Tengo que robar algunas palabras esta noche de hogueras, parece mentira pero todos tenemos que vivir con algún peso, quizá el fuego, ese descubrimiento crucial para el ser humano sea el único capaz de hacer desaparecer los malos augurios y quizá con un poco de magia, o mejor, de fantasía, nos de fuerzas para sobreponernos de un clima repleto de miedos e incertidumbres. Sabía que iba a escribir algo así, jajaja. Llevo todo el fin de semana intentando descubrir el sentido de la vida. Para ser sincero me lo acabo de inventar, queda interesante. Cuando yo era alumno nuestros ídolos eran intelectuales, es curioso ahora son los famosos y famosas güenorros y si saben hacer algo mejor. Le tengo envidia al Justin ese que no sé como se apellida y al David que también está de moda, pero a la española. La jeta vale mucho en estos tiempos, bueno, seguramente en todos. Termino de ver una película y ando aún rumiando algunas frases, también he ido al baño y me he mirado al espejo. Y para más inri hoy es el día del padre y me he estado acordando del mío. O sea, me he cruzado con la debilidad, la duda, la confusión, la impotencia, el paso del tiempo y no sé cuantas cosas más. Al final he acabado preguntándome si tengo una buena imagen social o no, y me he acordado de la frase “la cárcel del qué dirán”. Y es que, aunque nos hagamos los duros y de vuelta de casi todo, nos gusta que los demás nos aprecien o al menos que no nos desprecien. Cada vez que oigo a alguien que no le importa lo que piensan los demás me encanta, aunque sé que es falso, no es que con esta afirmación tenga nadie ganas de decir lo contrario de lo que piensa con la intención de engañar, simplemente es que las personas nos auto-engañamos y nos auto-complacemos cuando nos acercamos al dolor, al miedo de la debilidad... y otros. El miedo a que nos den la espalda es muy fuerte, de ahí nació la hipocresía, tan necesaria, no hablo de su exceso sino de su existencia sin más.
Estoy imaginando si todo el tiempo dijéramos todos los que pensamos de verdad y a todos. Tendríamos pocos amigos, ni siquiera algún conocido simpático. Menos mal que las madres son casi incondicionales. Y los padres casi casi. Y los hermanos casi casi casi. Incluso parte de la familia si les caes bien. No lo tengo claro: Cada vez que digo esta frase me siento como un niño tonto que no aprende, como si la duda o la auto-crítica no fuesen síntomas de madurez. Esto se lo escuché una vez a un filósofo y me parece que nunca me lo he creído del todo, ¡pero como era un gran intelectual! Ya les he dicho que para los de mi generación los intelectuales eran como dioses, los creadores.. etcétera.
Estoy detrás de uno más grande que yo y me está dando la espalda. Me tapa claro. Le he dicho en buñolero: ¡Chico, no me des la espalda madelucau! Ni se ha movido el tío. Luego han tirado una cantidad inmensa de cuetes y el tío sin inmutarse, después más de sien borrachos y todos apartándonos y el tío ahí quieto. Enseguida me he dado cuenta que era extranjero con tanta melsa. Siempre pienso bien, porque sé que si me hubiese entendido se hubiese apartado, como haríamos la mayoría.
Al final me he ido un poco más para allá y he buscado una fila donde las personas fueran más bajitas que yo y así poder ver de una vez. Lo mejor es resolver los problemas sin conflictos, incluso con nosotros mismos, no vale la pena tanto disgusto, ni tanta preocupación, ni miedo, ni impotencia, ni siquiera vale la pena tener la sensación de no saber nada, algo se sabe siempre, aunque no nos sirva de mucho, incluso a veces de nada.
Vaya, ahora me acabo de acordar que mañana ya trabajo, después de unos días de asueto, menudo momento de acordarme, ahora que casi no me acordaba del tío ese que no me dejaba ver y ya empezaba a sentirme bien de nuevo. Qué pesado es el pensamiento, no para ni durmiendo, siempre mandando algún mensaje que te mueva el culo. ¿Será verdad que lo mejor es no pensar nada y no desear nada? A mi me suena a muerto.
Estoy viendo a varias personas que le gritan al tío que me estaba dando la espalda y se ríen, no sé si de él. ¡Anda!, uno le ha pegado fuego a una mecha y la traca ha comenzado, al fin veo algo. El fuego ha comenzado desde abajo y no hace mucho aire. Me empiezo a asustar, le están pegando fuego al tío y me alegro, me siento un sádico malo. Me calmo, se quema sin gritar, ni siquiera tiene dolor. Me alegro doblemente, hasta es posible que sentir no esté tan mal, aunque muchas veces nos echemos alguna mentira para sobreponernos. Qué línea tan fina entre la realidad y la fantasía.
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