo distinto dentro del mismo, oculto bajo toneladas de folios malgastados, escritos con decepciones, fracasos, desamores, debilidades, miedos y mentiras, pérdidas y muertes, dolor y sufrimiento. Con los ojos cerrados y el cuerpo paralizado, con los sueños durmiendo en la noche y engañando cada mañana a cada día.
Éste es el mundo que interesa, el que recorre montañas despacio, penetra en cuevas húmedas pero calientes, construye puentes entre precipicios, promueve el deseo, elimina los fantasmas del pasado, busca la complicidad en la mirada del otro, salta sobre la tierra verde, llena lo vacío y vacía lo lleno, lame los pezones que alimentan la vida. El mundo que interesa es el que consigue que veamos a través de los ojos del corazón, lo mueve la sangre de la memoria cuando todas las heridas están curadas.

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