Hoy les contaré un sueño. Todo comenzó uno de esos días en los que la razón está de tu parte y te ayuda junto a las emociones a conseguir soñar despierto. De esto un gran amigo mío sabe mucho, disfruta haciéndolo y los demás disfrutamos escuchando sus fantásticas historias que, casi siempre, acaban en una gran carcajada.
Son muchos los seres humanos que en esta época de abundancia superflua, como pudo decir Erich Fromm, son capaces de dejar de pensar en tener para dedicarse al disfrute de la imaginación: A soñar despiertos.
Como les decía les contaré un sueño:
Todo comienza con algo tan típico como la suerte, como algo tan típico como que te toca en la lotería X, diez millones de euros- antes soñábamos en pesetas-. Ahora en navidades es muy común este sueño, también las conversaciones cuando nos acercamos al día 22: El día en el que todos somos afortunados si tenemos salud.
¿Qué hacer con tanto dinero?
Imaginen, imaginen que es lo que harían si les tocara esta cantidad de dinero, tómense el tiempo que necesiten, dejen correr a la imaginación y a los deseos sin prisa y luego, si quieren, sigan leyendo.
Ya pueden parar de imaginar, con toda probabilidad se podría reducir todo a estas dos palabras: Comprar o Pagar.
¿Qué es lo que se puede comprar con diez millones de euros?
Casas, coches, motos, viajes, muebles, decoración, arte, viajes, servicios...
También se puede ayudar a los demás para que puedan...COMPRAR o Pagar Las COMPRAS.
A tus abuelos, padres, hermanos, primos, tíos, amigos, puedes regalarles dinero a todos ellos, una parte de tu suerte, para aliviarles cargas y te quieran más.
Bien, ya tenemos todo lo que necesitamos, incluso el agradecimiento de todos los que más nos importan.
¿Y salud qué, tenemos más salud?
Pues sí, al menos más probabilidades de prevenir y de curar las enfermedades. No trabajar con la obligación de una franja horaria, permite tener tiempo para dedicarle al cuerpo. Y el dinero permite comprar a los mejores especialistas y las mejores técnicas de salud.
¿Y el amor?, ¿Se puede comprar el amor?
No. El amor no se puede comprar. Pero no me negarán que sin los problemas que crea una economía precaria es infinitamente más fácil llevarse bien, es decir, conservar más el amor. Le llamaremos amor en conserva, a aquel amor que siendo igual a otro se puede conservar más tiempo, gracias al dinero con el que podemos eliminar todos los condicionamientos que nos llevan a discutir si debemos comprar esto primero u esto otro, si viajamos aquí o a allá, si tú te compraste esto a mi me toca aquello, si no podemos salir porque no podemos dejar a los niños con nadie, etc, etc, etc...
Y no hablemos del hastío y el aburrimiento...parece obvio que resulta más fácil divertirse cuando hay abundancia de dinero, en nuestra sociedad el ocio se compra siempre. ¿A quién no le gusta viajar, descubrir nuevas culturas, disfrutar de todo lo que ofrece el mundo con la bolsa llena, muy llena?
Creo poder decirles que ya pueden dejar de soñar despiertos, la verdad es que no nos han tocado diez millones. Se fastidió todo, lo siento.
Alguien pudo decir que todo es negocio, no estoy de acuerdo, yo matizaría diciendo que todo es relativamente negociable, con dinero por supuesto. ¿O no?
Pues no, me niego a que el rey midas determine mi felicidad y la de los demás, me niego a estar “metalisau”, como escuchó decir una buena amiga mía de una abuela a su nieto en la puerta de un kiosco, me niego a disfrutar de viajes, de cómodos transportes en primera clase, de la mejor gastronomía de cada país, me niego a que me quieran modelos bellísimas como a los futbolistas ricos y feos, me niego a tener tanto tiempo de ocio y que me llamen gandul o cosas peores, me niego al maravilloso disfrute de construir a base de esfuerzo y dedicación mis bienes y mi futuro, me niego a distribuir mi tiempo descansando cuando esté cansado, comer lo que me apetezca cuando tenga hambre, moverme en el coche más seguro y cómodo de la tierra, dedicarle tiempo a hacer feliz a mi pareja y a mis hijos, me niego a disfrutar de la soledad reflexiva cuando me de la gana, me niego a comprar o construir la casa ideal con tanta comodidad, espacio y zonas verdes, me niego a ser comodón, un gentelman individualista y esteta , aún sabiendo que somos las personas, los únicos seres vivos que hacemos de lo contingente algo necesario. Y a eso le llamamos progreso.
Me niego a tanto bienestar material, dónde está el espíritu y los valores inmateriales. Quiero respirar, comer, beber, tener un techo, mear, cagar, hacer el amor, reunirme para compartir con mi familia y amigos y ayudar a los demás. Así quiero sentirme feliz.
Yo llevo el número ochenta y cuatro mil doscientos noventa y tres, también cinco apuestas al Euro-Millón de ésta semana. ¿Y ustedes?
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domingo, 20 de diciembre de 2009
martes, 8 de diciembre de 2009
Héroes de Invierno
Llegó el frío, este año, un poco antes del puente de diciembre. Después de un mes de noviembre extrañamente cálido. Los resfriados y gripes cunden y en las calles solitarias, algún que otro caminante podría percibir el reflejo de un cierto miedo a los virus y a la temperatura invernal.
Por una parte está la depresión económica y por otra, la ambiental, el frío asociado generalmente al no placer. Cuántas veces la pereza en el calor del hogar nos sumerge sin darnos cuenta en la apatía de la constante inacción. Cada vez salir y relacionarnos se convierte en algo más frío. No se si tiene que ver con las decepciones que las experiencias nos traen al paso de los años o con la dificultad de distinguir, identificar y comunicar las emociones (Alexitimia). Lo bien seguro es que cuando uno no se encuentra bien es muy difícil transmitir en positivo. La alegría, para mi especialmente unida a la ilusión, la imaginación, la novedad y la sorpresa, parece ir decreciendo según vamos madurando. Los envites de la realidad más cutre, la incomprensión de algunas actitudes y los propios errores y fracasos van minado esta emoción tan increíblemente positiva. De hecho el ejemplo más claro y recurrente sería como postergamos las risas para el fin de semana compartimentadas y clasificadas dependiendo de los distintos grupos con los que decidimos reunirnos. Otro buen ejemplo se aprecia en las relaciones nuevas o en personas de especial interés para cualquiera de nosotros. La actitud cambia, y lo mejor o lo peor de nosotros mismos aflora como petróleo en la película Gigante.
Una de las cosas que más me llaman la atención en las personas es la capacidad que tenemos de cambiar de ánimo en un milisegundo. También, por el contario, la capacidad de algunas personas de (aparentemente) no inmutarse por casi nada. Hablo de esas personas-supongo todos conocemos-que nunca nos han mostrado una cara distinta a la de siempre. Después de 30 años siguen expresando lo mismo. Ni un solo día han bajado la guardia, haga frío o calor. Aunque no estoy seguro de haberlas visto cuando hace frío ó cuando no son fiestas de guardar.
De lo que no hay duda es que las personas tendemos al rebaño. Tengo la teoría que en los últimos cien años las manadas han ido por un a parte aumentando en paralelo con los deseos del sistema de consumo y por otra parte, han ido disminuyendo y reordenándose, incluso, de una forma gregaria, en una infructuosa búsqueda de comunión basada en la repetición y en la rutina tratando de encontrar seguridad y compañía. Recuerdos con los que alimentar el presente tratando de maquillarlo hasta verlo tan bonito como en cada momento convenga.
Creo que hace demasiados años que nos dicen como tenemos que disfrutar, dónde, cómo, cuando, incluso con quién, siempre se olvidan del por qué. Hace demasiados años que me oigo y oigo decir, deberían hacer, podríamos haber hecho, no salimos porque no hay nada interesante que hacer. Y la verdad, creo que hay una parte real, pero la mayoría es una auténtica y sencilla mentira, como tantas otras que nos contamos unos a otros para justificar nuestra falta de ilusión, imaginación y ganas de vivir. Es la alegría ese motor, las ganas de darnos lo mejor que podamos, las ganas de dar lo mejor que podamos, la maravillosa sensación de sentirse vivir siendo protagonistas de nuestra fiesta o de nuestro aburrimiento.
Llevo muchos años viendo a personas que no han querido comulgar con las tendencias, o aún comulgando, han tratado de poner su gotita de risa o de fresa en la ésta gran verbena, y durante todos estos años, unos han caído en la autodestrucción, otros han deshecho su propio camino, destrozando cualquier atisbo de ilusión, otros siguen, marginados o auto-marginados, en las barras de los bares contando historias de todo tipo que a la postre solo hablan de amor o de dolor, mientras gritan la rabia contenida al final de la noche, cuando las copas han rebasado sus límites de autocontrol.
Son mis héroes, son los raros, los que no tienen buena imagen para presentarse a concejal de pueblo, los que hablan con extraños y hacen amigos en una hora, los que escuchan para no escuchar sus propias voces, los que ríen y tienen pata porque se han arriesgado a vivir, han soñado y han conseguido construir alguna vez sus sueños, por eso siempre tienen algo que contar, son los que repiten hermosas historias que ya no se creen del todo, los que sonríen cuando se abre la puerta y se va llenando el local. Son mis héroes, los buscadores sinceros de la alegría, los juglares de la risa y el talento, las personas que escriben la realidad persiguiendo sus propias palabras que saben compartir, esos locos de ojos vidriosos en los que se refleja cualquier luz.
Paseando por la nieve te lo cuento.
Por una parte está la depresión económica y por otra, la ambiental, el frío asociado generalmente al no placer. Cuántas veces la pereza en el calor del hogar nos sumerge sin darnos cuenta en la apatía de la constante inacción. Cada vez salir y relacionarnos se convierte en algo más frío. No se si tiene que ver con las decepciones que las experiencias nos traen al paso de los años o con la dificultad de distinguir, identificar y comunicar las emociones (Alexitimia). Lo bien seguro es que cuando uno no se encuentra bien es muy difícil transmitir en positivo. La alegría, para mi especialmente unida a la ilusión, la imaginación, la novedad y la sorpresa, parece ir decreciendo según vamos madurando. Los envites de la realidad más cutre, la incomprensión de algunas actitudes y los propios errores y fracasos van minado esta emoción tan increíblemente positiva. De hecho el ejemplo más claro y recurrente sería como postergamos las risas para el fin de semana compartimentadas y clasificadas dependiendo de los distintos grupos con los que decidimos reunirnos. Otro buen ejemplo se aprecia en las relaciones nuevas o en personas de especial interés para cualquiera de nosotros. La actitud cambia, y lo mejor o lo peor de nosotros mismos aflora como petróleo en la película Gigante.
Una de las cosas que más me llaman la atención en las personas es la capacidad que tenemos de cambiar de ánimo en un milisegundo. También, por el contario, la capacidad de algunas personas de (aparentemente) no inmutarse por casi nada. Hablo de esas personas-supongo todos conocemos-que nunca nos han mostrado una cara distinta a la de siempre. Después de 30 años siguen expresando lo mismo. Ni un solo día han bajado la guardia, haga frío o calor. Aunque no estoy seguro de haberlas visto cuando hace frío ó cuando no son fiestas de guardar.
De lo que no hay duda es que las personas tendemos al rebaño. Tengo la teoría que en los últimos cien años las manadas han ido por un a parte aumentando en paralelo con los deseos del sistema de consumo y por otra parte, han ido disminuyendo y reordenándose, incluso, de una forma gregaria, en una infructuosa búsqueda de comunión basada en la repetición y en la rutina tratando de encontrar seguridad y compañía. Recuerdos con los que alimentar el presente tratando de maquillarlo hasta verlo tan bonito como en cada momento convenga.
Creo que hace demasiados años que nos dicen como tenemos que disfrutar, dónde, cómo, cuando, incluso con quién, siempre se olvidan del por qué. Hace demasiados años que me oigo y oigo decir, deberían hacer, podríamos haber hecho, no salimos porque no hay nada interesante que hacer. Y la verdad, creo que hay una parte real, pero la mayoría es una auténtica y sencilla mentira, como tantas otras que nos contamos unos a otros para justificar nuestra falta de ilusión, imaginación y ganas de vivir. Es la alegría ese motor, las ganas de darnos lo mejor que podamos, las ganas de dar lo mejor que podamos, la maravillosa sensación de sentirse vivir siendo protagonistas de nuestra fiesta o de nuestro aburrimiento.
Llevo muchos años viendo a personas que no han querido comulgar con las tendencias, o aún comulgando, han tratado de poner su gotita de risa o de fresa en la ésta gran verbena, y durante todos estos años, unos han caído en la autodestrucción, otros han deshecho su propio camino, destrozando cualquier atisbo de ilusión, otros siguen, marginados o auto-marginados, en las barras de los bares contando historias de todo tipo que a la postre solo hablan de amor o de dolor, mientras gritan la rabia contenida al final de la noche, cuando las copas han rebasado sus límites de autocontrol.
Son mis héroes, son los raros, los que no tienen buena imagen para presentarse a concejal de pueblo, los que hablan con extraños y hacen amigos en una hora, los que escuchan para no escuchar sus propias voces, los que ríen y tienen pata porque se han arriesgado a vivir, han soñado y han conseguido construir alguna vez sus sueños, por eso siempre tienen algo que contar, son los que repiten hermosas historias que ya no se creen del todo, los que sonríen cuando se abre la puerta y se va llenando el local. Son mis héroes, los buscadores sinceros de la alegría, los juglares de la risa y el talento, las personas que escriben la realidad persiguiendo sus propias palabras que saben compartir, esos locos de ojos vidriosos en los que se refleja cualquier luz.
Paseando por la nieve te lo cuento.
martes, 24 de noviembre de 2009
La palabra es del otro
“¡Oh rosa, oh pura contradicción
voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados!”
Estas palabras de Rainer María Rilke, las escribió para su epitafio muchos años antes de su fallecimiento, ocurrencias del azar, las pequeñas heridas que le causaron las espinas de una rosa, multiplicadas al ser hemofílico, le produjo la muerte. Premonitorias sus palabras y desconcertante la coincidencia con la realidad.
Algo de premonitorio y de coincidente está muchas veces presente en nuestras vidas, de hecho a veces el azar se despacha especialmente a gusto con algunas personas, en sentido positivo o negativo, incluso sin sentido, al menos, ante la razón.
“La poesía es lo otro”
Estas palabras del querido Darío Cervera que fueron escritas hace muchos años, coincidentemente me persiguen desde entonces, incluso me atreví a parafrasearlas hace algunos años con ésta: La realidad es lo otro. Premonitorio. Lo hice cuando me di cuenta de que las personas proyectamos nuestras emociones en los demás creyendo que los otros sienten o deberían sentir lo mismo. Y, claramente, no es así. De hecho, esta aparente pequeña fantasía, resulta letal en las relaciones humanas de todo tipo, especialmente en las de pareja y las de padres e hijos.
Cuando murió Darío, demasiado joven y demasiado rápido, sentí de nuevo la vara del azar como un azote, aún no siendo un amigo de roce diario, sí lo fue en mis adentros. Fueron sus palabras y su actitud vital un lazo intenso, al menos, para un conocido grupo de personas entre las que me incluyo. Su mirada honda hacia la vida y su sensibilidad, a través de sus palabras y actos, concluyeron en esa comunicación emocional que en direcciones infinitas transporta experiencias de un mayor calado, profundas como el fondo de un océano, siempre del todo inescrutable. Es la magia de la vida y la palabra que Darío manejó como un singular maestro.
“La vida, precioso, preciado fruto, tiene un duro hueso dentro: la muerte, ¿semilla de qué?”
Estas palabras de Lorenzo Oliván y muchas más, dentro de una cajita del tiempo, me las regaló una querida amiga hace algunos años, desde entonces guardo en su interior-así me lo sugirió ella y me pareció exquisito-palabras que en el transcurso de los años han tenido para mi un significado especial por variopintos motivos, pequeños regalos que caen en tus manos por puro azar pero que se convierten en coincidencias al roce con la realidad, con el día a día y lo que te va ocurriendo, algunas de ellas premonitorias hasta el susto. Cuando uno abre un libro, a veces comienza el siguiente capítulo y todo lo que va a leer le está sucediendo o tiene mucho que ver con lo que estamos sintiendo, reflexionando ó sufriendo… en ese justo momento, como diría Paulo Coelhlo : “El Universo entero conspira para que pueda(s) realizar(…). Basta con escuchar los dictados del corazón y a descifrar un lenguaje que está más allá de las palabras, el que muestra aquello que los ojos no pueden ver.” Me pregunto si más allá de nuestros límites otras realidades conspiran… y si así lo fuera, ¿de qué depende, de nuestra voluntad y actitud conscientes o de todo aquello que no vemos aunque sí sentimos?
“Yo y lo demás, cuando no me derrumbo, somos como dos, y cuando me derrumbo, somos como uno.”
Estas palabras se las robé a Antonio Porchia de su libro Voces Reunidas, coincidentes y premonitorias ante las circunstancias actuales y junto a la actitud de cada uno de nosotros ante los derrumbes propios y ajenos. En su discriminación está la respuesta, quizá en atender a esos “dictados del corazón” que nos sumergen en la desesperación y el sufrimiento. No siempre el Universo parece conspirar en nuestro favor, tampoco nuestra actitud. Seguramente es necesario en una época de tanto vació y tanta superficialidad, escuchar otras voces para reencontrar los propios dictados del corazón, aquello que nos llena y nos hace crecer pese a las circunstancias y precisamente por ellas. La fortaleza no está en la fuerza física sino en comprender la energía que nos mueve y sobre todo en no usarla en contra de nosotros mismos.
Acaba el mes en el que se conmemora el día de la(os) muerte(os), el final de la vida llegará cuando tenga que llegar, pero mientras tanto, tendremos que estar muy atentos a toda esas partes autodestructivas que todos nos aplicamos, muchas veces sin darnos cuenta, la mayoría. Cuidarnos y cuidar posiblemente sea la mejor manera de darle buenas pistas al Universo.
No se si la suerte es o no es, existe o no existe, tampoco si hay energías cosmogónicas que condicionan la vida, ni siquiera estoy seguro de que los (s)eres humanos como género seamos capaces de promover la vida por encima de todo. Pero de lo que sí estoy seguro es que en días como estos las mejores recetas pasan por pensar bien nuestro propio menú, sin olvidar, los que otras personas han ido creando desde su imaginación y sentir a lo largo de lo años.
voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados!”
Estas palabras de Rainer María Rilke, las escribió para su epitafio muchos años antes de su fallecimiento, ocurrencias del azar, las pequeñas heridas que le causaron las espinas de una rosa, multiplicadas al ser hemofílico, le produjo la muerte. Premonitorias sus palabras y desconcertante la coincidencia con la realidad.
Algo de premonitorio y de coincidente está muchas veces presente en nuestras vidas, de hecho a veces el azar se despacha especialmente a gusto con algunas personas, en sentido positivo o negativo, incluso sin sentido, al menos, ante la razón.
“La poesía es lo otro”
Estas palabras del querido Darío Cervera que fueron escritas hace muchos años, coincidentemente me persiguen desde entonces, incluso me atreví a parafrasearlas hace algunos años con ésta: La realidad es lo otro. Premonitorio. Lo hice cuando me di cuenta de que las personas proyectamos nuestras emociones en los demás creyendo que los otros sienten o deberían sentir lo mismo. Y, claramente, no es así. De hecho, esta aparente pequeña fantasía, resulta letal en las relaciones humanas de todo tipo, especialmente en las de pareja y las de padres e hijos.
Cuando murió Darío, demasiado joven y demasiado rápido, sentí de nuevo la vara del azar como un azote, aún no siendo un amigo de roce diario, sí lo fue en mis adentros. Fueron sus palabras y su actitud vital un lazo intenso, al menos, para un conocido grupo de personas entre las que me incluyo. Su mirada honda hacia la vida y su sensibilidad, a través de sus palabras y actos, concluyeron en esa comunicación emocional que en direcciones infinitas transporta experiencias de un mayor calado, profundas como el fondo de un océano, siempre del todo inescrutable. Es la magia de la vida y la palabra que Darío manejó como un singular maestro.
“La vida, precioso, preciado fruto, tiene un duro hueso dentro: la muerte, ¿semilla de qué?”
Estas palabras de Lorenzo Oliván y muchas más, dentro de una cajita del tiempo, me las regaló una querida amiga hace algunos años, desde entonces guardo en su interior-así me lo sugirió ella y me pareció exquisito-palabras que en el transcurso de los años han tenido para mi un significado especial por variopintos motivos, pequeños regalos que caen en tus manos por puro azar pero que se convierten en coincidencias al roce con la realidad, con el día a día y lo que te va ocurriendo, algunas de ellas premonitorias hasta el susto. Cuando uno abre un libro, a veces comienza el siguiente capítulo y todo lo que va a leer le está sucediendo o tiene mucho que ver con lo que estamos sintiendo, reflexionando ó sufriendo… en ese justo momento, como diría Paulo Coelhlo : “El Universo entero conspira para que pueda(s) realizar(…). Basta con escuchar los dictados del corazón y a descifrar un lenguaje que está más allá de las palabras, el que muestra aquello que los ojos no pueden ver.” Me pregunto si más allá de nuestros límites otras realidades conspiran… y si así lo fuera, ¿de qué depende, de nuestra voluntad y actitud conscientes o de todo aquello que no vemos aunque sí sentimos?
“Yo y lo demás, cuando no me derrumbo, somos como dos, y cuando me derrumbo, somos como uno.”
Estas palabras se las robé a Antonio Porchia de su libro Voces Reunidas, coincidentes y premonitorias ante las circunstancias actuales y junto a la actitud de cada uno de nosotros ante los derrumbes propios y ajenos. En su discriminación está la respuesta, quizá en atender a esos “dictados del corazón” que nos sumergen en la desesperación y el sufrimiento. No siempre el Universo parece conspirar en nuestro favor, tampoco nuestra actitud. Seguramente es necesario en una época de tanto vació y tanta superficialidad, escuchar otras voces para reencontrar los propios dictados del corazón, aquello que nos llena y nos hace crecer pese a las circunstancias y precisamente por ellas. La fortaleza no está en la fuerza física sino en comprender la energía que nos mueve y sobre todo en no usarla en contra de nosotros mismos.
Acaba el mes en el que se conmemora el día de la(os) muerte(os), el final de la vida llegará cuando tenga que llegar, pero mientras tanto, tendremos que estar muy atentos a toda esas partes autodestructivas que todos nos aplicamos, muchas veces sin darnos cuenta, la mayoría. Cuidarnos y cuidar posiblemente sea la mejor manera de darle buenas pistas al Universo.
No se si la suerte es o no es, existe o no existe, tampoco si hay energías cosmogónicas que condicionan la vida, ni siquiera estoy seguro de que los (s)eres humanos como género seamos capaces de promover la vida por encima de todo. Pero de lo que sí estoy seguro es que en días como estos las mejores recetas pasan por pensar bien nuestro propio menú, sin olvidar, los que otras personas han ido creando desde su imaginación y sentir a lo largo de lo años.
domingo, 8 de noviembre de 2009
¿Por qué el corazón no puede olvidar?
Escuchó el sonido de un viento fuerte, un silbido potente, casi un rugido. Asustado comprobó y cerró todas las ventanas, algunas golpeaban los marcos con la fuerza agresiva de un portazo después de una pelea definitiva entre enamorados. Recorrió los pasillos de la casa grande descalzo, con la intención de no hacer ruido alguno que pudiese despertar a los propios fantasmas. La madera del suelo crujía suave con un sonido antiguo y mudo. Apagó algunas luces y encendió otras intentando sofocar un incendio que variaba su origen por momentos. Decidió de entre diecinueve estancias la biblioteca, le pareció el lugar más seguro, supongo que por ese calor que desprenden los libros en los estantes, llenos de colores y formas distintas creando un todo armónico. La chimenea encendida fue otra buena razón, pero sin duda, la más decisiva de ellas fue el enorme globo terráqueo convertido en madera y en un arca que contenía el alcohol de toda la casa. Dicen que no hay mejor ansiolítico, la pena es que reviente el hígado- se dijo.
Se sirvió un gran trago de vodka ruso, tratando de recomponer su cuerpo tembloroso. Su frente ahora ardía de calor y el estómago se contrajo como los abdominales de Bruce Lee en una de sus mejores interpretaciones para el cine.
Le gustaba el cine desde muy niño, su mayor entretenimiento y quizá uno de sus educadores más peligrosos. Las imágenes de una ilusión removían poco a poco y año a año todos sus deseos, hasta inundarlo, hasta convencerlo de que aquellas fantasiosas imágenes podía convertirlas en realidad. Pensó mil veces en mil planes que en el fondo se resumían en una frase: Convertir sus sueños en realidad. Murió de tanto sufrimiento.
Las preguntas que me surgieron aquí fueron: ¿Cómo se construyen los deseos y de dónde vienen? ¿Es uno mismo el creador y autor de sus anhelos?
Las respuestas no eran fáciles, al menos, las que parecían cobrar sentido desde la razón y el sosiego. Cómo saber si lo que sientes es una pulsión, una tendencia, un instinto, un deseo, un sentimiento, una emoción propia o simplemente una repetición de todo lo mamado y percibido en burbujas ajenas a una realidad cambiante. La respuesta quizá está escondida en cada experiencia, en cada sensación necesaria, en cada sueño convertido en la energía que nos mueve a actuar, quizá a levantarnos cada mañana en busca de la experiencia creativa. Cada uno la suya, cada uno la que le conduce directamente al bienestar y la satisfacción.
Un diálogo entre lo imaginario y lo real se mostraba ante mis ojos como el único camino posible si quería alcanzar con éxito el sentido que esencialmente contiene el bienestar. Quizá por ello, algunas veces, navegamos río arriba, a contracorriente, y otras, nos dejamos llevar por ella. Propio del pensamiento es recrear en la imaginación el futuro y pretender conseguir cogerlo con las manos. Buscar las fórmulas para llegar a realizar y conseguir nuestros objetivos.
Una vez conseguido aparece el sabor de la satisfacción. Al contrario, el fracaso. Cómo retener esas emociones y actitudes cuando se ha llegado supuestamente a la meta. Independientemente del resultado todo quedará grabado en la memoria como una experiencia intensa. Habrán intervenido la fantasía y la realidad, cada uno en su medida, también la influencia que produce la interacción con todo aquello que está fuera de nuestros límites: los demás y las circunstancias, quizá… incluso partes de nosotros mismos.
Al darnos cuenta, aparece una sensación que camina hacia el pensamiento, aportándonos el necesario conocimiento, la mirada honda e interior del autoconocimiento se traslada al fondo de nuestros semejantes, generando el arma más importante y potente a la que el ser humano tiene acceso: La perspectiva humana. Su resultado se expresa muy bien en este párrafo de José Antonio Marina de su libro la Inteligencia Fracasada: “El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia. Ambas están unidas por parentescos casi olvidados”.
Ningún ser humano puede encontrar la felicidad solo, por eso busca y busca, de dentro a afuera tratando de encontrar. Cada uno, a través de sus deseos y sentimientos, compone la pócima que cree necesitar y con cada experiencia va cambiando la fórmula, precisamente por eso los corazones no pueden olvidar, pese a que algunos de esos jugos envenenen. Es el dolor un gran escultor –como alguien dijo del tiempo-si no te lleva a la muerte o si no te mantiene en un constante sufrimiento.
Por ello volvemos al libro de Marina para recuperar estas palabras: “Son inteligentes las sociedades justas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad-privada o pública-, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es dolor. La desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia”.
Es tan lúcida la pasión después del paso del tiempo.
Se sirvió un gran trago de vodka ruso, tratando de recomponer su cuerpo tembloroso. Su frente ahora ardía de calor y el estómago se contrajo como los abdominales de Bruce Lee en una de sus mejores interpretaciones para el cine.
Le gustaba el cine desde muy niño, su mayor entretenimiento y quizá uno de sus educadores más peligrosos. Las imágenes de una ilusión removían poco a poco y año a año todos sus deseos, hasta inundarlo, hasta convencerlo de que aquellas fantasiosas imágenes podía convertirlas en realidad. Pensó mil veces en mil planes que en el fondo se resumían en una frase: Convertir sus sueños en realidad. Murió de tanto sufrimiento.
Las preguntas que me surgieron aquí fueron: ¿Cómo se construyen los deseos y de dónde vienen? ¿Es uno mismo el creador y autor de sus anhelos?
Las respuestas no eran fáciles, al menos, las que parecían cobrar sentido desde la razón y el sosiego. Cómo saber si lo que sientes es una pulsión, una tendencia, un instinto, un deseo, un sentimiento, una emoción propia o simplemente una repetición de todo lo mamado y percibido en burbujas ajenas a una realidad cambiante. La respuesta quizá está escondida en cada experiencia, en cada sensación necesaria, en cada sueño convertido en la energía que nos mueve a actuar, quizá a levantarnos cada mañana en busca de la experiencia creativa. Cada uno la suya, cada uno la que le conduce directamente al bienestar y la satisfacción.
Un diálogo entre lo imaginario y lo real se mostraba ante mis ojos como el único camino posible si quería alcanzar con éxito el sentido que esencialmente contiene el bienestar. Quizá por ello, algunas veces, navegamos río arriba, a contracorriente, y otras, nos dejamos llevar por ella. Propio del pensamiento es recrear en la imaginación el futuro y pretender conseguir cogerlo con las manos. Buscar las fórmulas para llegar a realizar y conseguir nuestros objetivos.
Una vez conseguido aparece el sabor de la satisfacción. Al contrario, el fracaso. Cómo retener esas emociones y actitudes cuando se ha llegado supuestamente a la meta. Independientemente del resultado todo quedará grabado en la memoria como una experiencia intensa. Habrán intervenido la fantasía y la realidad, cada uno en su medida, también la influencia que produce la interacción con todo aquello que está fuera de nuestros límites: los demás y las circunstancias, quizá… incluso partes de nosotros mismos.
Al darnos cuenta, aparece una sensación que camina hacia el pensamiento, aportándonos el necesario conocimiento, la mirada honda e interior del autoconocimiento se traslada al fondo de nuestros semejantes, generando el arma más importante y potente a la que el ser humano tiene acceso: La perspectiva humana. Su resultado se expresa muy bien en este párrafo de José Antonio Marina de su libro la Inteligencia Fracasada: “El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia. Ambas están unidas por parentescos casi olvidados”.
Ningún ser humano puede encontrar la felicidad solo, por eso busca y busca, de dentro a afuera tratando de encontrar. Cada uno, a través de sus deseos y sentimientos, compone la pócima que cree necesitar y con cada experiencia va cambiando la fórmula, precisamente por eso los corazones no pueden olvidar, pese a que algunos de esos jugos envenenen. Es el dolor un gran escultor –como alguien dijo del tiempo-si no te lleva a la muerte o si no te mantiene en un constante sufrimiento.
Por ello volvemos al libro de Marina para recuperar estas palabras: “Son inteligentes las sociedades justas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad-privada o pública-, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es dolor. La desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia”.
Es tan lúcida la pasión después del paso del tiempo.
jueves, 29 de octubre de 2009
Todavíअ नो से एल título
Para Emily
Abrió la boca y tragó el corazón sin masticar, de un solo bocado. Pensó en la píldora que todo lo cura. Tenía la certeza de que con dos corazones iba a conseguir parar la dolorosa intranquilidad que produce la soledad constante. No se le ocurrió nada mejor que tener uno de repuesto. Lo había visto muchas veces en el cine, corazones juntos de noventa a ciento veinte minutos rodeados de belleza y pulcritud. Estaba claro, si falla el mío-se decía- no desapareceré oculto tras la niebla de quien no importa a nadie. El otro se pondrá en marcha bombeando la sangre que riega mi cuerpo hasta que el propio vuelva a funcionar. Lo había visto tantas veces, lo había escuchado tantas veces, había oído confesiones afirmándolo y buscándolo tantas veces. Finalmente llegó a creer firmemente poder vivir con el corazón de otro, incluso con dos corazones a la vez- ésta era su versión preferida- y no creía poder vivir bien solo con su propio corazón, bombeando único, tan frágil y liviano, le asustaba hasta el pánico saber que todo dependía de él.
Por eso había salido miles de noches y algún día buscando aquel corazón de repuesto sin conseguirlo. Muchas veces se acercó a escuchar otros, sus pálpitos, los abrazaba, los tocaba, lamía los pechos hasta caer rendido, dejaba apoyada la cabeza entre los dos pezones y seguía escuchando su ritmo hasta quedar dormido. El calor de una piel junto a otra creaba un ambiente necesario. Al pasar las horas despertaba, después de un orgasmo imitado, casi mecánico, y se marchaba al alba caminado sobre calles vacías de luz. Quizá escuchaba el sonido de un automóvil circulando, el camión de la basura recogiendo contenedores llenos de corazones rotos y desperdicios, los gritos de una mujer borracha agudos como los de una hiena, el abrir de las braguetas calientes llenas de penes y huevos a punto de reventar. Pero sobre todo escuchaba una voz propia que no paraba, el grito de un cuervo construido en el oído para estos momentos. Y un mensaje: Necesitas otro corazón no es suficiente con el tuyo, es peligroso, muy peligroso en el futuro, hay que sobrevivir, construir los deseos que ocupan a todos, sobre todo uno, seguridad.
Una suave lluvia comenzó a humedecer sus mejillas calientes, durante unos minutos escuchó únicamente sus pasos. Despertó de inmediato al olor del pan recién hecho. En la puerta del horno de los borrachos un grupo de adolescentes reían, corrían y se empujaban, a la vez que comían trozos de comida indigerible.
Compró un completo y una botella de agua, salió a la calle, se sentó en un banco y se lo comió ávidamente, mientras observaba a una pareja follando dentro del coche, un borracho durmiendo encima de sus vómitos mientras sus amigos reían como si tuviese gracia, y una bella prostituta que se subía a un coche que solo pueden pagar algunos.
Terminó el último bocado y siguió caminado con todas las imágenes en la cabeza, volteándose como una campana cuando avisa de un peligro o quizá de una alegría, todas ellas y a la vez pasando deprisa ante los ojos invisibles de la memoria. Pensó que todas las percepciones de una vida caben en ella. Se aturulló y con amabilidad le pidió árnica a su cabeza. Durante unos instantes la petición había surtido efecto, caminó tranquilo hacia su casa, respirando el aire húmedo y fresco de una extraña mañana de lluvia. Recordó cuando a la luz de una vela alguien le dijo: “Me gusta la lluvia, tantas lágrimas a la vez esconden las mías, cuando llueve lloro en público hasta cansarme sin que nadie me mire extrañado”.
Llegó al portal, durante todo el tiempo había escuchado latir los dos corazones en sus adentros sin conseguir la calma que buscaba. Seguía sintiéndose solo, arrinconado, discriminado, incomprendido, su única salida era seguir dando vueltas a la noria buscando la zanahoria (de Ana L). Nunca conseguiría hacerse con ella y lo sabía. Subió a su casa y encendió la chimenea. Mirando las llamas recordó cada círculo recorrido y repetido. Un pinchazo intenso y doloroso recorrió su vientre de punta a punta llevándose consigo todo lo pensado y sentido. Nada ahora tenía sentido, quizá tampoco antes.
Entre el segundo y tercer pinchazo se dio cuenta: El corazón que se tragó no se quedó en el pecho como él esperaba, se quedó dando vueltas y vueltas en el estómago. Ninguna seguridad consiguió en corazón ajeno, acaso una emoción potente y roja que recorrió todo el cuerpo como la sangre. Y un atisbo de esperanza despistada. Y ratos de compañía solo. Y ganas de ser en otro, proyectando todos los deseos propios.
Sus ojos se abrieron como puños convertidos en manos y recordó las palabras de Darío Jaramillo: “… aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina/ dentro de ti/ y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso; /pero no olvides, especialmente entonces, /cuando llegue el amor y te calcine, /que primero y siempre está tu soledad/ y luego nada/y después, si ha de llegar, está el amor”.
Abrió la boca y tragó el corazón sin masticar, de un solo bocado. Pensó en la píldora que todo lo cura. Tenía la certeza de que con dos corazones iba a conseguir parar la dolorosa intranquilidad que produce la soledad constante. No se le ocurrió nada mejor que tener uno de repuesto. Lo había visto muchas veces en el cine, corazones juntos de noventa a ciento veinte minutos rodeados de belleza y pulcritud. Estaba claro, si falla el mío-se decía- no desapareceré oculto tras la niebla de quien no importa a nadie. El otro se pondrá en marcha bombeando la sangre que riega mi cuerpo hasta que el propio vuelva a funcionar. Lo había visto tantas veces, lo había escuchado tantas veces, había oído confesiones afirmándolo y buscándolo tantas veces. Finalmente llegó a creer firmemente poder vivir con el corazón de otro, incluso con dos corazones a la vez- ésta era su versión preferida- y no creía poder vivir bien solo con su propio corazón, bombeando único, tan frágil y liviano, le asustaba hasta el pánico saber que todo dependía de él.
Por eso había salido miles de noches y algún día buscando aquel corazón de repuesto sin conseguirlo. Muchas veces se acercó a escuchar otros, sus pálpitos, los abrazaba, los tocaba, lamía los pechos hasta caer rendido, dejaba apoyada la cabeza entre los dos pezones y seguía escuchando su ritmo hasta quedar dormido. El calor de una piel junto a otra creaba un ambiente necesario. Al pasar las horas despertaba, después de un orgasmo imitado, casi mecánico, y se marchaba al alba caminado sobre calles vacías de luz. Quizá escuchaba el sonido de un automóvil circulando, el camión de la basura recogiendo contenedores llenos de corazones rotos y desperdicios, los gritos de una mujer borracha agudos como los de una hiena, el abrir de las braguetas calientes llenas de penes y huevos a punto de reventar. Pero sobre todo escuchaba una voz propia que no paraba, el grito de un cuervo construido en el oído para estos momentos. Y un mensaje: Necesitas otro corazón no es suficiente con el tuyo, es peligroso, muy peligroso en el futuro, hay que sobrevivir, construir los deseos que ocupan a todos, sobre todo uno, seguridad.
Una suave lluvia comenzó a humedecer sus mejillas calientes, durante unos minutos escuchó únicamente sus pasos. Despertó de inmediato al olor del pan recién hecho. En la puerta del horno de los borrachos un grupo de adolescentes reían, corrían y se empujaban, a la vez que comían trozos de comida indigerible.
Compró un completo y una botella de agua, salió a la calle, se sentó en un banco y se lo comió ávidamente, mientras observaba a una pareja follando dentro del coche, un borracho durmiendo encima de sus vómitos mientras sus amigos reían como si tuviese gracia, y una bella prostituta que se subía a un coche que solo pueden pagar algunos.
Terminó el último bocado y siguió caminado con todas las imágenes en la cabeza, volteándose como una campana cuando avisa de un peligro o quizá de una alegría, todas ellas y a la vez pasando deprisa ante los ojos invisibles de la memoria. Pensó que todas las percepciones de una vida caben en ella. Se aturulló y con amabilidad le pidió árnica a su cabeza. Durante unos instantes la petición había surtido efecto, caminó tranquilo hacia su casa, respirando el aire húmedo y fresco de una extraña mañana de lluvia. Recordó cuando a la luz de una vela alguien le dijo: “Me gusta la lluvia, tantas lágrimas a la vez esconden las mías, cuando llueve lloro en público hasta cansarme sin que nadie me mire extrañado”.
Llegó al portal, durante todo el tiempo había escuchado latir los dos corazones en sus adentros sin conseguir la calma que buscaba. Seguía sintiéndose solo, arrinconado, discriminado, incomprendido, su única salida era seguir dando vueltas a la noria buscando la zanahoria (de Ana L). Nunca conseguiría hacerse con ella y lo sabía. Subió a su casa y encendió la chimenea. Mirando las llamas recordó cada círculo recorrido y repetido. Un pinchazo intenso y doloroso recorrió su vientre de punta a punta llevándose consigo todo lo pensado y sentido. Nada ahora tenía sentido, quizá tampoco antes.
Entre el segundo y tercer pinchazo se dio cuenta: El corazón que se tragó no se quedó en el pecho como él esperaba, se quedó dando vueltas y vueltas en el estómago. Ninguna seguridad consiguió en corazón ajeno, acaso una emoción potente y roja que recorrió todo el cuerpo como la sangre. Y un atisbo de esperanza despistada. Y ratos de compañía solo. Y ganas de ser en otro, proyectando todos los deseos propios.
Sus ojos se abrieron como puños convertidos en manos y recordó las palabras de Darío Jaramillo: “… aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina/ dentro de ti/ y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso; /pero no olvides, especialmente entonces, /cuando llegue el amor y te calcine, /que primero y siempre está tu soledad/ y luego nada/y después, si ha de llegar, está el amor”.
lunes, 12 de octubre de 2009
Imbéciles
Hace un par de semanas estuve cenando en una casa de monte con mis amigos de la pandilla de la infancia-adolescencia: Los Rogers. Después de tantos años un hilo invisible pero sensible nos une, aún en la distancia, en muchos casos, y en la diferencia en otros muchos. Todos los años, gracias a esas pocas personas que se ocupan nos juntamos, al menos, un par de veces. La noche fue agradable, incluso más de lo que las actitudes a veces permiten. Una de las curiosidades que percibí y recibí de la noche fue el uso de la palabra Imbécil (con especial acento y la c con sonido z), tardé un rato en comprender su tono y sentido nuevos. Algunos habían elegido el vocablo para calificar a otro amigo con ironía, cercanía, complicidad y qué más…
La mayoría de la gente se tomaría este adjetivo como un insulto, pero aquella noche y como otras muchas veces en la idiosincrasia de algunos pueblos de la Hoya los tacos se utilizaron como una forma de acercamiento emocional, traspasando los límites en pro de la amistad y quizá también, por qué no decirlo, de la dificultad que tenemos todos, más o menos, de expresar los sentimientos en directo sin sentirnos vulnerables.
En este sentido y algún otro, desde muy niño me han gustado y he usado tacos para expresarme. Algunas personas mayores todavía me lo recuerdan. Al trabajar en Valencia, incluso me permito utilizarlos para calificar y clarificar asuntos profesionales. La palabra “trompellote” es probablemente la que más uso, después de “billoto”, “carota”, “cabrón” y “malnasío”. De todos me encuentro a diario y a mansalva. Supongo que algunos pensarán que a mi también me encuentran. ¡Qué lástima!
Después de éste paréntesis nocturno, muy agradecido por mi, dadas las tensiones diarias debidas-nunca mejor dicho- a la coyuntura económica y alguna que otra torpeza propia, puesto que no hay que olvidarlas si uno quiere ser responsable y realista, uno vuelve al quehacer diario y a interaccionar con los medios de comunicación y las noticias convertidas en titulares.
Comencé el lunes escuchando de nuevo a los políticos con el inverosímil mensaje de que serán los bancos abriendo el crédito los que ayudarán solidariamente a salir a las familias, autónomos y pequeñas empresas de su estancamiento financiero junto al los famosos ICOS. Cuando en la realidad a las familias les subastan sus pisos o refinancian sus deudas con condiciones leoninas, los autónomos no encuentran a nadie que les ayude y las pequeñas empresas firman créditos que de antemano saben que no van a poder pagar, con la esperanza de algún milagro. ¿Ninguno de nuestros políticos se ha dado cuenta de que en tres años o con condiciones incumplibles muy pocos tienen acceso a las ayudas que necesitan? Tan fácil como dar un relativo aval del Estado a medio largo plazo para que muchísimas familias, autónomos y empresas no hubiesen caído. Y ni siquiera hace falta dinero líquido a priori. Eso si que sería verdadera política social. El problema no es que te den un poco de dinero para pasar el mes, el verdadero problema es de naturaleza humana y se llama dignidad: Con tu creatividad y esfuerzo e igualdad de oportunidades (si esto fuera verdad) poder vivir de tu trabajo, visto no solo como mecanismo para un fin material sino como crecimiento personal.
Dos días después se levanta el secreto de sumario del caso Gürtel y uno comienza a escuchar exclusivamente lo que conviene a cada parte. Se manejan cifras millonarias robadas para el enriquecimiento personal o la financiación irregular eso lo dirán los tribunales de justicia, espero. Se atreven con las palabras “algunos chorizos” que son miembros… y dicen de sí mismos que tienen vocación pública al servicio del ciudadano. Aquellos son los malos y nosotros somos los buenos. Cuando la historia reciente de la democracia demuestra que casos de corrupción y abuso de poder han sido protagonizados en casi todos los bandos.
No existe ni un solo político que no esté en su cargo por interés personal, ya sea por prestigio, por la erótica del poder, por dinero ó por disfrute personal. En el mejor de los casos hay políticos capaces de reconocer el interés propio y no perder de vista los intereses comunes, para mí los únicos fiables.
Mientras sufrimos cada día las consecuencias de ésta crisis global los políticos siguen mirando desde el pedestal en el que viven hacia abajo sin verdaderamente saber hacia donde van, ni siquiera aquellos que creen saberlo, porque para saber como solucionar un problema se necesita conocerlo en la propia experiencia y sinceramente en la inmensa mayoría de ellos no creo que sepan lo que es sentirse deudor, no llegar a final de mes, no poder pagar la hipoteca y que te quiten el piso, ni la sensación que produce todo ese conjunto cuando miras a los ojos a tus hijos. Tampoco saben escuchar.
Si hubiesen vivido estás experiencias se dejarían de usar el tiempo en pura demagogia, la cuidada verborrea que no busca más que mantenerse o llegar al poder y tratarían de buscar soluciones a los verdaderos dramas que se están produciendo a diario.
He llegado a la conclusión de que hay una cantidad de imbéciles impresionante, y lo malo, es que no aplico el calificativo en sentido Rogers-iano.
Por mis propias razones me incluyo, también a los dos patitos.
Tienen suerte los políticos, mucha suerte, que el pueblo sea el único de verdad que tiene sentido de Estado.
La mayoría de la gente se tomaría este adjetivo como un insulto, pero aquella noche y como otras muchas veces en la idiosincrasia de algunos pueblos de la Hoya los tacos se utilizaron como una forma de acercamiento emocional, traspasando los límites en pro de la amistad y quizá también, por qué no decirlo, de la dificultad que tenemos todos, más o menos, de expresar los sentimientos en directo sin sentirnos vulnerables.
En este sentido y algún otro, desde muy niño me han gustado y he usado tacos para expresarme. Algunas personas mayores todavía me lo recuerdan. Al trabajar en Valencia, incluso me permito utilizarlos para calificar y clarificar asuntos profesionales. La palabra “trompellote” es probablemente la que más uso, después de “billoto”, “carota”, “cabrón” y “malnasío”. De todos me encuentro a diario y a mansalva. Supongo que algunos pensarán que a mi también me encuentran. ¡Qué lástima!
Después de éste paréntesis nocturno, muy agradecido por mi, dadas las tensiones diarias debidas-nunca mejor dicho- a la coyuntura económica y alguna que otra torpeza propia, puesto que no hay que olvidarlas si uno quiere ser responsable y realista, uno vuelve al quehacer diario y a interaccionar con los medios de comunicación y las noticias convertidas en titulares.
Comencé el lunes escuchando de nuevo a los políticos con el inverosímil mensaje de que serán los bancos abriendo el crédito los que ayudarán solidariamente a salir a las familias, autónomos y pequeñas empresas de su estancamiento financiero junto al los famosos ICOS. Cuando en la realidad a las familias les subastan sus pisos o refinancian sus deudas con condiciones leoninas, los autónomos no encuentran a nadie que les ayude y las pequeñas empresas firman créditos que de antemano saben que no van a poder pagar, con la esperanza de algún milagro. ¿Ninguno de nuestros políticos se ha dado cuenta de que en tres años o con condiciones incumplibles muy pocos tienen acceso a las ayudas que necesitan? Tan fácil como dar un relativo aval del Estado a medio largo plazo para que muchísimas familias, autónomos y empresas no hubiesen caído. Y ni siquiera hace falta dinero líquido a priori. Eso si que sería verdadera política social. El problema no es que te den un poco de dinero para pasar el mes, el verdadero problema es de naturaleza humana y se llama dignidad: Con tu creatividad y esfuerzo e igualdad de oportunidades (si esto fuera verdad) poder vivir de tu trabajo, visto no solo como mecanismo para un fin material sino como crecimiento personal.
Dos días después se levanta el secreto de sumario del caso Gürtel y uno comienza a escuchar exclusivamente lo que conviene a cada parte. Se manejan cifras millonarias robadas para el enriquecimiento personal o la financiación irregular eso lo dirán los tribunales de justicia, espero. Se atreven con las palabras “algunos chorizos” que son miembros… y dicen de sí mismos que tienen vocación pública al servicio del ciudadano. Aquellos son los malos y nosotros somos los buenos. Cuando la historia reciente de la democracia demuestra que casos de corrupción y abuso de poder han sido protagonizados en casi todos los bandos.
No existe ni un solo político que no esté en su cargo por interés personal, ya sea por prestigio, por la erótica del poder, por dinero ó por disfrute personal. En el mejor de los casos hay políticos capaces de reconocer el interés propio y no perder de vista los intereses comunes, para mí los únicos fiables.
Mientras sufrimos cada día las consecuencias de ésta crisis global los políticos siguen mirando desde el pedestal en el que viven hacia abajo sin verdaderamente saber hacia donde van, ni siquiera aquellos que creen saberlo, porque para saber como solucionar un problema se necesita conocerlo en la propia experiencia y sinceramente en la inmensa mayoría de ellos no creo que sepan lo que es sentirse deudor, no llegar a final de mes, no poder pagar la hipoteca y que te quiten el piso, ni la sensación que produce todo ese conjunto cuando miras a los ojos a tus hijos. Tampoco saben escuchar.
Si hubiesen vivido estás experiencias se dejarían de usar el tiempo en pura demagogia, la cuidada verborrea que no busca más que mantenerse o llegar al poder y tratarían de buscar soluciones a los verdaderos dramas que se están produciendo a diario.
He llegado a la conclusión de que hay una cantidad de imbéciles impresionante, y lo malo, es que no aplico el calificativo en sentido Rogers-iano.
Por mis propias razones me incluyo, también a los dos patitos.
Tienen suerte los políticos, mucha suerte, que el pueblo sea el único de verdad que tiene sentido de Estado.
domingo, 27 de septiembre de 2009
ला गैगंता देल सलतो देल Tigre
Tengo unos buenos amigos que están recorriendo en estos momentos algunos lugares de China: Yunan, Lijiang, Kunming… y ayer estaban en la Garganta del Salto del Tigre. Según escriben ellos: “La leyenda cuenta que un tigre consiguió escaparse del cazador saltando la garganta en su punto más estrecho”. El lugar como verán es precioso, así lo retratan desde su blog: “En la garganta hemos andando durante 3 horas pasando por puentes y escaleras de madera hechas a mano. No aptas para los que tienen vértigo”. La imagen que envían retrata mejor a que geografía se refieren.
Hoy les he escrito expresándoles mi envidia: Me hubiese gustado poder ver con ellos esos paisajes, esa cultura, sus gentes, subir escaleras de madera, escuchar antiguas leyendas, caminar hasta agotarme y dormir hasta abrir los ojos muy descansado, probar sabores inimaginables, oler el viento cargado de especias y aromas fuertes o delicados. Espiar sus rostros mientras sonríen, sus ojos cuando la luz, la roca, el verde, la tierra y la madera los llenan hasta el pleno sosiego, sus miradas cómplices conectadas por hilos invisibles que construyen el compañerismo y una sutil rivalidad que también contiene la amistad. Charlar y escribir cada noche para no olvidar los momentos más intensos y quizá la impecable forma de sentir al haber vivido y compartido caminos, sendas, grutas, lagos, ríos, mares, montañas, nieve… comida y bebida y alguna que otra intimidad o secreto.
Los viajes son momentos de vida previamente imaginados que se resuelven, como todo, una vez vividos. Así nacen, como expectativas, luego disfrutamos fantaseando, cargados de suficiente motivación para hacer realidad lo imaginado, partimos de un halo de aventura, del placer intenso de lo nuevo e imprevisible. También la compañía elegida provoca unas u otras posibilidades.
El resultado de cada viaje depende de muchos factores. A veces ponemos las expectativas demasiados altas, otras la compañía nos sorprende con los inconvenientes propios de cada individuo, otras nos encontramos con unas circunstancias negativas, tales como un robo, una avería, un error, o la dificultad con el lenguaje en todos los sentidos. Pero pese a los inconvenientes, que en la mayoría de casos escapan a nuestro control, hay viajes absolutamente memorables, aquellos que se quedan grabados como una experiencia plena, satisfactoria en todos sus sentidos. Si se analizan, uno observa como en realidad cada viaje depende muchísimo de la actitud propia y la de nuestros compañeros. Me vienen ahora a la cabeza los versos de Pessoa: “Quien nada espera todo lo que viene es grato”. Lo parafraseé hace algunos años al revés: Quién todo lo espera todo lo que viene es grato. Supongo que me entristeció profundamente el no esperar nada, me sonaba a muerte: La falta total de deseos.
Los momentos personales influyen decisivamente en la elección y desarrollo de un viaje, aunque sea al lugar más cercano imaginable. Cada uno busca en su viaje atender a sus deseos. Y los deseos, como todos sabemos, provienen de fórmulas tan complejas que incluso algunas son indescifrables. Por ello, cuando viajamos, tenemos que atender a los verdaderos motivos, creemos que vamos a descargarnos, pero olvidamos que las cargas personales se quedan en casa pocas veces. Cuando viajamos acompañados las cosas se complican, tendríamos que atender, no solo a nuestra actitud o estado de ánimo, sino a las circunstancias y actitudes de todos los que conforman el grupo. Al no mirar ni ver, muchas veces se generan conflictos graves con los demás, o en soledad de uno mismo, amargándote o amargándoles el viaje, o en el peor de los casos, las dos cosas a la vez.
Un tigre quizá-cuenta la leyenda- saltó la Garganta motivado por el miedo a ser presa del cazador, las personas saltamos por verdaderos precipicios mentales y emocionales motivados por miedos complejos, recriminaciones y auto-recriminaciones. Pasamos vértigos de más de cuatro mil metros sin levantarnos del sofá o de la cama. Nos pasamos la vida tratando de entenderla a la vez que la construimos. Todos los días nos preguntamos si estamos viviendo como queremos, o mejor, que nos falta para conseguir alcanzar cada uno su ideal. Lo penoso es que cada vez más el ideal se aleja de la realidad necesaria para convertirse en un tener superficial que no llena los vacíos. En la mayoría de casos incluso los incrementa. Es la fatal recompensa de un presente en el que vivimos tan deprisa y tan absortos en millones de mensajes que el exceso de información y su manipulación se oponen al desarrollo sano de la vida, su único resultado es que hipotequemos nuestras vidas con los deseos de otros.
La vida es un viaje. Un atractivo, emocionante y exclusivo viaje al que hay que dedicarle más atención, imaginación e inteligencia, no solo se disfruta el fin de semana o en vacaciones, el mayor compromiso debería estar en el día a día.
Hoy les he escrito expresándoles mi envidia: Me hubiese gustado poder ver con ellos esos paisajes, esa cultura, sus gentes, subir escaleras de madera, escuchar antiguas leyendas, caminar hasta agotarme y dormir hasta abrir los ojos muy descansado, probar sabores inimaginables, oler el viento cargado de especias y aromas fuertes o delicados. Espiar sus rostros mientras sonríen, sus ojos cuando la luz, la roca, el verde, la tierra y la madera los llenan hasta el pleno sosiego, sus miradas cómplices conectadas por hilos invisibles que construyen el compañerismo y una sutil rivalidad que también contiene la amistad. Charlar y escribir cada noche para no olvidar los momentos más intensos y quizá la impecable forma de sentir al haber vivido y compartido caminos, sendas, grutas, lagos, ríos, mares, montañas, nieve… comida y bebida y alguna que otra intimidad o secreto.
Los viajes son momentos de vida previamente imaginados que se resuelven, como todo, una vez vividos. Así nacen, como expectativas, luego disfrutamos fantaseando, cargados de suficiente motivación para hacer realidad lo imaginado, partimos de un halo de aventura, del placer intenso de lo nuevo e imprevisible. También la compañía elegida provoca unas u otras posibilidades.
El resultado de cada viaje depende de muchos factores. A veces ponemos las expectativas demasiados altas, otras la compañía nos sorprende con los inconvenientes propios de cada individuo, otras nos encontramos con unas circunstancias negativas, tales como un robo, una avería, un error, o la dificultad con el lenguaje en todos los sentidos. Pero pese a los inconvenientes, que en la mayoría de casos escapan a nuestro control, hay viajes absolutamente memorables, aquellos que se quedan grabados como una experiencia plena, satisfactoria en todos sus sentidos. Si se analizan, uno observa como en realidad cada viaje depende muchísimo de la actitud propia y la de nuestros compañeros. Me vienen ahora a la cabeza los versos de Pessoa: “Quien nada espera todo lo que viene es grato”. Lo parafraseé hace algunos años al revés: Quién todo lo espera todo lo que viene es grato. Supongo que me entristeció profundamente el no esperar nada, me sonaba a muerte: La falta total de deseos.
Los momentos personales influyen decisivamente en la elección y desarrollo de un viaje, aunque sea al lugar más cercano imaginable. Cada uno busca en su viaje atender a sus deseos. Y los deseos, como todos sabemos, provienen de fórmulas tan complejas que incluso algunas son indescifrables. Por ello, cuando viajamos, tenemos que atender a los verdaderos motivos, creemos que vamos a descargarnos, pero olvidamos que las cargas personales se quedan en casa pocas veces. Cuando viajamos acompañados las cosas se complican, tendríamos que atender, no solo a nuestra actitud o estado de ánimo, sino a las circunstancias y actitudes de todos los que conforman el grupo. Al no mirar ni ver, muchas veces se generan conflictos graves con los demás, o en soledad de uno mismo, amargándote o amargándoles el viaje, o en el peor de los casos, las dos cosas a la vez.
Un tigre quizá-cuenta la leyenda- saltó la Garganta motivado por el miedo a ser presa del cazador, las personas saltamos por verdaderos precipicios mentales y emocionales motivados por miedos complejos, recriminaciones y auto-recriminaciones. Pasamos vértigos de más de cuatro mil metros sin levantarnos del sofá o de la cama. Nos pasamos la vida tratando de entenderla a la vez que la construimos. Todos los días nos preguntamos si estamos viviendo como queremos, o mejor, que nos falta para conseguir alcanzar cada uno su ideal. Lo penoso es que cada vez más el ideal se aleja de la realidad necesaria para convertirse en un tener superficial que no llena los vacíos. En la mayoría de casos incluso los incrementa. Es la fatal recompensa de un presente en el que vivimos tan deprisa y tan absortos en millones de mensajes que el exceso de información y su manipulación se oponen al desarrollo sano de la vida, su único resultado es que hipotequemos nuestras vidas con los deseos de otros.
La vida es un viaje. Un atractivo, emocionante y exclusivo viaje al que hay que dedicarle más atención, imaginación e inteligencia, no solo se disfruta el fin de semana o en vacaciones, el mayor compromiso debería estar en el día a día.
domingo, 13 de septiembre de 2009
पसंदों (डी)एल tiempo
Una vez escribí que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. Entonces ya sabía que no somos eternos, la muerte había rozado mi puerta, pese a ser muy joven. También había abierto de par en par puertas de personas muy queridas e importantes para mí. Supongo que a todos nos pasa… no transcurre un solo año en el que alguien a quien amas, admiras o estimas no haya perdido la vida.
Pero la vida no se pierde solo con la muerte, son otros muchos factores a lo largo del tiempo los que van esculpiendo lo que somos. Pequeñas muertes que recogen el fruto de la vida o en su especial acepción, pequeñas muertes que dejan profundas huellas en nuestros adentros. Son el miedo, los fracasos, las decepciones, los desamores, los sinsentidos, la culpa, la nostalgia, los sueños rotos, los deseos frustrados, la enfermedad…
Todos ellas, pensamientos, valores y emociones al fin y a la postre, que van construyendo nuestras creencias arraigándolas en nuestra mente, esculpiendo la carne y desgarrando el alma si es que en la mente la hubiese.
Cada persona tiene, aún con muchas semejanzas, su proceso singular e intransferible. Rectifico, singular y muy transferible, aunque solo sea en parte. Cabría pensar ahora en la esencial influencia que tenemos los unos en los otros. Y es precisamente, todo lo que vivimos lo que conforma nuestra actitud ante la vida en todos sus aspectos. Me atrevería a decir que también ante la muerte.
Llegados aquí, convendrán conmigo, que es fundamental ser muy consciente de todos estos movimientos internos y sobre todo de sus consecuencias en la formación de lo que somos y de lo que hacemos. Su importancia es tan grande que de ello depende nuestro bienestar y seguramente, en buena parte, también el de las personas que forman nuestras familias y/o nidos emocionales.
Ejemplos hay muchos. Quién no ha pasado, al menos por un tiempo, por momentos muy bajos, a quién no se le ha muerto una persona muy querida o simplemente la ha perdido en vida por emociones que la razón o el sentido no alcanza a comprender. Quién no ha visto consumirse a un amigo, a una pareja, a un vecino o conocido, o a una familia completa sin razón aparente. Adicciones a la drogas, desde el alcohol a la cocaína, pasando por la soledad, la exclusión social, el trabajo, el dinero o el miedo a perderlos, el conflicto constante, el odio, el hastío, la rutina, el aburrimiento… Todas ellas autodestructivas. Todas ellas supongo, contrarias al ideal. La más severa y brutal vara de medir.
En nuestra educación todos estos procesos son invisibles, hasta que en la realidad de la vida diaria nos confrontamos de bruces con ellos. Ni la mayoría de padres, ni el sistema, ni sus políticos, ni los educadores, toman en cuenta estas realidades tan esenciales para el sano desarrollo de la vida humana, la mayoría por desconocimiento, otros por intereses, otros por esta misma miseria que lo inunda todo. Pero el motivo mayor, a mi entender, es la dificultad, el miedo y el descomunal trabajo y necesario esfuerzo que hay que hacer individualmente para enfrentarte a ti mismo, deseducarte para educarte de nuevo. Poca gente está dispuesta a pagar el precio a aprender de verdad. No se puede mostrar el camino si uno mismo no lo ve, y además de verlo, lo sabe, lo ama y lo cree. Al final, llegamos como siempre, al amor a la vida y en particular a tu vida, a tu ser y no al engañador deber ser. Las verdades no están en lo que nos gustaría o en lo que según nuestra moral debemos ser sino en lo que somos, sin más. Quizá el único amor que tendría que ser verdaderamente incondicional.
De vez en cuando, nos quedamos quietos y nos damos cuenta de cómo ha pasado el tiempo. Sin embargo, a diario no nos damos cuenta, es como al respirar, pocos piensan en ello pero todos lo hacemos. En el caso del tiempo, nunca para, solamente una vez. También esa vez es la única que dejamos de respirar.
Dejemos pues para ese momento la nada. Para la vida, que lo es todo, no podemos seguir evitando lo negativo, para convertirla en nada. El tiempo pasa y podemos convertirnos en muertos en vida o en vivir con la mayor salud en todos los sentidos, sin más. Cada cual como crea conveniente. Lo triste es ver como nos vamos consumiendo, día a día, sin recoger el fruto del paso del tiempo: la experiencia. Dicen que treinta años de experiencia no es un año repetido treinta veces. De esto les hablo. No hay nadie que sepa o tenga el valor de otra vida en su saber. Nuestra única obligación con nosotros mismos es buscar lo mejor que podamos, sepamos o queramos darnos. Crecer como personas. Y para con los demás lo mismo, pese a saber que hay muchas cosas fuera de nuestros límites. Cuestiones a las que no podremos llegar por ser del dominio exclusivo del individuo.
Cada vez me duele más mirar y ver como sin darnos cuenta nos destrozamos la vida.
Pasando del tiempo, pasando el tiempo, viviendo el tiempo. Cada uno elige.
Pero la vida no se pierde solo con la muerte, son otros muchos factores a lo largo del tiempo los que van esculpiendo lo que somos. Pequeñas muertes que recogen el fruto de la vida o en su especial acepción, pequeñas muertes que dejan profundas huellas en nuestros adentros. Son el miedo, los fracasos, las decepciones, los desamores, los sinsentidos, la culpa, la nostalgia, los sueños rotos, los deseos frustrados, la enfermedad…
Todos ellas, pensamientos, valores y emociones al fin y a la postre, que van construyendo nuestras creencias arraigándolas en nuestra mente, esculpiendo la carne y desgarrando el alma si es que en la mente la hubiese.
Cada persona tiene, aún con muchas semejanzas, su proceso singular e intransferible. Rectifico, singular y muy transferible, aunque solo sea en parte. Cabría pensar ahora en la esencial influencia que tenemos los unos en los otros. Y es precisamente, todo lo que vivimos lo que conforma nuestra actitud ante la vida en todos sus aspectos. Me atrevería a decir que también ante la muerte.
Llegados aquí, convendrán conmigo, que es fundamental ser muy consciente de todos estos movimientos internos y sobre todo de sus consecuencias en la formación de lo que somos y de lo que hacemos. Su importancia es tan grande que de ello depende nuestro bienestar y seguramente, en buena parte, también el de las personas que forman nuestras familias y/o nidos emocionales.
Ejemplos hay muchos. Quién no ha pasado, al menos por un tiempo, por momentos muy bajos, a quién no se le ha muerto una persona muy querida o simplemente la ha perdido en vida por emociones que la razón o el sentido no alcanza a comprender. Quién no ha visto consumirse a un amigo, a una pareja, a un vecino o conocido, o a una familia completa sin razón aparente. Adicciones a la drogas, desde el alcohol a la cocaína, pasando por la soledad, la exclusión social, el trabajo, el dinero o el miedo a perderlos, el conflicto constante, el odio, el hastío, la rutina, el aburrimiento… Todas ellas autodestructivas. Todas ellas supongo, contrarias al ideal. La más severa y brutal vara de medir.
En nuestra educación todos estos procesos son invisibles, hasta que en la realidad de la vida diaria nos confrontamos de bruces con ellos. Ni la mayoría de padres, ni el sistema, ni sus políticos, ni los educadores, toman en cuenta estas realidades tan esenciales para el sano desarrollo de la vida humana, la mayoría por desconocimiento, otros por intereses, otros por esta misma miseria que lo inunda todo. Pero el motivo mayor, a mi entender, es la dificultad, el miedo y el descomunal trabajo y necesario esfuerzo que hay que hacer individualmente para enfrentarte a ti mismo, deseducarte para educarte de nuevo. Poca gente está dispuesta a pagar el precio a aprender de verdad. No se puede mostrar el camino si uno mismo no lo ve, y además de verlo, lo sabe, lo ama y lo cree. Al final, llegamos como siempre, al amor a la vida y en particular a tu vida, a tu ser y no al engañador deber ser. Las verdades no están en lo que nos gustaría o en lo que según nuestra moral debemos ser sino en lo que somos, sin más. Quizá el único amor que tendría que ser verdaderamente incondicional.
De vez en cuando, nos quedamos quietos y nos damos cuenta de cómo ha pasado el tiempo. Sin embargo, a diario no nos damos cuenta, es como al respirar, pocos piensan en ello pero todos lo hacemos. En el caso del tiempo, nunca para, solamente una vez. También esa vez es la única que dejamos de respirar.
Dejemos pues para ese momento la nada. Para la vida, que lo es todo, no podemos seguir evitando lo negativo, para convertirla en nada. El tiempo pasa y podemos convertirnos en muertos en vida o en vivir con la mayor salud en todos los sentidos, sin más. Cada cual como crea conveniente. Lo triste es ver como nos vamos consumiendo, día a día, sin recoger el fruto del paso del tiempo: la experiencia. Dicen que treinta años de experiencia no es un año repetido treinta veces. De esto les hablo. No hay nadie que sepa o tenga el valor de otra vida en su saber. Nuestra única obligación con nosotros mismos es buscar lo mejor que podamos, sepamos o queramos darnos. Crecer como personas. Y para con los demás lo mismo, pese a saber que hay muchas cosas fuera de nuestros límites. Cuestiones a las que no podremos llegar por ser del dominio exclusivo del individuo.
Cada vez me duele más mirar y ver como sin darnos cuenta nos destrozamos la vida.
Pasando del tiempo, pasando el tiempo, viviendo el tiempo. Cada uno elige.
lunes, 31 de agosto de 2009
¡Qué से जोड़ा एल tíओ रातको!
Cuando acaban las vacaciones parece ser que en algunas personas se da un síndrome post-vacacional. La vuelta al trabajo resulta ser un gran problema. La verdad es que Miguel creía que eran casi todas, pero resultó que son tres de cada diez o algo así. Lo de las estadísticas nunca fue su fuerte.
También para él se habían acabado las vacaciones. Las doce de la noche. Llevaba como tres horas más o menos pensando en el arranque del día siguiente, su primer día de trabajo. Y otros dos días reflexionando acerca de qué significan las vacaciones y dentro de las vacaciones, siempre asociada, la fiesta. Se supone que la fiesta es “diversión o regocijo” y también se supone que las vacaciones deben sentar bien. Ninguna de las dos afirmaciones le dejó convencido. Muchas veces la fiesta acaba sin regocijo ni diversión y las vacaciones tampoco resultan lo que uno espera. De hecho, según dicen, es en la época que se producen más divorcios, por poner un ejemplo.
Algunas personas todavía creen que trabajar es mover las piernas y los brazos. Y lo peor, se sienten mejor que los demás porque suponen que el sacrificio, el esfuerzo sin medida, el dolor disfrazado de masoquismo, los hace mejores, al menos se sienten mejor consigo mismos al no sentir el archiconocido sentimiento de culpa proveniente de la tradición judeocristiana. Lo más fastidioso de esto, no es que lo practiquen, sino que juzgan y sentencian a quién no le da la gana pasar por esa vara de medir. La conclusión a la que llegaba siempre era que no es mejor nadie en primer lugar, pero si se tenía que decantar por alguna opción prefería a un trabajador eficaz que a un muy trabajador. Se decía que siempre es mejor calidad que cantidad.
Las vacaciones obviamente son ocio, lo contrario sería el nec-ocio, de donde proviene hoy la palabra negocio. Desgraciadamente es a lo que nos dedicamos todos, aún sin darnos cuenta (unos más que otros), todos los días. Precisamente por ello sentimos esa fractura tan poco recomendable y que a muchos les persigue que es no saber convertir el trabajo en regocijo. O en el más valiente de los casos, eliminar el pánico y dedicarse a otra cosa, dejando de hacer del día a día una pesadísima carga que a lo largo de los años nos pasa factura a nosotros y a nuestras familias y amigos. Es la rutina y el tedio: “Aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo ó a alguien que no le interesa”. Pero, qué es el interés: “Provecho, utilidad, ganancia”. Miguel no se explicaba como esta palabra con significados tan positivos se había convertido en un arma para descalificar a alguien.
Se había pasado la vida intentando conseguir esta meta: Disfrutar del día a día. Pese a todo. Al menos, se decía, que aunque nunca lo había conseguido del todo, lo había intentado, y así encontraba sentido entre tanta mentira.
Se le había roto, el orgullo, el corazón, la dignidad, la ternura, la amistad y el amor… muchas veces. Fracasos y decepciones a raudales, aún así estaba convencido de su camino, incluso con sus curvas cerradas, socavones y fríos. Sabía que en cada uno de esos movimientos había pasión por la vida y algo a lo que no podía renunciar: Crear algo de la nada.
Vivir es “tener vida”, poseerla. Definen la vida como “una fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee”.
Había que pararse un rato aquí y pensar. Reflexionar escuchando los latidos del corazón y concentrándose en la respiración. Llenarse de ilusión, la definen como “la esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”. Después cargarse de amistad, la definen como” el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Aquí ni Miguel ni yo estamos de acuerdo, no hay mayor mentira que creer que existe la amistad o el amor desinteresado. No hay mayor contradicción si uno vuelve a la definición de interés. Menuda mierda de amor o amistad si no hubiese interés… y además mucho. De hecho creemos que cuanto más uno es consciente del interés mayor es el amor o la amistad. ¿Curioso verdad?
Ya eran la una de la mañana y Miguel seguía cautivo de esa inigualable sensación que da no tener para mañana ninguna obligación. Soltarla se le hacía difícil, aún sabiendo que una montaña de obligaciones le esperaban al día siguiente, respiraba tranquilo en el calor de la noche en verano, la calle ruidosa, alegre y llena, ahora se tornaba silenciosa y vacía. Encendió su penúltimo cigarrillo y abrió la ventana, una leve brisa al contacto con el sudor parecía fresca y cada calada un placer intenso.
Fue entonces cuando se dio cuenta, apagó el cigarrillo y tiró la cajetilla entera a la basura, qué placer hay en ser esclavo de la nicotina y el humo, y qué placer hay en vivir cada día adicto al miedo. Entonces cerró la ventana, encendió el aire acondicionado a todo meter y sonrió mientras pensaba: ¡Qué se joda el tío Retaco!
También para él se habían acabado las vacaciones. Las doce de la noche. Llevaba como tres horas más o menos pensando en el arranque del día siguiente, su primer día de trabajo. Y otros dos días reflexionando acerca de qué significan las vacaciones y dentro de las vacaciones, siempre asociada, la fiesta. Se supone que la fiesta es “diversión o regocijo” y también se supone que las vacaciones deben sentar bien. Ninguna de las dos afirmaciones le dejó convencido. Muchas veces la fiesta acaba sin regocijo ni diversión y las vacaciones tampoco resultan lo que uno espera. De hecho, según dicen, es en la época que se producen más divorcios, por poner un ejemplo.
Algunas personas todavía creen que trabajar es mover las piernas y los brazos. Y lo peor, se sienten mejor que los demás porque suponen que el sacrificio, el esfuerzo sin medida, el dolor disfrazado de masoquismo, los hace mejores, al menos se sienten mejor consigo mismos al no sentir el archiconocido sentimiento de culpa proveniente de la tradición judeocristiana. Lo más fastidioso de esto, no es que lo practiquen, sino que juzgan y sentencian a quién no le da la gana pasar por esa vara de medir. La conclusión a la que llegaba siempre era que no es mejor nadie en primer lugar, pero si se tenía que decantar por alguna opción prefería a un trabajador eficaz que a un muy trabajador. Se decía que siempre es mejor calidad que cantidad.
Las vacaciones obviamente son ocio, lo contrario sería el nec-ocio, de donde proviene hoy la palabra negocio. Desgraciadamente es a lo que nos dedicamos todos, aún sin darnos cuenta (unos más que otros), todos los días. Precisamente por ello sentimos esa fractura tan poco recomendable y que a muchos les persigue que es no saber convertir el trabajo en regocijo. O en el más valiente de los casos, eliminar el pánico y dedicarse a otra cosa, dejando de hacer del día a día una pesadísima carga que a lo largo de los años nos pasa factura a nosotros y a nuestras familias y amigos. Es la rutina y el tedio: “Aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo ó a alguien que no le interesa”. Pero, qué es el interés: “Provecho, utilidad, ganancia”. Miguel no se explicaba como esta palabra con significados tan positivos se había convertido en un arma para descalificar a alguien.
Se había pasado la vida intentando conseguir esta meta: Disfrutar del día a día. Pese a todo. Al menos, se decía, que aunque nunca lo había conseguido del todo, lo había intentado, y así encontraba sentido entre tanta mentira.
Se le había roto, el orgullo, el corazón, la dignidad, la ternura, la amistad y el amor… muchas veces. Fracasos y decepciones a raudales, aún así estaba convencido de su camino, incluso con sus curvas cerradas, socavones y fríos. Sabía que en cada uno de esos movimientos había pasión por la vida y algo a lo que no podía renunciar: Crear algo de la nada.
Vivir es “tener vida”, poseerla. Definen la vida como “una fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee”.
Había que pararse un rato aquí y pensar. Reflexionar escuchando los latidos del corazón y concentrándose en la respiración. Llenarse de ilusión, la definen como “la esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”. Después cargarse de amistad, la definen como” el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Aquí ni Miguel ni yo estamos de acuerdo, no hay mayor mentira que creer que existe la amistad o el amor desinteresado. No hay mayor contradicción si uno vuelve a la definición de interés. Menuda mierda de amor o amistad si no hubiese interés… y además mucho. De hecho creemos que cuanto más uno es consciente del interés mayor es el amor o la amistad. ¿Curioso verdad?
Ya eran la una de la mañana y Miguel seguía cautivo de esa inigualable sensación que da no tener para mañana ninguna obligación. Soltarla se le hacía difícil, aún sabiendo que una montaña de obligaciones le esperaban al día siguiente, respiraba tranquilo en el calor de la noche en verano, la calle ruidosa, alegre y llena, ahora se tornaba silenciosa y vacía. Encendió su penúltimo cigarrillo y abrió la ventana, una leve brisa al contacto con el sudor parecía fresca y cada calada un placer intenso.
Fue entonces cuando se dio cuenta, apagó el cigarrillo y tiró la cajetilla entera a la basura, qué placer hay en ser esclavo de la nicotina y el humo, y qué placer hay en vivir cada día adicto al miedo. Entonces cerró la ventana, encendió el aire acondicionado a todo meter y sonrió mientras pensaba: ¡Qué se joda el tío Retaco!
martes, 18 de agosto de 2009
विस्टा aéरा सरेब्रो humano
Busco un tema sobre el que escribir esta semana, acabo de llegar de viaje y mi cabeza todavía no ha hecho la digestión de todo lo percibido, no sale nada que me interese, o crea que pueda interesar a otros o no me aburra nada más pensarlo. Es lo malo de reconocerse, ver más de lo mismo después de haber vivido obviamente (o no), contigo siempre.
Abro el cajón que arreglé la semana pasada y encuentro una libreta de notas de cuando estudiaba en el I.B. de Buñol. Lo primero que aprecio es como me ha cambiado la letra aún reconociendo que es mía. En menos de un segundo se produce un paralelismo en mi mente: Esto es lo que ocurre también en el proceso de desarrollo de las personas, somos nosotros hoy y hace veinticinco años, nos reconocemos, aunque en el transcurso de los años, sin duda, hemos cambiado. Ordenamos las líneas, las curvas, los tamaños, los contenidos… Supongo que unos mas que otros.
Leo fechas, asignaturas y notas que ya no entiendo del todo. Ni siquiera mis sistemas sintéticos son los mismos. Me digo que esto le pasará a cualquiera, incluso siento un cierto regocijo pensando en la posibilidad de haber mejorado.
Llego al veintiuno de noviembre de mil novecientos ochenta y tres y me encuentro entrecomilladas estas palabras: Literatura. Teoría del Esperpento… el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
Durante un minuto y trece segundos me quedo en la parra, cuando despierto sin estar dormido, he pensado en las fiestas que vienen, en los cambios, en el mar, en mis compañeros de viaje, en la costa vista desde un fuera borda, en los colores del mar, en gambas y espardenyes, en mi salud, en cuerpos desnudos y bronceados. Aquí es cuando me doy cuenta de que ando perdido ó despierto, no estoy seguro. He vuelto hoy y recuerdo mi epitafio: “lo mejor de un viaje es volver” estas palabras las imaginé grabadas en una lápida original y bella, creyendo que el último viaje será la muerte (no se me ocurrió mejor cosa que volver) y en un montón de cosas más que no voy a transmitir… Me viene a la cabeza y me alegro mucho de que la Armonía, madre de un gran amigo mío, haya superado su enfermedad. También pienso en los años que hemos compartido, siendo lo que fuimos y siendo lo que somos. Bajo de la parra.
Por unos instantes creo estar divagando pero en verdad trato, entre otras cosas, de comunicarme con usted, no le conozco o sí, supongo que es importante o quizá no. Bueno… seguro que no. ¡Qué más da si le conozco o no! ¿Quién conoce a quién?
Vuelvo a la frase de la libreta e intento imaginar de quién, de dónde y de cuando. La verdad, no tengo más que una pequeña sensación en la punta de la lengua, tan pequeña que no la puedo leer. Se que entonces me lo sabía todo sobre ella, incluso se que me importó cuando me tomé la molestia de escribirla textualmente. Pero en el tiempo, el conocimiento y los sentimientos y los deseos y los intereses y los sueños y los amigos y los amores y las miradas y lo que hay detrás de las miradas cambian, aún no perdiendo ni por un momento la sensación absolutamente intransferible de la propia identidad, ni siquiera de todo lo vivido. Al menos en lo más hondo.
No hay nada más espantoso que negarse a crecer desde el cambio. Desde lo nuevo, la diferencia y lo distinto. Permitir que el miedo a perder la identidad y otros muchos… nos obligue a una línea continua, a repetir lo mismo cada día, cada semana, cada mes, cada año, un encefalograma plano no es más que la muerte clínica, vivir sin experiencias nuevas es una muerte técnica, casi rozando la nada que es un poco de algo que no existe salvo en nuestra mente como tantos y tantos filtros. Aprender quizá es reconocer esos filtros para que no nos lleven siempre por el mismo camino, al mismo círculo. Vueltas y vueltas sin darnos cuenta de que pasamos y pasamos por el mismo sitio con nuevos disfraces, pero a fin de cuentas, casi todo repetido. Sintiendo lo mismo, sufriendo lo mismo. Porque la verdad es que en la vida se sufre demasiado, por eso solemos vivir en una realidad “sistemáticamente deformada”. Quizá es éste… “el sentimiento trágico de la vida… “
¿Quién no cae en sus propias trampas?
La objetividad con nosotros mismos y hasta con los demás parece que nos ha sido negada desde nuestra propia naturaleza. Intentar darnos cuenta o desarrollar la consciencia parece la única herramienta posible para canalizar todas aquellas emociones que nos niegan el disfrute de estar vivos, sin más.
Muchas enfermedades, ya demostrado por la ciencia, provienen de somatizaciones provenientes de la mente, especial y fundamentalmente del inconsciente. Pero lo más curioso es que, aún siendo algo sabido, el sistema de salud sigue de espaldas a la psicología, apostando por una psiquiatría que todo lo cura con medicación, cuando sabemos que aún siendo un buen compañero de viaje para muchísimas situaciones y trastornos, no resuelven de fondo el problema.
En las relaciones con los demás, incluso con nosotros mismos, pasa algo parecido, miramos la punta del iceberg cuando las otras siete partes están hundidas en las profundidades del gran océano que es la mente, queremos tener razón, cuando en general ni siquiera conocemos nuestros problemas de fondo. La complejidad de la tela de araña cerebral es inmensa pero accesible a una actitud basada en el amor propio y en el conocimiento de la perspectiva humana, quizá la única manera de canalizar y gobernar de una forma sana la marioneta que somos, movidos por los hilos fundamentalmente del conocimiento, del pensamiento y especialmente de las emociones.
Podemos convertir nuestra vida y la de nuestras relaciones en un gran castillo de fuegos artificiales como en la imagen o un auténtico calvario. ¿Cada uno elige?
Abro el cajón que arreglé la semana pasada y encuentro una libreta de notas de cuando estudiaba en el I.B. de Buñol. Lo primero que aprecio es como me ha cambiado la letra aún reconociendo que es mía. En menos de un segundo se produce un paralelismo en mi mente: Esto es lo que ocurre también en el proceso de desarrollo de las personas, somos nosotros hoy y hace veinticinco años, nos reconocemos, aunque en el transcurso de los años, sin duda, hemos cambiado. Ordenamos las líneas, las curvas, los tamaños, los contenidos… Supongo que unos mas que otros.
Leo fechas, asignaturas y notas que ya no entiendo del todo. Ni siquiera mis sistemas sintéticos son los mismos. Me digo que esto le pasará a cualquiera, incluso siento un cierto regocijo pensando en la posibilidad de haber mejorado.
Llego al veintiuno de noviembre de mil novecientos ochenta y tres y me encuentro entrecomilladas estas palabras: Literatura. Teoría del Esperpento… el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
Durante un minuto y trece segundos me quedo en la parra, cuando despierto sin estar dormido, he pensado en las fiestas que vienen, en los cambios, en el mar, en mis compañeros de viaje, en la costa vista desde un fuera borda, en los colores del mar, en gambas y espardenyes, en mi salud, en cuerpos desnudos y bronceados. Aquí es cuando me doy cuenta de que ando perdido ó despierto, no estoy seguro. He vuelto hoy y recuerdo mi epitafio: “lo mejor de un viaje es volver” estas palabras las imaginé grabadas en una lápida original y bella, creyendo que el último viaje será la muerte (no se me ocurrió mejor cosa que volver) y en un montón de cosas más que no voy a transmitir… Me viene a la cabeza y me alegro mucho de que la Armonía, madre de un gran amigo mío, haya superado su enfermedad. También pienso en los años que hemos compartido, siendo lo que fuimos y siendo lo que somos. Bajo de la parra.
Por unos instantes creo estar divagando pero en verdad trato, entre otras cosas, de comunicarme con usted, no le conozco o sí, supongo que es importante o quizá no. Bueno… seguro que no. ¡Qué más da si le conozco o no! ¿Quién conoce a quién?
Vuelvo a la frase de la libreta e intento imaginar de quién, de dónde y de cuando. La verdad, no tengo más que una pequeña sensación en la punta de la lengua, tan pequeña que no la puedo leer. Se que entonces me lo sabía todo sobre ella, incluso se que me importó cuando me tomé la molestia de escribirla textualmente. Pero en el tiempo, el conocimiento y los sentimientos y los deseos y los intereses y los sueños y los amigos y los amores y las miradas y lo que hay detrás de las miradas cambian, aún no perdiendo ni por un momento la sensación absolutamente intransferible de la propia identidad, ni siquiera de todo lo vivido. Al menos en lo más hondo.
No hay nada más espantoso que negarse a crecer desde el cambio. Desde lo nuevo, la diferencia y lo distinto. Permitir que el miedo a perder la identidad y otros muchos… nos obligue a una línea continua, a repetir lo mismo cada día, cada semana, cada mes, cada año, un encefalograma plano no es más que la muerte clínica, vivir sin experiencias nuevas es una muerte técnica, casi rozando la nada que es un poco de algo que no existe salvo en nuestra mente como tantos y tantos filtros. Aprender quizá es reconocer esos filtros para que no nos lleven siempre por el mismo camino, al mismo círculo. Vueltas y vueltas sin darnos cuenta de que pasamos y pasamos por el mismo sitio con nuevos disfraces, pero a fin de cuentas, casi todo repetido. Sintiendo lo mismo, sufriendo lo mismo. Porque la verdad es que en la vida se sufre demasiado, por eso solemos vivir en una realidad “sistemáticamente deformada”. Quizá es éste… “el sentimiento trágico de la vida… “
¿Quién no cae en sus propias trampas?
La objetividad con nosotros mismos y hasta con los demás parece que nos ha sido negada desde nuestra propia naturaleza. Intentar darnos cuenta o desarrollar la consciencia parece la única herramienta posible para canalizar todas aquellas emociones que nos niegan el disfrute de estar vivos, sin más.
Muchas enfermedades, ya demostrado por la ciencia, provienen de somatizaciones provenientes de la mente, especial y fundamentalmente del inconsciente. Pero lo más curioso es que, aún siendo algo sabido, el sistema de salud sigue de espaldas a la psicología, apostando por una psiquiatría que todo lo cura con medicación, cuando sabemos que aún siendo un buen compañero de viaje para muchísimas situaciones y trastornos, no resuelven de fondo el problema.
En las relaciones con los demás, incluso con nosotros mismos, pasa algo parecido, miramos la punta del iceberg cuando las otras siete partes están hundidas en las profundidades del gran océano que es la mente, queremos tener razón, cuando en general ni siquiera conocemos nuestros problemas de fondo. La complejidad de la tela de araña cerebral es inmensa pero accesible a una actitud basada en el amor propio y en el conocimiento de la perspectiva humana, quizá la única manera de canalizar y gobernar de una forma sana la marioneta que somos, movidos por los hilos fundamentalmente del conocimiento, del pensamiento y especialmente de las emociones.
Podemos convertir nuestra vida y la de nuestras relaciones en un gran castillo de fuegos artificiales como en la imagen o un auténtico calvario. ¿Cada uno elige?
lunes, 3 de agosto de 2009
मिसेरिया Política
Me sabe mal, muy mal, escribir sobre Buñol en un sentido quejoso. Pero es que nos estamos luciendo en lo político. Otra vez se ha roto el pacto de gobierno y otra vez competencias a hacer puñetas. Resultado: Menos personas trabajando, menos ideas, menos soluciones y más problemas.
Ahora llega la rumorología, la más divertida y estúpida forma de comunicación: Que si el alcalde va a dimitir a favor del concejal de urbanismo, que han esperado a conseguir la aprobación de no se qué para romper el pacto, no… que ha sido por la Tomatina para niños, unos que la culpa la tiene el PSOE, otros, que la tiene IU, que no van a permitir unos a otros sacar réditos políticos, es decir, votos. Que los partidos minoritarios junto con IU van a hacer una moción de censura… en fin un montón de sandeces o verdades a medias o mentiras. No importa ahora demasiado quién tiene la culpa. La respuesta solo serviría para distanciarse más.
Creo que todos tienen el deber y sería conveniente informar claramente sobre lo qué está ocurriendo de verdad.
La pregunta: ¿Por qué ocurre todo esto y para qué?
Seguramente porque siempre hay algunos personajes que creen que van a conseguir algo con la competencia feroz, porque la oposición al otro, de cualquier manera, se ha instalado hace demasiado tiempo en la política, defraudando a cualquiera que tiene ilusión por trabajar aportando ideas sanas y beneficiosas para la comunidad. Los valores políticos se han volatilizado. La única moral, y aquí contestamos a la segunda parte de la pregunta, es conseguir el poder sin importar el medio. No hay mayor error, una vez han hablado las urnas, que dedicar el tiempo a destruir al adversario. Las oposiciones deberían tener un carácter crítico y constructivo, dedicándose a aportar ideas y transmitirlas al gobierno de turno y, especialmente, a los ciudadanos, para que conozcan lo bien, mal o regular que se están haciendo las cosas. Información veraz, verdadera información. Lo desagradable es que no pasa así, las rencillas personales y el rencor son los que mueven los hilos de la acción política, convirtiendo una de las actividades más enriquecedoras y nobles a la que una persona se puede dedicar en un mercado barato de miserias humanas.
En Buñol, y en otras muchas partes, hace mucho tiempo que está ocurriendo y es hora de decirlo, sin personalizar, sin cabezas de turco, sin mentiras ni montajes, sin rencores ni descalificaciones personales, es hora de exigirles a nuestros políticos que hagan su trabajo y nada más y además, que lo hagan lo mejor que puedan. También es hora de que sepan que éste pueblo- y otros muchos- se adormece en la rutina y en el hastío. Y que estamos hartos, al menos yo, de que nos traten como si fuésemos imbéciles. Hartos de que dediquen su tiempo, como en la gran farsa del cotilleo, a algo que no sirve para nada, excepto para entretener vidas vacías, para generar división y grupos de compadreo con la intención de menospreciar y reírse de los otros y conspirar como niños, incluso con su mismo sadismo. Habría que añadir aquí una gran hipocresía y muchas ganas de medir y ver quien puede más. O quizá en el mejor de los casos, generar cortinas de humo inconscientes (o no) para esconder, cada uno en sus responsabilidades, la propia incompetencia.
Hay que exigirles a nuestros políticos, a todos, que abandonen este camino. No va a ningún sitio, no se consigue nada, absolutamente nada. Hoy más que nunca, dadas las circunstancias, necesitamos que todos trabajen juntos, que todos los concejales y el alcalde a la cabeza se pongan de acuerdo, sepan que quieren hacer, cómo y hacia dónde quieren ir. Y que no lo digan, alto y claro. Que se repartan las competencias, que se asignen presupuestos, que se active y se consiga la participación ciudadana en todas las concejalías. Que se motive para que aporten su trabajo nuevas personas, generadoras de ilusión y trabajo, también credibilidad y acción, hechos que hagan de la política una actividad saludable, beneficiosa para todos. Que los políticos interaccionen en sus relaciones públicas con todo tipo de personas, saliendo de los círculos viciosos de la seguridad del militante, conocido o amigo, recogiendo el pulso de la calle, la necesidades reales, las carencias del día a día, así conseguirían conocer los verdaderos problemas para dar soluciones reales. Hay que creérselo y tener ganas y no ver a nadie como un enemigo. ¿De qué sirve?
Hagan cooperación en vez de oposición destructiva, sean gobierno u oposición, sea cual sea su número de concejales, consigan saber lo que quieren y lo que hay que hacer, y si no saben, busquen a cómplices de la calle, los hay y muchos, que si se sienten respetados y si consiguen que les crean les ayudaran para mejorar. Déjense de perder el tiempo en confrontaciones y mejoren la calidad de vida de los buñoleros con medidas que den trabajo, ocio de calidad, creatividad, cultura abierta y disfrutable, arriésguense, busquen la empatía con los jóvenes, maduros y ancianos, cada uno en su papel. Déjense de pamplinas, escusas culpando al otro y dedíquense a lo que se comprometieron con sus votantes que a la postre, son personas como ustedes, con sus defectos y virtudes.
Si lo hacen así, cuenten(al menos) conmigo. De lo contrario, vayan a la mierda. Ya está bien.
Dejen de hacer el Soca, en su peor sentido y nunca mejor dicho.
Ahora llega la rumorología, la más divertida y estúpida forma de comunicación: Que si el alcalde va a dimitir a favor del concejal de urbanismo, que han esperado a conseguir la aprobación de no se qué para romper el pacto, no… que ha sido por la Tomatina para niños, unos que la culpa la tiene el PSOE, otros, que la tiene IU, que no van a permitir unos a otros sacar réditos políticos, es decir, votos. Que los partidos minoritarios junto con IU van a hacer una moción de censura… en fin un montón de sandeces o verdades a medias o mentiras. No importa ahora demasiado quién tiene la culpa. La respuesta solo serviría para distanciarse más.
Creo que todos tienen el deber y sería conveniente informar claramente sobre lo qué está ocurriendo de verdad.
La pregunta: ¿Por qué ocurre todo esto y para qué?
Seguramente porque siempre hay algunos personajes que creen que van a conseguir algo con la competencia feroz, porque la oposición al otro, de cualquier manera, se ha instalado hace demasiado tiempo en la política, defraudando a cualquiera que tiene ilusión por trabajar aportando ideas sanas y beneficiosas para la comunidad. Los valores políticos se han volatilizado. La única moral, y aquí contestamos a la segunda parte de la pregunta, es conseguir el poder sin importar el medio. No hay mayor error, una vez han hablado las urnas, que dedicar el tiempo a destruir al adversario. Las oposiciones deberían tener un carácter crítico y constructivo, dedicándose a aportar ideas y transmitirlas al gobierno de turno y, especialmente, a los ciudadanos, para que conozcan lo bien, mal o regular que se están haciendo las cosas. Información veraz, verdadera información. Lo desagradable es que no pasa así, las rencillas personales y el rencor son los que mueven los hilos de la acción política, convirtiendo una de las actividades más enriquecedoras y nobles a la que una persona se puede dedicar en un mercado barato de miserias humanas.
En Buñol, y en otras muchas partes, hace mucho tiempo que está ocurriendo y es hora de decirlo, sin personalizar, sin cabezas de turco, sin mentiras ni montajes, sin rencores ni descalificaciones personales, es hora de exigirles a nuestros políticos que hagan su trabajo y nada más y además, que lo hagan lo mejor que puedan. También es hora de que sepan que éste pueblo- y otros muchos- se adormece en la rutina y en el hastío. Y que estamos hartos, al menos yo, de que nos traten como si fuésemos imbéciles. Hartos de que dediquen su tiempo, como en la gran farsa del cotilleo, a algo que no sirve para nada, excepto para entretener vidas vacías, para generar división y grupos de compadreo con la intención de menospreciar y reírse de los otros y conspirar como niños, incluso con su mismo sadismo. Habría que añadir aquí una gran hipocresía y muchas ganas de medir y ver quien puede más. O quizá en el mejor de los casos, generar cortinas de humo inconscientes (o no) para esconder, cada uno en sus responsabilidades, la propia incompetencia.
Hay que exigirles a nuestros políticos, a todos, que abandonen este camino. No va a ningún sitio, no se consigue nada, absolutamente nada. Hoy más que nunca, dadas las circunstancias, necesitamos que todos trabajen juntos, que todos los concejales y el alcalde a la cabeza se pongan de acuerdo, sepan que quieren hacer, cómo y hacia dónde quieren ir. Y que no lo digan, alto y claro. Que se repartan las competencias, que se asignen presupuestos, que se active y se consiga la participación ciudadana en todas las concejalías. Que se motive para que aporten su trabajo nuevas personas, generadoras de ilusión y trabajo, también credibilidad y acción, hechos que hagan de la política una actividad saludable, beneficiosa para todos. Que los políticos interaccionen en sus relaciones públicas con todo tipo de personas, saliendo de los círculos viciosos de la seguridad del militante, conocido o amigo, recogiendo el pulso de la calle, la necesidades reales, las carencias del día a día, así conseguirían conocer los verdaderos problemas para dar soluciones reales. Hay que creérselo y tener ganas y no ver a nadie como un enemigo. ¿De qué sirve?
Hagan cooperación en vez de oposición destructiva, sean gobierno u oposición, sea cual sea su número de concejales, consigan saber lo que quieren y lo que hay que hacer, y si no saben, busquen a cómplices de la calle, los hay y muchos, que si se sienten respetados y si consiguen que les crean les ayudaran para mejorar. Déjense de perder el tiempo en confrontaciones y mejoren la calidad de vida de los buñoleros con medidas que den trabajo, ocio de calidad, creatividad, cultura abierta y disfrutable, arriésguense, busquen la empatía con los jóvenes, maduros y ancianos, cada uno en su papel. Déjense de pamplinas, escusas culpando al otro y dedíquense a lo que se comprometieron con sus votantes que a la postre, son personas como ustedes, con sus defectos y virtudes.
Si lo hacen así, cuenten(al menos) conmigo. De lo contrario, vayan a la mierda. Ya está bien.
Dejen de hacer el Soca, en su peor sentido y nunca mejor dicho.
domingo, 19 de julio de 2009
करता सर्रादा अल औटर देल तेक्स्तो: सेर्विर य Proteger
“Demagogia: (Del gr. δημαγωγία) 1.f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular. 2. f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
El pasado número de ésta revista se contestó soslayada y anónimamente, al abrigo del colectivo de funcionarios de la Policía Local (muy inteligente por parte del autor), a un artículo de opinión que escribí hace un par de semanas titulado: Buñol no es Nueva York y que se publicó como es habitual cada quincena en estas páginas.
Al final del artículo se me cataloga- el autor desconocido… evita mi nombre aún utilizando frases entrecomilladas de mi propio escrito- de de ser un demagogo y de hacer una crítica fácil, de ahí que la introducción a este texto sea la definición de la R.A.E. del término con el que me adjetiva.
Aún estando de acuerdo con algunas de sus tesis, no voy a aceptar su evidente menosprecio, por lo tanto y después de meditarlo, me veo en la obligación, por evidentes alusiones y adjetivos que no voy a tolerar, a contestar y aclarar-aunque no lo merece- el contenido de sus palabras.
Nada más lejos de mi propósito que hacer daño a nadie y menos al colectivo de la Policía Local, en el que, como ya dije entonces, tengo amigos e incluso familiares. Mi intención, sin más, fue la de opinar sobre puntuales hechos, repito, hechos, que al presenciarlos me desagradaron. Los provocaron algunos policías locales, con nombres y apellidos, si los conociera o quisiera conocerlos hubiese escrito sus nombres. Una opinión sobre unos hechos no es demagogia. Por supuesto que todas las opiniones son subjetivas, nadie está en posesión de la verdad, pero los ciudadanos tenemos derecho a opinar, la libertad de expresión está vigente en España mal que le pese a algunos.
En el artículo anterior fui excesivamente suave, precisamente por respeto a los demás policías y porque soy consciente de la responsabilidad que entraña este cargo. Ésta vez, aún siendo respetuoso, no voy a ser tan delicado.
Demagogia precisamente es lo que ha hecho el autor del texto. Decir que todos somos ciudadanos con los mismos derechos y que las actuaciones de todos los agentes pasan por las normas, lo difícil que es su trabajo y los peligros que nos evitan. Y en esto, estoy de acuerdo. Y que seguirán trabajando en Buñol y por Buñol. Más toda la parafernalia obvia… Pero le recuerdo, porque parece necesario, que es la profesión que ha elegido, que cobra por ello y por lo tanto es su obligación. Aún así me sumo a los agradecimientos. Pero no he visto ni una sola oración que contenga un ápice de autocrítica o una mínima reflexión sobre la posible verdad de lo expuesto. Simplemente: Qué va a decir un ciudadano cuando lo multan… “su acera diría él”. ¿Me podría explicar entonces por qué en el siguiente tramo de la “Cuesta Roya” se puede aparcar en la acera, o por qué no colocaron los pivotes en el paso de cebra y punto, cuando sabe y afirma que es un verdadero problema el aparcamiento en todo el pueblo, o por qué en vez de juzgar a priori al ciudadano con un aparcamiento incorrecto que según usted dice “de segundos claro como siempre” no comprueba si tiene o no tiene razón?
En cuanto a mi afirmación sobre que el policía “era de fuera” su sentido no era otro, puesto que nada tengo en contra de nadie por su lugar de nacimiento, que el de considerar la falta de conocimiento sobre las personas, sus circunstancias y de ciertas idiosincrasias propias de Buñol. Vamos, tan sencillo, para que lo entienda, si hubiese sido un policía de Buñol no me hubiese puesto la multa, por puro sentido común. De hecho existe un rumor que circula por la población al que no me atrevo a sumarme, de ninguna prueba dispongo y me parece demasiado fuerte, que afirma que se están utilizando a los policías que no son de Buñol para hacer los trabajos, vamos a decir, menos populares. Le informo, por si fuese de su interés.
El que sigue mis escritos o me conoce, sabe perfectamente, que no es mi costumbre la crítica fácil, de hecho de los más de cien artículos que llevo publicados en TU COMARCA.COM no habrá ni cuatro que se dirijan a algún grupo en concreto, porque no soy amigo de hacer enemigos y en este pueblo no se por qué cuando uno da su opinión y toca algún resorte que molesta a otro automáticamente se crea un enemigo. Ahora bien, esto, en mi caso, no va evitar que opine sobre lo que crea conveniente. Libremente, siempre intento, no se si lo consigo, invitar a la crítica y a la reflexión con un claro propósito constructivo. Le pondré un ejemplo, imagine que tengo un especial aprecio por el actual Alcalde de Buñol, Fernado Giraldós y de un modo personal. Cree usted que no tengo derecho, en su acción política, a transmitirle o comunicar mi opinión crítica cuando creo que algo no está bien hecho o por hacer. Pues tengo derecho, yo y cualquier persona, y a eso se le llamo en democracia: madurar. “No te fíes del que siempre te halaga”. Tengo la ventaja de tener amigos en todos los partidos políticos y sindicatos y no pertenecer a ninguno, por lo que, y volviendo al principio, no necesito “ganarme el favor popular” y además no soy “político”. Por lo tanto la demagogia no sirve para calificarme, probablemente a usted, autor del texto, sí le pueda servir en el ejercicio de su cargo.
Y ahora, autor desconocido del texto, ya que según usted todo es tan maravilloso y la norma y la ley está por encima de todo y todo se hace tan bien… por qué no audita y enseña públicamente cuantas multas se han impuesto a un solo familiar directo de cualquier policía local(le llevará poco tiempo y además me perece de sentido común), o por qué no da la cifra del incremento o disminución en los últimos seis meses y con respecto a los del año pasado en la recaudación por multas, o por qué en vez de publicar una carta abierta a un ciudadano que simplemente da su opinión no escribe denunciando todas las carencias que hacen de su trabajo un “sudoku” y exige a los gobernantes que los resuelvan para no crear en el ejercicio de sus responsabilidades tantas complicaciones. Su tiempo, que pagamos todos, estaría mejor aprovechado. El mío, es tiempo de ocio y lo dedico a lo que más me gusta.
Para terminar, como verá he titulado “Carta cerrada…” porque no tengo ningún interés en seguir con esta controversia, por ello de nuevo le reitero, por si no le ha quedado claro, mi respeto por el cuerpo de funcionarios de la Policía Local como institución y espero que pueda conseguir desde su cargo el fin que pretende: “Servir y Proteger”. Y espero repito, que lo consiga con la sana aplicación del Sentido Común. A mí, personalmente, me gustan más los objetivos: RESPETO Y CONSIDERACIÓN, requieren menos hipocresía.
El pasado número de ésta revista se contestó soslayada y anónimamente, al abrigo del colectivo de funcionarios de la Policía Local (muy inteligente por parte del autor), a un artículo de opinión que escribí hace un par de semanas titulado: Buñol no es Nueva York y que se publicó como es habitual cada quincena en estas páginas.
Al final del artículo se me cataloga- el autor desconocido… evita mi nombre aún utilizando frases entrecomilladas de mi propio escrito- de de ser un demagogo y de hacer una crítica fácil, de ahí que la introducción a este texto sea la definición de la R.A.E. del término con el que me adjetiva.
Aún estando de acuerdo con algunas de sus tesis, no voy a aceptar su evidente menosprecio, por lo tanto y después de meditarlo, me veo en la obligación, por evidentes alusiones y adjetivos que no voy a tolerar, a contestar y aclarar-aunque no lo merece- el contenido de sus palabras.
Nada más lejos de mi propósito que hacer daño a nadie y menos al colectivo de la Policía Local, en el que, como ya dije entonces, tengo amigos e incluso familiares. Mi intención, sin más, fue la de opinar sobre puntuales hechos, repito, hechos, que al presenciarlos me desagradaron. Los provocaron algunos policías locales, con nombres y apellidos, si los conociera o quisiera conocerlos hubiese escrito sus nombres. Una opinión sobre unos hechos no es demagogia. Por supuesto que todas las opiniones son subjetivas, nadie está en posesión de la verdad, pero los ciudadanos tenemos derecho a opinar, la libertad de expresión está vigente en España mal que le pese a algunos.
En el artículo anterior fui excesivamente suave, precisamente por respeto a los demás policías y porque soy consciente de la responsabilidad que entraña este cargo. Ésta vez, aún siendo respetuoso, no voy a ser tan delicado.
Demagogia precisamente es lo que ha hecho el autor del texto. Decir que todos somos ciudadanos con los mismos derechos y que las actuaciones de todos los agentes pasan por las normas, lo difícil que es su trabajo y los peligros que nos evitan. Y en esto, estoy de acuerdo. Y que seguirán trabajando en Buñol y por Buñol. Más toda la parafernalia obvia… Pero le recuerdo, porque parece necesario, que es la profesión que ha elegido, que cobra por ello y por lo tanto es su obligación. Aún así me sumo a los agradecimientos. Pero no he visto ni una sola oración que contenga un ápice de autocrítica o una mínima reflexión sobre la posible verdad de lo expuesto. Simplemente: Qué va a decir un ciudadano cuando lo multan… “su acera diría él”. ¿Me podría explicar entonces por qué en el siguiente tramo de la “Cuesta Roya” se puede aparcar en la acera, o por qué no colocaron los pivotes en el paso de cebra y punto, cuando sabe y afirma que es un verdadero problema el aparcamiento en todo el pueblo, o por qué en vez de juzgar a priori al ciudadano con un aparcamiento incorrecto que según usted dice “de segundos claro como siempre” no comprueba si tiene o no tiene razón?
En cuanto a mi afirmación sobre que el policía “era de fuera” su sentido no era otro, puesto que nada tengo en contra de nadie por su lugar de nacimiento, que el de considerar la falta de conocimiento sobre las personas, sus circunstancias y de ciertas idiosincrasias propias de Buñol. Vamos, tan sencillo, para que lo entienda, si hubiese sido un policía de Buñol no me hubiese puesto la multa, por puro sentido común. De hecho existe un rumor que circula por la población al que no me atrevo a sumarme, de ninguna prueba dispongo y me parece demasiado fuerte, que afirma que se están utilizando a los policías que no son de Buñol para hacer los trabajos, vamos a decir, menos populares. Le informo, por si fuese de su interés.
El que sigue mis escritos o me conoce, sabe perfectamente, que no es mi costumbre la crítica fácil, de hecho de los más de cien artículos que llevo publicados en TU COMARCA.COM no habrá ni cuatro que se dirijan a algún grupo en concreto, porque no soy amigo de hacer enemigos y en este pueblo no se por qué cuando uno da su opinión y toca algún resorte que molesta a otro automáticamente se crea un enemigo. Ahora bien, esto, en mi caso, no va evitar que opine sobre lo que crea conveniente. Libremente, siempre intento, no se si lo consigo, invitar a la crítica y a la reflexión con un claro propósito constructivo. Le pondré un ejemplo, imagine que tengo un especial aprecio por el actual Alcalde de Buñol, Fernado Giraldós y de un modo personal. Cree usted que no tengo derecho, en su acción política, a transmitirle o comunicar mi opinión crítica cuando creo que algo no está bien hecho o por hacer. Pues tengo derecho, yo y cualquier persona, y a eso se le llamo en democracia: madurar. “No te fíes del que siempre te halaga”. Tengo la ventaja de tener amigos en todos los partidos políticos y sindicatos y no pertenecer a ninguno, por lo que, y volviendo al principio, no necesito “ganarme el favor popular” y además no soy “político”. Por lo tanto la demagogia no sirve para calificarme, probablemente a usted, autor del texto, sí le pueda servir en el ejercicio de su cargo.
Y ahora, autor desconocido del texto, ya que según usted todo es tan maravilloso y la norma y la ley está por encima de todo y todo se hace tan bien… por qué no audita y enseña públicamente cuantas multas se han impuesto a un solo familiar directo de cualquier policía local(le llevará poco tiempo y además me perece de sentido común), o por qué no da la cifra del incremento o disminución en los últimos seis meses y con respecto a los del año pasado en la recaudación por multas, o por qué en vez de publicar una carta abierta a un ciudadano que simplemente da su opinión no escribe denunciando todas las carencias que hacen de su trabajo un “sudoku” y exige a los gobernantes que los resuelvan para no crear en el ejercicio de sus responsabilidades tantas complicaciones. Su tiempo, que pagamos todos, estaría mejor aprovechado. El mío, es tiempo de ocio y lo dedico a lo que más me gusta.
Para terminar, como verá he titulado “Carta cerrada…” porque no tengo ningún interés en seguir con esta controversia, por ello de nuevo le reitero, por si no le ha quedado claro, mi respeto por el cuerpo de funcionarios de la Policía Local como institución y espero que pueda conseguir desde su cargo el fin que pretende: “Servir y Proteger”. Y espero repito, que lo consiga con la sana aplicación del Sentido Común. A mí, personalmente, me gustan más los objetivos: RESPETO Y CONSIDERACIÓN, requieren menos hipocresía.
domingo, 5 de julio de 2009
Buñओल नो एस नुएवा York
Hay personas a las que se les da un uniforme o un poco de poder y se transforman en seres petulantes y prepotentes. La relación entre la política, las leyes y la policía, mal entendida, a veces, produce unos resultados nefastos. También es verdad, por qué no decirlo, que contentar a todos y ser justos en los ámbitos de la seguridad y del respeto por el estilo de vida de cada persona es difícil.
Me ha pasado, dos o tres veces, que al tener que aparcar en la carga y descarga de la Plaza con la intención de subir a casa a mis hijos y sus variopintos y respectivos trastos, al volver me he encontrado con un premio a la natalidad en el parabrisas del coche de 90 euros del Ayuntamiento, cortesía de la Policía Local. Prometo no haber superado en ninguno de estos casos más de diez minutos. La última vez que me pasó me encontré con el agente y le expresé mi malestar, dadas las circunstancias, a lo que replicó sencillamente y por dos veces: “haga un pliego de descargo”, a lo que yo contesté que no iba a ser necesario. Evidentemente el policía local no era de Buñol, de ser así o si comprendiera qué es el sentido común, hubiese troceado la multa en milimétricos trozos. Considero tener algún buen amigo en el cuerpo y siempre los he considerado personas con sentido común con uniforme o sin él. Pruebas reales de ello he vivido y lo manifiesto sin ningún pudor.
De esto han pasado un par de meses y no me pareció oportuno aprovecharme de esta tribuna para una cosa tan unilateral y personal. Sin embargo, con el paso de los días y comentando con la gente, parece que no soy un caso excepcional, las multas por doquier y algunos excesos en el manejo del poder, aprovechando la colocación de bolardos de plástico por todas las esquinas, aceras, etc han sido constantes en los últimos tiempos.
También he presenciado, en cuatro ocasiones, registros con mucha antipatía, frenada y cruzada de coche con bajadas tipo los hombres de Harrison y algunos estiramientos de cuello que han me han causado verdadera preocupación y grima. Sobretodo porque todas estas torpezas las había visto muchas veces en Valencia, pero nunca en mi pueblo, del que me he sentido muy orgulloso en este sentido. Siempre he dicho lo mismo, no conocéis Buñol, tiene dos semáforos y se respira tranquilidad por todas sus calles, es “punto y aparte”… Se aparca mal pero sin molestar y siempre me pareció de gran sentido común, teniendo en cuenta, la cantidad de coches y la carencia de aparcamiento público. El único construido se convirtió en privado en un abrir y cerrar de ojos.
Pero lo más alucinante y realmente el motivo por el que escribo este artículo son las nuevas órdenes del Ayuntamiento de Buñol a la Policía Local para el cierre de Pubs, Cafés y Bares de Copas desde las 02:30 horas sin servir bebidas y desalojando el local a las 03:00 horas. Y que conste que el estado de mi impresión no es el horario en sí mismo, que también, me aturde la contradicción tan grande entre querer desarrollar el turismo y esta medida.
Precisamente habría que hacer un gran esfuerzo en calidad y cantidad para que algunos emprendedores abran locales de ocio. En la actualidad hay de dos a cuatro locales abiertos a esas horas y solo se les ocurre poner más problemas, como si las circunstancias de la crisis actual no fuesen suficientes. Así vamos a tener cola para invertir.
Hace muchos, demasiados años que nos hemos cargado el ocio de calidad, creía que ahora nuestros políticos comenzaban a darse cuenta de ello y por eso estaban trabajando para conseguir, junto a la iniciativa privada, el desarrollo del turismo en Buñol. Lo que me parece difícil de explicar a las personas que vengan este verano a disfrutar unos días en los hoteles, casas rurales, posadas, heladerías, terrazas, bares y restaurantes… que a las 02:30 horas y en verano se tiene que ir a dormir. Sencillamente no vendrán. Los jóvenes y no tan jóvenes de la Hoya, han tenido que irse a Chiva o a la Reva o a Valencia y repetir allí, que es donde no les ponen problemas, donde crean ambiente y amigos/as, disfrutando, de la música, de las relaciones, también del fresco de la noche y de la luna.
A la mañana siguiente, casi al mediodía, solo algunos vuelven, hasta los ojos de alcohol, pastillas y cocaína, pero no se encontrarán con el control de alcoholemia, ni con los registros; pero alguna pareja cuarentona o cincuentona que sale una vez cada dos meses, volverá a las dos de la madrugada y se encontrará con seis puntos menos y seiscientos euros de multa por tomarse en la cena una cerveza, una copa de vino y un carajillo.
Los políticos y los funcionarios están al servicio del ciudadano, su misión debería ser hacer la vida más agradable a los demás ordenando los límites entre las leyes- siempre por generales injustas- y el sentido común, que aunque un tópico, en verdad es el menos común de los sentidos. En los pueblos éste ha sido uno de los grandes logros, no seamos tan torpes y dejemos perder aquello de lo que nos podemos sentir contentos: Vivir tranquilamente, sin grandes problemas, sin radicalismos puritanos y sin demasiados límites estúpidos. La sensación de tranquilidad y libertad es bienestar.
Mis respetos por los que intentan hacer bien su trabajo. Los hay.
Me ha pasado, dos o tres veces, que al tener que aparcar en la carga y descarga de la Plaza con la intención de subir a casa a mis hijos y sus variopintos y respectivos trastos, al volver me he encontrado con un premio a la natalidad en el parabrisas del coche de 90 euros del Ayuntamiento, cortesía de la Policía Local. Prometo no haber superado en ninguno de estos casos más de diez minutos. La última vez que me pasó me encontré con el agente y le expresé mi malestar, dadas las circunstancias, a lo que replicó sencillamente y por dos veces: “haga un pliego de descargo”, a lo que yo contesté que no iba a ser necesario. Evidentemente el policía local no era de Buñol, de ser así o si comprendiera qué es el sentido común, hubiese troceado la multa en milimétricos trozos. Considero tener algún buen amigo en el cuerpo y siempre los he considerado personas con sentido común con uniforme o sin él. Pruebas reales de ello he vivido y lo manifiesto sin ningún pudor.
De esto han pasado un par de meses y no me pareció oportuno aprovecharme de esta tribuna para una cosa tan unilateral y personal. Sin embargo, con el paso de los días y comentando con la gente, parece que no soy un caso excepcional, las multas por doquier y algunos excesos en el manejo del poder, aprovechando la colocación de bolardos de plástico por todas las esquinas, aceras, etc han sido constantes en los últimos tiempos.
También he presenciado, en cuatro ocasiones, registros con mucha antipatía, frenada y cruzada de coche con bajadas tipo los hombres de Harrison y algunos estiramientos de cuello que han me han causado verdadera preocupación y grima. Sobretodo porque todas estas torpezas las había visto muchas veces en Valencia, pero nunca en mi pueblo, del que me he sentido muy orgulloso en este sentido. Siempre he dicho lo mismo, no conocéis Buñol, tiene dos semáforos y se respira tranquilidad por todas sus calles, es “punto y aparte”… Se aparca mal pero sin molestar y siempre me pareció de gran sentido común, teniendo en cuenta, la cantidad de coches y la carencia de aparcamiento público. El único construido se convirtió en privado en un abrir y cerrar de ojos.
Pero lo más alucinante y realmente el motivo por el que escribo este artículo son las nuevas órdenes del Ayuntamiento de Buñol a la Policía Local para el cierre de Pubs, Cafés y Bares de Copas desde las 02:30 horas sin servir bebidas y desalojando el local a las 03:00 horas. Y que conste que el estado de mi impresión no es el horario en sí mismo, que también, me aturde la contradicción tan grande entre querer desarrollar el turismo y esta medida.
Precisamente habría que hacer un gran esfuerzo en calidad y cantidad para que algunos emprendedores abran locales de ocio. En la actualidad hay de dos a cuatro locales abiertos a esas horas y solo se les ocurre poner más problemas, como si las circunstancias de la crisis actual no fuesen suficientes. Así vamos a tener cola para invertir.
Hace muchos, demasiados años que nos hemos cargado el ocio de calidad, creía que ahora nuestros políticos comenzaban a darse cuenta de ello y por eso estaban trabajando para conseguir, junto a la iniciativa privada, el desarrollo del turismo en Buñol. Lo que me parece difícil de explicar a las personas que vengan este verano a disfrutar unos días en los hoteles, casas rurales, posadas, heladerías, terrazas, bares y restaurantes… que a las 02:30 horas y en verano se tiene que ir a dormir. Sencillamente no vendrán. Los jóvenes y no tan jóvenes de la Hoya, han tenido que irse a Chiva o a la Reva o a Valencia y repetir allí, que es donde no les ponen problemas, donde crean ambiente y amigos/as, disfrutando, de la música, de las relaciones, también del fresco de la noche y de la luna.
A la mañana siguiente, casi al mediodía, solo algunos vuelven, hasta los ojos de alcohol, pastillas y cocaína, pero no se encontrarán con el control de alcoholemia, ni con los registros; pero alguna pareja cuarentona o cincuentona que sale una vez cada dos meses, volverá a las dos de la madrugada y se encontrará con seis puntos menos y seiscientos euros de multa por tomarse en la cena una cerveza, una copa de vino y un carajillo.
Los políticos y los funcionarios están al servicio del ciudadano, su misión debería ser hacer la vida más agradable a los demás ordenando los límites entre las leyes- siempre por generales injustas- y el sentido común, que aunque un tópico, en verdad es el menos común de los sentidos. En los pueblos éste ha sido uno de los grandes logros, no seamos tan torpes y dejemos perder aquello de lo que nos podemos sentir contentos: Vivir tranquilamente, sin grandes problemas, sin radicalismos puritanos y sin demasiados límites estúpidos. La sensación de tranquilidad y libertad es bienestar.
Mis respetos por los que intentan hacer bien su trabajo. Los hay.
domingo, 21 de junio de 2009
¿वेरानो दे मिएर्दा?
“Las personas solo cambiamos de verdad cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo” Mario Alonso Puig
Todos los veranos desde que tuvo libertad de movimiento sentía lo mismo: una imperiosa necesidad de agua, de viajes y de no trabajar. Proseguían unos cuantos sentimientos de culpa aliados a la idea de una falta de vocación, de gusto, por el trabajo diario. Son pocas las personas que trabajan exactamente en lo que les gusta, otras pocas las que les gusta una parte de lo que hacen y la mayoría, tendía a opinar, detestan su trabajo. Solía decírselo así mismo con la intención, unas veces, de justificarse y otras, de hacerse daño. Hay que ver como es la mente, caprichosa en lo sentido, tan paradójica, dispar y contradictoria. Algunos se refieren a ella como nuestro peor enemigo. En parte pensaba que tenían razón, aunque conseguía más veces pensar lo contrario. Dependía del día y de las circunstancias orteguianas y también quizá del nivel de éxito conseguido. Todo era parte de un ritual. Las propias estaciones del año lo son, al menos, aquí en el mediterráneo. La sabia naturaleza y el fieltro de nuestra cabeza hacen el resto.
Es infinito y rápido imaginar, a veces tanto, que se suele generar una contagiosa confusión entre lo imaginado y la realidad. El verano trae mucho de esto y comenzaba a darse cuenta: Al llegar las vacaciones cada uno diseña en su cabeza su viaje perfecto, recogería todo aquello que al imaginar le gustaría, aunque la realidad nunca es exactamente lo mismo, incluso en los parecidos más conseguidos. Ocurre muchas veces, si no todas, que cuando experimentamos lo imaginado no nos deja satisfechos, siempre hay o falta un “algo” se decía. La pregunta entonces sería: ¿La insatisfacción proviene de lo imaginado o de la realidad, al no coincidir con aquello de lo que el ideal se nutre?
Por ejemplo, proseguía su monólogo sin palabras, imaginemos un viaje a un lugar de playas y lugares idílicos: Aguas azul turquesa y transparentes, arena suave, fina y blanca, cómodas hamacas y sombra, personas riendo y pasándoselo en grande, los del chiringuito que se enrollan contigo porque son gente estupenda y generosa, calma, sol tenue, brisa suave y fresca; noches estrelladas por calles empedradas y estrechas, garitos llenos de personal atractivo y simpático, tiendas donde encontrar aquello que más nos va a apetecer, restaurantes exquisitos y a buen precio que solo nosotros creemos conocer. Transporte cómodo y rápido a la ida y a la vuelta. Y todo en una excelente compañía, aunque solamente sea la tuya.
De inmediato se le ocurrió lo contrario: Llegamos a esa playa azul turquesa y en nuestra primera zambullida nos damos de morros con una medusa (en verdad le ocurrió a un amigo mío). Al salir las piedras nos hacen daño en los pies y las algas corretean como pececillos por nuestras piernas, el tío de las hamacas cómodas le llama la atención a tu compañera de viaje por despejarse los pechos en una playa no nudista (en verdad también ocurrió). El matrimonio de enfrente, aparte de no hablarse, tienen un niño a quien no hacen ni puto caso y no deja de joderte con gritos y patadas de arena, al final acaba con una buena hostia y unos cuantos gritos y llantos, los del chiringuito tardan una hora y media en servirte la primera cerveza fría, gritos y más gritos por doquier, garitos de gente estirada incapaz de comunicarse con la más mínima ternura, tiendas caras y horteras, tu restaurante favorito y conocido lleno para los próximos tres días, transporte retrasado y la mayor parte del pasaje vomitando. Y más solo que la una.
Reflexionó un rato, por las líneas de bambú de la cortina entraba la luz del atardecer, sombra y luz, incluso una suave brisa. Así llegaron las respuestas, cargadas de símbolos, de paralelismos, de imaginación y razón, de naturaleza y de cultura. La fusión de la realidad: los pensamientos, las emociones y los componentes externos. Los no yos. Y encontró una frase leída horas antes, entre agua, personas, plantas y sol: “La calidad de nuestro pensamiento condiciona la de nuestra realidad.”
Un atisbo de claridad recorrió sus pulmones hasta llegar a la sangre y se sintió muy bien. Le ocurría siempre que podía ver el rompecabezas terminado. Al contemplar la imagen que llevaba muchos meses, incluso años, intentando componer, recuperaba el sentido, una pequeña verdad entre tanta confusión, un oasis de verdad ante unos ojos cansados de ver desiertos.
Titubeó hasta que salieron las palabras que contenían lo pensado: “Vivir la realidad. Para las personas la realidad es individual y subjetiva, imposible de vivir sin el propio fieltro, sin la interacción con los demás, sin lo natural y sin lo cultural, también con la historia del hombre, sin el carro del pasado presente en cada movimiento. Vivir es sentir todo aquello que sucede, lo satisfactorio y lo contrario, lo bueno y lo malo, todo. El rompecabezas solo se ve cuando aceptamos y comprendemos que todo lo que nos ocurre llena de contenido el propio vacío. Lo que hoy parece no ser… mañana… es.”
Todos los veranos desde que tuvo libertad de movimiento sentía lo mismo: una imperiosa necesidad de agua, de viajes y de no trabajar. Proseguían unos cuantos sentimientos de culpa aliados a la idea de una falta de vocación, de gusto, por el trabajo diario. Son pocas las personas que trabajan exactamente en lo que les gusta, otras pocas las que les gusta una parte de lo que hacen y la mayoría, tendía a opinar, detestan su trabajo. Solía decírselo así mismo con la intención, unas veces, de justificarse y otras, de hacerse daño. Hay que ver como es la mente, caprichosa en lo sentido, tan paradójica, dispar y contradictoria. Algunos se refieren a ella como nuestro peor enemigo. En parte pensaba que tenían razón, aunque conseguía más veces pensar lo contrario. Dependía del día y de las circunstancias orteguianas y también quizá del nivel de éxito conseguido. Todo era parte de un ritual. Las propias estaciones del año lo son, al menos, aquí en el mediterráneo. La sabia naturaleza y el fieltro de nuestra cabeza hacen el resto.
Es infinito y rápido imaginar, a veces tanto, que se suele generar una contagiosa confusión entre lo imaginado y la realidad. El verano trae mucho de esto y comenzaba a darse cuenta: Al llegar las vacaciones cada uno diseña en su cabeza su viaje perfecto, recogería todo aquello que al imaginar le gustaría, aunque la realidad nunca es exactamente lo mismo, incluso en los parecidos más conseguidos. Ocurre muchas veces, si no todas, que cuando experimentamos lo imaginado no nos deja satisfechos, siempre hay o falta un “algo” se decía. La pregunta entonces sería: ¿La insatisfacción proviene de lo imaginado o de la realidad, al no coincidir con aquello de lo que el ideal se nutre?
Por ejemplo, proseguía su monólogo sin palabras, imaginemos un viaje a un lugar de playas y lugares idílicos: Aguas azul turquesa y transparentes, arena suave, fina y blanca, cómodas hamacas y sombra, personas riendo y pasándoselo en grande, los del chiringuito que se enrollan contigo porque son gente estupenda y generosa, calma, sol tenue, brisa suave y fresca; noches estrelladas por calles empedradas y estrechas, garitos llenos de personal atractivo y simpático, tiendas donde encontrar aquello que más nos va a apetecer, restaurantes exquisitos y a buen precio que solo nosotros creemos conocer. Transporte cómodo y rápido a la ida y a la vuelta. Y todo en una excelente compañía, aunque solamente sea la tuya.
De inmediato se le ocurrió lo contrario: Llegamos a esa playa azul turquesa y en nuestra primera zambullida nos damos de morros con una medusa (en verdad le ocurrió a un amigo mío). Al salir las piedras nos hacen daño en los pies y las algas corretean como pececillos por nuestras piernas, el tío de las hamacas cómodas le llama la atención a tu compañera de viaje por despejarse los pechos en una playa no nudista (en verdad también ocurrió). El matrimonio de enfrente, aparte de no hablarse, tienen un niño a quien no hacen ni puto caso y no deja de joderte con gritos y patadas de arena, al final acaba con una buena hostia y unos cuantos gritos y llantos, los del chiringuito tardan una hora y media en servirte la primera cerveza fría, gritos y más gritos por doquier, garitos de gente estirada incapaz de comunicarse con la más mínima ternura, tiendas caras y horteras, tu restaurante favorito y conocido lleno para los próximos tres días, transporte retrasado y la mayor parte del pasaje vomitando. Y más solo que la una.
Reflexionó un rato, por las líneas de bambú de la cortina entraba la luz del atardecer, sombra y luz, incluso una suave brisa. Así llegaron las respuestas, cargadas de símbolos, de paralelismos, de imaginación y razón, de naturaleza y de cultura. La fusión de la realidad: los pensamientos, las emociones y los componentes externos. Los no yos. Y encontró una frase leída horas antes, entre agua, personas, plantas y sol: “La calidad de nuestro pensamiento condiciona la de nuestra realidad.”
Un atisbo de claridad recorrió sus pulmones hasta llegar a la sangre y se sintió muy bien. Le ocurría siempre que podía ver el rompecabezas terminado. Al contemplar la imagen que llevaba muchos meses, incluso años, intentando componer, recuperaba el sentido, una pequeña verdad entre tanta confusión, un oasis de verdad ante unos ojos cansados de ver desiertos.
Titubeó hasta que salieron las palabras que contenían lo pensado: “Vivir la realidad. Para las personas la realidad es individual y subjetiva, imposible de vivir sin el propio fieltro, sin la interacción con los demás, sin lo natural y sin lo cultural, también con la historia del hombre, sin el carro del pasado presente en cada movimiento. Vivir es sentir todo aquello que sucede, lo satisfactorio y lo contrario, lo bueno y lo malo, todo. El rompecabezas solo se ve cuando aceptamos y comprendemos que todo lo que nos ocurre llena de contenido el propio vacío. Lo que hoy parece no ser… mañana… es.”
lunes, 8 de junio de 2009
Los Broncos siempre vuelven
El pasado Viernes, 29 de mayo de 2009, en el local y calle Chapí 9 de Buñol a la hora bruja se produjo un acontecimiento histórico: el concierto despedida de los Broncos. Algunos de ustedes se preguntarán quiénes son los Broncos. A continuación trataré de dar mi particular visión del asunto.
¿Quiénes son los Broncos?
Ante todo son personas que conforman un grupo musical, pero en la perspectiva desde la que quiero hablarles son fenómenos que llevan construyendo durante muchos años un fenómeno social. Se preguntarán por qué. Nada más fácil que recurrir al diccionario: Fenómeno: “1. m. Toda manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción. 2. m. Cosa extraordinaria y sorprendente. 3. m. coloquial. Persona o animal monstruoso. 4. m. coloquial. Persona sobresaliente en su línea. 5. m. Filosófico. En la filosofía de Immanuel Kant, lo que es objeto de la experiencia sensible. 6. adjetivo. coloquial. Muy bueno, magnífico, sensacional. Es un tío fenómeno”.
O lo que es lo mismo son unos tíos fenómenos que en su experiencia sensible tienen como objeto disfrutar y hacer disfrutar con la música, sobresalientes en su línea porque llevan muchos, pero que muchos años creando desde una realidad contraria y profundamente condicionante. Son animales y a la vez personas, unos monstruos consiguiendo buen ambiente. Sorprendentes y extraordinarios porque, pese a no tener voz, cantan hasta mover los adentros. El objeto de su percepción es la música y se nos hace presente cada vez que montan un concierto. No se si ellos son conscientes de lo que aportan y han aportado a lo largo de los años a las personas que los miran escuchan. No se si saben, que el pasado viernes, al menos conmigo, consiguieron hacer renacer el pasado convirtiéndolo en presente, recordando cuando éramos más jóvenes y comprobando que eso que fuimos sigue presente: la capacidad para el disfrute. A veces intacta, otras, machacada por todas esas experiencias que van rompiendo las ganas y alguna cosas más… en el tiempo. Aún así llegaron, siempre llegan, se lo han ganado a pulso.
Los Broncos representen el Buñol que yo siento y entiendo y que aunque parece perdido, de pronto en una noche como ésta o como otras parecidas, vuelve, retorna como el ave Fénix, recordándonos que todo está hecho y todo por hacer. Que puede parecer que no hay nada o poco, pero somos nosotros los que construimos. Construir los momentos. De eso se trata, de aprender, saber y enseñar que los momentos los debemos construir todos, cada uno en su singular disfrute. Lo que nos dan hecho sirve, pero poco, y es una práctica demasiado habitual en los últimos tiempos. Las familias y los políticos tienen mucho que ver en esto, unos con la sana intención de buscar el voto, y los otros evitando el conflicto y el esfuerzo que se necesita para crear algo propio.
Los Broncos representan como nadie este espíritu, acuñado en el tiempo y apagado por la barbarie de una sociedad mediocre y somnolienta, quizá cansada de la nada, del sinsentido, pero todavía sin reacción. Habrá que ir demandando y creando ocio de calidad, tiempos para la calidad, vida con calidad. Pese a que las circunstancias y los métodos van en contra.
La noche del viernes disfruté mucho y también vi disfrutar y sentí como se contagiaba la alegría por dentro. Estuve con personas que hacía mucho tiempo no veía y con otras que no conocía y percibí en cada sonrisa, en todos, la música de los Broncos, la música cuando estás vivo.
Como verán he entrecomillado el título porque en realidad no soy el autor: Fue esa misma noche, bailando al lado de Manolo Cubitas, me acerqué a su oreja y le dije el próximo artículo va a ser sobre esta noche y lo voy a titular Los Broncos nunca mueren, me miró serio y me dijo: No, “Los Broncos siempre vuelven”. Le expresé mi acuerdo y sonreímos desde las neuronas espejo.
Después en casa me puse a pensar en la rapidez de la respuesta y en la rapidez del acuerdo y volví a ir al diccionario, es donde están todas las respuestas, si uno busca y espera encontrar.
Volver: 1.- Poner o constituir nuevamente a alguien o algo en el estado que antes tenía. 2.-Dar la segunda reja a la tierra, especialmente cuando esta se ara después de sembrada, para cubrir el grano.
Bronco: 1.-Dicho de la voz o de un instrumento de música: De sonido desagradable y áspero. 2.-Dicho de una persona: De genio y trato ásperos. 3.-México. Dicho de un caballo: Sin domar.
Pensé en la tierra, y en sembrar y en poner a alguien en el estado que antes tenía. También en por qué ese nombre: Los Broncos. Se repetía la palabra áspero después de la palabra genio y al final tuve que llegar a la acepción mexicana para entender: Sin domar.
Gracias Broncos… por no dejaros domar.
¿Quiénes son los Broncos?
Ante todo son personas que conforman un grupo musical, pero en la perspectiva desde la que quiero hablarles son fenómenos que llevan construyendo durante muchos años un fenómeno social. Se preguntarán por qué. Nada más fácil que recurrir al diccionario: Fenómeno: “1. m. Toda manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción. 2. m. Cosa extraordinaria y sorprendente. 3. m. coloquial. Persona o animal monstruoso. 4. m. coloquial. Persona sobresaliente en su línea. 5. m. Filosófico. En la filosofía de Immanuel Kant, lo que es objeto de la experiencia sensible. 6. adjetivo. coloquial. Muy bueno, magnífico, sensacional. Es un tío fenómeno”.
O lo que es lo mismo son unos tíos fenómenos que en su experiencia sensible tienen como objeto disfrutar y hacer disfrutar con la música, sobresalientes en su línea porque llevan muchos, pero que muchos años creando desde una realidad contraria y profundamente condicionante. Son animales y a la vez personas, unos monstruos consiguiendo buen ambiente. Sorprendentes y extraordinarios porque, pese a no tener voz, cantan hasta mover los adentros. El objeto de su percepción es la música y se nos hace presente cada vez que montan un concierto. No se si ellos son conscientes de lo que aportan y han aportado a lo largo de los años a las personas que los miran escuchan. No se si saben, que el pasado viernes, al menos conmigo, consiguieron hacer renacer el pasado convirtiéndolo en presente, recordando cuando éramos más jóvenes y comprobando que eso que fuimos sigue presente: la capacidad para el disfrute. A veces intacta, otras, machacada por todas esas experiencias que van rompiendo las ganas y alguna cosas más… en el tiempo. Aún así llegaron, siempre llegan, se lo han ganado a pulso.
Los Broncos representen el Buñol que yo siento y entiendo y que aunque parece perdido, de pronto en una noche como ésta o como otras parecidas, vuelve, retorna como el ave Fénix, recordándonos que todo está hecho y todo por hacer. Que puede parecer que no hay nada o poco, pero somos nosotros los que construimos. Construir los momentos. De eso se trata, de aprender, saber y enseñar que los momentos los debemos construir todos, cada uno en su singular disfrute. Lo que nos dan hecho sirve, pero poco, y es una práctica demasiado habitual en los últimos tiempos. Las familias y los políticos tienen mucho que ver en esto, unos con la sana intención de buscar el voto, y los otros evitando el conflicto y el esfuerzo que se necesita para crear algo propio.
Los Broncos representan como nadie este espíritu, acuñado en el tiempo y apagado por la barbarie de una sociedad mediocre y somnolienta, quizá cansada de la nada, del sinsentido, pero todavía sin reacción. Habrá que ir demandando y creando ocio de calidad, tiempos para la calidad, vida con calidad. Pese a que las circunstancias y los métodos van en contra.
La noche del viernes disfruté mucho y también vi disfrutar y sentí como se contagiaba la alegría por dentro. Estuve con personas que hacía mucho tiempo no veía y con otras que no conocía y percibí en cada sonrisa, en todos, la música de los Broncos, la música cuando estás vivo.
Como verán he entrecomillado el título porque en realidad no soy el autor: Fue esa misma noche, bailando al lado de Manolo Cubitas, me acerqué a su oreja y le dije el próximo artículo va a ser sobre esta noche y lo voy a titular Los Broncos nunca mueren, me miró serio y me dijo: No, “Los Broncos siempre vuelven”. Le expresé mi acuerdo y sonreímos desde las neuronas espejo.
Después en casa me puse a pensar en la rapidez de la respuesta y en la rapidez del acuerdo y volví a ir al diccionario, es donde están todas las respuestas, si uno busca y espera encontrar.
Volver: 1.- Poner o constituir nuevamente a alguien o algo en el estado que antes tenía. 2.-Dar la segunda reja a la tierra, especialmente cuando esta se ara después de sembrada, para cubrir el grano.
Bronco: 1.-Dicho de la voz o de un instrumento de música: De sonido desagradable y áspero. 2.-Dicho de una persona: De genio y trato ásperos. 3.-México. Dicho de un caballo: Sin domar.
Pensé en la tierra, y en sembrar y en poner a alguien en el estado que antes tenía. También en por qué ese nombre: Los Broncos. Se repetía la palabra áspero después de la palabra genio y al final tuve que llegar a la acepción mexicana para entender: Sin domar.
Gracias Broncos… por no dejaros domar.
domingo, 24 de mayo de 2009
हिस्तोरिया दे उन Oliva
Hace algunos años oí decir a Sanchez Dragó, en uno de sus programas televisivos, que una sola oliva contiene la cantidad de sal que necesita el cuerpo humano para un día. Desde entonces, cuando me como un plato de olivas entero, siento que he hecho un exceso. Me imagino atiborrado de sal y maltratando mi continente.
Conozco a un par de personas que les da grima, quizá asco, las olivas. En todo caso, ni las prueban. Por lo tanto no se atiborran de sal, ni tienen esos sentimientos de culpa que me invaden al degustar con deleite ingentes cantidades de olivas.
Curiosamente el ingrediente estrella de la dieta mediterránea, considerada de las más sanas y completas del mundo, es el aceite de oliva.
Cuando pronuncio la palabra Oliva siempre me viene a la cabeza Olivia, la mujer de Popeye, que curiosamente obtenía sus poderes con espinacas y para más inri, en lata, es decir en conserva. Nada de espinacas recién cogidas de la huerta. Eran otros tiempos.
Hace cuatro o cinco años visité junto a un buen amigo a mi primo Paco. Por esa época y por motivos profesionales vivía en Jaén. Estuvimos alojados en su casa que estaba situada en el barrio antiguo, calles estrechas y cuestas, las primeras impresiones unían aquel lugar con nuestro lugar de nacimiento. Todo se hizo muy familiar-nunca mejor dicho- si además le añadimos la primera salida con el Gato que también es de nuestro pueblo. Visitamos la ciudad, sus alrededores y otros pueblos como buenos turistas y recorrimos algunos pubs y discotecas en busca de ese encuentro que todos imaginamos, mientras reíamos, charlábamos y mirábamos. Sabemos, al menos, que pese a que todos deseamos pasarlo bien, muy pocos dejan que les ocurra. Suele darse esta paradoja muy a menudo. Buscas felicidad y acabas con acidez de estómago y dolor de cabeza. Fue un fin de semana muy divertido, nos reímos mucho y volvimos sanos y salvos.
El último día, como es tradición en cualquier turista accidental, tocó ir de compras. Naturalmente el producto estrella de la zona es la oliva, por lo tanto compramos aceite de todas las formas y maneras. Especialmente me gustó un virgen extra embotellado en miniatura y con tapón de aquellos de las antiguas gaseosas. Todavía conservo medio centímetro y más de una vez me ha salvado de comer un trozo de pan sin mezcla mientras paseaba por alguna montaña. Llevar sal y aceite en la mochila te asegura la supervivencia.
Al salir de Jaén y durante muchos kilómetros, me di cuenta (no me percaté a la llegada puesto que era de noche) que todo lo que no era carretera, camino ó construcción estaba convertido en un campo de olivos. No solamente las parcelas llanas, también pequeñas montañas que se juntaban con el cielo dando una sensación de cuento encantado. Me maravilló el cuidado y el esmero de esos campos. Ni una yerba, los verdes inmensos y los árboles perfectos, en orden, en volumen y en hilera. Cada tronco, cada rama, cada hoja, cada fruto parecía dibujado, sacado de un cuadro de Antonio López. Pero la realidad siempre supera a la ficción(o quizá no… qué se yo). Me quedé absorto mirando esa obra humana.
Pedí permiso a mi compañero de viaje mientras dormía, paré el coche y me acerqué a contemplar los frutos de aquellos árboles fantásticos. Miré durante un buen rato hasta elegir una oliva entre miles, millones quizás. Allí estaba, perfecta, verde como el color verde cuando recibe la luz del atardecer en el campo, carnosa y redondeada y deseada como Mónica Belucci en un primer plano de cualquiera de sus películas, sujeta a la rama como una madre sostiene a su bebé en brazos. Dudé hasta separarla del árbol, tanta belleza remueve lo poco que aparentemente queda de animal en las personas. Al final lo hice, suavemente, con delicadeza, como si de un rito iniciático se tratara, o mejor, al descubrir una emoción en lo más profundo de uno en comunión con la naturaleza. Fue una sensación estupenda y reconfortante, consiguió reconciliarme conmigo mismo y con la vida durante un buen rato.
La coloqué encima de un pañuelo en el salpicadero del coche, no desperté a mi amigo, se hubiese roto el hechizo, y nos acompañamos todo el viaje hasta llegar a las tierras del naranjo y el algarrobo.
Durante días no supe qué hacer con ella, nada me parecía suficiente para su destino. Llegué una noche imprecisa a mi casa, me encontraba cansado y también mezquino por qué no decirlo, coloqué tierra húmeda en una maceta e introduje en la tierra lo que de la tierra era. Así me quedé conforme. Tardó mucho tiempo en responderme. Ahora vive conmigo a diario, me gusta, mejor, me encanta, retozar con el verde cuando los gritos suenan adentro por cualquier desmesura.
Nada hay como sentir lo propio en lo ajeno y dejarse fluir con una oliva desde la locura más importante.
Conozco a un par de personas que les da grima, quizá asco, las olivas. En todo caso, ni las prueban. Por lo tanto no se atiborran de sal, ni tienen esos sentimientos de culpa que me invaden al degustar con deleite ingentes cantidades de olivas.
Curiosamente el ingrediente estrella de la dieta mediterránea, considerada de las más sanas y completas del mundo, es el aceite de oliva.
Cuando pronuncio la palabra Oliva siempre me viene a la cabeza Olivia, la mujer de Popeye, que curiosamente obtenía sus poderes con espinacas y para más inri, en lata, es decir en conserva. Nada de espinacas recién cogidas de la huerta. Eran otros tiempos.
Hace cuatro o cinco años visité junto a un buen amigo a mi primo Paco. Por esa época y por motivos profesionales vivía en Jaén. Estuvimos alojados en su casa que estaba situada en el barrio antiguo, calles estrechas y cuestas, las primeras impresiones unían aquel lugar con nuestro lugar de nacimiento. Todo se hizo muy familiar-nunca mejor dicho- si además le añadimos la primera salida con el Gato que también es de nuestro pueblo. Visitamos la ciudad, sus alrededores y otros pueblos como buenos turistas y recorrimos algunos pubs y discotecas en busca de ese encuentro que todos imaginamos, mientras reíamos, charlábamos y mirábamos. Sabemos, al menos, que pese a que todos deseamos pasarlo bien, muy pocos dejan que les ocurra. Suele darse esta paradoja muy a menudo. Buscas felicidad y acabas con acidez de estómago y dolor de cabeza. Fue un fin de semana muy divertido, nos reímos mucho y volvimos sanos y salvos.
El último día, como es tradición en cualquier turista accidental, tocó ir de compras. Naturalmente el producto estrella de la zona es la oliva, por lo tanto compramos aceite de todas las formas y maneras. Especialmente me gustó un virgen extra embotellado en miniatura y con tapón de aquellos de las antiguas gaseosas. Todavía conservo medio centímetro y más de una vez me ha salvado de comer un trozo de pan sin mezcla mientras paseaba por alguna montaña. Llevar sal y aceite en la mochila te asegura la supervivencia.
Al salir de Jaén y durante muchos kilómetros, me di cuenta (no me percaté a la llegada puesto que era de noche) que todo lo que no era carretera, camino ó construcción estaba convertido en un campo de olivos. No solamente las parcelas llanas, también pequeñas montañas que se juntaban con el cielo dando una sensación de cuento encantado. Me maravilló el cuidado y el esmero de esos campos. Ni una yerba, los verdes inmensos y los árboles perfectos, en orden, en volumen y en hilera. Cada tronco, cada rama, cada hoja, cada fruto parecía dibujado, sacado de un cuadro de Antonio López. Pero la realidad siempre supera a la ficción(o quizá no… qué se yo). Me quedé absorto mirando esa obra humana.
Pedí permiso a mi compañero de viaje mientras dormía, paré el coche y me acerqué a contemplar los frutos de aquellos árboles fantásticos. Miré durante un buen rato hasta elegir una oliva entre miles, millones quizás. Allí estaba, perfecta, verde como el color verde cuando recibe la luz del atardecer en el campo, carnosa y redondeada y deseada como Mónica Belucci en un primer plano de cualquiera de sus películas, sujeta a la rama como una madre sostiene a su bebé en brazos. Dudé hasta separarla del árbol, tanta belleza remueve lo poco que aparentemente queda de animal en las personas. Al final lo hice, suavemente, con delicadeza, como si de un rito iniciático se tratara, o mejor, al descubrir una emoción en lo más profundo de uno en comunión con la naturaleza. Fue una sensación estupenda y reconfortante, consiguió reconciliarme conmigo mismo y con la vida durante un buen rato.
La coloqué encima de un pañuelo en el salpicadero del coche, no desperté a mi amigo, se hubiese roto el hechizo, y nos acompañamos todo el viaje hasta llegar a las tierras del naranjo y el algarrobo.
Durante días no supe qué hacer con ella, nada me parecía suficiente para su destino. Llegué una noche imprecisa a mi casa, me encontraba cansado y también mezquino por qué no decirlo, coloqué tierra húmeda en una maceta e introduje en la tierra lo que de la tierra era. Así me quedé conforme. Tardó mucho tiempo en responderme. Ahora vive conmigo a diario, me gusta, mejor, me encanta, retozar con el verde cuando los gritos suenan adentro por cualquier desmesura.
Nada hay como sentir lo propio en lo ajeno y dejarse fluir con una oliva desde la locura más importante.
मिल Palabras
Dos lienzos del revés, un cofre de madera lleno de fantasía, un atril, tres fotografías: un grupo de amigos, él y sus padres. Un retrato de un marqués sin rostro y el globo terráqueo. Todo ello compone una imagen. Es la imagen impresa de esta semana.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. No estoy de acuerdo, como en casi todas estas afirmaciones nos quedamos con una parte sin llegar al todo. Cada palabra contiene, al menos, una imagen. Por lo que mil palabras serían mil imágenes. ¿Cómo mil imágenes pueden valer más que una? Pues sí… también es posible. No digamos si combinamos las palabras en oraciones y las oraciones en textos. Entonces todo se multiplica en progresión geométrica. Un texto puede tener miles de imágenes y si está lleno de poesía e imaginación la conclusión es… un número casi impensable.
Los dos lienzos son del cuerpo de una mujer vistos al revés, el cofre es del pirata de hace dos semanas, el retrato es de un pintor novel que intentó hacer fortuna recorriendo los mares hacia lugares exóticos y lejanos, el globo terráqueo fue un regalo del capitán del velero más antiguo del mundo. Aún vive y de eso hace más de setenta años.
Dicen de l tacto que es uno de los sentidos más sutiles, tocar, acariciar la piel propia o la de otros, buscar los rincones, las curvas, movimientos que te obligan a pasar de nuevo por el mismo punto, más veces y con distinta intensidad, observando como los dedos y la piel se conectan con los deseos. Dedicando calor, textura, dulce y salado, a placeres desconocidos propios del inconsciente. Cada mirada entre sombras se dibuja con los dedos, con los brazos, con las nalgas, con las mejillas, con las piernas cruzadas. Los pezones contraídos y la piel de gallina rememorando la vida en cada suspiro.
En estos dos lienzos estaba toda esa imaginación, entre colores y formas, entre pinceles deslizándose suaves por el lienzo rugoso, construyendo una imagen con miles de momentos. Dos imágenes en este caso.
El cofre contiene arena de aquella playa en la que tumbado después de estar, toda la noche, a punto de perder la vida, y por primera vez allí… se sintió a salvo. El agua en movimiento, refrescando la piel de un sol en miniatura e intenso, huellas en la tierra que te dirigían a un lugar discreto y con sombra. Plantas muy verdes, pájaros cantando antes y después del alba, tortugas caminando despacio hacia el agua, siluetas doradas alejándose hacia la izquierda, pensamientos tranquilos deslizándose hacia la derecha. Pequeños arrecifes y montañas, paisajes idílicos multiplicados en cada mirada, en cada cambio de luz, en cada cambio de ánimo. Solo hay que abrirlo para que todo salga del recuerdo, que no es solo pasado, también presente y futuro.
El atril proviene de una pequeña tienda de las pequeñas y encantadas calles de Cadaqués, soñadas sobre las olas por tantos y tantos marinos que divisaban la tierra desde el palo mayor con un grito: ¡Tieeeeeeerraaaaa a la vistaaaaaaaa!, mientras la luz se recorta entre las rocas y una bruma suave acaricia la tierra y el agua. Los lagartos se mueven lentos arrastrando la barriga por la arena caliente. Y las gaviotas dan vueltas y vueltas emitiendo notas secretas porque les de la gana.
Tres fotografías. Todas las fotografías son pasado. Seguramente porque intentamos inmortalizar algunos momentos, parar el tiempo y escoger un espacio dentro de un rectángulo. La mirada que transforma la realidad imitándola hasta casi copiarla. La familia presente, la familia perdida, los amigos presentes, los amigos perdidos, los amores presentes y los amores perdidos. Todo cabe en una instantánea: lo que nos pareció alegre hoy lo sentimos triste y al revés. Entonces se abre otra ventana y una nueva fotografía recoge todas las anteriores aunque todavía no existe, está por hacer.
Un retrato de un aristócrata sin rostro, un hueco que queda grabado en el lienzo, con sangre alegre, naranja como la mandarina. Un disfraz, una imagen que no se corresponde con la persona. Sus ropas, su peluca, su alza cuellos, sus joyas, sus puntillas, volantes y rizos. Todo parece pero no es. Todo perece pero ha sido.
Al final resultó que la tierra era redonda: el globo terráqueo, el antiguo y en latín. Hay quién sufrió mucho por decir su verdad y resultó ser la verdad. Imagino a esas gentes muertas de miedo pensando caerse por otro continente. La ciencia y el miedo nunca se han llevado bien. La religión y el miedo sí. Imagino la culpa recorriendo los cuerpos sanos hacia la locura, la dicha y el placer convertidos en sufrimiento.
La tierra da muchas vueltas, una completa cada día. Y en cada instante una fotografía nueva, una mirada nueva que también es vieja, antigua.
Hoy ocurrirán millones de cosas y a la vez en todo el mundo y a todo el mundo. Millones de sonrisas, llantos, muertes y nacimientos: uno, dos tres cuatro, cinco, seis siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve.
¡A a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a h ¡
¿Qué piensa usted… vale más una imagen que mil palabras?
Qué se yo.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. No estoy de acuerdo, como en casi todas estas afirmaciones nos quedamos con una parte sin llegar al todo. Cada palabra contiene, al menos, una imagen. Por lo que mil palabras serían mil imágenes. ¿Cómo mil imágenes pueden valer más que una? Pues sí… también es posible. No digamos si combinamos las palabras en oraciones y las oraciones en textos. Entonces todo se multiplica en progresión geométrica. Un texto puede tener miles de imágenes y si está lleno de poesía e imaginación la conclusión es… un número casi impensable.
Los dos lienzos son del cuerpo de una mujer vistos al revés, el cofre es del pirata de hace dos semanas, el retrato es de un pintor novel que intentó hacer fortuna recorriendo los mares hacia lugares exóticos y lejanos, el globo terráqueo fue un regalo del capitán del velero más antiguo del mundo. Aún vive y de eso hace más de setenta años.
Dicen de l tacto que es uno de los sentidos más sutiles, tocar, acariciar la piel propia o la de otros, buscar los rincones, las curvas, movimientos que te obligan a pasar de nuevo por el mismo punto, más veces y con distinta intensidad, observando como los dedos y la piel se conectan con los deseos. Dedicando calor, textura, dulce y salado, a placeres desconocidos propios del inconsciente. Cada mirada entre sombras se dibuja con los dedos, con los brazos, con las nalgas, con las mejillas, con las piernas cruzadas. Los pezones contraídos y la piel de gallina rememorando la vida en cada suspiro.
En estos dos lienzos estaba toda esa imaginación, entre colores y formas, entre pinceles deslizándose suaves por el lienzo rugoso, construyendo una imagen con miles de momentos. Dos imágenes en este caso.
El cofre contiene arena de aquella playa en la que tumbado después de estar, toda la noche, a punto de perder la vida, y por primera vez allí… se sintió a salvo. El agua en movimiento, refrescando la piel de un sol en miniatura e intenso, huellas en la tierra que te dirigían a un lugar discreto y con sombra. Plantas muy verdes, pájaros cantando antes y después del alba, tortugas caminando despacio hacia el agua, siluetas doradas alejándose hacia la izquierda, pensamientos tranquilos deslizándose hacia la derecha. Pequeños arrecifes y montañas, paisajes idílicos multiplicados en cada mirada, en cada cambio de luz, en cada cambio de ánimo. Solo hay que abrirlo para que todo salga del recuerdo, que no es solo pasado, también presente y futuro.
El atril proviene de una pequeña tienda de las pequeñas y encantadas calles de Cadaqués, soñadas sobre las olas por tantos y tantos marinos que divisaban la tierra desde el palo mayor con un grito: ¡Tieeeeeeerraaaaa a la vistaaaaaaaa!, mientras la luz se recorta entre las rocas y una bruma suave acaricia la tierra y el agua. Los lagartos se mueven lentos arrastrando la barriga por la arena caliente. Y las gaviotas dan vueltas y vueltas emitiendo notas secretas porque les de la gana.
Tres fotografías. Todas las fotografías son pasado. Seguramente porque intentamos inmortalizar algunos momentos, parar el tiempo y escoger un espacio dentro de un rectángulo. La mirada que transforma la realidad imitándola hasta casi copiarla. La familia presente, la familia perdida, los amigos presentes, los amigos perdidos, los amores presentes y los amores perdidos. Todo cabe en una instantánea: lo que nos pareció alegre hoy lo sentimos triste y al revés. Entonces se abre otra ventana y una nueva fotografía recoge todas las anteriores aunque todavía no existe, está por hacer.
Un retrato de un aristócrata sin rostro, un hueco que queda grabado en el lienzo, con sangre alegre, naranja como la mandarina. Un disfraz, una imagen que no se corresponde con la persona. Sus ropas, su peluca, su alza cuellos, sus joyas, sus puntillas, volantes y rizos. Todo parece pero no es. Todo perece pero ha sido.
Al final resultó que la tierra era redonda: el globo terráqueo, el antiguo y en latín. Hay quién sufrió mucho por decir su verdad y resultó ser la verdad. Imagino a esas gentes muertas de miedo pensando caerse por otro continente. La ciencia y el miedo nunca se han llevado bien. La religión y el miedo sí. Imagino la culpa recorriendo los cuerpos sanos hacia la locura, la dicha y el placer convertidos en sufrimiento.
La tierra da muchas vueltas, una completa cada día. Y en cada instante una fotografía nueva, una mirada nueva que también es vieja, antigua.
Hoy ocurrirán millones de cosas y a la vez en todo el mundo y a todo el mundo. Millones de sonrisas, llantos, muertes y nacimientos: uno, dos tres cuatro, cinco, seis siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve.
¡A a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a h ¡
¿Qué piensa usted… vale más una imagen que mil palabras?
Qué se yo.
domingo, 26 de abril de 2009
एल आर्ट दे Frío
La mayoría de las personas dedicamos mucho tiempo a un montón de estupideces y por el contrario, muy poco tiempo a las cosas verdaderamente importantes. Supongo que es un hecho del que pocos pueden deshacerse, suele ocurrir que la familia y la sociedad nos educan con la intención de adaptarnos de la mejor manera posible a la época en la que a cada uno le ha tocado vivir, probablemente pensando que si conseguimos un trabajo fijo y bien remunerado, una pareja estable, hijos y algunos amigos, todo nos irá mejor (se hace con aparente buena intención). Es una ley no escrita pero su poder es inmenso.
El problema quizá radica en la falta de conocimiento y de experiencia a la hora de tomar todas estas decisiones, con el añadido, reitero, de la presión familiar y social dispuesta a colocarnos obligadamente en una posición políticamente correcta. Ejemplos de los que se han salido de la línea hay muchos y obvios. No me extenderé aquí: personas sin pareja, sin hijos, sin trabajo ó con uno mal visto, sin estudios, etc. Ejemplos hay muchos más en el sentido contrario. El valor social se alcanza supuestamente en el éxito y el éxito es cumplir con unos cuantos baremos. Lo jodido es que todos parecemos necesitar un cierto reconocimiento, teñido de amor. Pero cabría aquí preguntarse por el interés inherente al amor. El amor con condiciones. Siempre las tiene. Lo llamativo es que esta cuestión en sí misma no es relevante, sencillamente es real y aceptable. Lo inaceptable es la hipocresía con la que vivimos a diario, disfrazando la verdad con verdades a medida, en definitiva, mentiras.
La imagen de esta semana es una obra de arte. Me la regaló Juan Aparisi, persona a la que considero buen amigo y un artista en todos los sentidos; todo un ejemplo de vitalidad y singularidad.
Me he tomado la libertad de fotografiar la obra buscando en el reflejo del cristal una doble imagen que se ajustara bien a las palabras que estoy vertiendo sobre el papel en blanco. Si se fijan verán dos ventanas, un sofá, una mesa de comedor y algunos detalles más del salón de una casa cualquiera dentro del cuadro. Dos imágenes, dos caras, dos varas de medir, dos realidades dentro de la irrealidad. La fantasía y la realidad en su combinación necesaria y a la vez compleja.
Cualquier arte decía Fromm “requiere conocimiento y esfuerzo”. También decía que “el proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica. Y lo más importante: “¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser aprendidas las cosas que pueden proporcionarnos dinero o prestigio y que el amor, que “solo” beneficia al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no tenemos derecho a gastar muchas energías?”
Éste último interrogante es aplicable no solo al amor, también es preciso incluirlo en todos los aspectos esenciales del día a día: las relaciones de todo tipo, el autoconocimiento, la construcción del nido emocional, los valores más humanos, los puntos de referencia a los que mirar cuando se busca posiblemente el único fin indiscutible: Sentirse bien.
Muchas veces conseguirlo pasa por entender los fundamentos humanos y especialmente por respetar la singularidad de cada uno, sin juicios encubiertos por normas no escritas, tan destructivas que son capaces de agrietar los pilares fundamentales para el desarrollo y el crecimiento de los individuos, tanto personal como socialmente. Querer ser uno mismo y encontrar obstáculos sin cesar lleva a muchas personas a adaptarse y seguir la corriente hasta llenar sus vidas de puro vacío. La enfermedad más común de S.XXI es la ansiedad y la depresión. No están lejos de estos argumentos sus causas, aunque la complejidad del asunto hace pensar en la multiplicidad de factores que influyen en cada persona.
Habría que plantearse en la educación la importancia de aprender a vivir, conocerse a uno mismo y por extensión a los demás, entender el por qué, y el para qué, el cómo y el cuando, y sobre todo, responder a los problemas y conflictos del día a día en el desarrollo del niño-joven-adulto… que somos o hemos sido todos.
Decía Ortega y Gasset:”… el hombre quiere vivir y, porque quiere vivir, cuando el frío amenaza con destruirle, el hombre siente la necesidad de evitar el frío y proporcionarse calor…”
El autor se refiere al hombre primitivo; existen en nuestra sociedad actual muchas clases de frío y se hace difícil discernirlos o saber como darse o dar el calor necesario. ¿A qué pues habría que dedicar nuestros esfuerzos?
Para mí, sin duda, al ARTE de Vivir. Y necesariamente pasa por evitar el FRÍO y alimentar el calor, buscando la coherencia y el sentido. Y eso pasa por no dejarse llevar por la corriente. Habría que convencer a las personas para oponerse a lo que transmitimos como reglas obligatorias, convertidas en un sutil chantaje, la condición para ser aceptados en la tribu o en el grupo. En realidad, la mayoría de estas reglas son completamente intranscendentes e innecesarias, cuando no… grandes estupideces.
O algo así.
El problema quizá radica en la falta de conocimiento y de experiencia a la hora de tomar todas estas decisiones, con el añadido, reitero, de la presión familiar y social dispuesta a colocarnos obligadamente en una posición políticamente correcta. Ejemplos de los que se han salido de la línea hay muchos y obvios. No me extenderé aquí: personas sin pareja, sin hijos, sin trabajo ó con uno mal visto, sin estudios, etc. Ejemplos hay muchos más en el sentido contrario. El valor social se alcanza supuestamente en el éxito y el éxito es cumplir con unos cuantos baremos. Lo jodido es que todos parecemos necesitar un cierto reconocimiento, teñido de amor. Pero cabría aquí preguntarse por el interés inherente al amor. El amor con condiciones. Siempre las tiene. Lo llamativo es que esta cuestión en sí misma no es relevante, sencillamente es real y aceptable. Lo inaceptable es la hipocresía con la que vivimos a diario, disfrazando la verdad con verdades a medida, en definitiva, mentiras.
La imagen de esta semana es una obra de arte. Me la regaló Juan Aparisi, persona a la que considero buen amigo y un artista en todos los sentidos; todo un ejemplo de vitalidad y singularidad.
Me he tomado la libertad de fotografiar la obra buscando en el reflejo del cristal una doble imagen que se ajustara bien a las palabras que estoy vertiendo sobre el papel en blanco. Si se fijan verán dos ventanas, un sofá, una mesa de comedor y algunos detalles más del salón de una casa cualquiera dentro del cuadro. Dos imágenes, dos caras, dos varas de medir, dos realidades dentro de la irrealidad. La fantasía y la realidad en su combinación necesaria y a la vez compleja.
Cualquier arte decía Fromm “requiere conocimiento y esfuerzo”. También decía que “el proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica. Y lo más importante: “¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser aprendidas las cosas que pueden proporcionarnos dinero o prestigio y que el amor, que “solo” beneficia al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no tenemos derecho a gastar muchas energías?”
Éste último interrogante es aplicable no solo al amor, también es preciso incluirlo en todos los aspectos esenciales del día a día: las relaciones de todo tipo, el autoconocimiento, la construcción del nido emocional, los valores más humanos, los puntos de referencia a los que mirar cuando se busca posiblemente el único fin indiscutible: Sentirse bien.
Muchas veces conseguirlo pasa por entender los fundamentos humanos y especialmente por respetar la singularidad de cada uno, sin juicios encubiertos por normas no escritas, tan destructivas que son capaces de agrietar los pilares fundamentales para el desarrollo y el crecimiento de los individuos, tanto personal como socialmente. Querer ser uno mismo y encontrar obstáculos sin cesar lleva a muchas personas a adaptarse y seguir la corriente hasta llenar sus vidas de puro vacío. La enfermedad más común de S.XXI es la ansiedad y la depresión. No están lejos de estos argumentos sus causas, aunque la complejidad del asunto hace pensar en la multiplicidad de factores que influyen en cada persona.
Habría que plantearse en la educación la importancia de aprender a vivir, conocerse a uno mismo y por extensión a los demás, entender el por qué, y el para qué, el cómo y el cuando, y sobre todo, responder a los problemas y conflictos del día a día en el desarrollo del niño-joven-adulto… que somos o hemos sido todos.
Decía Ortega y Gasset:”… el hombre quiere vivir y, porque quiere vivir, cuando el frío amenaza con destruirle, el hombre siente la necesidad de evitar el frío y proporcionarse calor…”
El autor se refiere al hombre primitivo; existen en nuestra sociedad actual muchas clases de frío y se hace difícil discernirlos o saber como darse o dar el calor necesario. ¿A qué pues habría que dedicar nuestros esfuerzos?
Para mí, sin duda, al ARTE de Vivir. Y necesariamente pasa por evitar el FRÍO y alimentar el calor, buscando la coherencia y el sentido. Y eso pasa por no dejarse llevar por la corriente. Habría que convencer a las personas para oponerse a lo que transmitimos como reglas obligatorias, convertidas en un sutil chantaje, la condición para ser aceptados en la tribu o en el grupo. En realidad, la mayoría de estas reglas son completamente intranscendentes e innecesarias, cuando no… grandes estupideces.
O algo así.
lunes, 13 de abril de 2009
तुवे मिएदो य एल पिरता también
Hace muchos siglos que conozco esa sensación, me decía el pirata Malapata. Estábamos navegando en círculos rodeando la isla de Tougnalu en el Mar del Norte, evitando un mal mayor: la tormenta más fuerte que jamás un marino ha vivido para contarla. Estuvimos juntos aquella noche… toda. Cuando los primeros rayos de sol despuntaron en el horizonte todo había cambiado. Pasamos de ser dos desconocidos que se conocían hace mucho a formar parte el uno del otro y estar unidos para siempre. Me salvó la vida.
No hay nada peor que el miedo extremo, decía borracho como una cuba. Hoy lo entiendo más que nunca, son días de incertidumbre, sueños rotos, edificios caídos, malas noticias repetidas, personas machacadas por una realidad material predominante, duros egoísmos, desamores y amistades que se convierten en mentiras. Intereses cruzados que chocan y dan como resultado traiciones muy dolorosas. De hecho, todo parecería inmensamente caótico y desagradable si la verdad fuera mentira y la mentira verdad.
Aquella noche pasamos mucho miedo el pirata y yo. Los rayos iluminaban la noche más oscura que nunca, el mar enfurecido acariciaba el velero con rabia elevándolo de proa a popa, de popa a proa y de barlovento a sotavento. La madera crujía ruidosa y cada arteria movía el corazón tan deprisa que ni siquiera pudimos vomitar. Puro miedo, pánico.
Me quedé paralizado mientras Malapata recorría cojeando y gritando por todo el barco: ¡Jua, jajajaja, jua, jajaaaaaaaaaaaaa… no podrás con nosotros, me encantas, no estoy en guerra contigo! Jamás he visto a un hombre en un estado tan dispuesto a afrontar su presente. Al verlo sencillamente lloré.
Al cabo de unos minutos giró su cabeza evitando mirarme con el parche en el ojo, me clavó su único ojo con una intensidad que atravesó el miedo convirtiéndolo en aventura, la oportunidad de luchar por lo más preciado, la vida. Me había dicho muchas veces que los seres humanos solo tenemos en verdad ese bien… y seguía diciendo siempre gritando: ¡Por eso hay que navegar de frente, recoger velas, coger el timón y ayudarse del vientooooooooooooooo… juajuajuajuajuajuajjaaaaaaaaaaaa!!!!!!
Hubo momentos en los que pude pensar, la única frase repetida fue: ¡Este hombre está completamente loco! Pero no lo estaba, de pronto y aquella misma noche, me di cuenta. Aquel hombre mutilado de tanta batalla con el mar, lo sentía, parecía tenerlo muy claro: ¿De qué sirve estar vivo si estás constantemente sintiendo miedo? No hay nada peor que el miedo a la vida, decía sin parar. Después siempre me contaba que una vez en las Galápago un viejo pirata inglés le dijo que alguien le dijo: ¿Qué es un mar sin olas, sin viento, sin tormentas, sin sal, si puestas de sol, sin amaneceres, sin corrientes, sin peces… y sin ron?
Cuando el primer mástil se partió como un palillo, aplastó a cinco hombres y rompió cinco metros de cubierta. La sangre se mezclaba con el agua y el viento salpicaba aquel mejunje hacia nuestras mejillas que ardían de miedo. Se olía a muerte, no recuerdo haberla sentido tan cerca nunca. La vela mayor se rasgó como la seda y voló como un globo de gas hacia el cielo. Se perdió como todos nosotros vamos perdiendo cada día. Malapata cortó de un golpe seco con su hacha la cuerda más gruesa y las velas se replegaron todas a una. Se subió al timón y lo acarició como si fuese un recién nacido. Seguía a las olas inmensas con la delicadeza que sigue el agua su propio cauce. Una gran ola lo zarandeó hasta hacerlo caer por las escaleras. Fue entonces cuando reaccioné, me levanté, despertando de una pesadilla que había durado toda mi vida, lo cogí de los brazos por detrás y lo levanté, sus labios sangraban y había perdido tres dientes en el tercer escalón. Llegamos al timón y allí pasamos la noche, deslizándonos sobre la crestas de las olas (“… vivir sobre las olas y no tener jamás asilo en el tiempo”), atados con cuerdas, sujetándonos uno a otro, como solamente ocurre cuando probablemente puedes perder la vida.
Superamos los dos aquella noche, todos los demás murieron en la bodega, excepto cinco en la cubierta y siete que, uno a uno, se los tragó el mar. No pudimos hacer nada. Cada uno elige donde se coloca en el barco. Malapata lo eligió por mí. Como ya dije me salvó la vida.
Desde entonces nunca más he dejado que otra persona elija mi sitio.
Cuando amaneció la mar rumoreó calma y nos dirigimos a la isla, ya podíamos entrar, a través de los arrecifes. Soltó el ancla y bajamos a tierra. Todas las cabañas estaban destrozadas, el aire olía a coco, cientos de ojos nos miraban atónitos, como si dos fantasmas salieran de la tormenta, de la mar atormentada.
Me dejé caer sobre la fina arena, cerré los ojos y dejé que el sol me acariciara, creí sentir por primera vez la vida entera y ya no tuve dudas, me enamoré de ella. También aprendí que ante las situaciones límite solo nos puede salvar el amor propio.
Malapata se dirigió hacia mí, me ofreció su mano y juntos bebimos y comimos hasta despertar después de quedarnos dormidos.
No hay nada peor que el miedo extremo, decía borracho como una cuba. Hoy lo entiendo más que nunca, son días de incertidumbre, sueños rotos, edificios caídos, malas noticias repetidas, personas machacadas por una realidad material predominante, duros egoísmos, desamores y amistades que se convierten en mentiras. Intereses cruzados que chocan y dan como resultado traiciones muy dolorosas. De hecho, todo parecería inmensamente caótico y desagradable si la verdad fuera mentira y la mentira verdad.
Aquella noche pasamos mucho miedo el pirata y yo. Los rayos iluminaban la noche más oscura que nunca, el mar enfurecido acariciaba el velero con rabia elevándolo de proa a popa, de popa a proa y de barlovento a sotavento. La madera crujía ruidosa y cada arteria movía el corazón tan deprisa que ni siquiera pudimos vomitar. Puro miedo, pánico.
Me quedé paralizado mientras Malapata recorría cojeando y gritando por todo el barco: ¡Jua, jajajaja, jua, jajaaaaaaaaaaaaa… no podrás con nosotros, me encantas, no estoy en guerra contigo! Jamás he visto a un hombre en un estado tan dispuesto a afrontar su presente. Al verlo sencillamente lloré.
Al cabo de unos minutos giró su cabeza evitando mirarme con el parche en el ojo, me clavó su único ojo con una intensidad que atravesó el miedo convirtiéndolo en aventura, la oportunidad de luchar por lo más preciado, la vida. Me había dicho muchas veces que los seres humanos solo tenemos en verdad ese bien… y seguía diciendo siempre gritando: ¡Por eso hay que navegar de frente, recoger velas, coger el timón y ayudarse del vientooooooooooooooo… juajuajuajuajuajuajjaaaaaaaaaaaa!!!!!!
Hubo momentos en los que pude pensar, la única frase repetida fue: ¡Este hombre está completamente loco! Pero no lo estaba, de pronto y aquella misma noche, me di cuenta. Aquel hombre mutilado de tanta batalla con el mar, lo sentía, parecía tenerlo muy claro: ¿De qué sirve estar vivo si estás constantemente sintiendo miedo? No hay nada peor que el miedo a la vida, decía sin parar. Después siempre me contaba que una vez en las Galápago un viejo pirata inglés le dijo que alguien le dijo: ¿Qué es un mar sin olas, sin viento, sin tormentas, sin sal, si puestas de sol, sin amaneceres, sin corrientes, sin peces… y sin ron?
Cuando el primer mástil se partió como un palillo, aplastó a cinco hombres y rompió cinco metros de cubierta. La sangre se mezclaba con el agua y el viento salpicaba aquel mejunje hacia nuestras mejillas que ardían de miedo. Se olía a muerte, no recuerdo haberla sentido tan cerca nunca. La vela mayor se rasgó como la seda y voló como un globo de gas hacia el cielo. Se perdió como todos nosotros vamos perdiendo cada día. Malapata cortó de un golpe seco con su hacha la cuerda más gruesa y las velas se replegaron todas a una. Se subió al timón y lo acarició como si fuese un recién nacido. Seguía a las olas inmensas con la delicadeza que sigue el agua su propio cauce. Una gran ola lo zarandeó hasta hacerlo caer por las escaleras. Fue entonces cuando reaccioné, me levanté, despertando de una pesadilla que había durado toda mi vida, lo cogí de los brazos por detrás y lo levanté, sus labios sangraban y había perdido tres dientes en el tercer escalón. Llegamos al timón y allí pasamos la noche, deslizándonos sobre la crestas de las olas (“… vivir sobre las olas y no tener jamás asilo en el tiempo”), atados con cuerdas, sujetándonos uno a otro, como solamente ocurre cuando probablemente puedes perder la vida.
Superamos los dos aquella noche, todos los demás murieron en la bodega, excepto cinco en la cubierta y siete que, uno a uno, se los tragó el mar. No pudimos hacer nada. Cada uno elige donde se coloca en el barco. Malapata lo eligió por mí. Como ya dije me salvó la vida.
Desde entonces nunca más he dejado que otra persona elija mi sitio.
Cuando amaneció la mar rumoreó calma y nos dirigimos a la isla, ya podíamos entrar, a través de los arrecifes. Soltó el ancla y bajamos a tierra. Todas las cabañas estaban destrozadas, el aire olía a coco, cientos de ojos nos miraban atónitos, como si dos fantasmas salieran de la tormenta, de la mar atormentada.
Me dejé caer sobre la fina arena, cerré los ojos y dejé que el sol me acariciara, creí sentir por primera vez la vida entera y ya no tuve dudas, me enamoré de ella. También aprendí que ante las situaciones límite solo nos puede salvar el amor propio.
Malapata se dirigió hacia mí, me ofreció su mano y juntos bebimos y comimos hasta despertar después de quedarnos dormidos.
तुवे मिएदो य एल पिरता también
Hace muchos siglos que conozco esa sensación, me decía el pirata Malapata. Estábamos navegando en círculos rodeando la isla de Tougnalu en el Mar del Norte, evitando un mal mayor: la tormenta más fuerte que jamás un marino ha vivido para contarla. Estuvimos juntos aquella noche… toda. Cuando los primeros rayos de sol despuntaron en el horizonte todo había cambiado. Pasamos de ser dos desconocidos que se conocían hace mucho a formar parte el uno del otro y estar unidos para siempre. Me salvó la vida.
No hay nada peor que el miedo extremo, decía borracho como una cuba. Hoy lo entiendo más que nunca, son días de incertidumbre, sueños rotos, edificios caídos, malas noticias repetidas, personas machacadas por una realidad material predominante, duros egoísmos, desamores y amistades que se convierten en mentiras. Intereses cruzados que chocan y dan como resultado traiciones muy dolorosas. De hecho, todo parecería inmensamente caótico y desagradable si la verdad fuera mentira y la mentira verdad.
Aquella noche pasamos mucho miedo el pirata y yo. Los rayos iluminaban la noche más oscura que nunca, el mar enfurecido acariciaba el velero con rabia elevándolo de proa a popa, de popa a proa y de barlovento a sotavento. La madera crujía ruidosa y cada arteria movía el corazón tan deprisa que ni siquiera pudimos vomitar. Puro miedo, pánico.
Me quedé paralizado mientras Malapata recorría cojeando y gritando por todo el barco: ¡Jua, jajajaja, jua, jajaaaaaaaaaaaaa… no podrás con nosotros, me encantas, no estoy en guerra contigo! Jamás he visto a un hombre en un estado tan dispuesto a afrontar su presente. Al verlo sencillamente lloré.
Al cabo de unos minutos giró su cabeza evitando mirarme con el parche en el ojo, me clavó su único ojo con una intensidad que atravesó el miedo convirtiéndolo en aventura, la oportunidad de luchar por lo más preciado, la vida. Me había dicho muchas veces que los seres humanos solo tenemos en verdad ese bien… y seguía diciendo siempre gritando: ¡Por eso hay que navegar de frente, recoger velas, coger el timón y ayudarse del vientooooooooooooooo… juajuajuajuajuajuajjaaaaaaaaaaaa!!!!!!
Hubo momentos en los que pude pensar, la única frase repetida fue: ¡Este hombre está completamente loco! Pero no lo estaba, de pronto y aquella misma noche, me di cuenta. Aquel hombre mutilado de tanta batalla con el mar, lo sentía, parecía tenerlo muy claro: ¿De qué sirve estar vivo si estás constantemente sintiendo miedo? No hay nada peor que el miedo a la vida, decía sin parar. Después siempre me contaba que una vez en las Galápago un viejo pirata inglés le dijo que alguien le dijo: ¿Qué es un mar sin olas, sin viento, sin tormentas, sin sal, si puestas de sol, sin amaneceres, sin corrientes, sin peces… y sin ron?
Cuando el primer mástil se partió como un palillo, aplastó a cinco hombres y rompió cinco metros de cubierta. La sangre se mezclaba con el agua y el viento salpicaba aquel mejunje hacia nuestras mejillas que ardían de miedo. Se olía a muerte, no recuerdo haberla sentido tan cerca nunca. La vela mayor se rasgó como la seda y voló como un globo de gas hacia el cielo. Se perdió como todos nosotros vamos perdiendo cada día. Malapata cortó de un golpe seco con su hacha la cuerda más gruesa y las velas se replegaron todas a una. Se subió al timón y lo acarició como si fuese un recién nacido. Seguía a las olas inmensas con la delicadeza que sigue el agua su propio cauce. Una gran ola lo zarandeó hasta hacerlo caer por las escaleras. Fue entonces cuando reaccioné, me levanté, despertando de una pesadilla que había durado toda mi vida, lo cogí de los brazos por detrás y lo levanté, sus labios sangraban y había perdido tres dientes en el tercer escalón. Llegamos al timón y allí pasamos la noche, deslizándonos sobre la crestas de las olas (“… vivir sobre las olas y no tener jamás asilo en el tiempo”), atados con cuerdas, sujetándonos uno a otro, como solamente ocurre cuando probablemente puedes perder la vida.
Superamos los dos aquella noche, todos los demás murieron en la bodega, excepto cinco en la cubierta y siete que, uno a uno, se los tragó el mar. No pudimos hacer nada. Cada uno elige donde se coloca en el barco. Malapata lo eligió por mí. Como ya dije me salvó la vida.
Desde entonces nunca más he dejado que otra persona elija mi sitio.
Cuando amaneció la mar rumoreó calma y nos dirigimos a la isla, ya podíamos entrar, a través de los arrecifes. Soltó el ancla y bajamos a tierra. Todas las cabañas estaban destrozadas, el aire olía a coco, cientos de ojos nos miraban atónitos, como si dos fantasmas salieran de la tormenta, de la mar atormentada.
Me dejé caer sobre la fina arena, cerré los ojos y dejé que el sol me acariciara, creí sentir por primera vez la vida entera y ya no tuve dudas, me enamoré de ella. También aprendí que ante las situaciones límite solo nos puede salvar el amor propio.
Malapata se dirigió hacia mí, me ofreció su mano y juntos bebimos y comimos hasta despertar después de quedarnos dormidos.
No hay nada peor que el miedo extremo, decía borracho como una cuba. Hoy lo entiendo más que nunca, son días de incertidumbre, sueños rotos, edificios caídos, malas noticias repetidas, personas machacadas por una realidad material predominante, duros egoísmos, desamores y amistades que se convierten en mentiras. Intereses cruzados que chocan y dan como resultado traiciones muy dolorosas. De hecho, todo parecería inmensamente caótico y desagradable si la verdad fuera mentira y la mentira verdad.
Aquella noche pasamos mucho miedo el pirata y yo. Los rayos iluminaban la noche más oscura que nunca, el mar enfurecido acariciaba el velero con rabia elevándolo de proa a popa, de popa a proa y de barlovento a sotavento. La madera crujía ruidosa y cada arteria movía el corazón tan deprisa que ni siquiera pudimos vomitar. Puro miedo, pánico.
Me quedé paralizado mientras Malapata recorría cojeando y gritando por todo el barco: ¡Jua, jajajaja, jua, jajaaaaaaaaaaaaa… no podrás con nosotros, me encantas, no estoy en guerra contigo! Jamás he visto a un hombre en un estado tan dispuesto a afrontar su presente. Al verlo sencillamente lloré.
Al cabo de unos minutos giró su cabeza evitando mirarme con el parche en el ojo, me clavó su único ojo con una intensidad que atravesó el miedo convirtiéndolo en aventura, la oportunidad de luchar por lo más preciado, la vida. Me había dicho muchas veces que los seres humanos solo tenemos en verdad ese bien… y seguía diciendo siempre gritando: ¡Por eso hay que navegar de frente, recoger velas, coger el timón y ayudarse del vientooooooooooooooo… juajuajuajuajuajuajjaaaaaaaaaaaa!!!!!!
Hubo momentos en los que pude pensar, la única frase repetida fue: ¡Este hombre está completamente loco! Pero no lo estaba, de pronto y aquella misma noche, me di cuenta. Aquel hombre mutilado de tanta batalla con el mar, lo sentía, parecía tenerlo muy claro: ¿De qué sirve estar vivo si estás constantemente sintiendo miedo? No hay nada peor que el miedo a la vida, decía sin parar. Después siempre me contaba que una vez en las Galápago un viejo pirata inglés le dijo que alguien le dijo: ¿Qué es un mar sin olas, sin viento, sin tormentas, sin sal, si puestas de sol, sin amaneceres, sin corrientes, sin peces… y sin ron?
Cuando el primer mástil se partió como un palillo, aplastó a cinco hombres y rompió cinco metros de cubierta. La sangre se mezclaba con el agua y el viento salpicaba aquel mejunje hacia nuestras mejillas que ardían de miedo. Se olía a muerte, no recuerdo haberla sentido tan cerca nunca. La vela mayor se rasgó como la seda y voló como un globo de gas hacia el cielo. Se perdió como todos nosotros vamos perdiendo cada día. Malapata cortó de un golpe seco con su hacha la cuerda más gruesa y las velas se replegaron todas a una. Se subió al timón y lo acarició como si fuese un recién nacido. Seguía a las olas inmensas con la delicadeza que sigue el agua su propio cauce. Una gran ola lo zarandeó hasta hacerlo caer por las escaleras. Fue entonces cuando reaccioné, me levanté, despertando de una pesadilla que había durado toda mi vida, lo cogí de los brazos por detrás y lo levanté, sus labios sangraban y había perdido tres dientes en el tercer escalón. Llegamos al timón y allí pasamos la noche, deslizándonos sobre la crestas de las olas (“… vivir sobre las olas y no tener jamás asilo en el tiempo”), atados con cuerdas, sujetándonos uno a otro, como solamente ocurre cuando probablemente puedes perder la vida.
Superamos los dos aquella noche, todos los demás murieron en la bodega, excepto cinco en la cubierta y siete que, uno a uno, se los tragó el mar. No pudimos hacer nada. Cada uno elige donde se coloca en el barco. Malapata lo eligió por mí. Como ya dije me salvó la vida.
Desde entonces nunca más he dejado que otra persona elija mi sitio.
Cuando amaneció la mar rumoreó calma y nos dirigimos a la isla, ya podíamos entrar, a través de los arrecifes. Soltó el ancla y bajamos a tierra. Todas las cabañas estaban destrozadas, el aire olía a coco, cientos de ojos nos miraban atónitos, como si dos fantasmas salieran de la tormenta, de la mar atormentada.
Me dejé caer sobre la fina arena, cerré los ojos y dejé que el sol me acariciara, creí sentir por primera vez la vida entera y ya no tuve dudas, me enamoré de ella. También aprendí que ante las situaciones límite solo nos puede salvar el amor propio.
Malapata se dirigió hacia mí, me ofreció su mano y juntos bebimos y comimos hasta despertar después de quedarnos dormidos.
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