En las últimas semanas todos hemos sido testigos del fatal desenlace de la desaparición de Marta del Castillo. Hemos sabido que un joven de veinte años la asesinó y como su hermano y dos amigos de veinte y quince años le encubrieron y ayudaron a arrojar el cadáver al río Guadalquivir. Todo, presuntamente, hasta el juicio.
Escribir sobre esta realidad se hace difícil, el cuerpo se entumece, la falta de sentido y rabia recorre todo el cuerpo y al pulsar cada tecla para que salgan las palabras se siente un grado de responsabilidad muy alto. Es un tema complejo, difícil y desgarrador. Un hecho que ha quitado una vida y destrozado a una familia, y al otro lado, como mínimo, otras cuatro vidas más. Sin duda, es casi imposible, comprender nada.
Está bien que los medios de comunicación nos informen para que seamos conscientes de que hechos como éste se dan demasiadas veces en nuestra sociedad. Este caso ha reabierto- si es que alguna vez es posible cerrarlos- el caso de Mari Luz y otros muchos que han aparecido de nuevo en titulares y debates. Casos muy distintos cuyo resultado es el mismo: El asesinato de un ser humano. De una niña, de una joven. De una hija, sobrina, nieta, amiga, hermana… con el dolor y el sufrimiento que esto implica para su entorno más cercano. Hay muchas víctimas en estos casos, demasiadas. De ahí que quiera poner un pequeño grano de arena con estas palabras a la posibilidad de que en un futuro no lejano, estas atrocidades, queden en el pasado más oscuro de nuestra historia.
La imagen de esta semana, como verán, es la de una avispa comiendo en un bocadillo de jamón. La mayoría de personas la hubiesen matado o espantado. Sin embargo, la persona que comía el bocadillo esperó pacientemente, la avispa iba y venía entre bocado y bocado, compartieron el bocadillo y todo acabó con una fotografía en una playa de mi idealizada Ibiza junto a un grupo de amigos, muy apreciados, con los que se aprende a querer. El sentimiento que inspiró todo esto para mí es la compasión y la empatía: Tenía hambre. Compasión: “Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”.
Para tratar de entender lo ocurrido, simplificando y en este momento, solo se me ocurre esta palabra, en este caso, por su ausencia. La falta de compasión por la víctima del más execrable de los actos humanos, quitar la vida. Arthur Schopenhauer decía que la compasión es el supremo principio moral. Estoy de acuerdo. Después de este circo mediático vergonzoso, en el que el tratamiento morboso de estas desgracias en programas de televisión no sirve más que para aumentar audiencias, uno se pregunta el por qué unos jóvenes de veinte y quince años no sintieron compasión (y parece ser que tampoco culpa), cómo emocionalmente pudieron ser capaces… También por qué los medios de comunicación y las instituciones no profundizan en el problema y analizan los motivos. Única manera, a mi entender, de llegar a la verdad para poder tomar las medidas necesarias para que no se vuelvan a producir. No creo que la pena de muerte, ni la cadena perpetua, ni siquiera el endurecimiento de las penas resuelvan este problema. El castigo duro, directamente merecido, puede aplacar nuestra ira, incluso puede ser justo, pero desde luego, no es la solución.
¿Por qué, repito, un joven de veinte años, con toda la vida por delante asesina a una joven de diecisiete años?, ¿Por qué destroza una vida y destroza la suya y por qué su hermano y dos amigos de 20 y 15 años destrozan las suyas para “ayudar” a encubrir un asesinato?
No he visto, ni oído, ni leído, contestar a estas preguntas en ningún medio de comunicación ni en institución alguna. Ni siquiera plantearse las preguntas básicas para ahondar en qué ocurre en la mente de un joven para que sucedan estos hechos. Hasta que no seamos conscientes de que la salud mental es una de las piedras angulares de la vida, no podremos erradicar estas conductas. Es el buen trabajo psicológico-educativo, y no solo de los jóvenes, también de los padres y profesores, la solución razonable junto a la verdadera Justicia Social. Atajar el problema de la única manera posible: Detectarlo a tiempo, como cualquier cáncer o enfermedad y sanarlo. Esa responsabilidad es de todos nosotros: El compromiso fundamental para conseguir ला सलुद एमोसिओनल साएमोसिओनल, एसो एस la buena educacióन.
En la película Sin Perdón de Clint Eastwood hay una escena en la que el joven que les acompaña junto a Morgan Freeman, mata por primera vez. Vomita y dice sentir lo peor, es consciente de su acto y la compasión le hace sentir culpa. Entonces el protagonista le contesta: “Cuando matas a un hombre le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener”. Esa noche, al llegar a casa, la parafrasee así: Cuando matas a un ser humano, le quitas todo lo que es y todo lo que podría ser.
En este auténtico drama hay una clara víctima, Marta, a la que le han arrebatado su ser y lo que podría haber sido. Pero también hay otras víctimas, demasiadas. También verdugos, visibles y ocultos. Lo complejo, a veces, es distinguir entre unos y otros.
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