martes, 19 de mayo de 2015

Les pido las estrellas


No dejan de ser interesantes las negaciones. Sin duda el “no” es muchas veces la única manera que tenemos de reafirmar nuestra identidad, de rebuscar en los adentros y a modo de exabrupto, salga como un eructo un “no” rotundo, claro y espacioso. 


Me sienta bien escribirlo, incluso hasta pensarlo, como ese taco que te quita esa proporción de malestar que aparece después de aguantar, en algún lugar chirriante de nosotros mismos, todas esas cosas que hacemos por imperativo moral, social o político. Y es que los convencionalismos, mal que nos pese reconocerlo están siempre ahí, para que, como una madre amante y meticulosa, nos sintamos tranquilos al sentirnos queridos, con esa mirada social que a todos nos condiciona y que resulta ser, en la realidad, del todo inexistente. Me ha llamado siempre mucho la atención, incluso ha invitado a mi curiosidad, la invasión en las personas de la frases hechas, símbolos, ritos y costumbres, falsas humildades e intereses desconocidos, para sentir esa seguridad tan necesaria y a la vez tan injusta y cruel: “La cárcel del qué dirán”. A pocos días de unas elecciones, y estando dentro del mirador político, se siente uno expuesto y a merced de  otros cerebros, ojos, orejas y bocas. Aparecen opiniones y pareceres de todo tipo, desde los amantes comentarios de una madre y el amor más incondicional, hasta las dagas puntiaguda y afiladas que intentan entrar en los más hondo de las entrañas procurando que el tajo sea largo y profundo. 

De lo que no creo que se de cuenta mucha gente es que la mayoría andamos ya heridos, por aquello de haber vivido y estar vivos, intentando cada día mejorar la última versión de nosotros mismos, en el mejor de los casos, porque hay heridas que parece que nunca cicatrizan y andan despacio, gota a gota, manchando la camisa blanca que cubre la piel en la que habitamos. Son esas extrañas experiencias que marcan los rumbos de las mareas y derivas, ondean en las aguas de un océano hecho día a día y año a año… pasaron sin darnos cuenta, quizá como esos amores de verano que llenaron en alguna ocasión nuestros corazones y que tras el castillo de fuegos artificiales desaparecieron volátiles delante de un cielo estrellado, quizá el último del verano.
Pero el ahora es ya y el verano es pasado, muy pronto será presente, eso sí, ahora es primavera y como tocan elecciones la noria política se ha puesto en marcha y los individuos pasamos a querer ser más conscientes que nunca de la realidad social y probablemente nos enrulemos de eslóganes, carteles y pancartas, de discursos y actos sociales, escondidos tras el argumento mimetizado de medios y televisiones. Me hago estos días muchas preguntas acerca de lo que hay de cada uno de nosotros de verdad entre tanta frase hecha, entre tanto marketing y merchandising, quizá nos unan los colores, los globos, las letras y algunas palabras o quizá no, quién sabe. Decir que lo sé sería políticamente incorrecto. Por eso quizá sea éste uno de esos momentos intranscendente de nuestras vidas en los que  ser uno mismo está de más, incluso hacerse el tonto, o al menos no demasiado el listo, sea lo más conveniente, no está bien visto el amor propio a estas alturas, parece que es más efectivo embobarse entre tantas razones sin conquistar lo mejor de uno mismo.
A mi me han dicho que pida el voto, por si no lo saben, soy el cabeza de lista de Votamos Buñol, candidatura impulsada y apoyada por  la Asamblea de Podemos Buñol, una Agrupación de Electores, una Candidatura de Unidad Popular, en la que personas de otros partidos y personas independientes nos hemos unido con propósitos comunes y con esos ideales, que como en cada verano, sentimos algunos al mirar hacia arriba, al cielo estrellado tras la última carcasa. Si es usted de Buñol, estimado lector, me habrá entendido perfectamente, y si no lo es probablemente también, porque hay lenguajes universales como la música, pero ninguno tan universal como los sentimientos y las emociones, quizá sea hora de escucharlas, quizá sea hora de mantenerlas, más allá de las fantasías veraniegas, más allá de los convencionalismos, eslóganes y grandes palabras, más allá del enorme batiburrillo de ideas y mensajes amontonados. Quizá y solo quizá -si digo que lo sé sería políticamente incorrecto- es hora de que pasemos del enamoramiento al amor, o de las razones a la razón, o del “deberían haser” en la barra de un bar, a hacer política nosotros, que por eso de la palabra  política, está peor vista, cosas de los calificativos dependientes de las circunstancias y el uso, pero no deja de ser la única manera de que los seres humanos caminemos más o menos y mejor juntos.
No recuerdo si les pedí el voto para nuestra candidatura, si no lo hice o si lo hice no me lo tengan en cuenta, en noches calurosas como ésta no puedo evitar mirar al cielo estrellado, oler la yerba Luisa y sentir una leve melancolía al recordar que pese a que no miremos al suelo andamos sobre la tierra.


De eso quería hablarles o quizá, no poco.

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